Capítulo 60
1239palabras
2022-12-20 00:01
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Punto de vista de Stella.
“¿Stella? ¿Qué haces?".

"¿Eres tú, Amy?". Abrí los ojos descomedidamente cuando la puerta se abrió y pude ver a Amy, teléfono en mano y hablando con alguien. “Por favor, déjame ir…”, le supliqué.
Dio una zancada y me agarró por los brazos para evitar que saltara por la ventana.
“Amy, por favor…”, grité, tratando de librarme de su agarre. La empujaba, pero estaba tan débil que me tenía que sujetar de su camisa para no desplomarme en el suelo.
"Estoy aquí para ayudarte, Stella". Inclinó la cabeza y me secó las lágrimas con su dedo pulgar. "Una persona vendrá a recogernos".
"¿Qué?". Me resistía a creerle. ¿Y si la tía le ordenó que me vigilara? "No, por favor. Quiero irme yo sola”.
“Te lo explico más tarde. Confía en mí, no soy tu enemiga”.

La miré con recelo. En ese momento no quería confiar en nadie que no fuera yo. “Gracias, Amy, pero, ¿quiénes son ellos?”.
“Lo sabrás luego. Vamos".
Despacio y cautelosamente, corrí el pestillo de la ventana y la abrí. Me subí a ella, salté y aterricé en la hierba haciendo un ruido sordo.
Me dolía el tobillo e hice un gesto de dolor. Trataba de calmar los latidos de mi corazón y levanté la vista, y esperé a que Amy me siguiera.

La observé mientras guardaba el teléfono en el bolsillo trasero de su jean. Luego subió y saltó, justo como lo hice yo.
Me tomó de la mano, nos encorvamos y caminamos juntas, en silencio.
Para llegar a la calle principal, teníamos que pasar por otra ventana que se comunicaba con el comedor. Yo tenía miedo de que la tía, o Debra, pudieran estar allí y nos descubrieran.
Caminé de puntillas, con Amy detrás de mí y con la cabeza agachada para que nadie nos viera. Miré por la ventana y alcancé a ver, brevemente, a la tía Lucy tomando un sorbo de su café, antes de reclinarse en su asiento con los ojos cerrados.
Inmediatamente, volví a doblarme y recosté la espalda contra la pared. “Stella, tenemos que hacerlo rápido”, dijo Amy, apoyándose contra la pared, a mi lado. Asentí con un movimiento de cabeza.
Una vez que atravesamos la ventana, anduvimos fatigosamente hacia la calle principal, tratando de movernos lo más silenciosamente posible.
Un rictus se asomó en mi cara nuevamente cuando sentí el dolor de las heridas en mi cuerpo. "¿Estás bien?", me preguntó Amy, sosteniéndome por los brazos y ayudándome a caminar.
“Sí, Amy. Estoy bien".
Casi estaba arrastrando las piernas, pero mis ganas de vivir y escapar de la muerte me mantenían en pie.
Cuando estuvimos lo suficientemente lejos de la casa, nos detuvimos por un rato, jadeantes. Mi reloj marcaba las 5 a.m.
“Tenemos que esperarlo aquí”, escuché decir a Amy. "Dijo que está en camino".
Me preguntaba a quién se refería. Empero, tenía que esperar para saberlo. Tal vez era su hermano, o su primo, que trataba de ayudarnos.
En la intersección en la que estábamos paradas, di un vistazo a los cuatro vientos y no pude evitar sentir lástima de mí misma. Mientras otros adolescentes estaban durmiendo tranquilamente en ese momento, aquí estaba yo. Acababa de perder mi virginidad en una aventura nocturna fugaz con Tyler, faltó poco para que mataran a golpes, y ahora estaba corriendo por mi vida.
Se me aceleró el pulso cuando vi una luz proveniente de un automóvil que iba en nuestra dirección y se detuvo justo delante de nosotros. Amy abrió rápidamente la puerta, entramos y la tiró. ¡Cuánto alivio sentía finalmente! Me puse la mano en el pecho y respiré profundo.
“Ahora estás a salvo, Stella". El tipo que iba en el asiento del pasajero giró la cabeza y me sonrió.
Sr. Choi...
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A las 6, por fin llegamos a la mansión del Sr. Choi. Enseguida, Amy me acompañó a la habitación que el Sr. Choi me asignó para mientras estuviera aquí.
“Esta es tu nueva habitación”. Amy sonrió y me miró, mientras me sentaba en la cabecera de la cama. Me entregó mi mochila y le devolví la sonrisa, agradecida. “Descansa primero, Stella. Puedes darte una ducha si quieres y, cuando termines, baja para que desayunes”.
Asentí y ella salió de la habitación y cerró la puerta.
Recorrí la habitación con la vista y fui en dirección al armario, con mi mochila a cuestas. Estaba buscando alguna ropa que pudiera ponerme cuando, de repente, me sentí mareada. La cartera se me cayó, fue a parar al suelo.
Me sujeté de la manija del armario y cuando sentí que la cabeza me daba vueltas, la apoyé en la puerta de madera.
Lentamente fui sacando una toalla limpia y caminé sin fuerza hacia el baño. Di un traspié con la pared de azulejos, y tuve suerte de que el piso estuviera seco. De lo contrario, hubiera resbalado y caído.
Mientras abría la ducha, intenté tomar un poco de aire. Todo estaba confuso: la vista, mi sentido de la audición, mi voz.
Punto de vista de Cheol.
Estaba acostado cuando escuché pasos en la parte exterior de mi habitación. Me pesaba levantarme, así que me quedé en la cama, pensando en la chica que no volvió a mi bar después de mi encuentro con ella en su casa. Stella.
Me sentí tentado a visitarla de nuevo, pero me controlé. Debra podría creer que era ella a quien estaba visitando. Papá aún no les había informado sobre la nueva disposición, que era con Stella que quería casarme, no con Debra.
Respiré hondo antes de levantarme, bostecé y me estiré. Cuando iba para el baño, escuché el sonido de la ducha en la habitación contigua.
¿Quién estaba usando la habitación de invitados? No sabía que esperaban visita. Papá no me dijo nada al respecto.
Me quité toda la ropa y me metí bajo la ducha. Cerré los ojos y dejé que el agua cayera sobre mi espalda como una catarata.
Me sequé el cabello y el cuerpo con una toalla limpia que me puse alrededor de las caderas. Me paré frente al espejo, me miré detenidamente, me cepillé el pelo con los dedos y me los pasé por la barbilla, para sentir cómo estaba el vello. Tenía un retoño de perilla, invisible aún.
Cuando salí, fruncí el ceño. La ducha de la habitación de invitados seguía abierta.
Inmediatamente, me puse una sudadera gris y una camiseta blanca. Caminé por el pasillo y encontré la puerta de la habitación de invitados entreabierta. No salía luz de la habitación.
"Hola". Toqué suavemente. No me respondieron.
Abrí la puerta y vi un rayo de luz que venía del baño. La puerta estaba abierta de par en par.
"Hola". Volví a llamar. "¿Quién está ahí?". El silencio seguía siendo la respuesta.
Me adentré en la habitación y mis pies chocaron con algo. Al bajar la vista, vi una mochila negra cuyos contenidos estaban esparcidos por el suelo.
Había una chica en el baño. Mi mente y mi corazón se debatían entre si debía entrar o no. Y decidí comprobar quién era nuestra visitante.
¿En el baño?
Sí, en el baño.
Esquivé las cosas que estaban en el piso y continué adentrándome en la habitación. Llegué a la puerta y llamé de nuevo. "Hola…". Sin respuesta.
Entré y me fijé en la falta de vapor.
En cuanto me giré para mirar en la bañera, se me cortó la respiración.
“¿¡Stella!?”.