Capítulo 41
1209palabras
2022-08-11 09:21
Quentin se levantó, encendió un cigarrillo y luego abrió un cajón.
Eleonora lo escuchó y, al segundo siguiente, algunas páginas cayeron a su lado.
"Léelo, y entenderás por qué puedo hacer esto".
Eleonora recogió las hojas y las leyó apresuradamente. Aquel documento resultó ser un acuerdo matrimonial, el cual decía que cuando se casaran, ella mantendría una relación con él voluntariamente. Además, se estipulaba que ella no podía romper el contrato de manera unilateral.
Lo que era aún más odioso, y definitivamente incoherente, era que estaba firmado por ella.
Ante esto, Eleonora ignoró el intenso dolor en su cuerpo y se sentó erguida. "Quentin, yo no firmé esto. No lo hice. ¡Estoy segura!".
El hombre inhaló tranquilamente su cigarrillo y exhaló un leve humo.
"Eleonora, por favor, ¿ni siquiera reconoces tu propia letra?".
Ella volvió a mirarlo detenidamente, y aunque era verdad que aquella firma le pertenecía, no era tan tonta como para firmar un acuerdo tan injusto.
"El día de la firma de divorcio, el abogado Cobb te lo entregó, y tú lo firmaste sin leerlo", explicó Quentin para luego encoger sus hombros y mostrar una sonrisa maliciosa.
"¡Claro que no!", refutó incrédula.
"Este documento estuvo mezclado con el acuerdo de divorcio. Evidentemente, estabas tan ansiosa por separarte de mí, que lo firmaste sin leerlo en ese momento". El joven Lance le acercó su rostro y la miró desmesuradamente con sus fascinantes ojos.
"¡Esta es otra de tus estúpidas bromas, ¿verdad?!". La mujer rompió el documento en pedazos y lo arrojó a la cara de Quentin.
Ella pensó que aquello lo pondría furioso, pero él se limitó a mirar los restos por toda la cama y a reírse a carcajadas. "Rómpelo. ¡Es solo una copia!".
La ira de Eleonora se convirtió pronto en una profunda impotencia. "Quentin, ¿no me diste tu palabra? Me dijiste que me dejarías ir y te divorciarías de mí".
"Pero nunca dije que terminaríamos nuestra relación después de nuestro divorcio. Eleonora, te lo he dicho hace mucho tiempo. Nosotros podemos terminar nuestra relación por completo cuando me canse. Sin embargo, me parece que no me he cansado y, lo que es más importante, he descubierto que estoy en un estado de disfunción".
Ella lo miró confundida y murmuró aturdida: "¿Dis... función? ¿Qué quieres decir?".
Quentin apagó la colilla, se vistió elegantemente y dijo; "Después de resolver este problema de disfunción sexual, consideraré dejarte ir. De lo contrario, ¿cómo puedo cubrir mis necesidades fisiológicas?".
Eleonora se sonrojó de inmediato cuando entendió a qué se refería su ex esposo sobre la disfunción. No obstante, ¿no se rumoreaba que él era un playboy? ¿Cómo era eso posible? Esto solo podía ser una mentira.
"Por favor, Quentin, si quieres engañarme, al menos hazlo bien. ¿Cómo que eres una persona con disfunción?". Ella no pudo evitar pensar en su feroz actuación de hace unos minutos, lo cual ponía en tela de juicio su afirmación.
Lógicamente, el hombre entendía a lo que se refería. Por lo tanto, extendió su mano, acarició su mentón, se acercó a su rostro y dijo claramente; "¡Tú eres la única excepción! Así que más te vale que estés dispuesta a acostarte conmigo en cualquier momento".
Al escucharlo, ella se mordió los labios y exclamó; "¡Ni siquiera lo pienses!".
El joven Lance limpió suavemente la sangre de los labios de Eleonora. "Por favor, no te muerdas de nuevo. ¡Es desgarrador para mí mirarlo!".
Era difícil imaginar lo divertida que sería esta frase, ya que la dijo con un rostro serio.
Además, ¿en verdad sentía pena por ella? ¿Cómo podría ser eso posible? Si no tenía compasión por ella, excepto por su ilimitada exigencia. Después de todo, ella no era más que una herramienta para que él descargara su ira.
Cuando Quentin se vistió, el teléfono sonó de repente.
"Ya veo. Cancelaré el vuelo y tomaré un avión privado. Por cierto, ¡envía a dos personas a la villa de Jinxiu Bieyuan de inmediato!".
Al colgar el teléfono, miró con frialdad a Eleonora, quien estaba envuelta en una sábana de seda, casi acurrucada.
"¡Levántate y prepárame el desayuno!", le ordenó de pronto.
La mujer lo regañó en su corazón. ¿Cómo podía pedir desayuno cerca del mediodía?
Además, ¿por qué tenía que hacerlo? Ella no era una niñera.
Como respuesta, le puso los ojos en blanco, pero él fingió no verlo.
"¡Rápido!", insistió.
"Sal de la habitación. ¡Me vestiré!".
"Está bien... ¡Tonta!", le dijo antes de retirarse con el ceño fruncido.
Cuando vio que él se había ido, entró al baño lo más rápido que pudo y se lavó con fuerza durante un largo rato.
En tanto regañaba en silencio a Quentin por lo pervertido que era, se duchó lo más rápido que pudo.
Al cabo de un rato, escuchó una voz ruda procedente del exterior. "¿Acaso te has muerto? ¡Te he dicho que tengo hambre!".
La chica se secó rápidamente su cuerpo, se vistió y bajó las escaleras. Por supuesto, maldijo a su ex esposo una y otra vez en su interior. "¿Por qué no te mueres de hambre?".
El hombre se recostó perezosamente en el sofá de la sala y leyó el periódico, mientras Eleonora fue a la cocina.
Naturalmente, ella estaba muy familiarizada con este lugar.
Cuando abrió el refrigerador, comprobó que todavía quedaban algunos huevos, tomates y algo de tocino que había dejado hace dos días.
Entonces, decidió hacer fideos con tomate y huevo.
Así, en menos de 20 minutos el desayuno estaba listo.
Eleonora llevó la comida humeante a la mesa y gritó con impaciencia; "¡El desayuno está servido!".
Al escucharla, Quentin dejó el periódico y se acercó.
Incluso la comida más simple le era muy apetecible si estaba preparada por su ex esposa.
Para ser honesto, después de irse por solo dos días, él no solo la extrañaba físicamente, sino que su estómago también la echaba de menos.
Después de emborracharse la noche anterior en el crucero, la sopa de jengibre hecha por los sirvientes le recordó a Eleonora.
Era una simple sopa de jengibre, pero. ¿cómo podía haber una diferencia tan grande entre ellas?
La forma de comer de Quentin era muy educada. Aunque comía rápido, no perdía la elegancia en absoluto.
A decir verdad, esta era la primera vez que ella lo vio comer su comida.
Obviamente, él ya había comido antes lo que ella preparaba, pero en todas esas ocasiones, Eleonora se había ido del comedor. Ahora, estaba de pie junto a la mesa y lo observaba atentamente mientras comía.
Por una razón desconocida, en ese momento, sintió una repentina ternura en su corazón.
Entonces, una duda se le vino a la mente. Si no hubiera rencor entre ellos, ¿serían una buena pareja?
Pero, ¿cómo podía ser? Si no hubiera resentimiento entre ellos, tal vez nunca se hubiera casado, y ahora no tendrían tanto dolor.
Aquella absurda idea concluyó con un suspiro.
Por su parte, Quentin se limitó a comer los fideos muy seriamente. "¡Haz otro tazón!", le ordenó cuando acabó el que tenía.
Ella no se atrevió a descuidarlo, así que le sirvió los fideos que quedaron en la olla.
"Sigue comiendo. ¡Yo ya me voy!". Eleonora puso el tazón frente a él y estaba lista para irse.
"¿Qué? ¡Claro que no! Te vas al extranjero conmigo esta tarde".