Capítulo 14
718palabras
2022-08-10 10:34
El viernes se cumplían seis meses de la muerte de la madre de Eleonora.
Los compromisos de la empresa no le permitieron a Anna acompañarla al cementerio, por lo que Eleonora tuvo que irse sola.
Compró un hermoso ramo de flores blancas, una combinación de lotos, claveles y lirios.
Cuando estaba viva, su madre amaba ese color.
Al llegar al cementerio, Eleonora caminó lentamente entre las lápidas hacia a la tumba de su madre. Al acercarse, se encontró con un ramo de crisantemos blancos frescos.
Incluso había un poco de incienso ardiendo frente a la tumba y una fina humareda se arremolinaba. Se notaba que la persona que lo había puesto, tenía poco de haberse retirado.
Sin pensarlo demasiado, supo que momentos antes Simon Balton había estado ahí.
La chica se acercó, tomó el ramo de crisantemos con enojo y lo arrojó con fuerza al suelo.
"¡Causaste la muerte de mi madre y tienes el descaro de venir hasta aquí! Cuando ella te vea, seguramente el infierno arderá de nuevo. No sé qué cara dura tienes para venir a verla. ¿Por qué no tuviste el coraje para hacerle frente a la familia Lance?". La chica se mordió los labios y contuvo las lágrimas que estaban a punto de salírsele.
¿Por qué habría venido aquí? ¿Cómo podía ser tan insolente para venir al cementerio? Si no fuera por su culpa, su madre no se habría muerto tan rápido.
Eleonora gritó maldiciendo: "¡Simón, te odio!".
Esta frase la había repetido cientos y miles de veces en su mente, pero ahora la gritaba a todo pulmón.
Ella siempre tuvo la impresión de que sus padres se habían amado mucho. Incluso cuando su madre tuvo problemas de salud, él la cuidó muy bien. Llegó a pensar que era la niña más feliz del mundo. Pero hace un año, finalmente se dio cuenta de que en realidad era un hipócrita.
Su mundo perfecto se derrumbó estrepitosamente.
Hubo un momento en que su padre parecía haber desaparecido, lo que ocasionó que su madre se deprimiera y finalmente cayera enferma.
Momentos antes de la muerte, su madre tomó la mano de Eleonora con fuerza y le repetía una y otra vez: "Tu padre definitivamente no es así, me debe una explicación. Seguramente tuvo algunas dificultades. Por favor, si me muero, búscalo y pregúntale si tiene algún secreto que no pudo decirme. Teníamos un trato y debíamos enfrentarlo todo juntos".
Hasta el momento en que murió, su madre estuvo mirando hacia la puerta del hospital y no quería cerrar los ojos.
Eleonora sabía que esperó a ese hombre infiel hasta el último minuto.
Pero al final nunca apareció.
Su madre murió llevándose esa pena.
Las semillas de odio estaban enraizadas en el fondo de su corazón roto.
Y ahora, ¿a qué c*rajos vino hasta su tumba? ¿Acaso estaba arrepentido?
¡Su madre simplemente no lo necesitaba!
Amorosamente, Eleonora acarició la foto que estaba frente a la tumba.
En esa foto lucía tan joven y hermosa.
Ella sonreía dulcemente y parecía que miraba a Eleonora en silencio.
"¡Mamá, te extraño tanto!". La chica sollozó.
En ese momento, detrás de un ciprés, no lejos de ahí, había una presencia silenciosa.
Un hombre de mediana edad estaba recargado en la cajuela de su coche. Lloraba inconsolablemente, tanto que las lágrimas se derramaban sin cesar.
Sabía que en esta vida, su esposa y su hija nunca lo perdonarían.
Miró el cuerpo delgado de Eleonora arrodillado frente a la tumba. Le dieron muchas ganas de salir corriendo y abrazarla con fuerza. Pero, ¿con qué cara iba a hacerlo?
Quería hablar con ella sobre la amargura que guardaba en su corazón, pero ¿acaso lo escucharía?
Por su culpa, su esposa murió y, de paso, lastimó profundamente a su hija.
Tenía muy claro que nunca podría volver a mirarla de nuevo.
También por su culpa Quentin se había casado con ella.
Hace más de un año, se paró afuera de la iglesia donde se estaba casando con ese hombre. Se mantuvo lejos, le hubiera gustado detenerla, pero no pudo.
No podía permitirse que siguieran amenazando a su única hija.
Ya había perdido tanto a su hijo como a su esposa, dejando sola a Eleonora. No podía darse el lujo de perder también a su pequeña. ¡No podía perderla!
Resignado, Simon se secó las lágrimas.