Capítulo 10
2015palabras
2022-11-01 16:01
Ayer fingí una enfermedad como pretexto para faltar al colegio, pero hoy de verdad estaba enferma; creo que tenía gripa. Me alegré por estar enferma, pues al no asistir al colegio no tendría que verlo.
No quería volver al colegio. Prefería mudarme a una nueva ciudad donde nunca tuviera que verlo de nuevo.
"¿Estás segura de que puedes quedarte sola en casa? ¿No me necesitas aquí contigo?", preguntó mamá con una expresión dubitativa mientras me miraba tendida en la cama.

"Estaré bien mamá, no te preocupes; ve a trabajar y si necesito algo te llamaré, ¿de acuerdo?", respondí.
Ella asintió con una sonrisa y dejó de insistir en quedarse conmigo para acompañarme.
"Bien, entonces me marcharé. El desayuno ya está servido abajo. Recuerda que debes comer y tomar tus medicamentos, ¿de acuerdo?", dijo mamá.
Asentí y cerré los ojos, pues aún estaba adormilada, mientras ella salía de la habitación.
No me di cuenta de en qué momento me dormí pero ya era casi mediodía cuando abrí los ojos.
Traté de levantarme de la cama pero estaba demasiado débil para poder hacerlo. Sentía que mi piel estaba ardiendo en llamas.

"¡Oh!", exclamé sintiéndome muy agitada y luego hundí mi cara en la almohada.
No sé cuánto tiempo había pasado cuando escuché los pasos de alguien que subía por las escaleras.
Era imposible que fuera Ashley porque ella no regresaba del trabajo antes de las seis de la tarde. Sería muy extraño que mamá regresara a casa tan temprano. 
Dejé de pensar en ello cuando vi que la puerta se abrió y él entró en mi habitación.

Abrí los ojos como platos, pues me sorprendió mucho su presencia allí. Sentí que se me cortaba la respiración.
Él estaba vestido con su tradicional par de botas, un par de pantalones vaqueros y una chaqueta de cuero. Su pelo negro estaba despeinado, como si él hubiera pasado sus dedos por el mismo.
Me lanzó una mirada rápida y luego avanzó hacia mí a grandes zancadas. Me preguntaba si era solo mi imaginación o si la habitación en realidad se había vuelto mas pequeña. 
Él se detuvo en el momento en que llegó al pie de mi cama. 
"Noté que faltaste al colegio ayer", señalo él en ese momento. 
Entonces yo respiré profundamente al ver que él estaba tan cerca de mí.
Él estaba muy cerca, tan cerca que su presencia hacía que mi mente recreara los momentos que habíamos compartido.
En mi mente se agolpaban los recuerdos que lo que había sucedido entre él y yo la otra noche. Me incorporé de inmediato en la cama y me alejé de él, deslizándome hasta el extremo de la cama. Quería estar apartada de él.
Entonces sentí un dolor de cabeza muy fuerte, lo que hizo que yo hiciera una mueca.
"¿Qué te sucede? ¿Acaso estás enferma?", me preguntó él al ver mi reacción. 
Aparentemente él se había dado cuenta de que yo no me sentía bien y, a juzgar por el tono de su voz, estaba preocupado por mí. 
Al pensar en el hecho de que él se mostraba preocupado por mí sentí el impulso de reírme. 
Me sorprendía mucho que Hayden se sintiera preocupado por mí. 
Jamás me habría imaginado que él pudiera sentirse preocupado por mi bienestar. 
"No me explico el motivo de tu presencia aquí. Creo que será mejor que te marches", le dije tratando de mantener un tono de voz firme, pero en realidad mi voz era muy débil. 
Aunque yo no me encontraba bien, su presencia allí hacía que las cosas fueran mucho peores. Ni siquiera en mi propia casa conseguía librarme de él. 
Nos miramos mutuamente durante un tiempo y milagrosamente él fue el primero de los dos en apartar la mirada. 
Lancé un suspiro de alivio cuando vi que salió de la habitación caminando con pasos pesados.
Me preguntaba si él realmente se había marchado de mi habitación.
Sostuve la palma de una de mis manos contra mi pecho mientras respiraba agitadamente.
Sin embargo, el alivio que había experimentado al ver que él salía de mi habitación fue efímero, pues al cabo de un rato volví a escuchar sus pasos aproximándose a mi cuarto. 
Entonces él volvió a entrar en mi habitación, llevando en las manos un cuenco con agua y una toalla sobre uno de sus anchos hombros.
La desenvoltura con la que se movía por mi casa me hacia sentir incómoda y enojada. Él incluso había entrado por la puerta delantera. Me preguntaba cómo sabía él que yo era la única persona que estaba en la casa.
"No puedes caminar tan tranquilamente por mi casa como si na...", le dije. Sin embargo, no pude seguir hablando, pues me sentía intimidada por la forma en que me miró y la poca valentía que yo sentía desapareció.
"Acércate", dijo él mientras dejaba el cuenco con agua en la mesa de noche situada al lado de mi cama.
Sacudí la cabeza en señal de desaprobación, pues no me gustaba nada la idea de acercarme a él. 
"Te lo estoy pidiendo de forma amable, así que por favor no me hagas repetir mi petición", dijo él en un tono de voz aparentemente neutro, aunque yo podía percibir cierto enfado en su voz.
"No necesito...que me cuides; no debes... preocuparme por mí, pues yo puedo cuidarme muy bien... sola", declaré en tono vacilante.
Él entornó los ojos al oír mis palabras y avanzó un paso hacia mí antes de sentarse en el borde de mi cama. Yo retrocedí un poco más, deseando desaparecer en el armazón de madera de la cama.
"No te estoy pidiendo un favor. Ahora simplemente acuéstate y relájate", dijo él con una sonrisa burlona.
Al ver su actitud me pregunté qué era lo que le parecía tan divertido. 
¡Cómo se le ocurría pedirme que me relajara! La verdad es que no lograba entender su actitud. 
En ese momento yo podía experimentar cualquier sensación, excepto una sensación de relajación.
"En este momento pareces una conejita asustada. Me dan ganas de devorarte hasta que no quede nada de ti", me dijo.
Me sonrojé al oír sus palabras. Su mirada era sombría y no dejaba de mirarme. Yo tenía ganas de cubrirme con la colcha para protegerme de su mirada penetrante. Yo solo vestía una vieja y corta camiseta, y no llevaba puesto un sostén. La forma en que miraba mi cuerpo era muy inquietante.
Casi lancé un suspiro de alivio cuando dejó de contemplar mi cuerpo y volvió a mirarme a los ojos. 
"Pero no pienso hacerlo; al menos no por ahora. Por el momento tú simplemente harás lo que yo te diga", me ordenó él. 
Los latidos de mis corazón se aceleraron, pues me preguntaba qué era exactamente lo que él quería decir; me daba miedo pensar en sus intenciones. 
Me acosté sobre mi espalda sintiéndome muy tensa, como si la cama estuviera hecha de uñas que se clavaran en mi piel.
Las palmas de sus manos se sentían frías en mi piel caliente. Yo no podía soportar su intensa mirada, así que cerré los ojos mientras él refrescaba mi piel ardiente con la toalla húmeda.
Él se detuvo por un momento y pensé que eso había sido todo. Abrí mis ojos lentamente y nuestras miradas se cruzaron. Yo estaba muy sorprendida por lo cerca que estábamos el uno del otro.
Podía sentir su cálido aliento en mis mejillas. Con sus dedos él apartó un mechón de mi cabello que había cubierto mis mejillas.
En aquel momento él parecía estar preocupado por mi bienestar, como si estuviera cuidando a su novia enferma. 
Entonces él parpadeó y su dulce semblante se transformó. Ahora su rostro era una máscara sombría que yo conocía demasiado bien. 
"Debo decirte que no me gusta nada tu aspecto. Pareces estar enferma; creo que necesitas la ayuda de un doctor", dijo él.
"Estoy bien, no te preocupes", dije débilmente mientras trataba de incorporarme sin conseguirlo. 
"No, no es verdad. No estás bien, ni siquiera puedes sentarte, así que no me digas que te sientes bien", bufó él.
"Estaré bien en cuanto haya tomado mis medicamentos", lo tranquilicé.
Él permaneció callado por un rato, mirando algo fijamente. Puede ver que él miraba mi mano. Yo me había cortado accidentalmente con su cuchillo la otra noche. 
Él tomó mi brazo, lo contempló y luego me miró con aire de enfado.
"¿Cómo te hiciste esto? ¿Aún te duele?", me preguntó él mientras me miraba fijamente y pasaba sus manos alrededor de mi herida. 
"¿Desde cuándo te importa si estoy herida o no? ¿Por que te preocupas ahora por mí? ¿Acaso no recuerdas que me odias?", comenté sorprendida. 
Sin embargo, me arrepentí de mis palabras de inmediato. Había cometido un grave error al decir aquello.
Su mirada se torno sombría, soltó mi mano y se puso de pie. 
"No malinterpretes mi actitud. Todavía siento un gran desprecio por ti, pero nuestro juego apenas acaba de empezar, así que necesitas tener mucha fortaleza para no enfermarte, pues de lo contrario no podrás afrontar lo que se avecina", dijo él, acentuando la parte final de la frase con una expresión de crueldad. 
Aunque yo no quería sentir miedo, no pude evitar ser presa de una sensación de angustia. 
Él empezó a alejarse pero se detuvo súbitamente y se volvió hacia mí. 
"Bueno, conejita, no te vuelvas a herir, ni siquiera accidentalmente. No quiero volver a ver marcas en tu cuerpo que no sean las que yo deje en él", comentó él.
Él me lanzó una mirada rápida con la intención de que sus palabras calaran en mí. 
Mientras el salía de prisa de la habitación una lágrima rodó por mis mejillas y desapareció en los suaves materiales de mi cama. 
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Ya ha pasado una semana desde el día de aquel encuentro entre nosotros dos.
Ha transcurrido una semana desde el momento en que él pronunció aquellas palabras. 
Ahora nuestra relación era muy diferente, pues él me ignoraba por completo, como si yo no existiera.
Ni siquiera cuando nos cruzamos en el corredor hoy en la mañana él se dignó dirigirme la mirada. 
No me malinterpreten. La verdad es que me siento contenta de que ahora las cosas entre nosotros sean así, pero no puedo evitar preguntarme si él estaba planeando un nuevo juego. 
Hoy vamos a emprender nuestro proyecto de campo de arte, lo que supone una oportunidad para compensar los bajos puntajes que obtuve en mis exámenes, los cuales reprobé.
De repente sentí ganas de orinar, así que me puse de pie con la intención de ir a buscar un baño.
"¿Adónde vas?", me preguntó Lyn al ver que me marchaba apresuradamente de allí.
"Necesito ir al baño antes de que nos marchemos", expliqué.
Avancé por el pasillo y al llegar al extremo del mismo doblé la esquina para ir al baño. En ese momento tropecé con dos figuras que me resultaban familiares. 
Hayden y Brittany eran las dos personas con las que acababa de encontrarme.
Ella estaba recostada contra la pared mientras ambos se besaban apasionadamente. Los dedos de él recorrían el cuerpo de ella.
Yo quise marcharme en el momento en que vi el derroche de pasión de ellos dos pero sentía los pies pegados al duro suelo. 
Una sonrisa burlona se dibujó en los labios de él mientras apretaba el trasero de ella, haciendo que gimiera ruidosamente mientras se arqueaba hacia él.
Al verlos actuando de esa manera me sentí invadida por los celos. 
"¡Creo que ya has visto lo suficiente!", tronó Brittany haciendo que yo saliera del trance en el que me encontraba. 
De repente sentí que ya no estaba paralizada, así que pasé a toda velocidad junto a ellos y corrí hasta el baño. Mi corazón latía aceleradamente, como si me hubieran descubierto cometiendo un crimen o algo parecido.
No, no estaba celosa, pues no me importaba con quien se acostaba él. Lo que me preocupaba era que él se contagiara de alguna enfermedad y luego me la transmitiera. 
Sólo ruego que él se olvide definitivamente de mí y vuelva a ignorarme como lo hizo durante la última semana.