Capítulo 10
771palabras
2022-12-08 14:43
No sé cuanto tiempo estuve inconsciente pero apenas abrí los ojos, me percaté de que estaba en una habitación que no había visto antes.
El resplandor del sol que entraba por la ventana se reflejaba sobre el techo blanco, pero la luz de la lámpara colgante negra de hierro forjado me pegó directamente en los ojos.
Por ello, me cubrí el rostro con la mano para protegerme de la luz, pero tan pronto mis pupilas se acostumbraron a ella, inspeccioné detalladamente la habitación.

Las paredes eran blancas y pulcras como la nieve y las cortinas suaves y transparentes. A través de una inmensa ventana francesa que daba al balcón, se veía brillar sol de la mañana que se colaba a través de una hendija de la tela, cubriendo la habitación con una luz dorada. A su vez en el piso, había un tapete blanco de piel, y ¡en ese momento pensé que sería muy agradable tenderse sobre él durante el frío sol del invierno!
Me senté en el sofá y estiré un poco el cuerpo porque estaba muy adolorida. Asimismo, sentía la cara extrañamente fría como si me hubiesen aplicado algún producto.
¡Justo cuando acababa de percatarme de esos cambios tan extraños en mi cuerpo, vi a un hombre sentado en un sillón azul rey!
Bajo la luz del sol, parecía tener el cabello castaño oscuro peinado a la perfección, pero luego caí en cuenta de que el tono era castaño claro. Su nariz era perfilada, la frente bien amplia y la mandíbula prominente. Vestía un discreto traje gris y tenía las piernas cruzadas, recostado graciosamente en el espaldar del sillón con un libro en las manos.
Estaba leyendo con una postura apacible y elegante, como si estuviera esculpiendo una obra de arte. El mero hecho de ver a aquel hombre sentado de esa manera era un deleite para la vista.
¡Aunque sólo podía ver el perfil de su cara, pude percatarme de que era Astepon, el nuevo vecino!

¡Sin duda alguna, él me había salvado del coma febril de la noche anterior!
Me levanté con cierta prisa para agradecerle, pero en ese momento noté que yo no tenía la misma ropa. Llevaba puesta una falda taller negra de muy buena calidad que parecía costosa, y no veía por ninguna parte la sábana en la que estaba antes envuelta.
En ese instante, sentí que toda la sangre se me subía a la cabeza y que mi cara estaba hirviendo de la vergüenza.
Sólo podía pensar que había sido Astepon quien había tenido la disposición de cambiarme, pero eso también quería decir que él me había visto desnuda...

Se me aceleró la respiración al pensarlo.
"Um, Sr. Mantle...", susurré bajando la cabeza.
La única respuesta que obtuve fue el sonido de las páginas, mientras él seguía hojeando el libro.
Me sentí un poco apenada e incómoda pero él mantuvo los buenos modales y su parsimonia. Después en cuestión de segundos, puso el libro rápidamente a un lado, se levantó y se paró frente a mí.
"Buenos días, Meita", me saludó con naturalidad, como si fuésemos amigos de toda la vida.
Fue en ese momento cuando finalmente pude detallar bien su cara.
Tenía el cabello castaño oscuro meticulosamente peinado hacia atrás, dejando así al descubierto su amplia frente, unas cejas grandes y bien definidas que parecían ser naturales, las cuales hasta cierto punto, oscurecían y sensibilizarán un poco más sus ojos azules.
Las pestañas eran largas y añadía un toque apasionado a esa mirada profunda, y sus labios carnosos se veían muy seductores.
¡Dios! Él era un ser encantador y cuando me veía con esos ojos azules, yo no podía evitar sentirme como un ser inferior.
"Buenos... buenos días, Astepon", balbuceé.
Al parecer, él se dio cuenta de que estaba muy avergonzada, y me dijo con una cálida sonrisa: "Relájate Meita, estás en mi casa".
"Gracias... yo...", contesté bajando la cabeza sin valor para ver esos encantadores ojos. De hecho, estaba tan nerviosa que no pude evitar tartamudear: "Creo que... anoche... estoy segura de que ayer me convertí en tu dolor de cabeza. Por eso voy a quitarme esta ropa y te la devuelvo apenas la lave!"
Pude percibir su sorpresa mientras se reía de muy buen humor.
"No me malinterpretes, Meita", explicó él y añadió: "Para ser honesto, le tengo un poco de fobia a los gérmenes, y por eso le pedí a mi asistente a que te cambiara la ropa y puedes considerar que fue un regalo de tu nuevo vecino, y..."
Tras hacer una pausa de unos segundos, él me miró paralizando a su vez mi corazón por un instante.