Capítulo 58
1169palabras
2022-12-18 00:01
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El punto de vista de Stella.
"¿Cómo vas a ir a la universidad sin mí, Stella?", preguntó tía Lucy sarcásticamente. “Ni siquiera tienes dinero para pagarla. Soy tu único pariente aquí. Soy la única persona que puede ayudarte, nadie más. Y mientras estés en esta casa, harás todo lo que te diga”.
Rio bien fuerte, como una loca. Había enloquecido, o ya era así cuando papá se casó con ella. Ella sabía ocultar sus verdaderos sentimientos. Era un monstruo. Una bruja. Era el diablo.
“Solo yo puedo ayudarte. Si dejas de j*derme la vida, voy a considerar recompensarte", dijo con voz áspera. "Sí. Si eres buena conmigo, te daré mi dinero".
Me miró fijo, con una mezcla de irritación y disgusto en los ojos.
“Acepta tu destino y ya, niña ingrata. No hay otro lugar para ti, este es tu sitio. Aquí conmigo. Y nunca podrás huir de esta casa ¿Lo entiendes?", dijo gruñendo.
Derramé otra lágrima mientras miraba atentamente a la bruja que tenía delante.
"¿Entiendes?", gritó. Y mis gritos resonaron de nuevo en la habitación cuando ella comenzó a golpear y patear mi cuerpo nuevamente, por no haberle respondido.
“Tía, por favor, detente…”, grité suplicándole, rogándole que parara, pero a ella no le importaba. "Por favor…".
Cuando finalmente dejó de golpearme, ya ni siquiera me sentía el cuerpo.
Tenía todos los músculos adormecidos. Rodé sobre un lado del cuerpo, y los dedos me temblaban cuando toqué mis labios trepidantes.
"Esa es tu sanción por no mantenerme al tanto del estado de Dino", dijo. "Y como saliste sin la máscara, estás castigada y no podrás salir de tu habitación durante una semana".
Un rato después, salió de la habitación y cerró de un portazo.
Estaba tendida, mirando hacia abajo con la mirada perdida, y me dolía la garganta. Mis lágrimas continuaron en cascada, sin tener idea de cuándo se detendrían. No sabía cuánto tiempo más podría soportar lo que me estaba haciendo. Me dolía mucho que me hiciera esto, después de haberla tratado como mi madre.
Era demasiado tener que soportar el dolor de la cicatriz en mi corazón y el de las heridas en mi cuerpo.
No sabía cuánto tiempo llevaba así, pero cuando finalmente me senté, ya no podía llorar. Mis conductos lagrimales estaban vacíos y mis ojos habían perdido la sensibilidad. Mi corazón tampoco sentía nada.
Mi mirada se detuvo en los viejos libros que se habían caído de la parte superior de mi armario. Los miré antes de tomarlos uno por uno, y el corazón me dio un vuelco cuando vi el que papá solía leerme cuando era pequeña.
Era una colección de cuentos de hadas que me gustaba que él me leyera antes de acostarme, antes de decirme ‘Hasta mañana’ con un beso y quedarme dormida. Olfateé el libro y le pasé la mano por encima. Papi... por favor. Sálvame, papi.
Si tan solo pudiera encontrar el dinero que él había estado ahorrando con vistas a mi futuro, dejaría este maldito lugar al instante. Antes de morir, me dijo que estaba economizando, pensando en mi vida futura, y que me tenía algo guardado por si alguna vez la tía Lucy me abandonaba.
Esa era la única razón de mi permanencia aquí. Y por supuesto, Dino y Luna.
¿Luna? Hacía una semana que no veía a mi gata. ¿Dónde la habrían llevado?
Sobre el dinero de papá, no pierdo la esperanza de poder encontrarlo, de que lo guardara en algún lugar de esta casa. Tal vez estaba en mi antigua habitación, arriba, pero me habían prohibido ir allí.
Pasé la primera página del libro y una sonrisa triste se asomó en mis labios cuando vi la imagen del primer cuento, Cenicienta. Se parecía a mí. Tenía una bruja por madrastra, y tenía una hermanastra malvada.
Leí la primera página en silencio y sonreí con amargura. Cuando llegué a la segunda página, no pude evitar el paralelo entre el príncipe azul y Tyler. De hecho, aunque no conocía mi verdadera identidad, él fue mi salvador. Ojalá hubiera un zapato que me quedara bien, para que pudiera encontrarme.
Negué con la cabeza. Estaba totalmente fuera de mis cabales. Solo eso explicaría tener tales pensamientos en la situación en que me encontraba.
Al pasar a la página siguiente, mi corazón dejó de latir en el acto.
Allí, guardadas entre las páginas, había una libreta y una tarjeta de banco. Me temblaba la mano mientras abría la libretica, y mis ojos se desorbitaron cuando fui pasando las páginas.
La libreta y la tarjeta de banco eran de papá, y la cuenta mostraba todo el dinero que había estado ahorrando durante años, para mí el día de mañana. Era todo el fruto de su arduo trabajo, desde que yo era pequeñita.
No podía creer las cifras que estaba mirando, lo suficiente para pagar la operación de Dino y mi entrada a la universidad. Ese dinero podría salvarme de esta casa infernal y de las manos de la tía Lucy.
Si me las arreglaba bien y conseguía algún trabajo adicional, podría empezar una nueva vida.
Las lágrimas amenazaban con volver a brotar, y me tapé la boca con una mano. Giré la cabeza en dirección a la puerta, temiendo que la tía Lucy se enterara. No podía permitir que eso sucediera. No iba a dejar que los sacrificios de papá se fueran por la borda. Él era mi verdadero salvador. Mi héroe.
Parecía que el corazón me iba a estallar, pero tenía que mantener la calma y actuar con celeridad.
Esta era mi única esperanza, mi única oportunidad de salir de este infierno. Ahora que había encontrado el dinero, no iba a quedarme ni un segundo más aquí. Ya no quería verle más la cara a tía Lucy, ni a Debra. Temía que la libreta y la tarjeta cayeran en sus manos.
Tenía que irme de esta casa y desaparecer antes de que ella pudiera atraparme. Moriría si me echaba el guante.
Rápidamente, agarré mi mochila y la llené con las cosas imprescindibles, las que más iba a necesitar: la tarjeta y la libreta de banco de papá, mi expediente académico, mi cartera, mi teléfono y algunas ropas.
Mis zapatillas viejas estaban debajo de mi escritorio. Di gracias a Dios al verlas, pues justo ayer las guardé allí. Agarré mis zapatos, me los puse y me colgué la mochila sobre los hombros.
Estaba lista para irme.
Mi corazón latía fuerte mientras me dirigía a la ventana. ¿Iba a conseguir escapar? Era bien consciente de que mis piernas no estaban en su mejor estado de forma, debido a los golpes de la tía Lucy, pero al diablo con eso.
Me echaría a correr aunque me doliera, y aun cuando tuviera que arrastrar los pies.
Solo tenía que escabullirme sin que la tía se diera cuenta.
Despacio y cautelosamente, corrí el pestillo y la ventana se abrió. Pero me pasmé y mis ojos se abrieron desmesuradamente cuando la puerta se abrió de repente.
¡Ay, Dios mío!
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