Capítulo 50
1897palabras
2022-11-12 00:01
Punto de vista de Hayden
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Abrí los ojos sintiendo un fuerte dolor de cabeza y lancé un gruñido mientras recordaba lo mucho que había bebido la noche anterior. Seguramente me había desmayado debido al abuso del licor. Recordé que Sebastian había mencionado algo acerca de un paquete, así que me levanté del sofá para encargarme de ese asunto.
La noche anterior había sido para mí una noche muy diferente de tantas otras, pues esta vez no había tenido pesadillas. Era como si hubiese logrado ponerles un correa a todos los demonios que se agitaban en mi interior que me permitiera mantenerlos bajo control.
Tuve un sueño húmedo con ELLA. En el sueño ella yacía delicada y complaciente debajo de mí mientras me hacía sentir su calidez cada vez con mayor intensidad. Aquella visión onírica había sido tan real para mí; era como si yo la estuviese tocando y disfrutando de su cuerpo. Abrumado por un súbito y enorme sentimiento de pérdida apreté los dientes.
Esa no era la primera vez que ella era la protagonista de mis sueños eróticos.
La diferencia estribaba en que esta vez el sueño parecía una escena real; era demasiado perfecto y al mismo tiempo extremadamente peligroso.
Yo ansiaba sentir su piel, su presencia real. Cerré los ojos y respiré profundamente por largo rato.
Tal vez lo mejor era que yo ignorara su paradero. Debo aclarar que no me refiero a que fuera lo mejor para mí sino para ella.
Más le valdría a ella que yo no consiguiese localizarla, puesto que si lograba hacerlo seguramente sería incapaz de refrenar mis impulsos. Mis sombríos sentimientos hacia ella se intensificaban a medida que pasaba el tiempo, así que si nos encontrábamos ella sufriría las consecuencias. Yo terminaría arruinando nuestras vidas.
Me dirigí al baño y me eché agua en la cara para refrescarme. Mi cuerpo se puso tenso y me quedé inmóvil al percibir algo en el momento en que yo pasaba frente al espejo.
Observé los leves rasguños que tenía en los hombros y en el pecho. Al principio me sentí confundido pero luego un sentimiento inexplicable se apoderó de mí y comenzó a esparcirse por todo mi ser como lava derretida.
Mi mente se negaba a aceptar aquella posibilidad que yo había comenzado a considerar.
¡No había soñado con ella! ¡No había sido simplemente un sueño! ¡Todo había sido completemente real!
Paseé la mirada por la habitación durante un rato en búsqueda de alguna pista que corroborara que en realidad...
Mi respiración pareció detenerse cuando advertí algo de color negro justo al pie del sofá. De inmediato me agaché para tomar aquel objeto.
El objeto que yo acababa de encontrar era el bolso de una mujer.
Podía sentir cómo mi sangre corría como un torrente incontrolable por mis venas mientras lo abría. El contenido del bolso cayó en mis manos.
Lo que más me llamó la atención del contenido del bolso fue un pasaporte.
Al ver la foto del pasaporte sentí como si me patearan las entrañas y me quedara sin aire.
Me costaba trabajo creer lo que estaba viendo. No podía dar crédito a mis ojos.
Yo había acabado de comprobar que no era solo mi imaginación. Ella en realidad había estado allí.
Contemplaba maravillado su fotografía ansiando su presencia tanto como un hombre hambriento ansía un bocado de comida. Noté que ahora su cabello era rubio; fue la única alteración que noté en su aspecto.
Todo el autodominio que yo había conseguido trabajosamente durante los últimos años desapareció repentinamente para dar paso a mi instinto de animal predador, decidido a encontrarla después de tantos años.
Pero a la postre había sido ella quien me había encontrado a mí.
Cualquiera que fuese la razón, ella había cometido un grave error, pues estaba jugando con fuego y acababa de liberar al peligroso lobo.
No se me podría culpar por nada de lo que sucediera en esta oportunidad, pues yo realmente había hecho mi mejor esfuerzo.
Noté que en el bolso también había una licencia de conducción y algunos otros documentos. Me preguntaba por qué ella vendría y dejaría todo eso tras haber estado huyendo de mí durante seis largos años.
Pero en todo caso lo cierto era que ella había venido. Por fin nos habíamos reencontrado después de tantos años.
Ella me había encontrado pero se había marchado de inmediato, dejándome solo nuevamente.
Yo debía dejar de pensar en eso porque en todo caso ello ya carecía de importancia. Lo importante ahora era que cuando volviera a toparme con ella no la dejaría volver a huir. Ella no podría escapar de mis garras la próxima vez.
*
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Visité a papá en el hospital por última vez. Luego de eso me iría del pueblo y no sabía con certeza cuándo regresaría.
El olor de los hospitales siempre me ha parecido muy desagradable y el olor de aquel hospital aún más. Cada vez que yo regresaba evocaba esos sombríos y vacíos días que yo había vivido hacía seis años.
Tardé tres semanas en reponerme lo suficiente como para abandonar mi lecho, pero me tomó otros tres meses poder moverme con facilidad.
Estaba decidido a recuperarme para poder ir tras ella, pues ansiaba estar junto a ella.
Pero a pesar de mi determinación de reunirme con ella de nuevo sucedió aquello...
Al llegar a la puerta que conducía a la sala privada del hospital donde se encontraba papá salí de mi ensimismamiento. Vi que la puerta estaba entreabierta, así que no me tomé la molestia de llamar a la puerta para anunciar mi presencia.
Observé que papá estaba de espaldas a mí mirando por la ventana.
Debo confesar que me agradó mucho verlo recuperado. Él siempre había sido un hombre fuerte como un roble cuya presencia imponía respeto. Aquella era la primera vez que lo veía tan enfermo. Su salud era tan precaria que había tenido que permanecer en el hospital.
"¿Cómo te sientes ahora, papá? El médico dice que tu salud está mejorando", comenté mientras entraba en la habitación con aire despreocupado para reunirme con él.
Él se volvió lentamente para mirarme. Las comisuras de sus labios se movieron ligeramente y posó en mí por un instante sus ojos surcados por arrugas antes de caminar de regreso a su cama.
"Estoy jubilado, así que ya no debo soportar tantas presiones en mi vida. La verdad es que me siento bien", repuso él.
"Me alegra mucho escuhar esas palabras, papá", repliqué con entusiasmo.
"Deberías visitarme con más frecuencia, hijo. Me aburro mucho aquí solo. También me he enterado de que los negocios han estado muy activos últimamente", señaló él.
Papá era un hombre que se preocupaba por el bienestar de su familia aunque no solía expresar sus emociones. Pienso que Sebastian y yo heredamos esa característica de su personalidad.
Hablamos acerca de la marcha de los negocios durante un rato hasta que decidí que ya era hora de marcharme.
Tal vez debería haber permanecido junto a papá un poco más de tiempo pero yo ardía de impaciencia por salir de allí.
"Espero que te recuperes pronto, papá", le dije antes de salir de su habitación.
Nos despedimos haciendo un ademán cortés con la cabeza y luego salí precipitadamente del hospital para dirigirme a mi automóvil.
"¡Hola!", oí de repente que me saludaba una voz femenina.
Me volví para ver quién era la mujer que había pronunciado aquellas palabras y advertí que se trataba de Melissa.
Ella era hija de uno de nuestros socios de negocios. Me preguntaba qué estaba haciendo en el hospital.
"Estoy aquí con la intención de saludar a tu padre en nombre del mío", explicó ella.
Eso explicaba su presencia en el hospital. Su padre y el mío eran grandes amigos.
"¿Ya te marchas? Quería decirte que yo...", comenzó a decir Melissa.
"Hay asuntos de trabajo que reclaman mi presencia", señalé interrumpiéndola.
Yo no podía permtirme desperdiciar tiempo, pues había algo que debía hacer cuanto antes.
Lo que me urgía hacer en ese momento era dar con su paradero. Ansiaba verla, así que debía encontrarla muy pronto.
*
*
"Verifica esa información y envíame todos los detalles pertinentes. Asegúrate de que no falte absolutamente nada. Quiero escuchar tu retroalimentación dentro de una hora", ordené.
Él tragó saliva visiblemente nervioso antes de echar una ojeada a los documentos que yo le había entregado: su licencia de conducción y su seguro automovilístico.
"Lo siento mucho señor, pero debo decirle que una hora es muy poco tiempo. Temo que en ese lapso no conseguiré...", se quejó él.
"Y también será muy poco el tiempo de vida que te quede si no me das alguna información antes de que hayan transcurrido los próximos cincuenta y nueve minutos", repuse recalcando cada palabra.
Él obedeció sin chistar mientras yo me paseaba de un lado para otro como un tigre enjaulado.
Miraba con impaciencia mi reloj de pulsera, pues no podía esperar más para saber todo aquello que necesitaba averiguar.
Aproximadamente cincuenta minutos después mi teléfono celular sonó y me apresuré a contestar la llamada.
"Te escucho. Cuéntame todo lo que lograste averiguar", le dije con impaciencia.
Escuché todo lo que él me decía. Él acababa de confirmarme que la información contenida en aquellos documentos en efecto era correcta, lo cual significaba que...
"Hay otra cosa que debe saber, jefe: ella tiene un hijo. Creo que tiene seis...", comenzó a decir él.
Lo que yo acababa de escuchar me dejó tan impresionado que no presté atención al resto de lo que él me estaba diciendo. Un arrebato de ira y celos, acompañado de un sentimiento de traición, se apoderó de mí. Esos sentimientos se apoderaron de mi mente y parecían correr por mis venas como lava derretida. Yo estuve ciego de ira por un momento y solo podía ver manchas rojas.
"¡Así que ella tiene un hijo!", bufé. Yo no podía soportar la idea de que ella tuviera un hijo. Eso era algo que despertaba mi ira.
El hecho de que ella tuviera un hijo implicaba que algún desgraciado había sembrado su semilla en las entrañas de ella.
Y eso era algo que yo no podía aceptar porque ella era solo mía, me pertenecía únicamente a mí. Yo era su dueño.
Si bien yo no la había buscado esa mujer seguía siendo mía.
Creo que aquellos celos y aquella rabia que se apoderaron de mí al saber que ella había engrandrado un hijo de otro hombre fueron la reacción más violenta e intensa que yo he tenido jamás. Quizá solo había experimentado una emoción más fuerte cuando tuvimos relaciones sexuales.
"Matar": esa fue la primera palabra que me vino a la mente al enterarme de que ella se había convertido en madre.
Eso sería exactamente lo que haría. El padre de su hijo sufriría una muerte lenta y dolorosa por haberse atrevido a tocar a aquella mujer a la que solo yo tenía derecho a tocar, pues ella era solo mía.
Mataría a ese bastardo. No tendría piedad de él. Y luego la mataría a ella por haber osado traicionarme.
Sin embargo, luego lo pensé mejor. No actuaría con tanta precipitación como para matarla a ella.
Yo no llegaría al extremo de matarla, pues hacerlo implicaría privarme de ella para siempre. Y yo soy un hombre que se caracteriza por ser muy egoísta.
Primero que todo debía hacer una visita. Había alguien con quien debía reunirme.