Capítulo 39
1450palabras
2022-11-03 14:17
Hayden
—¡Mie**!
Inmediatamente, después que él cortó la llamada, lancé el celular contra la pared más cercana, inmerso en un ataque de ira.

Seguramente, el jodido bastardo debió haberla lastimado, su grito de dolor todavía daba vueltas en mi cabeza.
Además, las imágenes de las cámaras de seguridad mostraban a Matteo acechando por el centro comercial.
Mientras tanto, caminaba inquieto como un tigre enjaulado, resultándome absolutamente difícil expresar con palabras lo que estaba sintiendo en este momento.
En tanto, Sebastian me dedicó una mirada, aunque permaneció en silencio.
De hecho, no se trataba simplemente de rescatar a Gracie de un secuestro, especialmente desde que papá se había involucrado. 
Supongo que todos queríamos a Matteo en ese momento, pero lo único que yo deseaba era tener a Gracie... La idea de que ella estuviera en las manos de aquel bastardo provocó que mis puños se apretaran con fuerza.

En verdad, ella me había engañado solo para terminar cayendo en su trampa, probablemente no conocía la diferencia entre él y su tío.
Por lo cierto, nunca debería haberme dejado, fue un gran error de su parte, especialmente cuando sabía que el peligro la acechaba.
Posiblemente, su deseo de abandonarme..., y de escapar de mí superó la noción del riesgo que corría.
En ese momento, traté de evitar el sabor amargo del dolor, pero todavía me pinchaba por dentro como mil agujas.

Lo único que debía hacer ahora era recuperarla.
Rápidamente, dejé de caminar y me volví hacia Sebastian.
—¡Por qué no hay ninguna maldita noticia todavía!
En efecto, Matteo me había dicho que me iba a enviar la hora y el lugar antes de que terminara abruptamente la llamada, y aunque nuestros hombres ya estaban buscándolo, todavía no habíamos recibido ninguna noticia hasta el momento.
—Tienes que tranquilizarte un poco.
—¡Él todavía la tiene de rehén, no puedo calmarme! —Exhalé con jadeos ásperos.
De pronto, una extraña sensación atravesó los rasgos de Sebastian, mientras se enderezaba para encontrarse con mi mirada.
—¡Ella será tu final! ¡No puedes estar tan obsesionado con alguien! ¡Te arruinará por completo!
Ciertamente, él no podría entenderlo, incluso ni siquiera yo podía comprender todo lo que sentía por ella, hasta el punto de no poder controlarlo, por lo que tuve que aprender a aceptarlo. 
—No puedo evitarlo, ¡solo quiero que vuelva conmigo! Es tan sofocante estar sin ella, siento... siento que me ahogo, ¡necesito que ella esté aquí conmigo para poder respirar!
A continuación, tuvimos una larga batalla de miradas, aunque ninguno de los dos estaba dispuesto a echarse atrás.
—Bien, entonces te ayudaré —finalmente me contestó, aunque percibí algo en aquellas palabras que me hizo sentir un poco incómodo, estaba seguro de que no se estaba refiriendo a que me ayudaría a encontrar a Gracie, y justo cuando estaba a punto de preguntárselo sonó el teléfono celular.
Inmediatamente, él hizo una pausa para responder.
—Han descubierto su ubicación.
Indudablemente, aquella había sido la noticia que había estado esperando durante todo el maldito día, y aunque habían sido tan solo unas pocas horas, parecieron cientos de años.
—¿Qué tal si vamos antes y le damos una sorpresa?
En consecuencia, él asintió brevemente y luego tomó su teléfono celular.
—Entonces vamos a necesitar un plan estratégico.
*
*
Rápidamente, mire alrededor del depósito, con el arma apretada en mis manos...
Como era de esperar, había algunos hombres armados.
—Entrégueme su arma —exigió uno de ellos en un tono áspero, por lo que le dediqué una mirada escalofriante.
—Deberías escucharlo muchacho o...
Definitivamente, aquella voz me sonaba familiar, enseguida me volteé y mi mirada no tardó en localizarlo. 
De repente, la escena que tenía frente a mis ojos me hizo hervir de la rabia.
El bastardo arrastraba a Grace tirándola de su cabello, a medida que se acercaba a mí.
Por lo cierto, la mirada de Grace se amplió de repente cuando se encontró con la mía. Sin embargo, no parecía asustada o estaba haciendo todo lo posible para ocultar sus miedos. En ese preciso instante, la imagen de su rostro hinchado y desfigurado por los golpes y sus labios sangrando provocó que algo dentro mío se rompiera.
Seguramente le tomaría algún tiempo sanar todas esas heridas. Mientras tanto, yo continuaba siendo demasiado posesivo con el hecho de que ella solo podría ser lastimada por mí...
¡Sus lágrimas y miedos eran tan solo MIOS!
Nadie más tenía derecho a hacerla sentir así.
Realmente, pagarían por todo lo que le habían hecho.
En ese momento, hubiera querido decirle que todo estaría bien… y que ella estaría a salvo.
—¿Qué es lo que quieres? —le pregunté fijando mi mirada en la de Matteo, y de prisa una sonrisa astuta comenzó a formarse en sus labios, mientras la empujaba lejos de él.
—Llévatela —le ordenó a uno de sus hombres que la sostenía contra su cuerpo... demasiado cerca para mi gusto.
—Te arrancaré las manos cuando te mate —le dije entre dientes.
—No te hagas el duro ahora, papá no está aquí, tampoco tu hermano mayor, no pensé que serías tan estúpido como para venir solo —sonrió disimuladamente como si hubiera dicho algo gracioso.
Indudablemente, no encontraba la gracia de aquel comentario, aunque lo único que quería hacer en ese momento era volar algunas malditas cabezas.
—Has crecido, y te has convertido en una persona completamente diferente del niño que solía seguir al tío Matteo, ah, pobre Jenny, era una cosita tan linda.
—¡Cállate, qué diablos quieres! —le dije bruscamente.
—¿Qué pasa?¿Estamos impacientes? ¿Y si digo que te quiero a ti?
Por consiguiente, él me miró en busca de una reacción, pero bueno, lamentablemente no pude evitar que se sintiera decepcionado, ya que en ese momento mi rostro carecía de cualquier tipo de emoción.
Lo único que tenía que hacer, era continuar hablando con él hasta que llegara Sebastian.
—¿Me quieres? Estoy aquí, ¿no?
—Finalmente, te tengo —contestó con un brillo irónico en sus ojos, mientras apretaba con fuerza el arma que tenía en sus manos.
—Tú enviaste esos mensajes con imágenes —le dije.
De prisa, una sonrisa astuta comenzó a esbozarse en sus labios, y ni siquiera se molestó en negarlo.
—¿De qué otra manera se suponía que iba a llamar tu atención? Me sentí tan sorprendido de que realmente te importara esta pu**... lástima que tu historia de amor esté llegando a su fin, porque te enviaré al infierno.
Inevitablemente, sentí ganas de sonreír ante aquel comentario, aunque quería permitirle que se deleitara con la ilusión de tener el control al menos por un momento.
—Tú también la mataste, ¿no?, lo que no entiendo es ¿por qué?
Sabía que estaba hablando de Brittany.
—Tenía que hacerlo, ella iba a contar todo y expondría mi identidad, así que la detuve... si me lo permiten, estaba bastante mal co***.
De inmediato, soltó una de esas características risas enfermizas suyas, mientras una mirada maligna atravesaba su rostro.
—Esta escena parece familiar, ¿no? Basta de charlas, terminemos con todo esto.
—¿Estás seguro de eso? —le dije en voz baja, a medida que me encontraba directamente con sus ojos.
De repente, se escuchó un disparo.
Luego otro.
En ese preciso instante, su mirada se deslizó hacia la mía...
—Hijo de pu**... —Sin embargo, sus palabras fueron interrumpidas, cuando la puerta se abrió de golpe y se oyó una sucesión de disparos.
Rápidamente, Sebastian y algunos de nuestros hombres se apresuraron dentro.
De inmediato, me lancé hacia Gracie, saqué un cuchillo de mi bota y apuñalé al bastardo que la estaba sosteniendo, directamente en su corazón.
Por lo tanto, él gritó de dolor, mientras una mirada de satisfacción atravesaba mi rostro, a medida que su sangre comenzaba a brotar cubriendo mi cuchillo. De hecho, sus ojos lucían sorprendidos cuando cayó al suelo con un ruido sordo.
Inevitablemente, Gracie observó a aquel hombre muerto, completamente aturdida.
¡Carajo!
Sin dudas, aquella escena era demasiado cruel para ella.
Luego, inclinó su mirada hacia la mía, por lo que pude advertir que no había rastros de horror en su expresión, tan solo un gran alivio.
A continuación, ella envolvió sus brazos fuertemente alrededor mío, tomándome por sorpresa.
—Lo siento —susurró sollozando en mi pecho.
En ese momento, mi corazón se contrajo con fuerza en mi garganta.
—Estarás bien. Te lo prometo —murmuré incapaz de dejar de presionar mis labios sobre su sien.
Repentinamente, observé de reojo que Matteo estaba cubierto de sangre en el suelo, luchando por alcanzar el arma que tenía cerca. Mientras tanto, una mirada sádica se extendía por su rostro a medida que apuntaba a Gracie.
—¡Cuidado! —grité.
Todo sucedió tan rápido que solo alcance a empujar a Gracie fuera del camino, aunque no fui lo suficientemente rápido.
Ya era demasiado tarde.
Y luego se escuchó un disparo.