Capítulo 71
1287palabras
2022-11-25 00:01
HAYDEN
Después de cenar, papá tomó su medicación y se retiró pronto; parecía haber mejorado mucho desde su último chequeo. Gracie también se retiró temprano, junto con Hazel, cuyos ojos ya se estaban cerrando. Empecé a apreciarla más y más, en especial cuando me di cuenta de que Sebastian parecía desconfiar mucho de ella; incluso, él me había llamado m*rica, cuando era él quien no podía mantener una conversación con una niña de cinco años sin enloquecer. Siempre se había mostrado insensible y adusto; hubiera deseado haber descubierto antes que bastaba un bebé para desconcertarlo cuando yo quisiera.
Mi mirada las siguió hasta que desaparecieron de mi vista. Todavía me parecía un milagro tener una familia propia; antes, nunca se me hubiera ocurrido que alguna vez pudiera tener tanta suerte.

"Estás fregado", lo escuché decir detrás de mí; de inmediato fruncí el ceño, pues me había olvidado por completo de su presencia.
"Espera a tener tu propia familia; ahí, entenderás cómo me siento", repliqué. Ignoré su resoplido y me dirigí a la barra para servirme un trago; lo miré desde el borde de mi vaso y agregué: "Nunca lo comprenderías, como no lo entendiste entonces".
"Prefiero pasar, visto que te conviertes en un m*rica", se burló él. Sin reparar en su tono, serví otro vaso de whisky, uno que me arrebató de la mano. "De ninguna manera, esa vida no es para mí... Nunca", declaró, como si quisiera convencerse a sí mismo. Vació el contenido del vaso, su mirada se volvió seria una vez más. "Sobre el asunto que te comenté por la mañana, ¿cómo planeas manejarlo?", preguntó, cambiando de tema en forma abrupta.
Ante su pregunta, mis pensamientos se desviaron hacia Gracie; si no fuera por ella, no habría pensado ni un segundo en llevar las cosas al extremo. Ahora bien, si ella descubriera que yo seguía las sugerencias de Sebastian con exactitud, no me lo perdonaría.
"Lo pensaré", alcancé a murmurar, antes de ponerme de pie. Me marché y lo dejé mirándome mientras desaparecía de su vista.
*

*
Pasé por la habitación de Hazel para desearle las buenas noches, pero ya había caído en un sueño profundo. Con rapidez y en silencio, me dirigí a mi habitación, donde encontraría a Gracie. La hallé dormida en la cama, envuelta en las sábanas; por un momento, me quedé, como un acosador, mirándola dormir.
Metida en una de mis camisas blancas, demasiado grande para ella, ofrecía una vista muy seductora. Como no usaba sostén, podía distinguir el contorno de sus pezones de color rosa viejo; eso hizo latir el deseo por mis venas. En verdad, la maternidad le había sentado muy bien, pues la había llenado en todos los lugares correctos.
Moví unos pocos mechones que caían sobre su rostro; por fortuna, su cabello volvía a crecer, pues se veía favorecida con una larga melena; sin embargo, aunque se quedara calva, yo todavía la necesitaría con vehemencia. En su sueño, ella lucía una expresión de satisfacción, pero yo no me sentía así. Mi mirada se paseó por la suave y delicada extensión de su cuello.

De los mordiscos de amor de la noche anterior, apenas se podía distinguir un trazo; siempre sería mi j*dido placer agregar otros nuevos. Aunque ella se había negado a mi anillo, todavía había muchas maneras de reclamar mi derecho sobre ella. No es que tuviera competencia; incluso si la hubiera tenido, no me costaría mucho deshacerme de los rivales.
"¿Hayden?", abrió los ojos, justo cuando presioné mis labios contra los suyos.
"Eh", respondí, pero mis dientes ya tomaban los lóbulos de sus orejas y me dedicaba a darme un festín. Cuando deslicé mis dedos debajo de mi camisa para ahuecar su exuberante pecho y pellizqué su ya endurecido pezón, un quejido escapó de sus labios.
"Necesito hablar contigo", reclamó, con la voz entrecortada. Por desgracia, en mi mente, hablar era lo último que quería hacer con ella en ese momento.
"No hablemos, mejor f*llemos", gemí; entre tanto, me entretenía con la base de su cuello. No importaba cuántas veces la hubiera tomado en el pasado, siempre se sentía como la primera vez; me parecía que no podía tener suficiente de ella, como si mi necesidad solo se intensificara aún más. Mis dedos se sumergieron en la cintura de sus bragas; cuando dos de mis dedos separaron sus cálidos pliegues abiertos, escuché su leve jadeo.
"Está bien, hablemos, ¿qué quieres decirme?", comenté, pero mis dedos ya jugaban con su almendrita, dura y receptiva. Cuando mi dedo rodeó su clítoris, un gemido escapó de su garganta; mis uñas lo rozaron apenas, lo suficiente para sentirla agradable y húmeda contra mis dedos. El sonido fue directo a mi p*ne, creando una enorme carpa en mis pantalones. La excitación en su mirada solo servía para encender el fuego que sentía en mis entrañas.
"¿Qué?", cuestioné. "Incluso quieres que te haga otro bebé, entonces ¿por qué todavía dudas en casarte conmigo?". Deslicé otro dedo dentro de ella, aumentando la presión; sus gemidos llenaban mis oídos.
"Hayden, p-por favor", pidió ella. Su súplica casi me hace acabar, siempre me había encantado cuando ella rogaba por ello.
"¿Qué quieres?", siseé, casi sin control.
"Tú sabes", musitó, en un sollozo ahogado. Ella siempre había dudado cuando se trataba de hablar sucio. No obstante, yo no le daría la liberación que ella demandaba, no hasta que respondiera mi pregunta inicial. "Pero estoy aquí contigo, ¿verdad?", gimió, meciéndose contra mí; en forma lenta, retiré mi dedo de su raja goteante.
"Quiero que me pertenezcas en todas las formas posibles, ¿quizás estás tratando de dejarte una salida?", insinué.
"No…", gimió ella, satisfecha cuando reanudé mi caricia contra su campanita, sabía que ella se encontraba al borde del clímax.
"No habrá salida conmigo, tarde o temprano haré que me des lo que quiero de buena gana", anuncié. Con un golpe final, explotó contra mis dedos, gritando mi nombre. 
Sin perder más tiempo, me saqué la ropa y empujé mi virilidad profundo en su núcleo caliente y húmedo. Cada golpe, seguro, exigente y dominante, le manifestaba que ambos nos pertenecíamos. Con cada vigorosa embestida, iba tan profundo como podía; gemí a viva voz cuando sus dedos se aferraron a mis hombros. Entonces besé sus labios, ahogando cada sabor, tomando todo lo que ella pudiera tener y dándoselo todo.
"¿A quién perteneces?", indagué con voz áspera, adentrándome aún más en ella.
"A ti, Hayden... Solo a ti", gimió ella, estrellándose contra mí, inundando mi p*lla con sus jugos resbaladizos. No pude aguantar ni un momento más; yendo tan profundo como pude, rocié sus entrañas con mi semen caliente y empujé unas cuantas veces más hasta ordeñarme por completo. No salí de ella; solo me quedé así, en contemplación de su mirada aún vidriosa por la pasión.
"Te amo muchísimo", confesé. Mi voz salió como un susurro áspero, incluso cuando comenzaba a moverme dentro de ella, otra vez.
*
*
GRACIE
Sus palabras de la noche anterior seguían resonando en mi cabeza. Nunca antes me lo había dicho en forma directa; no podía decir que no me emocionara... No, incluso más que eso.
Aquí estábamos en la tienda de comestibles, ya había pasado un tiempo desde que Hazel y yo no salíamos a hacer algo de ejercicio. Eso parecía una salida de compras familiar normal; cuando salí del baño y comencé a buscarlos con la mirada, sentí un fuerte tirón en mi brazo; me preparaba para gritar cuando reconocí a la persona frente a mí.
"¿Shawn?", mencioné, incrédula. Llena de ansiedad, eché un vistazo rápido a mi alrededor; aunque Hayden no había mencionado nada sobre él desde ese primer día, podía decir con certeza que no estaría feliz si nos encontrara allí juntos. "¿Qué estás haciendo aquí?".