Capítulo 75
1046palabras
2022-11-27 00:01
GRACIE
"¿Qué pasa con el policía muerto? ¿Tienes la información que quería sobre él?", preguntaba él, al teléfono. 
Sus palabras hicieron que mi corazón latiera con fuerza en una ola de conmoción; sin darme cuenta, di un paso tembloroso hacia atrás y mi espalda se estrelló contra la puerta.

Rápido, él se dio vuelta y me encontré con su expresión glacial que desapareció tan pronto como me vio; despacio, se acercó a mí, encerrándome en mi lugar.
"¿Qué haces aquí?", preguntó, en voz baja. ¿Podía ser ansiedad eso que escuchaba en su voz?
Anque lo intenté, no podía controlar la ola de duda y miedo que me atravesaba; la habitación se sentía tan sofocante que no podía respirar. 
Oh Dios. Ojalá yo estuviera equivocada, no podía ser... 
¿Acaso había estado presente cuando Shawn murió? 
¿Cómo podía ser tanta coincidencia, morir el mismo día, justo después de encontrarme? 

También mi celular...
"Sabías que lo conocía", dije con total naturalidad, incapaz de apartar mi mirada de la suya. Su mandíbula crujió una vez, luego dos veces más.
"¿Qué d*ablos estás pensando? Sea lo que sea, estás equivocada", expuso, en una especie de tono tranquilo. Sin embargo, no sirvió para apagar los fuegos de sospecha y miedo que se gestaban dentro de mí.
Ya no podía distinguir lo que estaba bien o mal. Todavía recordaba en forma vívida las manchas de sangre en su ropa la noche anterior, ¿acaso era de Shawn?

Oh Dios. 
Oh Dios. Hayden parecía darse cuenta de adónde se había desviado mi pensamiento, mientras él trataba de llegar a mí.
Cuando di un paso atrás, su mirada se oscureció, reflejando tantas emociones; solo pude reconocer algunas; de seguro, se sentía herido... No podía ocuparme de eso, no era el momento de preocuparse; debía indagar y escucharlo directo de su boca.
"¿Fuiste tras él?", pregunté; a pesar de que me temblaba la voz, continué: "Estoy preguntando si estuviste con él... la sangre de anoche era... ¿suya?". La última parte salió como un sonido ahogado. 
Quería escucharlo decirme que no, que estaba equivocada en todo el asunto, si bien no podía negar la dura realidad que podría resultar de todo eso.
"¡Sí, lo vi y la sangre era suya!", susurró, áspero y frustrado. 
Escuchar las palabras de su boca me hizo sentir como si me hubieran arrojado un balde de hielo, enfriándome por completo hasta los huesos. Se acercó a mí inclinando mi cara para encontrar la suya.
"¡Suéltame!", grité, aunque él pareció no escuchar; no me soltó, en todo caso, me apretó aún con más fuerza.
"¡Pero yo no lo maté! ¡Alguien más lo hizo!", gruñó en mi cara. 
Busqué su mirada con mis ojos borrosos a la vez que trataba de librarme de él. 
Al escucharlo de su boca, la dura verdad entró en acción: Shawn estaba muerto; en verdad, se había ido de este mundo. 
Rompí en sollozos; cuando empujé con fuerza su pecho, trató de abrazarme; no obstante, no se lo permití.
"No te creo, ¡lo acabas de matar! ¿Por qué? ¡No puedo hacer esto, Hayden, no puedo hacer esto!", grité. No podía razonar, todo ocurría muy rápido; Shawn estaba muerto, una buena persona que no tenía enemigos. ¡Tenía que ser él! Mi cuerpo se estremecía bajo oleadas de amargas lágrimas, ¿su muerte había ocurrido por mi culpa?
HAYDEN
Observé su figura trémula, su mirada llena de dolor, dolor y... Me negaba a permitirme interpretar el resto de las emociones que veía allí. 
Ella estaba herida, lo cual era comprensible ya que acababa de perder a quien consideraba un amigo; con todo, yo no podía evitar ahogarme en amargura por sus últimas palabras. 
Ella necesitaba espacio para calmarse, eso sería lo mejor para los dos en ese momento.
"Solo respira, te daré más tiempo, entonces podemos discutir sobre esto". 
Levantó sus ojos llenos de lágrimas hacia los míos, su mirada cargada de ira y amargura.
"No tenemos nada que discutir, cometí un gran error al pensar que podríamos resolverlo, ¡siempre lastimarás a las personas y nunca podré acostumbrarme a eso!", sentenció ella. No estaba preparado para eso; me quedé paralizado por un momento.
"¡De qué estás hablando!", articulé despacio las palabras.
"¡Ya no puedo hacer esto contigo!", confesó. 
Entonces, sentí el agudo sabor del dolor, seguido en breve por el ardiente aguijón de la traición.
 "¡Pensé que sería capaz de hacerlo, pero no puedo!", insistió ella.
"¡Basta!", reclamé, apretando los dientes.
"¡Realmente no puedo! ¡No puedo!".
"¡¡Por favor para!!", gruñí, esta vez agarrándole ambos hombros con firmeza y apoyándola contra la pared. Mis respiraciones salían ásperas e irregulares, mientras trataba de reprimir la tormenta que se avecinaba y palpitaba en mis venas.
 Incliné su cara hacia la mía, obligándola a mirarme.
"¡Me dijiste que te acostumbraste a mí, que te acostumbraste a todo! Dijiste...". Mis fosas nasales se dilataban para inhalar con fuerza. 
"Dijiste que me amabas y que no me dejarías. Me hiciste creer cada palabra; me hiciste creer que podía ser una mejor persona para ti y para nuestra hija. Mentiras. En realidad no confiabas en mí en absoluto. ¡Nunca creíste en eso!". Mi voz se elevaba con cada palabra pronunciada.
"¡¡Todo lo que me dijiste fue solo una mentira, ¿no es así?!!", rugí. Ella se estremeció sin poder ocultarlo; su rostro se volvió blanco como el papel; se encogió para alejarse de mí; su mirada borrosa y su cuerpo agitado lo revelaron todo. 
Casi podía saborear el puro miedo saliendo de ella.
Solté sus hombros como si su piel quemara; Tal vez no era así, pero la forma en que me miraba sí quemaba. 
Di un paso atrás, luego otro; a una buena distancia entre nosotros, cerré los ojos un instante; mis mandíbulas no paraban de crujir. Incluso entonces, ella creía que la iba a lastimar; esa fue la mayor traición de todas.
"¡Fuera!", gruñí.
"Hayden yo...", intentó ella. 
Mi mirada se abrió de golpe, con frialdad.
"¡¡J*der, te pedí que salieras!!", repetí furioso, en voz aún más alta. 
No esperé a que ella me obedeciera; con brusquedad, la agarré por los brazos; en dos zancadas rápidas, la empujé hacia la puerta, cerrando detrás de ella con un fuerte golpe. 
Quería sentir ira salvaje; quería enfadarme; a pesar de todo, en ese momento, en mis venas solo latía la devastación.