Capítulo 61
1185palabras
2022-12-21 00:01

El punto de vista de Cheol.
Corrí hacia donde estaba Stella y de inmediato me puse de rodillas. En cuanto la vi, mis ojos se abrieron de lo sorprendido que estaba, mientras trataba de comprender la escena frente a mí.

Stella estaba desplomada en un rincón de la ducha. Lucía golpeada: tenía la cara hinchada y pálida, y el labio cortado. En el agua que corría por el suelo se podía ver un poco de sangre, que antes había manchado su ropa.
"¿Stella?", exhalé. Cuando extendí la mano para tocarla, de inmediato pude notar que el agua que brotaba del cabezal estaba helada. Levanté la vista y vi que la temperatura que señalaba el grifo era tibia, así que era probable que solo estuviese saliendo lo que quedaba.
Aunque me acerqué a ella para cerrar la ducha, no se movió ni un centímetro, como si no se percatara de mi presencia. Sus párpados estaban entreabiertos, sin embargo ella parecía no estar consciente. Pude notar que la piel de su rostro, la que no tenía moretones, estaba pálida. 
Cogí todas las toallas que había en el baño para poder envolverla. Pero en cuanto le toqué el brazo, ella se apartó al instante. "Está bien, Stella, estás a salvo", le susurré al oído para tranquilizarla.
Tal y como lo supuse, estaba completamente helada. Pude ver que su cuerpo temblaba, pero no supe si era porque tenía frío o miedo, o ambas cosas.
Haciendo caso omiso a ello, la envolví con una toalla como pude y la levanté del suelo en mis brazos. Al sacarla del baño, su ropa mojó la mía de lo empapada que estaba.

De pronto, unos gemidos salieron de sus helados labios, que lucían casi azules.
Le susurré palabras tranquilizadoras y reconfortantes, con la esperanza de que pudiera oírme mientras mi mente estaba llena de preguntas que sabía iban a tener que esperar para poder ser respondidas.
Con mucho cuidado la acosté en la cama tratando en lo posible de no inquietarla.
Cuando pude verla mejor, no pude evitar enojarme. Sentí que me hervía toda la sangre y apreté los puños en cuanto mis ojos se dirigieron a su cuerpo.

Su camisa estaba destrozada y en sus brazos se podían ver unos moretones azules, casi negros. Alrededor de su cuello habían huellas de manos pequeñas, que mostraban con claridad que una mujer era quien le había hecho esto.
Dolorosas heridas y arañazos sangrantes cubrían sus delicados brazos. La tapé con sumo cuidado, tratando de no hacerle daño.
Por unos momentos, debatí conmigo mismo sobre si debía desvestirla o no. Sabía que no conseguiría secar y calentar su cuerpo con la ropa que llevaba, pero no quería que se sintiera ofendida si lo hacía. 
Con delicadeza le quité la ropa que tenía puesta, la cual estaba ligeramente rasgada, y luego la descarté en el suelo. Cuando volví a verla me enfadé mucho más de lo que estaba.
Su piel tenía moretones. En sus hombros y cuello había marcas de mordidas y chupetones. ¿Acaso alguien había abusado de ella?
En cuanto le bajé los pantalones vi una mancha roja en su entrepierna. ¡M*erda!
Eso solo me hizo pensar que había sido v*olada. Mis dedos temblorosos rozaron su mejilla y pude notar que su piel aún estaba fría. "Stella, ¿quién te hizo esto?", le pregunté.
Solo pude sacudir mi cabeza con impotencia al no obtener respuesta. Me dediqué a secarla por completo, y cuando terminé de hacerlo la cubrí con un edredón.
Caminé hacia el armario y de pronto me sentí completamente perdido: no sabía qué hacer.
Comencé a buscar algo para que ella se pusiera cuando la puerta se abrió de golpe. "¿Señor?", escuché.
“Amy, ¿qué haces aquí?”, pregunté. De pronto mis ojos miraron hacia Stella y me percaté de algo. "¿Tú la trajiste aquí?".
"Sí, señor. ¿Qué sucedió?".  Al ver a la otra mujer en la cama, sus ojos se abrieron como platos. Se acercó a ella y dijo: "Hace un rato estaba bien".
"¡¿Bien?!", no pude evitar gritar. "¿No ves cómo se encuentra? ¡Está lejos de estar bien, Amy! ¡Ha sido golpeada y maltratada! ¿Por qué la dejaste aquí en esta condición?".
"Lo siento, señor. Pensé…".
No dejé que terminara su explicación y grité: "¡Llama al médico de familia de inmediato!". 
La observé mientras asentía y salía corriendo de la habitación, probablemente a punto de llamar al Dr. Kim.
Tomé un profundo respiro para después dirigirme al armario, donde encontré un par de bragas nuevas. Luego, fui deprisa a mi habitación a buscar una camisa. Pensé que lo mejor era que ella vistiera ropa holgada por el momento, ya que su piel parecía necesitarlo.
Fui hacia donde Stella para vestirla, y en cuanto terminé traté de secarle el cabello lo mejor que pude con otra toalla limpia.
Ya envuelta en una manta, procedí a llevarla a mi habitación para ponerla a salvo debajo de una frazada seca y tibia.
Tan pronto en cuanto estuvo tapada, me quité mi empapada camisa y me acosté junto a ella, atrayéndola en un cálido abrazo porque veía que todavía su cuerpo temblaba. 
Ignoré que trató de esquivarme y aún así envolví mis brazos alrededor de ella. Con mis manos froté su brazo para poder generar algo de calor en ella.
"Stella…". Otra vez le susurré palabras tranquilizadoras, esperando ellas pudieran calmarla de alguna manera. "¿Qué te pasó?".
¿Podría haber sido Lucy quien la golpeó? ¿Pero quién la había v*olado?
Sabía que su madrastra no era una buena persona, pero no pensé que lastimaría a su hijastra enviando a alguien que le hiciera algo tan terrible como eso.
Cuando pude ver que Stella ya se había calmado un poco, me puse de pie y tomé una camisa nueva de mi armario para vestirme.
No pude evitar soltar un suspiro al ver a la pequeña y hermosa mujer que estaba acostada en mi cama. Sin contenerme, le di un pequeño beso en la frente.
De pronto escuché el timbre sonar y me paré de la cama. Era probable que sea el Dr. Kim anunciando su llegada.
Al poco tiempo, unos golpes llamaron a mi puerta. De inmediato, me dirigí hacia ella para abrirla y en cuanto lo hice vi que el médico estaba parado con Amy detrás de él. "Cheol, ¿qué pasó?". 
Al parecer, el alto y apuesto joven se había vestido a toda prisa: su cabello era un desastre y tenía puesta la camisa de manera desordenada.
"Encontré a mi amiga en el baño golpeada y muy fría", dije brevemente mientras lo acompañaba hacia adentro.
En cuanto ingresó pudo ver el pequeño cuerpo echado en la cama.
"Tendré que pedirte que esperes afuera mientras la examino", expresó con calma. Pude ver la ira reflejada en sus marrones ojos.
Asentí con la cabeza, aunque no muy a gusto. Luego le hice señas a Amy para que saliera primero y después lo hice yo, cerrando despacio la puerta.
"Amy", llamé a la chica frente a mí. "Cuéntame qué pasó", le ordené con firmeza y ella asintió. La mujer agachó la cabeza mientras bajábamos las escaleras, dirigiéndonos a la sala de estar.