Capítulo 50
1301palabras
2022-08-28 15:00
La noche está comenzando a avanzar y nosotros continuamos desnudos en el sofá de mi hermano, hablando, comiendo, viendo fotos, riéndonos de nuestras anécdotas y besándonos de vez en cuando.
Estar con Mateo es demasiado fácil y familiar. No me cuesta nada olvidarme momentáneamente del resto del mundo.
Pero es bien sabido que nada puede durar por siempre…

—Tienes que llamar a tu mamá —me recuerda— Carlos fue muy insistente con eso cuando me entrego tu nuevo teléfono.
—Ya sé… —me quejo, pero acepto que es horade volver a la realidad— También debo llamar a Sam.
—¿Cuándo vas a volver?
—Supongo que darle más largas al asunto no tiene sentido. Así que, si no tienes prisa, me doy una ducha y volvemos juntos.
—¿Y tu auto?
—Luego envió a alguien por él.

Mientras volvemos a casa, hago las llamadas pendientes.
Primero a mamá, que reacciona de una forma exagerada al escucharme mejor, me ordena que la mantenga informada, por si recaigo en mi tristeza, y que no repare en pedirle a Carlos lo que necesite.
Sam también se emociona al enterarse, que vuelvo a la ciudad. Me cuenta que esta noche tiene una cita, no me da muchos detalles, pero me hace prometerle que dormiré en su casa, porque, según ella, tenemos mucho de qué hablar.
Por último, llamo a mi hermano mayor.

—Ya te estabas tardado. —me dice, apenas responde el teléfono.
—Es tu culpa por enviar a un mensajero tan sexi —le guiño un ojo a Mateo que sonríe mientras conduce a mi lado—. Estuve distraída hasta este preciso momento.
—No necesitas ser tan específica. —su tono de su voz es diferente al neutro y frío que tanto lo caracteriza— ¿Ya estás mejor?
—Si… gracias.
—¿Y mi casa?
—Quedo más limpia que un quirófano.
—Eso ya lo veremos.
—Deje el auto de papa. ¿Puedes pedirle a alguien que lo recoja?
—Sí. Mañana envió al mensajero de la compañía. —Carlos es así, efectivo, acostumbrado a solucionar problemas. Antes pensaba que mi hermano era un aburrido, pero entre más me voy convirtiendo en adulta, puedo ver los beneficios de tener cerca a una persona como él.
—Muy bien… y gracias por el teléfono… pero espero que no me vayas a salir con que este es mi regalo de cumpleaños.
Carlos es el peor comprando regalos. Siempre encuentra una forma para salir de la situación. Una vez, el auto de mamá se descompuso cerca al día de las madres, y él decidió que, llevarlo al mecánico y pagar por el arreglo, era el regalo perfecto. Me reí por días, pues no tenía ningún sentido porque de igual forma mamá iba a tener que enviar su coche al taller. Y por eso siempre lo vigilo en este tipo de fechas, mi cumpleaños y navidad. Además, mantengo comunicación con Ángela, para que sea ella quien me compre algo lindo o por lo menos, no permita que mi hermano me obsequie un cupón.
—Ese teléfono es el más caro del mercado. —se disculpa como siempre hace, pero conmigo no va a poder. Mi hermano tiene mucho dinero y no lo gasta, así que yo lo entreno para que la futura señora Ferrer no deba vivir con un codo como marido.
—No te pedí que lo compraras. Pensaba hacerlo yo misma apenas volviera de mi retiro espiritual. Si quieres te lo pago, tengo dinero para eso, pero tú, vas a sacar el tiempo para al menos entrar a una tienda virtual y comprarle algo lindo y significativo a tu hermana menor.
—Te ahorré el tiempo y el dinero de comprar algo que necesitas… eso también puede ser un obsequio.
—Los que necesitan que yo tenga un teléfono son tú y nuestra madre para mantenerme vigilada. Yo estaba muy feliz desconectada del mundo. Un buen obsequio debe ser, emocional, personal, creativo o algo que realmente la otra persona necesite y que no pueda conseguir por sus propios medios.
Carlos se queda en silencio al otro lado de la línea. Me lo imagino maldiciendo en su mente porque su plan, de timarme con un simple celular, no funciono.
—Muy bien —dice finalmente— ¿Qué quieres de regalo?
A mi lado, Mateo sonríe al ver mi expresión de victoria.
—Pues mira… —jugueteo con mis palabras porque no pienso ponérsela fácil— Estuve pensando y, ya que tú no vives en tu casa… podrías dármela a mí —Mateo me mira confundido, yo coloco mis ojos en blanco y así entiende que estoy bromeando—. Solo hay que cambiar los muebles porque tu decoración me deprime.
—No te voy a dar una casa de cumpleaños Ivana —pobre bebe grande, nunca ha entendido el sarcasmo—. Usa la mía cuando quieras. Puedo darte acceso parmente a ella y un espacio en el armario para que guardes tus cosas, pero los muebles se quedan dónde están.
—Qué aburrido eres. —digo finalmente, y aunque estaba bromeando, la oferta es tentadora. Algún día mi contrato de alquiler se va a terminar y me gustaría seguir viviendo sola. Sobre todo, ahora, que estoy replanteándome todos mis planes de vida.
—¿Cuándo llegas?
—En una hora más o menos.
—Muy bien. Voy a intentar estar en casa antes. Tenemos que hablar de David. —Carlos vuelve a su voz de abogado acusador y eso me pone en alerta, aún más, si se trata de nuestro otro hermano.
—¿Cómo? ¿Ahora qué hizo?
—Cuando nos veamos, te explico.
Imagino que puedo haber pasado, pero de David se puede esperar cualquier cosa.
Yo no sé por qué es así. Ni siquiera puedo describir lo que significa ser como él. No entiendo como una persona que tiene todo para ser lo que quiera ser, se auto sabotea y lastima a quien lo quiere, como si disfrutara del dolor propio y ajeno.
Los pocos recuerdos que tengo de mi niñez, la mayoría son con mis amigos y pocos con mi familia. Aunque, lo más raro de todo es que, cuando hago preguntas sobre algún suceso de esa época, ni mis padres ni Carlos hablan del tema. Pero si he notado que se ponen muy nerviosos cuando pregunto por qué David es como es. Mi hermano mayor me ha dado la misma respuesta cada vez que por culpa de David surge algún problema. “Él siempre ha sido así. Ignóralo.” Y eso he hecho siempre. Ignorarlo a tal punto de a veces olvidar que es parte de mi vida. Suena muy cruel, pero si me encontrara en una situación donde tuviera que donar uno de mis riñones y escoger si dárselo a David o a alguno de mis amigos. No lo pensaría dos veces.
Sam, Dilan y Mateo son mi familia. La que yo elegí.
Ser hermana de David no es mi culpa.
Pero ignorarlo se ha vuelto más difícil con los años. Desde la vez que casi muere. Esa noche entendí que sin importar lo que sienta por él, estamos unidos por algo invisible y poderoso como el viento que en circunstancias determinadas se puede convertir en un desastre natural. Y exactamente eso es mi hermano. Una bomba de tiempo o un huracán que amenaza con destruir todo a su paso.
Quiero pedirle a Mateo que de la vuelta. Regresar a casa de Carlos y quedarnos allí un poco más. Ya tengo suficientes cosas que resolver: Averiguar cómo deshacerme de mis sentimientos por Alex; descubrir si Mateo y yo seguimos funcionando como pareja. Y como si fuera poco, decidir qué voy a hacer con mi vida, con mis sueños y con mi futuro. No puedo sumarle a lista un drama familiar, creo que eso me haría explotar, pero la experiencia me ha enseñado que retrasar los problemas solo sirve para darles la oportunidad de volverse más grandes. Así que, me muerdo la legua y trato de prepararme psicológicamente para todo lo que me espera, al llegar a la ciudad.