Capítulo 62
1159palabras
2022-11-20 00:01
GRACIE
Nunca salía de su habitación, pero noté que miraba bastante seguido en nuestra dirección, desde su ventana. Por eso es que la envié a Hazel, sabía que a ella la iba a escuchar.
Y lo hizo...
Salir un poco y tomar aire fresco nos iba a hacer muy bien para refrescar nuestras mentes, además de que la haría a Hazel muy feliz.
Cuando volvimos, ya había oscurecido bastante. Podía decir que todo había ido bien, aunque él casi no me había dirigido la palabra, como si hubiera estado evitándome.
Cuando detuvimos el auto, Hazel ya se estaba quedando dormida, por eso, apenas entramos a la casa, rápidamente le preparé un baño y la llevé a la cama.
Un rato después, noté su presencia detrás mío.
"Está dormida", susurré.
Asintió despacio y se sentó al borde de la cama. Entonces, comenzó a acariciarme la mano y yo lo miré porque no sabía si era intencional. Juntos y en silencio, observamos a Hazel dormir por un rato. Yo no me moví de mi lugar y él, luego de unos minutos, le dio un beso de buenas noches a Hazel, se puso de pie y caminó hacia la puerta para, posiblemente, irse a su habitación. De pronto, se detuvo por un breve momento y me miró, como diciéndome que quería acercarse a mí, pero finalmente decidió no hacerlo.
Cuando desapareció por completo de mi vista, dejé escapar un suspiro.
No iba a ser fácil, para ninguno de los dos; todo podía borrarse en un solo día. Estaba segura de que él también estaba teniendo una lucha interna, exactamente igual que yo. Ambos necesitábamos tiempo, entonces, decidí dejarlo solo y acostarme junto a Hazel en la cama matrimonial.
Cerré mis ojos y entré lentamente en un sueño ligero.
*
*
A la mañana siguiente, lo busqué por todos lados hasta que finalmente lo encontré en el gimnasio. Supuse que no había notado mi presencia porque seguía golpeando la bolsa de boxeo.
Me quedé en la puerta observándolo por un rato. Tenía el torso completamente desnudo y su pelo mojado caía sobre su frente.
Entonces, dio un último golpe y buscó una toalla para secarse su cuerpo reluciente.
Luego, se dio vuelta y por primera vez tuve una visión completa de su rostro. Si lo sorprendió verme allí, no lo demostró; me hizo pensar que había estado al tanto de mi presencia desde el principio, pero que simplemente había decidido ignorarme.
Entonces, entré en la habitación.
"Hayde...", había empezado a decir cuando me interrumpió.
"¿Necesitas algo?".
"No, pero...".
"Entonces, me voy", dijo y pasó por mi lado; para cuando lo llamé, había llegado a la puerta.
"Dijiste que lo intentarías por nosotros, entonces ¿por qué me estás evitando?".
Hizo una pausa y yo la tomé como una oportunidad para interponerme en su camino...
"¿Qué te hace pensar que te estoy evitando?".
"Es obvio, en este mismo momento te estás escapando".
Su mirada se movía como si estuviera luchando consigo mismo.
"¡Por que no quiero lastimarte, m*erda! ¿Realmente no lo entiendes?", dijo con voz tensa.
"¿Y crees que no me lastimarás ignorándome?".
"No lo sé", susurró. Podía leer la confusión en sus ojos, como si no supiera lo que estaba haciendo. Entonces, inhalé profundo y di un paso hacia adelante.
"Pero no quiero evitarte, ya prometiste que no me lastimarías y yo te creo".
Ante mis palabras, su mirada se fijó en mí, como si estuviera buscando algo, probablemente saber si yo decía la verdad.
Mientras cerraba los ojos, exhaló fuerte y luego los volvió a abrir.
"No lo hagas...", dijo con voz ronca. Luego, me agarró el brazo y me miró como si estuviera suplicándome...
"Ni siquiera confío en mí mismo... Tu confianza me hace sentir...".
"¿Miedo?", completé. Sabía porque yo también tenía miedo; tenía miedo por el modo en que me entregaba por completo a él, miedo de permitirme amarlo. Pero lo que hice fue agarrarlo de la barbilla con cuidado y hacer que me mirara.
"Entonces, está bien... Eso demuestra que estás intentando no hacerlo. Yo también tengo miedo, pero estoy dispuesta a confiar en ti...".
Mi mirada se enfocó en su pecho desnudo. Se había hecho más tatuajes durante los últimos años, pero mi mirada todavía encontraba esa cicatriz leve en el lado izquierdo de su pecho.
"Debió haber dolido mucho", murmuré despacio mientras tocaba la cicatriz con la punta del dedo. Él se estremeció un poco, pero no se alejó.
"Ya no duele".
Levanté la mirada para encontrarme con la suya. Pude ver que apretaba la mandíbula dos veces mientras me tomaba de la mano.
"Vivir sin ti fue como la muerte... Todos los días fueron muy difíciles", murmuró por lo bajo.
"Pero luego decidí no buscarte más. Realmente quería dejarte ir, a pesar de que era tan difícil... Pero sabía que ibas a estar mejor sin mí".
Me sorprendió su confesión. Había decidido no buscarme más, con razón había tomado seis años.
Como no lo interrumpí, continuó.
"Sabía que si te encontraba, te iba a lastimar... y... no quería hacer eso. Pero fue Sebastian quién se ocupó de traerte de vuelta a mí, y estoy contento de que lo haya hecho. Sin embargo, sabía que me odiabas y que nunca regresarías a mí. Entonces, secuestré a nuestra hija. Tan inocente ella que confió en mí, pero yo me aproveché. ¿Ves por qué no puedes confiar en mí? ¡No puedes!".
Sentí que se formaba un nudo en mi garganta ante su mirada vacía y desesperanzada.
"Pero no la lastimaste, Hayden, creo que incluso la amas. Todavía eres capaz de amar; ayer estuviste perfecto y sé que Hazel ya te adora".
"¿Perfecto? No, mi amor... Estoy muy lejos de ser perfecto, ¿no lo ves acaso? No podría darte nada".
"Estás dispuesto a intentarlo... Eso solo ya me hace feliz. Además, fuiste tú quien me dio a Hazel, ¿recuerdas? Y ella vale más que cualquier cosa en el mundo".
Sus ojos brillaron y tragó saliva; su nuez de Adán se movía en su garganta. Podía ver la necesidad en su mirada mientras me apoyaba contra la pared.
Sin dejar de besarme en los costados de la mandíbula, me tomó entre sus brazos. Luego, enterró su rostro en mi cuello para acariciarme la garganta.
"No me dejes", susurró mientras inhalaba con fuerza. Una vez más, su mirada se encontró con la mía, pero esta vez mi garganta se tensó; me había quedado sin palabras.
Y yo, en cambio, lo besé en la cicatriz del pecho y dejé que mis labios se quedaran allí un rato. En respuesta, un sonido grave escapó de su garganta mientras con sus dedos me acariciaba la espalda y bajaba hasta mi estómago.
"Tuviste a mi bebé y la trajiste hasta aquí. Si hay alguien que merece ser llamado perfecto, eres tú".
Cerré mis ojos brevemente y me dejé envolver por su fuerte abrazo.
Yo no era perfecta en ningún modo.
Solo que él lo veía así.
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