Capítulo 55
2681palabras
2022-09-01 15:00
Salgo de la oficina de mi hermano mayor y voy directamente a casa para hacer lo que me pidió.
Como la pierna me sigue doliendo, le escribo a Mateo preguntándole si puede ayudarme a hacer las maletas y en menos de cinco minutos aparece en mi puerta.
Esta vez me lo llevo todo. O por lo menos todo lo que tiene valor para mí. Recuerdos, mi colección cámaras que Carlos rescato, ropa, libros, todo mi maquillaje, cremas, accesorios, etcétera.
Mi closet queda vacío por completo.
—¿Quieres que también empaque la cama? —pregunta Mateo con sarcasmo al ver todas las maletas y cajas.
—No. La cama que tengo en el apartamento es incluso mejor que esta. Pero créeme, si pudiera, me llevaría la bañera. —suspiro— voy a extrañar mucho mis baños de burbujas.
—Hay cosas que no cambian, ¿verdad? —sonríe.
—No. —le devuelvo la sonrisa.
Subimos todo al auto de mi padre, que fue traído desde la casa de mi hermano por un empleado de la empresa.
Al llegar al apartamento me sorprende el orden inmaculado que hay en él.
“Yo no lo deje así. De eso estoy segura.”
—Así que, aquí es donde en realidad te estuviste escondiendo de mí.
—Si —admito—, pero no fue la única razón por la que me mude, así que no te creas tan importante. —ambos estamos de buen humor y nos burlamos el uno del otro mientras desempacamos mis cosas.
Yo me encargo de organizar la ropa y Mateo de las cajas con mis objetos personales.
Camina por el pequeño espacio siguiendo mis indicaciones y colocando cada cosa en el lugar que considero conveniente.
—¿Y esto? —Mateo va hacia donde yo estoy con una guitarra en la mano— ¿Vino con la casa o te volviste guitarrista mientras no estuve?
—No puede ser... —mi corazón se contrae y no puedo dejar de mirar el instrumento musical que desentona en las manos de un hombre que no es su dueño— Él se ha estado quedado aquí —hablo conmigo misma, pero Mateo escucha claramente mis palabras.
—¿Qué quieres decir? —no sé si de verdad no entiende o solo está en negación. Pero se ve confundido.
—Esa guitarra es de Alex. —lo admito porque no tiene sentido mentir.
—¿Ese hombre se ha estado quedado aquí mientras tú no estás?
—Al parecer sí —al igual que Mateo, trato de entender por qué Alex aria algo así. Mil ideas me rondan por la cabeza, pero Imaginarlo aquí, solo, con la única compañía de su guitarra y sintiéndose miserable por no poderse comunicar conmigo, solo sirve para que me sienta muy, pero muy culpable—. Yo… le di una llave hace días… —comenzó a explicarme. Sé que no es mi obligación hacerlo, pero el rostro de Mateo se descompone a tal punto, que cambia de color y varias líneas de expresión en su frente se profundizan.
—Espera… ¡¿Qué tú que?! —y por primera vez en la vida, mi dulce Mateo, alza la voz contra mí— Iv… Yo entiendo que te guste, que incluso estuvieran comenzando una relación o lo que sea que ustedes tuvieran, ¡pero no por eso deja de ser un desconocido! ¿Cómo se te ocurrió darle la llave de tu casa a alguien que conoces hace dos semanas? A mí me diste una, meses después de que comenzamos a ser novios. Y éramos amigos desde la infancia. ¿Qué carajos paso por tu cabeza para hacer semejante estupidez?
—¡Oye… no me hables así! —puede que hasta cierto punto tenga razón, pero no le voy a permitir que me trate de esa forma.
—No puedes quedarte aquí. —Mateo tira con rabia la guitarra sobre la cama y comienza a devolver mis cosas a las maletas.
—¿De qué estás hablando? —camino tras el arrebatándole mi ropa y devolviéndola al armario.
—Seguramente él va a volver por sus cosas y tú vas a estar aquí sola.
—¿Y? ¿Crees que Alex me va a hacer daño o más bien no confías en mí? —Mateo se detiene y me observa en silencio por unos segundos—. ¡Por Dios! Esto es ridículo.
—No lo conoces Ivana…
“Ivana. No, Iv… En serio está enojado, y no solo eso… Está celoso, porque hasta este momento, Alex solo era una historia, ahora puede ver lo real que ha sido.”
—Eso no me sirvió mucho cuando alguien que conozco desde los tres años me manipulo y mintió hasta destrozar mi vida —me defiendo—. O cuando mi hermano, con quien he vivido siempre, casi me mata en un ataque de ira por unas putas llaves. ¿De qué sirve conocer a la gente? ¿A? Uno nunca encuentra a la misma persona, ni siquiera en la misma persona.
—Entiendo. Las personas que quieres te han fallado, y yo me incluyo en ellas. Jamás voy a perdonarme haber caído tan fácil en la red de mentiras que tejió Juan. Pero eso no es una excusa para que te expongas de esta forma.
—Si Alex quisiera hacerme daño… —niego con la cabeza, porque no puedo siquiera imaginar algo así— Ha tenido muchas oportunidades. Pero siempre me ha cuidado y sobre todo, me ha respetado. Ha sido honesto conmigo, incluso cuando la verdad es incómoda.
—Parece que se te olvido muy rápido lo de la chica en el bar… —la cara de mi amigo, diagonal, exnovio, diagonal, casi algo; es cada vez más roja.
—Eso… no es lo que pensé… Además, Alex y yo nunca estuvimos en una relación formal.
—¿Qué no estaban en una relación formal? —los ojos de Mateo están a punto de salirse de sus órbitas— ¡Pero si viven juntos! —y finalmente explota en un grito.
Estoy aturdida.
No sé cómo lidiar con un Mateo iracundo. Sus manos son la manifestación de su rabia. Las tiene empuñadas, como si en ellas contuviera una gran fuerza destructora, e intentara con todo su ser no dejarla salir.
Es la primera que me habla así. Y él es tan… grande y musculoso que podría partirme a la mitad si así lo deseara.
Por instinto y debido a lo sucedido ayer, comenzó a retroceder asustada.
—Solamente se quedó aquí un par de noches, y conmigo solo una. —intento justificarme, pero solo empeoro las cosas.
El rostro de Mateo se descompone y yo comienzo a llorar aterrada por el desconocido que tengo al frente.
“Si el golpe de David casi me desangra, uno de Mateo me envía derecho al hospital si no es que me mata primero.”
No sé qué ve él en mi rostro, pero el suyo pasa del rojo al blanco en cuestión de segundos. Relaja sus manos y camina hacia mí.
—Iv…
—¡No! No te me acerques. —las lágrimas no dejan de correr por mis mejillas y mi pecho sube y baja con violencia intentando retener un poco de aire.
—¡Por Dios! Amor, perdóname —intenta acercarse otra vez, pero yo retrocedo hasta toparme con la pared y el no insiste. Se sienta en la cama y esconde su rostro en las manos— Soy un idiota. Esto no debería estar pasado —dice en voz baja mientras mira al suelo, pero luego me da la cara y al ver que la ira de sus ojos es reemplazada por lágrimas, me relajo un poco— Todo esto es una punta mierda. Tú y yo deberíamos estar en Australia, decidiendo en qué lugar del mundo pasar el verano. Estudiando en el día y haciendo el amor en las noches. Yo debería ser con quien compartieras un apartamento, deberían de ser mis cosas las que estén aquí, las llaves que tiene ese tipo, las debería tener yo. En el momento que supe que no viajarías, debí subirme a un avión y volver. Todo es mi culpa. He estado tan enojado con todos, y ahora exploto contigo. Pero te perdí, y es mi culpa…
El corazón se me hace chiquito al verlo llorar. Solo lo vi así una vez. Cuando sus padres le dijeron que debía irse a Australia.
Con algo de recelo, camino hacia él, me acomodo entre sus piernas y lo abrazo. Mateo rodea mi cintura con sus brazos y esconde su rostro en mi vientre. Acaricio su cabello en un intento de darle consuelo, pero su respiración se vuelve más pesada y el abrazo más fuerte.
—Perdón. Perdón. Perdón. —me ruega entre sollozos.
—Tranquilo. Yo también desearía que las cosas hubieran sido diferentes, pero no podemos hacer nada.
Mateo afloja su abrazo, se levanta y toma mi rostro entre manos. Con los pulgares limpia mis lágrimas y yo hago lo mismo con él.
—Vuelve conmigo Iv. —me susurra rozando mis labios
—Eso es lo que estamos intentando…
El sonido de la puerta abriéndose nos interrumpe y mi sangre se congela al ver a Alex tieso como una momia en la entrada.
Me alejo de Mateo tan rápido, que la rabia vuelve a poseer sus hermosos ojos azules. Pero ahora solo puedo pensar en Alex. No puedo ni imaginar lo que está pensando al encontrarme así.
Si yo estuviera en su lugar me volvería loca.
Corrección.
Ya estuve en su lugar y me volví loca.
—Lo siento. No sabía que estabas aquí. —La voz de Alex se siente como hielo seco.
—Esta es su casa ¿Por qué tendría que pedir permiso para venir? —Le responde Mateo sin disimular su disgusto.
Yo solo veo la escena en silencio porque mis cuerdas vocales están hechas un nudo.
—He estado viniendo, esperando que regresaras —lo dice mirándome e ignorando a Mateo—. La última vez dejé mi guitarra y quise venir por ella antes de que tú volvieras.
—Demasiado tarde. —le vuelve a responder Mateo.
—Sí. Ya veo. —dice Alex, pero aun con su mirada fija en mí.
Miro a Mateo, y en silesio le imploro que se tranquilice. Tomo la guitarra que está en la cama y camino hacia Alex para entregársela.
—¿Estás bien? —me pregunta en voz baja cuando estamos cerca y yo solo afirmo con la cabeza porque no logro encontrar mi voz.
“Si me veo como imagino que estoy, y conociendo a Alex. No va a creer que estoy bien.”
—Si quieres que me quede, dímelo.
Le entrego su instrumento y cuando nuestras manos se tocan, todas las células de mi cuerpo lo reconocen y reaccionan como la primera vez que lo tuve tan cerca esa tarde en el camerino.
Mi labio inferior comienza a temblar y agacho la cara.
“No puedes ponerte a llorar Ivana. Ya tomaste una decisión. Déjalo ir.”
—Muy bien… —concluye mi estrella de rock ante mi silencio.
Alex me da la espalda y se marcha, pero antes de que llegar a la puerta, Mateo lo interrumpe.
—Oye… Deja las llaves.
Mete la mano al bolsillo y saca el juego de llaves, lo aprieta tanto que sus nudillos se vuelven blancos, luego las deja en la mesa al lado de la puerta y termina de salir sin mirarme una vez más.
“Si decides volver con el yo me hago a un lado.”
El eco de su voz me tortura.
“Se fue… Y no va a volver.”
La realidad me golpea con el poder de una avalancha y no puedo contener más las lágrimas.
—No vas a volver conmigo —dice Mateo tras de mí—. No quería admitirlo, pero desde ayer lo supe. Quise aferrarme a nuestra historia. Me convencí que si pasábamos tiempo juntos ibas a darte cuenta que no importa cuando hemos cambiado, si nos seguíamos amando lo íbamos a superar. Pero ayer en tu casa, noté la forma en como lo miras. Esa mirada que solo estaba reservada para mí, ahora le pertenece a él. No me cabe en la cabeza como pudo pasar tan rápido, pero así no lo admitas, estás enamorada de ese hombre Iv. Yo ya no tengo espacio en tu vida.
—No digas eso. —me vuelvo histérica. El pecho me duele y el único modo que tengo para describir lo que siento, es que alguien cogió un martillo y me golpeo justo en el corazón dejándolo destrozado en cientos de pedazos.
“Los voy a perder a los dos.”
No puedo parar de llorar y corro a los brazos de Mateo.
—Te amo. —le digo esperando que me crea.
—Lo sé. Pero tu misma lo dijiste. Ya no es lo mismo. Cambiamos, sobre todo tú. Cambiaste tanto que te enamoraste de alguien más. Y yo no quiero luchar contra eso. Ya he sufrido mucho por ti. No puedo intentar estar contigo mientras me tortura la idea de que piensas en él cuándo te beso o cuando te hago el amor. Tengo que dejarte ir.
—No puedes volver a hacerme esto. No puedes sacarme de tu vida otra vez. Eres mi mejor amigo, mi familia y el amor de mi vida. No quiero perderte. Te prometo que Alex y yo termínanos…
—No terminaron Iv, porque ni siquiera han tenido la oportunidad de estar juntos. Esa es la verdad y tú lo sabes. Estás así, rota, porque te duele alejarte de él. Si yo no hubiera estado aquí, estoy seguro que le hubieras pedido que se quedara. Y está bien. Ninguno de los dos pidió esto, pero fue lo que nos tocó. Y no te preocupes, no vas a perderme. Hace años te prometí que si las cosas entre nosotros no funcionaban, íbamos a seguir siendo amigos. Sé que rompí esa promesa antes, pero ahora te hago una nueva. Solo dame tiempo y te prometo que voy a encontrar la forma de volver a ser tu amigo.
—No. No te creo… tú vas a irte y te olvidarás de mí. Por favor no me hagas esto otra vez. —le suplico porque no soporto que se aleje. No puedo pasar por esto de nuevo. Yo era consciente de que las cosas podían terminarse definitivamente, pero nunca he querido perderlo. Él siempre ha sido más que mi novio y ni siquiera cuando estuvimos enojados lo di por perdido. Pero algo me dice que ahora las cosas son diferentes. Si se marcha, no lo voy a volver a ver, va a rehacer su vida y yo solo seré un mal recuerdo.
—Iv. Entiéndeme por favor. No puedo dejar que vuelvas a mi vida sabiendo que amas a alguien más o ser solo tu amigo como si entre nosotros no hubiera pasado nada. Terminamos. Ahora de verdad lo acepto. El ciclo sé cerro y yo voy a necesitar tiempo para asimilarlo y superarlo. Y no voy a poder hacerlo si estás cerca y veo como sufres o ríes por alguien más. No puedo ser tu hombro cuando necesites llorar. Ni aconsejarte de forma sensata. No puedo ser tu amigo Iv. No mientras te ame. Eso me haría un masoquista y un hipócrita. Y no quiero terminar como Juan. Tú lo dijiste. El tiempo que estuvimos sufriendo fue real y las decisiones que tomamos nos llevaron a estar en donde estamos ahora. No podemos hacer nada al respecto. Pero por favor créeme, lo voy a intentar. Algún día vamos a poder ser amigos. Te prometo que voy a estar en contacto, tanto como pueda. No solo contigo, también voy a estar pendiente de Sam y Dilan. Pero lo mejor es que vuelva pronto a Australia, la distancia me va a ayudar. Ya lo hizo una vez. Ahora que tengo las cosas claras, sé que va a ser más fácil.
No sé qué decir y que no suene egoísta.
Pedirle que se quede y me dé tiempo para superar a Alex, no sería justo para él. Sobre todo, porque no creo que eso sea una tarea fácil.
Tampoco puedo presionarlo para que acepte ser mi amigo porque eso solo lo lastimaría y terminaríamos en la misma dinámica que tanto odie con Juan.
Lo único que me queda es aceptar sus palabras y guardar la esperanza de que, en un futuro no muy lejano, Mateo vuelva a ser parte de mi vida y que nuestra historia de amor sea uno de esos recuerdos que traen felicidad y paz cuando se piensa en ellos.
Con un último beso y abrazo me despido de mi primer amor y este se marcha de mi casa dejándome sola y pensando en cómo reconstruir los pedazos de mi corazón.