Capítulo 57
1201palabras
2022-12-17 00:01
El punto de vista de Stella.
Luego de un pestañeo, abrí los ojos. Me sentía tan cansada que era como si me hubieran drenado toda la energía. Estaba acostada en una habitación iluminada, de paredes blancas y con enormes ventanas de piso a techo y cortinas grises.
La habitación se veía algo vacía y falta de un toque personal. Recordaba casi todo lo de anoche, y en mi mente fueron apareciendo todas las imágenes de lo acontecido.

Me dolía el área entre los muslos, me giré lentamente y, al ver a Tyler durmiendo sosegadamente a mi lado, el alma se me enterneció. Sus brazos me rodearon el talle y su rostro se hundió en mi cabello.
Sabía que no se despertaría temprano y que, una vez que lo hiciera, estaría con resaca.
Entonces, de repente, una cosa me impactó, como un trueno a plena luz del día.
Abrí los ojos desmesuradamente y me senté de manera abrupta, cuando vi la hora en el reloj colgado en la pared: las 4 de la mañana.
¡Ay, Dios mío! ¿Qué he hecho?
Tengo que volver a casa antes de que todos se despierten. Recorrí la habitación con la vista y vi mi bolso, cuyo contenido estaba regado sobre la mesita de noche, y mi vestido, cuidadosamente doblado sobre la silla. La camisa y la ropa interior que Tyler me prestó estaban desparramadas por el suelo.

Antes de que pudiera bajarme de la cama, sentí que me halaban la mano. Giré la cabeza y vi que Tyler me sujetaba por la muñeca, como para no dejarme ir.
Sin embargo, tenía los ojos cerrados. Todavía no se ha despertado. ¿Estaba soñando?
Solté un suspiro, apenas perceptible, y me zafé del agarre de sus dedos, con lentitud. Lo siento, Tyler, pero tengo que irme.
Al soltarme, el corazón me dio un vuelco. Me incliné para besar su frente y me levanté para ponerme el vestido y la ropa interior.

Mientras me cambiaba, estaba absorta. Me preguntaba qué pasaría si decidía quedarme hasta que él despertara. ¿Qué pasaría con los dos?
Pero como no tenía otra opción, alejé ese pensamiento y me apresuré en recoger todo lo que se había salido de mi bolso, agarré mis tacones y me dirigí a la puerta tan sigilosamente como pude.
Cuando la puerta finalmente se cerró, me dejé caer contra la pared, con un suspiro de alivio.
Me puse los tacones y, despacio y en silencio, bajé las escaleras. Luego corrí a toda velocidad en dirección a la puerta principal y el enorme portón.
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Una vez en casa, fui deprisa hasta la puerta y antes de abrirla respiré hondo, me compuse el vestido y me puse mi peluca roja para disfrazar los chupones que me hizo Tyler.
Me disponía a girar el pomo de la puerta cuando la tía Lucy me golpeó. Antes de que pudiera poner la mano en el pomo, la puerta se abrió y apareció la tía con una mirada asesina.
"¿Dónde diablos has estado?", soltó airadamente, halándome hacia adentro y lanzándome contra la pared. Me di un golpe en la cabeza que me hizo estremecerme de dolor.
Me acorraló y vi el fuego de la ira en sus ojos, mientras me miraba de manera intimidatoria.
"Yo... yo salí a buscar dinero", dije tartamudeando.
"¿Dinero?", preguntó ella. "¿Para qué?".
"Para Dino". Tragué saliva. “Necesito dinero para su operación. El médico dijo que está empeorando y que tienen que operarlo lo antes posible”.
Pensé que todo se arreglaría una vez que le dijera la verdad, pero ahora tenía dudas sobre eso, porque la furia seguía instalada en sus ojos.
"¿Por qué no me lo dijiste?", susurró y, para mi espanto, levantó la mano.
Acto seguido, sentí el dolor que me provocó la fuerte bofetada que me dio y que me tiró al piso. Me dolía tanto que las lágrimas me nublaron la vista inmediatamente, y saboreé la sangre de mis propios labios.
Caminó con pasos largos hacia mí y gateé hacia atrás, me levanté, fui para el sótano corriendo y, a toda prisa, entré a mi habitación.
¡Oh, Dios! Esto iba a ser peor y mucho más doloroso de lo habitual.
La he visto furiosa muchas veces, pero nunca a tal extremo. Parecía que tenía ganas de matarme y esta vez desconocía la razón. No les conté sobre Dino porque no iban a ayudar. Ellos lo habían abandonado y, por eso, no merecían estar al corriente de su estado.
La horrible sensación que ahora tenía era diferente a lo que sentía antes. En este momento, de veras tenía miedo de la persona que estaba frente a mí. Le temía a la tía Lucy.
"¡Maldito pedazo de mi*rda inútil!". Es a ti a quien quieren, no a mi hija". Lanzó esas duras palabras con rabia, con una voz fría.
¿Qué? No entendí lo que me decía.
"¿Por qué no te vas de mi casa?", chilló.
Entró a mi habitación. El corazón me latía más rápido a medida que se me acercaba.
Estaba petrificada. ¿Qué fue lo que ella acabó de decir?
No pude evitar un grito cuando me agarró por el pelo, me tiró al suelo y me pateó fuerte en el estómago. Luego, me tomó por el cuello y volvió a abofetearme, lo que provocó que mi cabeza se precipitara contra el suelo.
Brotaron mis sollozos y las lágrimas rodaron por mis mejillas. No debí haber derramado una sola lágrima por ella, pero el dolor era insoportable.
Apreté los dientes mientras la miraba. "Esta no es tu casa", murmuré. "Es de mis padres".
Con la mano cerrada y la ira recorriéndole la cara, tiró mi armario al piso, causando un estruendo. Tuve un paroxismo de estupor al ver mi ropa y mis libros desperdigados por el suelo.
"Bueno, están muertos". Una sonrisa de desdén se dibujó en sus labios. "Así que, estrictamente hablando, se entiende que ahora es mía".
Cuando escuché esas crueles palabras, se me oprimió el pecho. ¿Cómo podía hablar así de mis padres?
La odio. La odio tanto.
Volvió a dar un paso al frente y retrocedí aún más. "¡No me toques!", le advertí. Me temblaban los labios y mi miedo se intensificaba.
Las manos me temblaban mientras buscaba el teléfono en mi bolso.
"Voy a llamar a la policía", dije tartamudeando. Ya llovía sobre mojado, tenía que ponerle fin a esta situación.
En aquella altura, cuando papá aún vivía, ella nunca tuvo la oportunidad de ponerme las manos encima y lastimarme.
Pero ahora, no es más que una maltratadora violenta.
Obviamente, la última frase que dije desencadenó su violencia. Se abalanzó sobre mí y me agarró por el cuello con ambas manos, sometiéndome en el suelo y asfixiándome.
Mi corazón latía fuerte contra mis costillas. ¿De verdad iba a matarme?
El teléfono se me cayó y mis manos se lanzaron sobre las de ella, tratando de desprenderlas de mi cuello.
"¿La policía?", dijo en tono burlón y apretó el agarre, desorbitándome los ojos. “¿Qué vas a hacer si la policía me arresta, Stella? Sabes que soy la única esperanza para tu futuro”.
No…
Quería negar con la cabeza, pero ni siquiera podía moverla, ni un ápice. ¡Oh, Dios! Por favor, ayúdame...
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