Capítulo 68
1168palabras
2022-11-24 00:01
GRACIE
"... de que recuerdes, y me empieces a odiar una vez más...", sonó su voz, con una angustia que me desgarró el corazón. "Tengo miedo de eso... mucho miedo", susurró, tenso y desgarrador. Su mirada ardió con brillante intensidad en la habitación apenas iluminada.
Su mirada reflejaba la profunda congoja en su voz; además, en el fondo, parecía odiarse a sí mismo, por lastimarme y no poder dejarme ir... Sostuve su mirada, inhalando y exhalando profundo varias veces para controlar mi interior tembloroso.

"¿Sabes? Cuando me fui hace años, me sentía tan desorientada... como si hubiera perdido a la única persona que me necesitaba, la única persona que siempre estaría allí cuando abriera los ojos, lo quisiera o no...". Mi voz se quebró al recordar esas noches llenas de lágrimas amargas; todavía parecía que fue ayer. Volví mi mirada a la suya, lo que vi allí me desgarró el alma... mostraba su expresión atormentada, mientras presionaba su frente contra la mía.
"La cama siempre se sentía vacía... estaba tan sola... Fuiste tan hiriente, pero yo sabía, sabía que me cuidabas a tu manera. Hasta que me fui, no me di cuenta que ya me había acostumbrado a ti, Hayden. A tu dolor... tu odio, tu obsesión, ¡me acostumbré a todo! Y ¿sabes qué?.... la conejita también dejó su corazón atrás con el lobo feroz...", mi voz se apagó, vencida de tristeza.
No me di cuenta cuando una lágrima perdida se deslizó por debajo de mi barbilla; luego, más lágrimas la siguieron, hasta que todo se volvió demasiado borroso para verlo. No estaba sola en ese sollozo; su mirada se bordeó de rojo y se convirtió en una sombra de verde vidrioso. Quién encontró primero a quién no importaba, porque al instante me envolvía en un fuerte abrazo y el calor irradiado de su cuerpo se enlazaba al mío, evaporando mi llanto.
"Nunca te odiaré... nunca más", susurré, tensa y salvaje. Él me atrajo aún más cerca; escuché su brusca inhalación antes de inclinar mi barbilla para encontrar su mirada abrasadora.
"Puedes repetir eso, por favor", suplicó. La cruda desesperación en su mirada arañó mi corazón; el aire circundante se tornó denso; nuestras emociones eran un desastre. Siempre había sido así entre nosotros, pero esta vez se sentía diferente.
"Te amo, Hayden". Cuando esas palabras se escaparon de mi boca con todo lo que sentía por dentro, me sentí agotada, como si por fin hubiera derribado un muro invencible con mis propias manos.

"Eras demasiado buena para mí, todavía lo eres. De seguro, este lobo malo tomará todo lo que tienes para dar", anunció. Cerré los ojos, pues sus labios ya presionaban contra los míos con suavidad, sus dedos acariciaban la parte baja de mi espalda. Abrí de nuevo los ojos para encontrar los suyos, vidriosos de pasión.
"Hayden...", suspiré cuando sus labios desparramaban besos en mi mejilla... mi mandíbula y mi cuello. "Hayden, hazme el amor", susurré, sosteniendo su mirada. Él entendió lo que le pedía. Mi mirada aún estaba atrapada en la suya cuando sus brazos, envueltos alrededor de mí, me atrajeron hacia él. Nos hizo retroceder y me bajó hasta acostarme, su cuerpo me siguió al segundo siguiente.
                     
En esa oportunidad, me besó como si su vida dependiera de ello; su lengua se hundió en mi boca; bebió de ella como si muriera de sed y yo fuera su única cura. Cada embate hacía que mi bajo vientre ardiera con cruda necesidad; mis dedos palparon su cabello acercándolo aún más... Yo estaba dispuesta a tomar todo lo que pudiera darme... Se alejó, jadeando y sin aliento, solo lo suficiente para despojar de ropa nuestros cuerpos, doloridos de necesidad.

"Hayden...", exhalé con placer cuando su longitud se deslizó en mi calor. Sus caderas comenzaron con ritmo lento, bombeando dentro de mí con movimientos lentos y sin prisas, llevándome al borde más alto del placer.
"Dime", jadeó. Su lengua cálida se daba un festín en la unión entre mi cuello, mientras sus caderas se frotaban contra las mías. Un gemido escapó de mi boca; las uñas de mis pies arañaron su espalda, viajando a su trasero tonificado, acercándolo más... necesitándolo más cerca.
"Te amo", gemí, arqueando mi espalda cuando despacio él nos condujo al éxtasis. Sus brazos no me soltaron en ese tiempo en que ambos jadeábamos para recuperar el aliento.
"Nunca había sido así... Nunca", murmuró, justo antes de que mis ojos se cerraran. Solo pude estar de acuerdo con él, en silencio.
*
*
Aunque sentí un ligero golpe en mi barbilla, ignoré la distracción y traté de volver a dormirme. No obstante el golpeteo se repitió, incluso más fuerte esta vez. Un quejido escapó de mi boca cuando mis ojos se abrieron para encontrarse con los de mi hija. Otro quejido escapó de mi boca, pues me hubiera venido bien dormir un poco más. Ella siempre había tenido la costumbre de despertarme cada vez que se despertaba antes que yo.
"Buenos días, cariño", la saludé, sentándome despacio, con las sábanas a mi alrededor. Rápido, mi mirada recorrió toda la habitación; él no estaba en ninguna parte.
"Papá dijo que no te despertara, pero has estado dormida durante tanto tiempo, no estás enferma o algo así, ¿verdad?". La preocupación en su mirada hizo que el más mínimo sentimiento de culpa se sintiera como puñalada en mi corazón. Sentí que mi rostro se sonrojaba por los acalorados recuerdos de la noche anterior.
No enferma, pero en verdad me sentía cansada y dolorida en algunas partes. Durante la noche, muchas veces me había despertado solo para volver a dormirme después de una ronda de hacer el amor; eso había continuado hasta que mis músculos doloridos no pudieron soportarlo más. La conexión entre nosotros se había sentido tan intensa como nunca antes, no sabía con exactitud qué, pero algo había cambiado...
"Eh... ¿Por qué no bajas las escaleras y le dices que bajaré en breve?", le indiqué y ella pronto salió saltando de la habitación.
Entré al baño e hice mis necesidades; hice una respiración profunda y salí del baño. Tenía una sensación extraña; de repente, me sentía nerviosa de verlo, aunque otra parte de mí lo esperaba; exhalé fuerte mientras salía de la habitación.
En mi camino, mi mirada tomaba nota de los interiores familiares; todo hacía parecer como si yo nunca me hubiera ido. Nada había cambiado en todos esos años, pero al mismo tiempo todo lucía distinto. El cambio venía desde lo más profundo de mí; las paredes siempre habían llenado de terror a mi yo más joven. ¿Era solo yo o ya no parecía todo tan aterrador y sofocante?
Escuché voces; reconocí una, sin lugar a dudas, como la de Hayden; la otra sonaba también extrañamente familiar; se hizo más fuerte cuando bajé por completo las escaleras y llegué a ver. Entre Hayden y Hazel se encontraba una persona que había visto por última vez hacía seis años: Sebastian. Todo los ojos se dirigieron a mí y las conversaciones se interrumpieron, dejándonos en silencio.