Capítulo 81
1329palabras
2022-11-30 00:01
GRACIE
"Querías salvar a tu hermana, ¿por qué no mueres primero p*rra?", sus palabras hicieron eco en mis oídos hasta detener mis piernas; me quedé allí paralizada.
¿Acaso había dicho "hermana"?  

No; seguro, yo había entendido todo mal, pues no era posible; de hecho, cómo...
De todos modos, no había mucho tiempo para reflexionar sobre eso, ya que de a poco él la estaba dejando sin vida, como una muñeca de trapo. Cualquier pérdida de tiempo sería demasiado tarde.
No lo pensé ni dudé; me moví por instinto, con la navaja apretada en mis manos. 
Cuando él se percató de mis intenciones, se movió con agilidad; pese a su dinamismo, no fue lo suficientemente rápido, pues ya era muy tarde para él. La cuchilla se clavó con fuerza en su pecho, arrancándole un grito de dolor de su boca; volvió a gritar cuando retiré la hoja de metal de su cuerpo.
La nauseabunda vista del líquido rojo, filtrándose en su ropa y cubriendo mis manos, me hizo cerrar los ojos por un momento. 
De a poco, sus manos se deslizaron lejos del cuello de Melissa; él se tambaleó apenas, jadeando sin aliento por el dolor, antes de caer a plomo sobre el suelo duro con un ruido sordo.

Entre tanto, ella luchaba por respirar y comenzó a toser; así, poco a poco el color regresó a su rostro. 
Apenas me miraba; por un momento, yo estaba insegura de su reacción; después de todo, él era su padre...
Nuestras miradas se comunicaban en silencio; había tantas preguntas en mi mente; las palabras de Robert todavía resonaban en mi cabeza... ¿a quién decía que yo me parecía? Obtendría las respuestas correspondientes, más ese no era el momento ni el lugar.
Su mirada se desvió de la mía para mirar a su padre; yo miré en la misma dirección que ella, hasta ver el lugar donde él yacía. Había mucha sangre regada por el suelo; él no había muerto... todavía.

Dolor, conmoción e incluso, tal vez, arrepentimiento se grababan en su rostro a medida que la realidad se imponía; él no iba a lograrlo, estaba por morir. 
Quizá él estaba lamentando no llevarse a ninguna de nosotras consigo.
Entonces, la verdad me golpeó como un cubo lleno de hielo. La navaja cayó de mis dedos temblorosos, en ruidosa confusión. 
Di un paso hacia atrás, asaltada por un escalofrío que me helaba hasta lo más profundo de mis huesos.
La sangre, ya pegajosa en mis manos, impresionó fulminante en mi mirada; tuve una extraña sensación de náuseas... y horror. Mi corazón galopaba furioso; solo pude dar otro paso hacia atrás, pues estaba por convertirme en una asesina. 
Sabía que él se merecía aún algo peor; en rigor, no me arrepentía; igual, me resultaba imposible parar el temblor en mi cuerpo. Acababa de tomar una vida y, como reacción, mi pecho se contraía con fuerza; yo no podía respirar.
La puerta se abrió de un patadón, sacudiéndome y obligándome a salir de mi trance. Giré la cabeza temiendo que fueran los hombres de Robert; ellos debían haber escuchado sus gritos y vendrían a buscarnos; por fortuna, no eran ellos. 
La vista ante mí hizo galopar mi corazón con más bríos. 
Hayden.
¡Él estaba allí!
Apenas me di cuenta de que no venía solo, el resto permanecía borroso ante mi mirada.
"A-ayúdame", logró decir el moribundo, tratando de estirarse hacia donde se hallaba su hija. Sin fuerzas, él cayó hacia atrás de inmediato.
Una burbuja de sonido escapó de mi garganta cuando corrí hacia Hayden; sus brazos me rodearon, sofocantes, aplastantes... Sin embargo, no me importó porque era justo lo que necesitaba. 
Él murmuraba suaves palabras tranquilizadoras que yo no podía entender; todo lo que sentía era su calor derritiendo el hielo dentro de mí. ¿Cómo nos había encontrado? Oh Dios, nunca me había sentido tan feliz de verlo.
Extendí mi dedo índice para intentar tocar su rostro; necesitaba asegurarme de que él era real. Mientras tanto, él daba órdenes sin dejar de acariciarme el cabello y la cara con suavidad; supongo que él también necesitaba algo de convencimiento. 
El embriagador aroma de su colonia provocó escozor en mis ojos, pero incluso así seguí inhalando ese perfume. 
Había temido no volver a ver esos ojos ni a escuchar el sonido de su voz; sin embargo, aquí estaba.
Tras su fuerte abrazo, pronto todo comenzó a distanciarse debido al agotamiento provocado por el impacto de tanta conmoción.
*
HAYDEN
Cuando les caímos en redada, el sabor amargo del miedo que había quemado mis entrañas fue apagándose despacio, reemplazado por una ráfaga de alivio. Aunque me horrorizaba llegar demasiado tarde, ella continuaba viva. Me permití inhalar profundo, observando cada centímetro de su rostro; su mirada parecía un poco vidriosa, como si una parte de ella todavía estuviera sumida en el desconcierto.
Con delicadeza, incliné su barbilla hacia la mía; sus rasgos mostraban sombras de moretones, nuevos y viejos por igual. Con el corazón en un puño; me puse a pensar en cómo había llegado ella a tener semejantes experiencias.
La voz de Sebastian distrajo la mitad de mi atención, él impartía órdenes a los gritos; con todo, yo no me distancié de ella, no podía permitirme el lujo de hacerlo.
"¿Dónde está Hazel?", le pregunté en voz baja, a la vez que mi mirada estudiaba el lugar que parecía una especie de almacén. 
Por un momento, ella permaneció en silencio; en tanto mi corazón latía con fuerza, otra vez ante el enfermizo sabor del miedo. 
"Gracie, ¿dónde está ella?", pregunté de nuevo, esta vez, más lento y con menos firmeza.
"Ella está a salvo, te llevaré a ella", respondió una voz clara, detrás nuestro. 
Cuando me di vuelta para mirar, ella caminaba hacia nosotros; entoces, mis instintos se encendieron pues se trataba de Melissa. 
"¿Dónde tienes a mi hija?", siseé, empujando a Gracie con suavidad detrás mío. 
Mi mirada se tomó su tiempo para observarle los rasgos a Melissa; ella se veía como el infierno; tenía la cara llena de moretones y una ligera cojera al caminar, pero eso no era asunto mío. Observé la figura de Robert en el suelo; él apenas seguía vivo y yo no dudaría en enviar a su hija con él.
"Hayden, ella no es una mala persona, ella es... Ella me ayudó y mantuvo a Hazel a salvo", alegó Gracie en su defensa.
"Qué estás diciendo?". Confundido, entrecerré mis ojos en sospecha, y sobre todo en alerta. 
¿Por qué ella la defendía?
"Lo maté, Hayden", susurró Gracie, captando toda mi atención, aunque su voz salió inaudible y casi no la escuché. Su expresión era un tanto distante y fría; nunca antes había visto una mirada tan amarga en ella, ni siquiera cuando... Bueno, prefería no recordar eso.
Tomé su mano y me acerqué al herido de arma blanca; el b*stardo aún no había muerto; apenas aguantaba, si bien seguía respirando. 
A ella le resultaría difícil manejarlo; de acuerdo a la mirada en sus ojos y al temblor incontrolable de su cuerpo, quizá a ella le llevaría algún tiempo superarlo. No obstante, yo tenía en mente una muerte mucho más dolorosa para el b*stardo; él no moriría sin pagar por las marcas en la cara de Gracie. 
"Él no está muerto... todavía, así que tú no lo mataste", la consolé, aunque mi parte sádica hubiera querido agregar: "pero yo lo j*deré mucho". Ella parpadeó para ocultar una compleja mirada; en seguida, fue obvia la punzada de alivio que sintió.
"Entonces lo terminaré yo", afirmó Melissa, llamando nuestra atención y caminando decidida hacia el hombre herido.   
¿Por qué querría ella a su padre muerto?
¿También había ayudado a Gracie?
Su mirada se mostraba fría y amarga, no llena de remordimiento como la de Gracie.
Había tantas cosas dando vueltas que no podía confiar en ella; yo no permitiría de ninguna manera que ella misma matara a Robert. No quería ningún error en esa muerte.
"¡Espera, llévame con mi hija!", le pedí.
*
*