Capítulo 85
1185palabras
2022-12-02 00:01
GRACIE
TRES MESES DESPUÉS
Unas manos abrieron mis muslos; fueron seguidas por unos cabellos que me hacían cosquillas en la parte interna de los muslos. Mientras tanto, un cálido aliento jugueteaba con mi núcleo expuesto.
"Hayden...", suspiré, abriendo los ojos.
Un grito ahogado escapó de mis labios, ante el repentino rayo de extravagante placer, cuando le dio a mi vulva una larga lamida.
Su lengua hizo círculos sobre mi protuberancia, provocando a mi clítoris, hasta que un gemido de bienvenida subió por mi garganta. Quería liberarme, pero él no lo iba a poner fácil; ese día él atravesaba un estado de ánimo juguetón.
"Hayden, por favor, haz que me corra", gemí, retorciendo mis caderas y hundiendo mis dedos en su cabello.
"Ahora sí, esa es una buena chica", murmuró él. Sentí sus labios estirarse en una sonrisa contra mí antes de que sus dientes rozaran mi clít*ris hinchado de nuevo, chupándolo con avidez.
Un gemido escapó de mi boca y un temblor violento sacudió mi cuerpo cuando se desató el org*smo. El impacto de eso agotó mis fuerzas.
"Sabes bien que no puedo tener suficiente de ti", refunfuñó en mi c*ño mojado, chupando los jugos hasta sentirse satisfecho.
Su deliciosa mirada encontró la mía; a pesar del org*smo que acababa de tener, esa mirada me hizo retorcer otra vez.
Mi vista se posó en el anillo en mi mano; lo estudié como lo había hecho el día anterior cuando él lo deslizaba en mi dedo, pidiéndome, por tercera vez, que me casara con él.
Él parecía tan impaciente; una parte de mí sintió que no lo preguntaría con tanto cariño si tuviera que pedirlo por cuarta vez. Él me lo exigiría. Encontraría la manera de conseguir lo que quería; eso era algo que no había cambiado en él.
"¿Estás pensando en cambiar de opinión?", increpó. Sus dientes se clavaron en la piel sensible detrás de mis orejas; entonces, lo miré fijo, ¿cambiar de opinión? Eso no sucedería porque no había duda en mi mente de que yo lo amaba.
Él era un padre perfecto para Hazel; no obstante, a veces, en especial desde el mes anterior, sus sentimientos hacia mí parecían intensificarse; era casi demasiado...
"Es hermoso, ¿cuánto tiempo llevas teniendo esto?", le pregunté.
"Desde la primera vez que hablé de legalizar lo nuestro", respondió.
No me sorprendió, no me extrañaría nada en él.
"Te dije que quería tiempo, ¿cómo supiste que al final no te habría rechazado?", pregunté, a la vez que en mi mente me preguntaba si él me habría permitido rechazarlo.
"No lo habrías hecho porque, desde el principio, me pertenecías; solo era cuestión de tiempo, conejita", aseveró, sosteniendo mi mirada, como prueba de su certeza.
Si bien consideraba mi deber no emocionarme por sus palabras posesivas ni por su mirada a punto de devorarme, toda su actitud provocaba una ola de placer a través mío.
Su mano se posó en mi vientre y me acarició con suavidad; comenzaba a pensar que era su actividad favorita.
Un pensamiento me asaltó, no podía creer haberlo casi olvidado.
Comencé a enderezarme cuando él me preguntó:
"¿Adónde vas?". Hice una pausa por un momento; ya se lo había contado antes, aunque en realidad él no había estado de acuerdo.
"¿Recuerdas que te dije que prometí encontrarme con Melissa para el desayuno de esta mañana, así que...?", le recordé, conteniendo el aliento, en tanto él fruncía el ceño en su frente perfecta.
"No", replicó en forma rotunda.
Mi interior se revolvió de decepción.
"¿No?", repetí.
"Todavía no confío en ella; puedes verla, pero iré contigo", sentenció.
Por un momento, lo miré sin palabras; me daba cuenta de que no iba a cambiar de opinión...
"Ella es mi familia, solo nos estamos conociendo. Por supuesto que no me va a lastimar, ¡no tienes que sospechar de todos todo el tiempo!", censuré, abriéndome paso entre las sábanas para salir de la cama.
Se sentó en la cama y me agarró justo a tiempo; me atrapó en una posición sentada sobre sus muslos, colocando su palma sobre mi vientre apenas protuberante. Luego, comenzó a argumentar:
"Bueno, este bebé significa todo en el mundo para mí. Tengo que protegerte de todos los peligros potenciales, lo quieras o no", expresó él, con vehemencia.
Un suspiro de frustración escapó de mis labios, pues en los últimos dos meses ya había escuchado esas palabras repetidas veces desde que confirmamos mi embarazo.
"Ella es mi hermana, no un peligro potencial; además, tú no puedes estar conmigo todo el día, ¿verdad?", expuse.
"Puede que te sorprendas", insistió, sonando solo medio juguetón al respecto. Enterró su rostro en la unión entre mi cuello, una de sus palmas apretando contra mis sensibles senos. Otra ola de excitación pasó a través de mí, como siempre; sin embargo, no me permitiría distracciones; algunos días su posesividad sobre mí era en verdad preocupante... Justo como en ese momento.
"Hayden... tenemos que hablar de esto, deja de distraerme", traté de decir con firmeza, aunque mi voz salió como un gemido sin aliento.
Igual, se detuvo por un momento y me miró.
"¿Está funcionando?", se burló.
"No es...".
Una voz familiar detrás de la puerta interrumpió mis palabras.
"Hablaremos de esto más tarde".
*
*
"¡Me voy a casar!", exclamaba la encantadora voz de Hazel cuando me acerqué.
Con orgullo, le mostraba a Sebastian, sentado en el sofá, su pequeño anillo de diamantes. Como Hayden también le había comprado un anillo, ella no podía estar más emocionada. Siempre se emocionaba cada vez que él pasaba; en el último tiempo, se había disipado cualquier incomodidad y tirantez que hubiera sentido ante su presencia.
"Tú no; creo que tu papá y tu mamá se van a casar", la corrigió él.
"¡Pero yo también quiero casarme!", se empecinó ella.
"Entonces, ¡tendrás que crecer un poco más!", señaló él, mostrando su altura con las manos. Ella se cruzó de brazos y lo miró con ojos entrecerrados.
"¿Me estás llamando niña? Ya soy grande, lo dice papá".
Entré a la vista en ese momento, incapaz de detener mi risa ante su mirada exasperada.
Como Hayden también apareció en ese momento, ella dejó a su tío y corrió hacia él.
"Papá, soy un adulto, ¿verdad?".
"Definitivamente", afirmó Hayden.
Una sonrisa se extendió por sus rasgos infantiles mientras miraba a Sebastian.
"¿Lo ves?", puntualizó ella, triunfante
"Pero no te puedes casar princesa, porque nadie te va a alejar de mí", agregó el papá con rapidez, compartiendo una mirada divertida conmigo.
En rigor, no podría culpar a la niña. Dado que el papá había sido quien le había comprado un anillo, él solo tendría que encontrarle un pequeño novio si ella seguía con esa cantinela.
Sonó el timbre; además de a Sebastian, en realidad no esperábamos a nadie.
Bueno, yo estaba esperando a...
Hayden caminó hacia la entrada conmigo detrás.
Él abrió y descubrió allí a Melissa; le clavó la mirada por un momento, sin moverse ni un centímetro de su lugar junto a la puerta.
"No estás invitada aquí", le espetó él.
Cerré los ojos un instante, ¿cómo podía ser tan grosero?
"En realidad, yo la invité", manifesté.
*