Capítulo 15
788palabras
2022-12-08 15:27
En el instante en que Astepon me abrió la puerta di un respingo.
Había llamado a su puerta obedeciendo a un impulso, preguntándome ansiosamente qué sucedería después. ¿Qué palabras emplearía para dirigirme a él? ¿Cómo debería comportarme?
Le lancé una mirada. Se hallaba de pie en el umbral con un brillo en los ojos, y de golpe sentí el deseo de huir de allí a toda prisa.
"¿Meita?", dijo él al reconocerme. Parecía un poco sorprendido por el aspecto que yo ofrecía, pues mis ojos estaban hinchados y mi maquillaje era un verdadero desastre.
Me dejó pasar, me condujo al sofá en el que yo había dormido la noche anterior y luego me sirvió un vaso de agua.
Sin embargo, no me senté en el sofá ni acepté el vaso de agua que me había ofrecido. En vez de ello, me quedé de pie en medio de la sala, en equilibrio precario, apretando con fuerza mi billetera, la cual sostenía en la mano.
"Meita, ¿qué es lo que te sucede?", me preguntó al tiempo que me lanzaba una mirada profunda y cautivadora con sus ojos azules.
Bajé la cabeza mientras intentaba controlar el temblor que agitaba todo mi cuerpo. Quería decirle algo, pero no lograba hacer que las palabras cruzaran la barrera de mi boca; mi cuerpo parecía resistirse a expresar los sentimientos que albergaba mi corazón.
"Tranquilízate; habla con confianza", me dijo en tono tranquilizador.
Entonces respiré hondo y lo miré, esperando que la sinceridad que advertía en su mirada me infundiera el valor necesario para expresarme.
Haciendo un esfuerzo para despojarme de la cobardía y timidez que sentía, le dije con voz temblorosa: "Siento mucho importunarlo, señor Mantle, pero quisiera pedirle un favor. ¡Se trata de algo que solo su intervención puede lograr!"
"Dime de qué manera te puedo ayudar", repuso con voz cálida.
"Bien, verá, eché un vistazo a su tarjeta de presentación; usted es un asesor de imagen de alta categoría, ¿verdad? Pues me gustaría contratar sus servicios para que me ayude a transformar mi imagen y apariencia. ¿Podría hacerlo?", expliqué con voz cada vez más débil, pues temía recibir una rotunda negativa.
"Tómatelo con calma; sentémonos y hablemos al respecto", replicó.
Su voz suave aplacó mis temores, así que finalmente accedí a sentarme en el sofá y a beber el vaso de agua que me ofrecía.
"Lamento mucho importunarlo, señor Mantle, pero en verdad me urge transformar mi imagen", comenté.
Armándome de valor, lo miré a los ojos y le dije: "Ya estoy harta de mi apariencia. Mi deprimente aspecto está dando al traste con mi vida, mi trabajo e incluso mis relaciones románticas".
Hasta ese momento jamás me había atrevido a expresar aquella idea con vehemencia, pero su mirada comprensiva me infundió ánimo para hacerlo.
"Quiero transformar mi imagen, ofrecer una apariencia mucho más atractiva. Ansío llevar una vida normal, quiero que mis superiores me aprecien y me encantaría que un hombre me amara de verdad", expliqué.
Hice una breve pausa y luego proseguí: "Deseo convertirme en una persona radicalmente distinta, señor Mantle. Tengo entendido que se desempeña como asesor de imagen, así que solo usted tiene la capacidad para transformarme en la persona que quiero ser. Por favor permítame contratar sus servicios de asesoría de imagen para logar ser una mujer completamente renovada".
En silencio, me miró fijamente durante un rato, aparentemente escrutando mis rasgos y figura.
¿Acaso iba a negarme su valiosa ayuda debido a mi notoria fealdad? Después de todo, aceptar como cliente a una mujer como yo, cuya apariencia era verdaderamente lamentable, podría hacer que la reputación de su empresa sufriera detrimento, pensaba yo con cierta inquietud.
"¿De veras piensas recurrir a mis servicios, Meita? Mis honorarios son exorbitantes; dudo mucho que puedas pagarme", repuso.
"Lo sé", contesté algo avergonzada. "Pero tal vez la opción más económica esté al alcance de mi presupuesto".
"Me complacería hacer algo por ti", me dijo con sinceridad. "Puedo recomendarte algunas formas de renovar tu imagen, así como algunos videotutoriales al respecto que te permitirán lograr esa anhelada meta sin ayuda de otra persona".
"¡No, eso sería un proceso demasiado lento!", me opuse, pues no disponía de mucho tiempo para lograr aquel objetivo. "Necesito lucir radiante en una reunión que tendré el próximo lunes. Pese a que es un encuentro ordinario, para mí es de gran importancia".
"¿Podría ayudarme? Estoy dispuesta a pagarle bien", le dije al tiempo que le lanzaba una mirada sincera.
Se hizo el silencio en la estancia mientras él meditaba mi propuesta.
No me hacía demasiadas ilusiones; pensaba que acabaría rechazando mi oferta. Pero para mi sorpresa, respondió con su seductora voz: "De acuerdo, lo haré; te doy mi palabra".
Aquella escueta respuesta había sido, sin embargo, muy enfática.