Capítulo 73
1256palabras
2022-09-03 00:01
"Además, llamaré a un taxi para que te lleve de vuelta a casa. No, en serio, ¿tu familia no te supervisó de forma estricta? ¿Por qué te escapaste? ¿Por qué eres tan estúpido? ¡Tarde o temprano te secuestrarán si sigues dando vueltas como un perro callejero! ¡Sube conmigo a coger dinero para pedirte un taxi!" Anna continuó quejándose del invitado que llegó sin avisar.
Ayer, Jason salió con ella durante toda la mañana. ¿Por qué no se lo llevaron la niñera y el guardaespaldas? Y cuando regresó, ¿por qué no lo cuidaron? ¿Cómo iban a dejar que un idiota de ese calibre saliera de nuevo?
Al mirar a la que lo estaba culpando, Jason bajó la cabeza, avergonzado. Sus largas pestañas cubrían sus ojos rasgados como si fueran terciopelo.
Anna caminaba delante de él y al no escuchar nada detrás de ella, se dio la vuelta. Entonces vio a Jason de pie, atónito y apesadumbrado.
Al verlo tan acongojado, a Ana le dio un vuelco el corazón.
El chico que tenía en frente suya era demasiado sensible como para reprenderlo de esa manera, y ella no podía soportar hacerle daño.
"¡Venga, vamos arriba a coger dinero!" Anna suavizó su tono de voz.
Jason levantó la mirada, que era tan clara como el agua. "Anna, no tengo amigos. Me aburro en las vacaciones. Nunca he estado en ningún lado excepto dibujando en casa. Antes, al menos podía ir con mi hermano a jugar con Eleonora, pero ahora que ella se ha ido, no tengo adónde ir y no quiero quedarme en casa. Anna. ¿No puedes ser mi amiga?". Los ojos de Jason buscaban compasión, como si fuera un niño pidiéndole caramelos a un adulto. Ese chico hacía que la gente sintiera lástima por él.
Quizás fue deseo de Dios quitarle la inteligencia para evitar verse involucrado en los trapos sucios de las familias ricas y poderosas.
"Primero, sube conmigo. ¿No tienes hambre? Hay albóndigas en el refrigerador de la última vez que las hizo tu hermana Eleonora. ¡Te las calentaré!"
Al escuchar que eran las albóndigas hechas por Eleonora, los ojos de Jason se llenaron de calidez. "Anna, ¿es eso verdad? ¡Me encanta la comida que hace Eleonora! Las albóndigas que ella hace son extremadamente deliciosas".
Era un idiota de verdad. En cuanto se ponían a hablar de comida, se volvía un glotón.
Sin embargo, para ser sincero, todos los hombres de la familia Lance tenían genes que los hacían poderosos. Podía decirse que ellos eran los más guapos del mundo.
Él era diferente a Quentin y Henric. Los tres tenían rostros delicados, pero cada uno le daba a la gente una sensación totalmente diferente.
Quentin era frío y dominante, como un rey que está orgulloso de sí mismo. Nació para ser frío y distante.
En cambio, Henric era guapo y extravagante y era tan cálido como la primavera. Era como un hombre de campo.
Sin embargo, el chico que estaba frente a Anna era tan hermoso que te ablandaba el corazón. Era como un hada que te rociaba su polvo mágico. Quedarse frente a él hacía que uno se sintiera avergonzado.
Ahora, al escuchar que había albóndigas para comer, aunque sus ojos no podían ocultar la avaricia, su rostro no había cambiado ni un ápice.
Ya sea que mostrara enojo, felicidad o estupidez, siempre mostraba una imagen perfecta desde cualquier ángulo.
Anna lo miró y no pudo evitar quedarse atónita de nuevo.
"¿En qué piensas, Anna? ¿En qué piso vives?" Las palabras de Jason hicieron que Anna recobrara el sentido.
"Oh, sube por el ascensor. ¡Vivo en el décimo piso!"
Entonces, él lo abrió y pulsó el número del piso.
Estando en un espacio tan reducido, Anna podía oler perfectamente el aroma puro y elegante de aquel hombre joven. Su fragancia era embriagadora.
Si él no fuera tan idiota, ella no dudaría en amarlo y perseguirlo. Qué desperdicio de físico.
Anna comenzó a arrepentirse.
Al llegar al décimo piso, la puerta del ascensor se abrió.
Jason tiró con entusiasmo de la mano de Anna y salieron.
"Anna, ¿cuál es la puerta de tu casa?"
Anna vio que la mano con la que la sostenía tenía dedos delgados y eran de color blanco, al igual que los nudillos.
Por alguna razón, a Anna se le puso el corazón a mil por hora cuando Jason la sostuvo de la mano.
"Él es tonto, un idiota", pensó la chica para intentar calmarse.
"Oh, es el 1003".
Jason ni siquiera se dio cuenta de que Anna, que estaba de pie detrás de él, se había puesto nerviosa sin motivo alguno.
"¿Y la llave?" Jason se dio la vuelta para pedírsela a Anna.
Ella se tocó la minifalda y lo miró. Era una minifalda sin ningún bolsillo.
Había tomado un billete de cien dólares, bajó las escaleras y olvidó por completo tomar la llave.
"¡Oh no, olvidé tomar la llave! Me he quedado en la calle".
"¡¿Cómo?!" Eso no es posible". Jason no podía creerlo. "Si no podemos entrar, ¿qué pasa con mis albóndigas?"
"Comida y más comida. ¿Hay algo en la cabeza de este chico que no sea comida? No podemos entrar y lo único en lo que se le ocurre pensar es en albóndigas", murmuró Anna para sí misma.
"Es culpa tuya. Si no me hubieras metido prisa para que te pagara el taxi, no me habría puesto tan nerviosa y hubiera cogido la llave", le dijo Anna enojada.
Jason hizo un puchero y le preguntó: "Anna, ¿y ahora qué hacemos?"
"Dame tu móvil. Llamaré a la administración de la propiedad".
"Anna, no me atrevo a encender el móvil. No quiero que me llame mi madre en cuanto lo encienda", dijo Jason mientras sostenía el móvil con fuerza. De ninguna forma iba a prestárselo.
"¿Cómo? ¿Tienes el móvil apagado? Jason, ¿acaso eres un niño de tres años? ¿Cómo puedes hacer algo tan estúpido? Si tu familia llama a la policía, ¿no crees que pensarán que te he secuestrado? ¡No quiero que me causes más problemas!" Cuando Anna escuchó que su móvil estaba apagado, en realidad se asustó un poco.
Ayer, en un acto de humillación, la madre de Jason quería entregarle un cheque para que no viera más a su hijo. Si se enteraba de que su precioso hijo estaba con ella otra vez, ¡la haría pedazos!
"Anna, no saben que estoy aquí. Te prometo que cenaré y me iré. Tengo muchas ganas de comerme las albóndigas de Eleonora. Ella es tan buena que no entiendo por qué ahora tengo que tener una cuñada nueva que ni siquiera me gusta" Al pensar en ella, Jason se sintió muy confundido.
Realmente no entendía el mundo de los adultos.
Así que pensó para sí mismo: "¿Por qué su hermano era tan malo con Eleonora aunque ella fuera tan buena?"
Entonces Jason recordó que cuando Eleonora todavía formaba parte de la familia Lance, le vio un gran moretón en el brazo.
Y cuando él le preguntó qué le había pasado, se le saltaron las lágrimas al decir que se había tropezado con algo por accidente.
Sin embargo, Jason escuchó claramente la voz dominante de su hermano en la habitación, discutiendo con Eleonora.
Al principio, Anna estaba un poco descontenta con el hecho de que Quentin se llevara a Eleonora. Pero ahora, se irritó aún más cuando Jason la mencionaba tanto.
"Tienes que preguntárselo al sin vergüenza de tu hermano. ¡Es un b*stardo, un completo b*stardo! ¡¿Cómo puede haber gente buena en la familia Lance?!" Cuando Anna pensaba en Quentin, solo quería maldecirlo.