Capítulo 45
1632palabras
2022-11-10 00:01
Punto de vista de Hayden.
"¡Todo fue simplemente un error! Solo dame otra oportunidad para corregirlo de inmediato", suplicó.
Deslicé un dedo por mis sienes. Las masajeaba lentamente en aquellos momentos cargados de tensión que estaba viviendo.
He estado escuchando a los traidores como este desde hace algún tiempo. Siempre es lo mismo: ellos tratan de robarnos y luego salen con la misma vieja historia.
Siempre piden una segunda oportunidad para enmendar los errores que han cometido.
Por desgracia, yo no estaba dispuesto a conceder segundas oportunidades, así que siempre hacía que pagaran con sus vidas por aquellos errores que eran fruto de su codicia; solo que con algunos de ellos me mostraba más inclemente que con otros a la hora de cobrarles sus equivocaciones. Todo dependía del estado de ánimo que yo tuviera en el momento de enfrentarme a ellos.
Contemplé sin la menor emoción su figura suplicante y sangrante, sin sentir ni siquiera un ápice de piedad por él, aunque tampoco me sentía iracundo.
De hecho, debo confesar que al verle en ese estado no sentí absolutamente nada.
Lo único que existía en mi interior en aquellos momentos era un manto de oscuridad que parecía cubrir mi alma.
Mi corazón había dejado de sentir emociones después de que ella...
"¡Ten piedad! ¡Por favor, dame solo una nueva oportunidad! ¡Te juro que te compensaré por todo el daño que te he causado!", imploró de nuevo.
Las comisuras de mis labios se torcieron en una sonrisa sádica ante sus palabras. Me encantaba verlos suplicarme clemencia, pues esta era una de las muchas virtudes de las que yo carecía. No solía tener piedad de nadie, y mucho menos de aquellos desgraciados que habían traicionado la confianza que yo había depositado en ellos.
Yo tenía los dedos listos para apretar el gatillo. Sus aterrorizados ojos se abrieron desmesuradamente mientras él prácticamente se orinó en los pantalones cuando me erguí en toda mi estatura.
"Ya tuviste tu oportunidad, pero la desperdiciaste, Rick", declaré con frialdad al tiempo que le lanzaba una mirada intimidante. Al hacerlo, capté algo que se hallaba a solo unos cuantos centímetros debajo de él.
Se trataba de una fotografía. Me agaché para recogerla. En ella aparecía él acompañado de dos mujeres, una de las cuales era mayor que la otra, por lo que asumí que ellas eran su esposa y su hija.
Le devolví la mirada. Por la forma en que él estaba contemplando a las mujeres de la fotografía se diría que él creía que era la última vez que tendría la oportunidad de verlas, y la verdad era que no se equivocaba al respecto.
Contemplé con admiración la imagen de su hija en aquella fotografía. Esa chica parecía tener unos quince o dieciséis años de edad.
"Ella es bonita", reconocí en voz alta ignorando el terror que se reflejaba en su rostro.
Cabello castaño largo, un bello par de ojos color gris plateado y dos grandes hoyuelos en las mejillas. Definitivamente era una chica muy bella.
Al observar su imagen me di cuenta de que su aspecto era casi como el de ella.
Debo hacer énfasis en el hecho de que era "casi" como el de ella, solo "casi".
Entonces sentí que mi garganta se cerraba, así que tragué saliva con dificultad y me la sujeté con una mano.
Él me miró como si yo hubiese enloquecido de repente, y la verdad era que la expresión de mi rostro demostraba que me encontraba bastante alterado.
Pero definitivamente la razón de mi comportamiento no era precisamente la chica de aquella foto.
"¡No las involucres en esto, solo mátame a mí, maldita sea! ¡Ellas son inocentes!", gritó en tono suplicante y luego se desplomó en el duro suelo, agotado debido a la intensa sesión de tortura a la que había sido sometido.
"Ella también era inocente, pero aun así le hice daño", repuse en voz alta.
Me lanzó una mirada confundida y meneé la cabeza, deseoso de apartar de mi mente aquellos pensamientos que se agolpaban en ella.
"Puedes irte", le dije con aire despreocupado, haciendo con el revólver un ademán para indicarle que podía marcharse.
Él parpadeó y me miró sin decir palabra. Su mirada traslucía una mezcla de incredulidad, duda y sorpresa.
"¿Acaso no quieres marcharte?", gruñí molesto al ver su mirada de agradecimiento.
"Muchas gracias, eres muy considerado, jamás olvidaré el...", comenzó a decir él.
"Ya cállate y vete de una buena vez antes de que cambie de opinión y te mate" le espeté interrumpiéndolo. Lo último que yo necesitaba era su agradecimiento, pues no me había comportado así por consideración hacia él. Yo le habría volado la cabeza sin la menor vacilación.
Pero por fortuna para ese sujeto, él tenía una hija que se asemejaba ligeramente a mi Gracie.
De inmediato él salió corriendo por la puerta tan rápido como se lo permitían sus debilitadas piernas.
Algunos de mis hombres se sorprendieron al ver que yo me había mostrado clemente hacia él, pero ninguno de ellos se atrevió a preguntar por qué motivo yo había decidido dejarlo libre.
Luego, hice que todos los presentes se marcharan, pues en verdad necesitaba estar solo y además ansiaba fumarme un cigarrillo.
En ese momento escuché que alguien entraba pero no me molesté en volverme para ver quién era el recién llegado, pues solo podía tratarse de una persona, cuya presencia me disgustaba.
"Me alegra ver que aún queda algo de humanidad dentro de ti", murmuró él mientras se adentraba en aquel oscuro sótano.
"Durante los últimos años has afirmado que soy demasiado cruel, pero hoy me he mostrado misericordioso y sin embargo sigues quejándote", murmuré en voz baja. ¡Demonios, realmente necesitaba un cigarrillo!
Nos miramos el uno al otro en silencio durante un rato hasta que finalmente aparté la mirada.
"Lo hiciste por ella, ¿verdad?", dijo él finalmente rompiendo el silencio.
"Veo que te diste cuenta de ello", comenté en tono de desprecio mientras me ponía de pie. Lo que menos quería aquel día era ver su maldita cara.
"Lo siento mucho, Hayden. De veras lo siento", me dijo con aire compungido.
Permanecí inmóvil mientras él hacía aquella declaración, sin volverme para mirarlo de frente.
"Lo siento; en aquel momento pensé que estaba obrando en forma prudente, pues nunca hubiera imaginado que tu personalidad sufriría un cambio tan drástico. Veo que ahora eres mucho peor de lo que yo soy", señaló.
Los nervios en mi mandíbula se tensaron una primera vez y luego una segunda vez. Entonces giré para mirarlo de frente tan súbitamente que él se quedó desconcertado ante mi actitud.
"Pues estoy feliz de actuar como lo hago...hermano", dije apretando los dientes al pronunciar la palabra "hermano".
"Reconozco que cometí una equivocación al separarla de ti. Debo admitir que no éramos unos santos, pero tampoco eras tan insensible y frío en aquel entonces", observó él.
Lo miré con severidad durante un largo rato tras aquella afirmación suya. Ya había pasado mucho tiempo desde entonces, así que no lograba explicarme por qué razón sacaba a relucir aquello. Me preguntaba qué era lo que había cambiado.
"¿Acaso no es esto exactamente lo que tú y papá tanto querían? ¿Entonces por qué ahora estás lloriqueando como una perra en celo?", dije en tono de enfado.
"Ya te he dicho que de verdad lo siento mucho. ¿Qué más quieres que haga entonces?", repuso enojado y luego dejó caer los hombros lanzando un suspiro con exasperación.
Di un paso hacia él y luego decidí aproximarme a él aún más.
"¿Acaso crees que basta con una maldita disculpa? ¿Crees que me voy a conformar con eso?", protesté.
"Pero es todo lo que puedo hacer. ¿Qué más quieres que haga? Por desgracia, no hay nada que yo pueda hacer para cambiar el pasado", replicó.
"¡Exactamente!", le espeté. Acababa de perder la poca paciencia que aún me quedaba.
"¡No quiero nada ni de ti ni de ninguna otra persona en el mundo!", añadí.
Tras decir aquellas palabras decidí salir corriendo de allí, pues no tenía la menor intención de escuchar nada de lo que él tuviera la intención de decirme.
Durante los primeros cinco meses después de haberme despertado, la había buscado de manera obsesiva, actuando como un hombre poseído.
Pero luego decidí poner fin a aquella búsqueda frenética en la que me había embarcado.
Si hubiese querido encontrarla seguramente lo habría logrado pero finalmente desistí de ello, pues no quería.
Tras un periodo de reflexión decidí que ella estaría mucho mejor si yo permanecía alejado de ella. Ella había conseguido escapar de mi actitud sombría y merecía un poco de felicidad. Yo no tenía derecho alguno a perturbar su paz con todo aquello.
Debo admitir que hice acopio de toda mi fuerza de voluntad para dejar de buscarla, pero finalmente dejé de hacerlo.
En algunas ocasiones durante los últimos años me he despertado con un sensación de opresión, sintiendo que perdía la cordura.
Me dedicaba al trabajo con todas mis energías, ensuciándome las manos y manchando mi negro corazón aún más de lo que ya estaba.
A medida que el tiempo transcurría yo me sentía cada vez más frío y vacío en mi interior.
Ese proceso emocional continuó hasta que un día ya no quedó nada en mi interior.
Fue como si el mar de emociones que se agitaban en mi interior se hubiera secado de manera definitiva.
Sin embargo, aquel arduo trabajo realmente había valido la pena, pues nuestros negocios sucios ahora estaban en la cima de la cadena a escala mundial y habíamos alcanzado un éxito que mi papá jamás había logrado.
Su salud se ha deteriorado recientemente, ya está jubilado y regresó a su casa en nuestro viejo pueblo.
Hace ya mucho tiempo que él solicita mi presencia, pues ansía verme.
Creo que finalmente ha llegado la hora de hacerle una visita.