Capítulo 66
1459palabras
2022-11-23 00:01
GRACIE
Mis ojos se abrieron con lentitud a la brillante luz de la mañana; lo primero que noté fue el espacio vacío a mi lado, en la cama. Después de nuestra discusión del día anterior, no nos habíamos hablado... Incluso durante la cena, él parecía estar manteniendo su distancia de mí. Mientras tanto, yo solo podía pensar que era mi culpa que volviéramos a esa etapa una vez más.
La noche anterior, él solo había entrado en la habitación y se había acostado a mi lado; como ya era muy tarde, quizá pensó que yo dormía. Por la mañana, sin duda, él se había ido antes de que yo me despertara. Cerré los ojos e inhalé profundo; me preguntaba por cuánto tiempo iba a continuar eso.

Entonces, un sonido de agua corriendo llamó mi atención y la atrajo hacia la puerta cerrada del baño; aparté las sábanas y salí de la cama; me quedé parada frente a esa puerta por no sé cuánto tiempo; hice una inhalación profunda y luego otra; por fin, mis dedos rodearon con cuidado la perilla y empujaron para abrirla.
En medio de una nube de vapor, me impresionó su cuerpo desnudo; su mirada reluciente encontró la mía y el aire chisporroteó con la tensión que siempre parecía seguirnos. Permanecimos en silencio, mientras me acercaba a él; me paré frente a frente; apenas unos centímetros separaban nuestros cuerpos del contacto.
"Gracie, tú...", titubeó, con una respiración áspera. Mi mirada viajó a su p*lla que ya estaba medio dura y su mirada se encendió; los músculos de su estómago se tensaron cuando me arrodillé frente a él. "¿Qué estás haciendo?", preguntó con voz ronca, pues era la primera vez que hablaba esa mañana.
Por toda respuesta lamí la cabeza de su carne hinchada y chupé. Él siseó; los músculos de sus muslos ondulaban por el placer. Sus dedos se cerraron en puños sobre mi cabello, mientras yo tomaba más de su carne carnosa dentro de mi boca.
Mi mano derecha agarró su p*ne; yo la deslizaba hacia arriba y hacia abajo, mientras lengüeteaba la punta, lamiendo su líquido salado. Él me apretó el cabello con más fuerza y cerró los ojos. Su cabeza se inclinó hacia atrás cuando él comenzó a empujar en forma rítmica dentro de mi boca; con su jadeo, áspero de placer, llenaba el aire.
Una mezcla de gruñido y un fuerte silbido acompañó a su p*lla, cuando se sacudió y se corrió por mi garganta; él gimió y empujó unas cuantas veces más hasta expulsar cada gota. Su mano, cerrada en puño sobre mi cabello, se relajó y se volvió gentil; por fin, me miró, sus párpados pesados y saciados.

Lo miré mientras su virilidad suavizada se deslizaba de mi boca; el hambre insaciable de su mirada hizo que mi cuerpo vibrara con necesidad. De un tirón, me hizo ponerme de pie de nuevo; midió mi figura vestida contra las suyas duras, desnudas y todavía húmedas por la ducha que había tomado.
"¡Dímelo!", demandó. Su mirada rebosaba con una intensidad acalorada; yo no necesitaba reflexionar sobre lo que él exigía, pues su mirada, desesperada y ardiente, me gritaba lo que necesitaba saber de mí; eso fue, con exactitud lo que le dije:
"Confío en ti, Hayden, y nunca te dejaré". En cuanto esas palabras salieron de mi boca, me atrajo hacia él y presionó su boca contra la mía, adueñándose de mí, poseyéndome... La urgencia y la pasión crecían; cuando mi espalda golpeó contra la ducha, me sujetó y evitó que mis rodillas se desmoronaran.
El beso se hizo más intenso y más febril. Sus manos tomaron mi cintura y mi cuerpo estalló en llamas mientras me quitaba la ropa de dormir y envainaba su m*embro palpitante en mi centro.

"Así es, siempre serás mía, todo estará bien, te lo prometo", aseguró él. Con esas últimas palabras, nos llevó a ambos al borde del éxtasis.
*
*
"¿Adónde vamos papi?", preguntó Hazel. Aunque no se dirigía a mí, su pregunta me llamó la atención.
Ya se había estado refiriendo a él como su padre incluso antes de decirle la verdad: que en realidad él era su padre. Era increíble lo mucho que ella se había encariñado con él desde entonces. Por mi parte, debía reprimir una ola de celos cada vez que lo consultaba a él para casi todo y no a mí. Lo mío no parecía racional; al contrario, resultaba infantil. Sin embargo, no podía evitar sentir que yo ya no era su persona favorita, como siempre lo había sido para ella.
Siempre quedaría grabada en mis recuerdos la expresión que él puso cuando le conté la realidad a la niña. Admití que le había mentido cuando había dicho que papi no volvería. Le aseguré a ella, que él regresaría y nunca más nos dejaría. Nunca antes lo había visto a él tan lleno de emociones.
Aceptar su mundo podría resultar muy difícil y diferente a todo lo que había conocido; todavía no sabía si lo lograría, pero estaba dispuesta a intentarlo, a confiar en él por completo, pues él había prometido mantenernos a salvo.
"Te dije antes que nos vamos a encontrar con tu abuelo, ahí es a donde vamos", respondió él, con aire de despreocupación. Con sus manos al volante, me miró por el espejo retrovisor y sostuvo mi mirada por un momento.
"¿Abuelo? ¿Es viejo?", inquirió ella.
"¿Viejo?", repitió él.
"¿Como Dumbledore?", preguntó ella, un poco emocionada. Él parecía no entender la pregunta.
"Vimos la película de Harry Potter una vez, y ella se quedó obsesionada con esa historia desde entonces", le expliqué.
Cuando el auto se detuvo, miré desde la ventanilla hacia afuera; allí se encontraba la enorme e intimidante mansión. Los recuerdos me tomaron por asalto, aunque hubiera preferido mantenerlos enterrados; en avalancha, ellos me inundaron como una ola de ansiedad; a pesar de eso, traté de mantener mi expresión neutral. Él fijó su mirada en mí y le devolví la mirada; su rostro sí mostraba cierta inquietud.
"Estoy bien", manifesté, sin sonar convincente ni siquiera para mis propios oídos.
"No tienes que mentir".
"Y ya no tienes que culparte por nada, ya te dije que hemos superado eso", aclaré. Alguna emoción resplandeció en su mirada, pero desapareció muy rápido y no tuve tiempo de reflexionar sobre ella.
Sin prisa, asintió lento. Luego, abrió el costado de la puerta, caminó hacia nuestro lado y nos abrió la puerta, ayudándonos a mí y a Hazel a salir del automóvil. Cuanto más caminábamos, más sentía mis piernas como hielo. 
No sé por qué me sentía como si hubiéramos dado vueltas en círculos para volver al inicio, escarbando en nuestro pasado. Aunque él estaba parado a mi lado, sentí como si estuviera regresando a ese Hayden que solía lastimarme. Mi interior se revolvió y mi sangre rugía en voz alta en mis oídos; me faltaba el aire. Sentí sus dos manos sobre mis hombros, su mirada ordenándome que lo mirara.
"M*erda. Respira por favor", su voz me llenó de una sensación de calma. Aunque él era la causa de mis pesadillas, al mismo tiempo solo él podía hacer que desaparecieran; me había hecho más daño que nadie, pero solo me sentía segura con él.
"Estoy bien", insistí. Su mirada me estudió con preocupación y una maldición escapó de su boca.
"No. No lo estás. Ha sido un error mío; no estás lista para esto. ¡Deberíamos regresar ahora!". Me tormó con firmeza del brazo y comenzamos a volver sobre nuestros pasos, hasta que lo detuve.
"¡No! ¡Puedo hacer esto, confía en mí!", aseveré.
"No, no puedes, no quiero que te me derrumbes, por eso nos vamos ahora".
"¡No!", me opuse, sorprendiendo a Hazel que nos había estado mirando todo ese tiempo. Aunque me daba escalofríos, no quería irme. Si queríamos que todo marchara, debíamos librarnos de nuestros demonios; la única forma de hacerlo era en el lugar donde todo comenzó; allí, ambos podríamos encontrar nuestra salvación.
"Ya estamos aquí, estaré bien, lo prometo". Ignoré su mirada de advertencia; sabía que él no haría nada para asustar a la niña. Sin estar feliz ni del todo convencido, por fin él cedió; en ese momento, eché otro vistazo a la gigantesca y abrumadora mansión.
Aunque todo estaba tranquilo y sereno, no me engañaría pensando que ese lugar no estaba bajo estrecha vigilancia. Pasamos junto a unos hombres; supuse que serían guardaespaldas; ellos lo saludaron con la cabeza, en forma breve y respetuosa, mientras nos acercábamos. En cuanto pusimos un pie dentro, nos recibió un hombre de mediana edad; él saludó a Hayden con reconocimiento; luego, su mirada viajó de mí a Hazel y se amplió por una fracción de segundo.
"Adelante, ya es hora, tu viejo te ha estado esperando", indicó.
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