Capítulo 67
1340palabras
2022-11-23 23:00
GRACIE
Un enorme escritorio de caoba nos separaba de un hombre de mediana edad. Se parecía mucho a Hayden, salvo que sus ojos no tenían la misma profundidad, por la edad, supuse. En los costados, su cabello lucía veteado de canas; de pie, su estatura quedaba apenas unos centímetros por debajo del hombre más joven. A pesar de las canas y su avanzada edad, el hombre se imponía con su porte de poder.
Sus ojos se clavaron en nuestra dirección mientras nos adentrábamos en el enorme estudio. Luego, él se acercó a nosotros; mi estómago se estremeció con un toque de nerviosismo cuando enfocó su mirada sobre nosotros tres.
"Padre", saludó Hayden, con reconocimiento y un leve movimiento de cabeza. Sin embargo, el hombre no pareció percibir ningún sonido; su atención estaba fija solo en Hazel, quien le devolvía la mirada con abierta curiosidad. Un toque de dulzura apareció en la mirada del hombre; de a poco, se transformó en una pequeña sonrisa; eso bastó para tranquilizarme un poco.
"Hola querida niña", habló el hombre, por primera vez desde que entramos.
"Hola", respondió ella, con su voz más dulce.
"Ven aquí, niña", sugirió él y extendió sus brazos. En ese momento, mi pequeña me miró buscando aprobación. A regañadientes debí soltar sus brazos, pues ella ya se dirigía despacio hacia él. El abuelo se agachó un poco; cuando quedó al nivel de la nieta, se le iluminaron los ojos con una combinación de asombro, maravilla, e incluso, compasión. Sus palmas acariciaron el infantil rostro con afecto; a mi niña no pareció molestarle el contacto.
"¿Eres mi abuelo? Papi dijo que íbamos a visitarte", mencionó Hazel.
"Claro que soy tu abuelo y tenía muchas ganas de verte, pequeña", admitió él, a la vez que las comisuras de sus ojos se agrietaban de alegría.
Mientras tanto, mi mirada se encontró con la de Hayden y nos quedamos observándonos. Después de todo, él había tenido razón en que su padre estaba muy ansioso por conocer a la niña; ambos parecían llevarse bien, pero todavía no podía decir qué actitud tomaría hacia mí.
En ese momento preciso, el abuelo se enderezó por completo y posó toda su atención en mí, con una mirada no del todo amistosa, pero tampoco hostil. Me sentí aliviada cuando volvió a mirar a su hijo; eso fue hasta que habló.
"¿Pueden dejarnos a los dos por un momento? Quiero hablar con ella... en privado", articuló él en forma prolongada la última parte.
Padre e hijo se clavaban los ojos como si estuvieran transmitiéndose alguna información secreta y silenciosa entre ellos. Luego, Hayden le dio a su padre una última mirada persistente y salió con la niña, no sin antes regalarme una última mirada tranquilizadora.
Apenas la puerta se cerró, un fuerte nerviosismo se apoderó de mí; me sentía expuesta y sola sin Hayden a mi lado. Me espabilé cuando me di cuenta de que su padre me hablaba a mí.
"Ella es en verdad adorable... me recuerda profundamente a los viejos tiempos felices", afirmó; su voz sonaba aturdida como si él se hubiera perdido en algunos recuerdos lejanos. Yo sabía muy bien lo que estaba pensando; aunque él no parecía acusarme, una sensación de malestar se apoderó de mí, sin poder evitarlo.
"Lo siento", murmuré muy bajito. Fue una sorpresa que pudiera escucharme; él parpadeó, sorprendido por mi declaración.
"¿Por qué lo sientes? No tienes nada de que arrepentirte; no fue tu culpa. Además ya fue hace mucho tiempo; ya es hora de que dejemos atrás el pasado", aseguró él, también en voz baja y con una mirada profunda cargada de significado.
Lo miré de repente sin palabras; su mirada reflejaba que de veras sentía lo expresado. No sabía por qué estaba tan sorprendida, tal vez porque no esperaba que él aceptara tanto. Nos quedamos en silencio por un rato; empezaba a preguntarme si era momento para irme cuando él rompió el silencio, su aguda mirada fija en la mía.
"¿Por qué estás con mi hijo?", preguntó, frontal. Como no me esperaba esa pregunta directa, me tomó un momento pensar una respuesta.
"Bueno, yo...", comencé a explicar, pero él me interrumpió.
"Después de todo, no pensé que terminarías de nuevo con él. ¿Crees que puedes cambiarlo... o manejarlo? Acaso ya olvidaste todos esos años en los que hizo de tu vida un infierno...", argumentó él.
"¡No sabes nada de nosotros!", alcé mi voz, tan a la defensiva que yo misma me sorprendí. ¿Acaso estaba tratando de defender a Hayden de su propio padre?
"Creo que sé lo suficiente", replicó el hombre.
"No tienes derecho a juzgarlo. Si estabas tan preocupado por mí, ¿por qué no trataste de detenerlo durante todos esos años? Puede que tengas razón, pero lo que compartimos es mucho más que dolor; puede romperse pero sigue siendo nuestro", expuse, con tanta firmeza como pude reunir.
No éramos perfectos, y nunca lo seríamos; podía tratarse de un caos, pero aún así nos pertenecía. Ya nos habíamos adentrado en el mar de encontrarnos a nosotros mismos; solo podíamos profundizar ese rumbo, pero no volver atrás, aunque quisiéramos. Vi que algo pasó por la mirada del hombre; parpadeó y desapareció.
"Pensamos que no serías buena para él, que lo haría perder el enfoque. Eso no sería algo bueno... Pero tampoco necesariamente algo malo", mencionó él. Lo miré confundida por un momento, hasta que anunció: "Bienvenida a la familia, Graciela Evans".
"Todavía no he acordado con nada", repliqué.
"Bueno, es solo una cuestión de tiempo, ¿no es así? Es hora de mis recetas", mencionó a modo de despedida, presionando dos dedos contra sus sienes. Recibida la señal para irme, me encontraba ya a mitad de camino hacia la puerta cuando agregó: "Me gustaría que se quedaran unos días más, me gustaría pasar más tiempo con mi nieta si les parece bien".
*
*
HAYDEN
Sentía que no podía quedarme aquí ni un minuto más; sentía como si las paredes se cerraran sobre mí. Sabía que no iba a ser fácil; cada vez que recordaba el horror en la mirada de Gracie, la primera vez que llegamos, se sentía como un torniquete en mis entrañas... De todas las emociones que me atravesaban, la predominante era el asfixiante sabor a... miedo.
"¿Por qué aceptaste quedarte aquí unos días más?", pregunté. Como siempre hacía ella cuando no era del todo honesta, alejó su mirada de la mía.
"Bueno, tu padre preguntó... y no podía simplemente negarme", contestó. Mis ojos se entrecerraron con sospecha, en tanto daba dos pasos rápidos para acercarme a ella.
"¿Es esa la única razón? ¿Me estás mintiendo?", indagué. Ella se atragantó un poco luchando con las palabras.
"Hayden, yo...", comentó.
"¡Casi te desmayas esta mañana, así que no me digas que estás bien si no lo estás!", protesté. Como mi voz salió áspera y más dura de lo que pretendía, me maldije en silencio. Ella inhaló con fuerza, sus ojos llenos de lágrimas por las emociones; yo me tensé un poco cuando apoyó su cabeza contra mi pecho.
"Porque estaba asustada de volver a tu yo pasado, asustada de que él me atrapara y me lastimara cuando me pusiera de pie en mi interior, pero ¿cómo podría ser eso? Estás aquí conmigo, yo tengo mucho miedo de ese Hayden, miedo del viejo tú. Creo que me protegerás de él, pero ¿por qué siento que estás más asustado y nervioso que yo?". Sus suaves palabras volvieron mi cuerpo aún más rígido; debí desviar mi mirada de sus ojos inquisitivos.
"Entenderé si me cuentas, Hayden. No tienes que guardarte todo para ti. Estoy aquí, podemos compartir nuestros miedos; tal vez solo después de eso seremos capaces de superarlos". Sus palabras atrajeron mi atención hacia ella. Despacio, alcé la palma de mi mano para tomarla del mentón y acercar nuestros rostros. Estudié su expresión permitiéndole penetrar en la mía; su mirada profunda demandaba conocer mi verdad.
"Tengo miedo", confesé, mi voz casi inaudible. La miré con una expresión derrotada. "Tengo miedo de este lugar, de que recuerdes... y entonces comiences a odiarme".