Capítulo 76
1249palabras
2022-11-28 00:01
GRACIE
Cuando la puerta se cerró de golpe, a solo unos centímetros de mi cara, una parte de mi cerebro se entumeció. Miraba alrededor en un estado de aturdimiento; no podía pensar en nada, pero podía sentir todo muy bien. En especial, un dolor visceral, ardiente e intenso, desgarraba mis entrañas y corría por mis venas como lava fundida.
Lo había visto tan sombrío; había sentido como su ira oscura e intensa sacudía mi núcleo con terror.
Por un momento lo había visto como era antes; había temido que ÉL estuviera de regreso. Me había encogido de miedo; luego, de repente, él me había soltado como si lo hubiera quemado en mi pequeño movimiento.
Cuando me soltó, había roto algo en mí, aunque ya era demasiado tarde.
Todavía sentía miedo, pero era de otro tipo; esta vez, temía por él; el daño ya estaba hecho; como yo estaba herida, lo había lastimado a él.
Mi cuerpo temblaba sin control; sabía en el fondo de mis huesos que acababa de perder a dos personas: a Shawn y a él.
"¿Mami llora?", preguntó una suave voz detrás mío.
Un poco sobresaltada, me toqué la cara; había estado llorando todo el tiempo y me limpié las lágrimas con un golpe de mis mangas, antes de darme la vuelta para mirarla.
Ni siquiera pude manejar una sonrisa ante su presencia inocente, no cuando sentía como si acabara de perder una parte de mi alma.
"¿Qué pasa? ¿Estás herida mami?", indagó ella, mirándome cada vez más seria y triste.
Herida, no podía describir de ninguna manera el dolor agonizante que sentía en ese momento.
Observé la puerta cerrada; aunque estaba a solo unos centímetros de distancia, sentía que estábamos separados por todo un universo.
"¿Entonces salimos? Siempre te sientes mejor después de un paseo", sugirió ella.
Una pequeña sonrisa se formó en la comisura de mis labios; me sorprendía que todavía lo recordara; había pasado mucho tiempo, pues eso había sido cuando solo estábamos las dos.
"Eso es bueno", acepté, en voz baja. Sería una forma rápida de despejarme y tal vez ayudaría a que mi dolor disminuyera un poco.
"¡Entonces iré a decirle a papá, él nos acompañará!".
Ante sus palabras, mi corazón ardió con un dolor renovado.
"No. Hoy no, Hazel, le preguntaremos la próxima vez", objeté. A pesar de que se le mudó un poco el rostro, no insistió más.
A mitad de camino nos topamos con Sebastian; su mirada viajó lento de mí a la niña.
"¿Qué te pasa? Tienes los ojos hinchados", inquirió.
Me sorprendió el aparente interés en su tono. Esa sería la primera vez que lo veía tan preocupado por mí. Aunque creía que a él nada podría importarle menos, parecía que me equivocaba.
"No es nada, solo estoy sacando a Hazel a dar un pequeño paseo, eso es todo", respondí. Nos miró a las dos por un momento, sin reflejar nada en su mirada.
"Es bastante tarde, ¿estás segura?", argumentó, con voz incierta.
No mencionó que Hayden fuera con nosotras; supongo que de alguna manera entendió que él era la razón por la que yo necesitaba esa caminata.
Miré al cielo y luego a él.
"No es muy tarde, además es solo una caminata de cinco minutos, no iré muy lejos", alegué.
"¿Te gustaría venir con nosotros?", lo invitó ella, mirándolo expectante.
"Quizás la próxima vez, niña", replicó él.
"¡Siempre dices lo mismo! ¡Deberías aprender a darme otra excusa la próxima vez!", lo amonestó ella, levantando la nariz en el aire y fulminándolo con la mirada.
Él parecía desconcertado, a la vez que su mirada se colmaba de diversión.
"La próxima vez, lo prometo", afirmó él.
Para mi sorpresa, él extendió una mano para alborotar su cabello, pero la alejó rápido como si ella fuera a morderlo.
Me provocó risa, a pesar de mí misma; podía verlos a ambos en una relación estrecha en el futuro.
Futuro...
¿Hayden y yo todavía tendríamos uno, o había sido arrancado antes de haber echado raíces firmes?
*
*
HAYDEN
No podía deshacerme del sentimiento de odio dirigido a mí mismo.
Sin duda, mi comportamiento de hacía unos momentos me convertía en el imbécil más grande de la historia. Cuando ella se había sentido herida y afligida, yo no solo no la había entendido, de alguna manera, lo había referenciado todo sobre mí.
Ni siquiera podía empezar a imaginar cómo volvería a enfrentarla, menos en ese momento cuando ni yo me soportaba. Ella cargaba una pena y yo la había herido aún más con mi egocentrismo.
Cuando la puerta se abrió, yo esperaba que fuera ella; mi mirada la buscó y mi corazón dio un vuelco. Sin embargo, debí tragarme una ola de decepción y molestia por una presencia no deseada.
Sebastian se adentró más en la habitación, su mirada fija en la mía.
"¿Vas a seguir enfurruñado como un m*ldito cachorro?", se burló.
Mi boca se tornó en una línea sombría. J*der. No necesitaba sermones en ese momento. En todo caso, solo quería estar solo y revolcarme en el odio hacia mí mismo.
"M*ldita sea, déjame en paz", refunfuñé.
"Me encantaría, pero teniendo en cuenta que ella salió de la casa con mi sobrina y todos los rastros apuntan a que tiene todo que ver contigo...".
Todo mi cuerpo se puso rígido, sin poder controlar la velocidad a la que mi ritmo cardíaco se disparaba, golpeando con fuerza contra mi caja torácica. Mi atención se centró en él.
"¡¿Qué d*ablos quieres decir con que ella se fue?!".
Apenas pude detener mi puño cerrado cuando iba a golpearlo justo en la cara y él solo se encogió de hombros.
"¡Te estoy preguntando algo!", reclamé.
"Calma tu m*erda. No creo que haya dejado tu lamentable trasero, solo mencionó lo de dar un paseo".
Mi consuelo duró solo el instante que tardé en recordar el peligro potencial afuera, para ella sola y con mi hija.
"¡¿Y no trataste de detenerla?!".
"No soy un maldito mediador, además no pensé que ella fuera una prisionera por aquí", continuó él.
Reprimí la exasperación por sus palabras y me concentré en lo más importante en el momento: garantizar la seguridad de ellas.
"¡No estoy hablando de eso! ¡Sabes que esa m*erda no es segura ahí fuera!". Abrí mi puño; en cuanto vi mi camisa en el sofá, la agarré y me la pasé por la cabeza.
"Por supuesto que lo sé. Hice que Rick y algunos hombres las siguieran en secreto", informó.
Por fin, me llegó una ligera ola de alivio. No obstante, no me quedaría tranquilo hasta que estuvieran aquí conmigo, donde pudiera verlas, cerca mío.
"¡Llámalo! Necesito saber que todo está bien", demandé de inmediato.
"Ya lo hice hace unos cinco minutos, nada está mal...", comentó él.
"¡Llámalo de nuevo!", insistí, impaciente.
Aunque el enfado brilló en su mirada, como si solo quisiera volarme la cabeza en ese instante, sin pronunciar una palabra, sacó el teléfono celular de su bolsillo.
Cuanto más tiempo perdía él, más inquieto me paseaba yo por la habitación.
"¡Qué p*ta anda mal!", gruñí, ante su mirada de preocupación.
Él solo se preocupaba cuando... El recelo en su mirada disparó todo en mi interior: desasosiego..., miedo..., pavor; todas las emociones se desataban en mí; me sofocaban hasta no dejarme respirar.
"¡M*ldito seas! ¿Qué pasa?", exigí una respuesta, esta vez agarrándolo firme del cuello.
"No contesta, el resto de los teléfonos están apagados". En el momento en que pronunció esas palabras, mi puño chocó con fuerza contra su mandíbula.
*
*