Capítulo 79
1587palabras
2022-11-29 00:01
GRACIE
"¡Qué hiciste!", gritó Robert, su rostro deformado de pura furia.
Antes de poder yo decirle una palabra a Hayden, el teléfono salió disparado de mis manos; salió volando y se estrelló contra la pared más cercana, produciendo un estruendo.
Luego, con violencia, el padre golpeó a Melissa en la cara dos veces, haciéndola caer sin gracia al suelo duro; ella solo soltó un gemido. La acentuada marca de un feo moretón comenzaba a formarse debajo de su ojo izquierdo; además, una mancha de sangre caía desde sus fosas nasales. Nada de eso lo detuvo; al contrario, él comenzó a patearla una y otra vez, como a un muñeco de trapo.
"¡Para!", grité, con mis mayores fuerzas; además, intenté librarme de las ataduras de mi pie, en vano.
En ese momento, él se volvió hacia mí; sus labios se curvaron en un gruñido maligno.
No quería ni imaginar lo cruel que podía ser conmigo; si podía hacerle eso a su propia hija, a mí me haría algo peor. Sin embargo, ella sufría esas circunstancias por mi culpa, porque la había convencido de que me ayudara.
"Cometí un error p-padre, no d-debí hab-berlo hecho...", sus disculpas fueron interrumpidas por otra fuerte patada en el abdomen que le arrancó un grito de sus labios.
"¿Crees que soy un j*dido estúpido? Has cometido demasiados errores, tendrás que aprender", la censuró, con voz venenosa y mirada de odio.
Luego, en forma cortante se dirigió a sus hombres y ordenó: "¡Llévensela! Ya saben qué hacer con chicas malas como ella". Entonces, por primera vez la vi con miedo real en sus ojos.
Miedo no; se trataba de algo peor: un terror visceral; no obstante, ella no suplicó por misericordia. Aunque su cuerpo temblaba, sus labios permanecían sellados, tal vez porque sabía que sería inútil.
¿Qué clase de padre tenía? Entonces, mi mente recordó a mi propio padre, Matteo. Ellos ni siquiera dudarían un momento en dañar a sus propios hijos por sus propias enfermizas razones.
"¡No! ¡Déjala ir!", grité, pues un voluminoso guardia, el mismo que antes me había arrebatado a mi hija, comenzaba a arrastrarla con rudeza.
"¡Déjala ir! ¡Por qué no eliges a alguien de tu propio tamaño!", volví a gritarle, captando su atención hacia mí. No sabía de dónde venía mi coraje.
No; sabía con exactitud de dónde surgía; seguro, nacía del miedo: miedo de no volver a tener a Hazel en mis brazos nunca más; miedo de no volver a sentir la intensa mirada de Hayden sobre mí, mientras proclamaba su amor y me reclamaba una y otra vez; miedo de que Melissa muriera y todo fuera por mi culpa.
Entonces, la atención de Robert se centró en mí, parecía más furioso que nunca.
"¡No pongas a prueba mi paciencia, niña! Te aseguro que no dudaré en lastimarte... Aunque no pueda solo matarte, tu pequeña niña será suficiente para eso", me advirtió.
Incluso tuvo las agallas de sonreír, en tanto mi interior se sacudía de ira.
"¿Dónde está ella? ¡Si la lastimas, te juro que te arrepentirás!".
"No estás en situación de hacer nada y, a diferencia de mi buena hija, no tengo miedo de lastimarte o...", se detuvo, con la mirada dirigida hacia ella; el hombre corpulento la empujaba de un lado a otro, a la espera de la última orden de su jefe.
"Ella suele ser bastante obediente, a menos que se trate de ti; es por eso que no tengo más remedio que mostrarle una vez más lo que sucede cuando las niñas no escuchan a papá". La forma en que dijo esas palabras me puso la piel de gallina; quería ayudarla, pero no podía pensar en nada.
"En verdad, eres un cobarde, necesitas a tres de tus hombres para dos chicas como nosotras, sin mencionar que yo estoy incluso atada, ¿de veras eres un hombre allí abajo, o tal vez te ha salido un c*ño después de abusar de las mujeres por tanto tiempo?", le solté, con todo el odio y la frustración que sentía por dentro.
Si bien antes parecía enojado, las palabras no alcanzarían a explicar su expresión en ese momento; su rostro se tiñó de ira roja; sabía que de alguna manera le había tocado un nervio.
Alcancé a ver su puño levantado antes de sentir su puñetazo en mi cara y quedarme sin aliento. Por un momento mi visión quedó borrosa; igual, pude ver que sacaba algo de su bolsillo trasero: un arma.
"¡¡Fuera!!", tronó. Estuve confundida por un momento, antes de darme cuenta de que se dirigía a sus hombres y no a mí.
"Jefe, pero...".
"¡Fuera de aquí! Todos ustedes... Ella se queda, yo mismo me encargaré de ellas", vociferó, señalando a su hija. Los guardias no pronunciaron una palabra durante su retirada; solo dejaron que ella cayera sin fuerzas sobre el piso y se marcharon.
Podía ser un golpe de suerte, pero ¿acababa de ordenar a sus hombres que se fueran?
O tal vez sabía que podía encargarse de nosotras él solo; a pesar de parecer estar más allá de la mediana edad, mi dolorida mandíbula daba fe de la solidez de sus puños, no lo subestimaría.
Luego, agarró con vigor mi dolorida barbilla, infligiéndome aún más daño; odié el sonido de dolor que escapó de mis labios.
"No solo te pareces a ella, ¡sino que tampoco sabes cuándo quedarte callada como una buena m*ldita p*rra! Hubiera llegado a ti antes, pero ese maldito policía trató de arruinar mi plan".
¿De quién estaba hablando él?
Despacio, mi cerebro resolvió la respuesta a mi pregunta.
¡Oh Dios!
¿Shawn?
Él había matado a Shawn.
Mi mirada voló hacia la suya de improvisto, solo para encontrar su sonrisa sádica.
"¡Lo mataste! ¿Por qué?", me desahogué, yo había culpado a Hayden por eso, ¡oh Dios! Me había equivocado por completo.
"Encontró cosas nuestras que nunca debería haber descubierto; asuntos sobre mi pasado. Lo detuve justo a tiempo o lo habría arruinado todo".
Mis rodillas temblaban un poco; de una forma u otra, Shawn había muerto por mi culpa; a pesar de tener a su asesino justo frente a mí, yo no podía hacer nada; sentí mucha impotencia.
Para colmo, se me puso la piel de gallina y sentí la necesidad de vomitar cuando él extendió un pulgar para acariciarme el rostro hasta los hombros. Su lasciva mirada me hizo sentir aún más incómoda y disgustada.
"¡Quítame las manos de encima! ¡Él te encontrará y te hará pagar muy caro por todas las cicatrices que me has dejado!", gruñí las palabras, alejándome de su repulsivo contacto.
Se rio en mi cara, mostrando sus dientes torcidos y amarillos.
"No cometeré ese error dos veces", se burló.
¿Dos veces?
¿De qué estaba hablando él? Debía entretenerlo un poco más, tal vez podría suceder un milagro; tenía que darnos todo el tiempo posible.
"¿Por qué tienes tantas ganas de matarlos? Él te considera un amigo, ¿por qué dijiste dos veces? ¿Has intentado hacerles daño antes?".
Mis preguntas solo le causaron risa, como si encontrara algo divertido en ellas.
"Eres bastante ingenua, ¿no? ¿Para quién más crees que trabajó el b*stardo de tu padre? ¡Lástima que ese depravado no pudo lograr nada!".
No estaba preparada para su respuesta, ni para la conmoción que me dejó sin palabras.
¿Matteo? ¿Trabajó para él?
Conocía a Matteo.
Tendría sentido. Él había sido el cerebro detrás de todo.
"Ese bastardo de Mcandrews no se preocupa por nadie más que por sí mismo. Robó todo, mi posición, poder e incluso...", sus palabras llenas de odio se fueron apagando, me preguntaba qué había estado a punto de decir.
"¡Secuestrarme no te dará lo que quieres! ¡Fracasarás como la última vez!", vaticiné, pues necesitaba más tiempo.
"Dije antes que tengo muchos planes para ti, ¡no planeo usarte como cebo! Estás aquí para mi propio placer, y para reemplazarla, ha pasado mucho tiempo".
¿De quién estaba hablando?
Esta vez, cuando trató de tocarme, no pude controlar mi reacción instantánea; actué rápido; usando el elemento sorpresa, pude sacudir el arma de sus manos de un golpe. Aun así, no llegué muy lejos antes de que su mano atrapara mi pie; luego, jaló de mí hacia él.
Por el rabillo del ojo vi un movimiento; se trataba de Melissa; casi había olvidado su presencia.
Se movía de a poco hacia el arma abandonada que yacía en el suelo.
Aunque mi corazón galopaba, desvié la mirada. Yo debía encontrar una manera de mantener ocupado a Robert hasta que ella alcanzara el arma.
"¡Fuiste incompetente para lograr algo, no mereces nada más que pudrirte en lo más profundo del infierno!", vociferé.
Me golpeó duro en la cara, y me agarró del cabello con un puño apretado.
"¡Cierra tu p*ta boca!".
"¡Eres un fracaso! Es por eso que nunca podrás lograr todo lo que él tiene, ¡fallaste hace años y serás un completo b*stardo enfermo hasta que mueras! ¡Y morirás seguro!", agregué.
La cara se le inflamó de furia y él se movió con rapidez; pronto, él me estaba asfixiando, con una navaja de bolsillo presionada contra mi cuello.
"¡Te mataré, pequeña p*ta!", amenazó. La saliva voló de su boca en tanto la presión en mi cuello aumentaba.
Por el rabillo del ojo la vi con sus dedos apretados alrededor del arma; ella se acercó con sigilo a nosotros para presionar el cañón contra su sien.
"¡Suelta la navaja y déjala ir!", indicó ella, con voz trémula, pero al mismo tiempo en clara advertencia. En ese instante, vi conmoción e incredulidad grabadas en el rostro de su padre.
*******