Capítulo 34
2439palabras
2022-08-12 15:00
Mi teléfono suena y yo lo ignoro. Una y otra vez, dejo que se vaya a buzón sin siquiera mirar de quien se trata. Alex lo toma y lo apaga.
Desde su pregunta ninguno de los dos hemos hablado.
Cierro los ojos y aparento dormir hasta que llegamos a mi apartamento.

—¿Te sientes mejor? —me mira desde el asiento del conductor y yo niego con la cabeza— ¿Cómo te ayudo?
—Construye una máquina del tiempo, volvamos dos horas en el pasado y convénceme de no ir a ver a Sam.
—Creo que, si eso fuera posible, no serviría de nada. Igual saldrías corriendo a donde fuera con tal de alejarte de mí —responde más para sí mismo, pero igual logro escucharlo y se me hace un hoyo en el estómago al verme descubierta–. No sé qué paso en esa casa, pero presiento que ni Samara ni tu otro amigo te esperaban —giro para ver al hombre a mi lado y me inquieta su actitud. Aún tiene las manos en el volante, a pesar de que ya estamos estacionados y el auto está pagado, solo mira hacia el frente y evita por completo el contacto visual.
Un breve, pero intenso silencio se levanta alrededor de nosotros y yo no sé qué decir. Mi mente está corriendo de un lado a otro y en vez de encontrar una salida, se da golpes con cada muro que encuentra. Pero Alex decide seguir llenando el pequeño espacio con su voz y con una simple pregunta hace que las diferentes voces que me acompañan a diario salgan corriendo y sea solamente yo la que enfrente todo lo que está pasando.
—¿Por qué me mentiste Iv? —Sus ojos por fin encuentran los míos y no quiero sacar ninguna conclusión apresurada de lo que veo en ellos, además estoy demasiado agotada para fingir mis emociones.
—Por qué, tu actitud esta noche ha sido… no sé Alex... Es obvio que estabas incómodo. O más, molesto. Como si no quisieras que fuera amiga de tus amigos. Ustedes como grupo tienen una dinámica muy particular, y yo no encajo.

—¿De qué estás hablando? Si fuera así, no te los hubiera presentado.
—Tú no me presentaste. Julián lo hizo.
—Eso… Lo siento, fue un descuido de mi parte… tenía la mente en…
—No —lo interrumpo porque si continúa hablando esto se va a convertir en una discusión de pareja y no quiero confundirme más—. No me debes ninguna explicación.

—Pero te la voy a dar. Y quiero que me escuches —Alex respira hondo y cubre su rostro con sus manos por un par de segundos para luego continuar—. Mi actitud de esta tarde no tiene que ver contigo… o bueno… sí, pero no era dirigida a ti. —suspira exhausto—. Lo que pasa es que conozco a mi gente, sobre todo a Vanessa. Ella no sabe cuándo cerrar la boca. Y no me malentiendas, es mi amiga y la quiero, pero es de esas personas que no logran registrar el espacio personal de los demás. Y tú… no sé… me ponía nervioso presentártela. Ya ha pasado antes que su personalidad arrolladora aleja a la gente. Incluso creo que, de forma indirecta, tuvo algo de culpa en que Julián y su novia rompieran. No quería que te incomodara. Y eso exactamente fue lo que hizo al presionarte para que fueras al concierto y te unieras al equipo como fotógrafa.
Su explicación me da un poco de tranquilidad, pero solo eso… un poco.
—La personalidad de Vanessa no me asusta, incluso me agrada, igual que todos los demás.
Alex relaja su postura. Lo descubro asintiendo como si tuviera una conversación interna y se estuviera respondiendo alguna pregunta.
Pero yo sigo con muchos interrogantes y como al parecer la voz de mi conciencia decidió apartarse de esta conversación, nada me frena para preguntar…
—¿No quieres que vaya al concierto y tome las fotos? —me cuesta mucho hacer la pregunta y me aterra de igual manera lo que pueda responder, que mi corazón sufre un pequeño espasmo.
—Si es lo que tú quieres, hazlo —su mirada se vuelve a perder en la nada y aunque mi corazón vuelve a la vida, sus latidos lentos me advierten que, si no tengo más cuidado, se va a volver a romper. Pero la terquedad puede más y…
—Eso no fue lo que pregunte.
—Iv…
—No te preocupes —lo tranquilizo inmediatamente por qué no necesito una respuesta para entender lo que todo su cuerpo me grita—. No lo voy a hacer.
Sé que no está bien suponer, pero a veces la actitud dice más que las propias palabras.
Alex no me quiere allí.
Sé que él siente algo por mí. No necesita decírmelo. No sé si ese sentimiento sea suficiente para que cambie de opinión con respecto a nuestra relación, pero sus actos lo demuestran. Le gusto y se preocupa por mí. Si fuera solo sexo desaparecería luego de coger y después llamaría cuando requiriera un poco más de acción. En cambio, habla conmigo, se interesa por mi bienestar y estoy segura de que, si pasamos un poco más de tiempo juntos, compartiríamos algo más que la cama. Pero justo eso es lo que no tenemos. Tiempo…
En dos semanas la banda va a ir a su concierto, y llegando el caso de que no ganen, cosa que veo bastante improbable, por lo que vi hoy sé que van a encontrar la manera de lograr todo lo que quieren.
Ellos van a ser famosos.
Y aunque eso puede pasar en dos meses o en dos años, la mente de Alex va a estar absorta en sus metas y no va a haber espacio ni tiempo para reconsiderar lo que sea que siente por mí. Soy parte de su presente, pero no de su futuro. Él no me ve hay, no me ve a su lado en los conciertos apoyándolo con mi presencia o con mi talento como fotógrafa. Y así eso me rompa el corazón, lo debo de aceptar y cumplir con mi palabra de no interferir con su carrera.
El teléfono de Alex suena justo a tiempo.
Él decide contestar y yo bajo del auto a buscar un poco de aire.
Hoy ha pasado tanto…
No…
Esta semana ha pasado tanto, que se siente como un año.
Mi mente va y viene, entre los recuerdos de lo sucedido esta tarde y no sé cuál me perturba más. Si la cara de Alex cuando escucho a su amiga invitarme al “club de las novias”; la imagen de mis dos mejores amigos teniendo sexo; o la reaparición de Mateo.
Lo primero es algo que me esperaba, pero no por eso duele menos. Lo segundo es algo que voy a tener que superar sentada en el sillón de un psicólogo. Y lo tercero… pensé que podía evitarlo un poco más de tiempo, tal vez prepararme emocionalmente, pero ahora que paso, sé que nunca iba a estar preparada.
“Mateo estaba solo.”
“Hay estás otra vez.”
“Nunca me fui. Solo que a veces no me escuchas.”
—Era Julián —dice Alex tras de mí—. Sam y uno de tus amigos están en el apartamento buscándote.
—¿Qué?
“¿Qué?”
El sabor a bilis me empalaga la garganta. Si tuviera algo más en mi estómago, lo vomitaría en este momento.
“Lo más seguro es que el otro chico al que se refiere Alex es Dilan. Sam jamás se atrevería a presentarse con Mateo.”
—Julián les dijo que no estabas y les dio la dirección. Vienen hacia acá.
—Mierda —digo, mientras me cubro la cara.
Lo único que deseo es que esta noche termine. Pero al parecer, no hace más que comenzar.
“No puedo con esto.”
Las manos se me ponen frías y el corazón se me acelera como si estuviera corriendo una maratón.
—Puedo quedarme contigo. No te ves bien. —Alex se acerca, toma una de mis manos e intenta calmarme. Lo logra por un instante. Su piel y su calor me da un poco de paz, pero los pensamientos me la roban al recordarme que este tipo de cercanía no le conviene a mi confundido corazón.
—No. —digo y suelto su mano al tiempo.
—¿No quieres que me quede? O ¿No estás bien?
—No a las dos cosas.
Evito su mirada confusa y saco mi teléfono. Lo enciendo y comienza a sonar, notificándome veinte llamadas perdidas. Para mi sorpresa no todas son de Sam. También hay de Dilan, Juan, Carlos e incluso David.
—No puedes pedirme que te deje aquí sola en el estado que estas.
—No te preocupes. Voy a llamar alguien para que venga. —entre las llamadas pedidas le doy remarcar a un número.
Alex alza una ceja y su actitud preocupada se convierte en evidente molestia.
El teléfono replica un par de veces y Juan contesta.
—Iv. Necesito hablar contigo —la voz de Juan es urgente, pero ahora hay algo más importante, así que tendrá que esperar.
—Yo también ¿Dónde estás?
—En un bar cerca de la universidad ¿Le paso algo a Sam?
—No. Pero le va a pasar. Lo que te dije la otra noche, que debemos hablar con ella. Pues tiene que ser hoy. Voy a enviarte por mensaje mi ubicación y aquí te espero.
Cuelgo la llamada y con mucho esfuerzo, volteo a ver a Alex.
—El casco y las llaves de mi moto están arriba.
Alex me devuelve las llaves del auto y juntos caminamos hacia el ascensor. Gracias al cielo, es uno de última generación y en cuestión de segundos estamos en mi piso.
Todo es un desastre. Es como si se hubiera formado un pequeño huracán, destinado exclusivamente para destrozar mi hogar.
En cada rincón hay una prueba fehaciente de lo sucedido esta tarde. La cama es como un campo de batalla y entre las sabanas se encuentra agonizante mi aventura con Alex. Porque después de hoy, no estoy segura de querer seguir siendo la amante en turno.
Todos mis amigos están a punto de llegar, así que me apresuro a dar un poco de orden. Lo bueno es, que el lugar es pequeño y lo único que me toma tiempo es hacer la cama
Mientras tanto, Alex busca sus cosas y cuando las encuentras, creo que quiere irse sin despedirse, pero en la puerta se arrepiente.
—Oye Iv. El tipo que apareció cuando salías de casa de Sam es Mateo, tu ex ¿Verdad?
Su pregunta me toma por sorpresa y no me da tiempo de pensar mucho en la respuesta, así que solamente asiento con la cabeza.
Alex se ve decaído, desorientado y angustiado.
—Yo pensé que me estabas evitando porque ibas a reunirte con él… —confiesa avergonzado— Luego vi tu reacción y en vista de que casi nos matas para poder evitarlo, entendí que me lo había imaginado todo, pero… igual quiero que sepas que si decides verlo o arreglar las cosas con él, puedes decirme y yo me voy a hacer a un lado. Solo… no me digas mentiras.
Si tenía alguna pequeña esperanza de que nuestra relación fuera algo más, con estas palabras la acaba de matar.
—Perdón por haberte mentido antes —consigo decir a pesar de que siento como si un hierro hirviendo me atravesara la garganta—. No tengo una excusa para eso, fui inmadura y no va a volver a pasar. —lo digo en serio, porque… ¿Qué sentido tiene? Igual siempre me descubre— Y con respecto a Mateo. Nosotros terminamos hace tiempo y cada quien siguió con su vida. Mi reacción al verlo no… no sé cómo explicarte. Antes de ser novios éramos amigos, y cuando rompimos fue mucho más que terminar una relación. Ambos hicimos promesas que no cumplimos, pero siempre pensé que por lo menos nuestra amistad iba a sobrevivir. Obviamente, fui muy ingenua al soñar con eso. Él decidió sacarme por completo de su vida y aunque a mí me costó mucho trabajo aceptarlo, lo logre y no le voy a permitir que solo llegue a perturbarme otra vez y abrir heridas que me costó tanto sanar. No tienes que hacerte a un lado porque no tengo intención de hablar con él. —término diciendo lo último como un recordatorio de supervivencia.
Alex camina sobre sus pasos y me sorprende con un beso fuerte, lento y profundo. Sus movimientos son contundentes, reclama mis labios como si le pertenecieran, y aunque me
gustaría ofrecérselos y calmar cualquier temor que tenga de que alguien los robe; dejo que continúe tomando de mí lo que quiera. Espero que lea mi mente como lo ha hecho antes y entienda que cada célula de mi cuerpo está rendida a él.
Sus caricias me encienden en cuestión de segundos. Igual que el primer día.
Pone las manos en mi trasero y me atrae hacia él para demostrarme que me desea tanto como yo a él.
Sus labios se alejan y aprovecho para buscar un poco de oxígeno. Alex ase lo mismo y me mira de una forma… diferente. No encuentro al tigre apasionado con el que me he acostado toda esta semana. En su lugar hay algo más, algo que mi mente no acepta, pero que mi corazón masoquista anhela.
—Alex… —el poco sentido común que me queda me da la fuerza para pronunciar su nombre y tratar de evitar lo que está a punto de pasar.
—Ya sé… hoy has tenido suficiente de mí. —da un par de pasos hacia atrás y cierra los ojos.
Sus sentimientos lo están torturando, lo sé por qué yo me siento igual. Pero ninguno se atreve a decir nada, porque eso le podría fin a lo que tenemos y sea lo que sea, es mejor esto que nada.
—No es eso —vuelvo a ponerme cerca de él y acaricio su rostro e inmediatamente su gesto de dolor desaparece—. Es solo que mis amigos no tardan en llegar.
Y como si mis palabras fueran mandato divino, el sonido de timbre nos avisa que alguien está en la puerta.
Me aparto de su lado para ir a ver quién llego, pero antes de abrir volteo a ver a Alex que no se ha movido del lugar en el que lo deje.
—Es Juan.
El nombre de mi ex amigo lo devuelve al tiempo presente y me mira confundido.
—¿Lo llamaste a él?
—No puedo hacerle frente a Sam yo sola. Además, todo este asunto es cosa de los cuatro.
—Entonces es mejor que me vaya.
—Si… es lo mejor —por la expresión de su rostro, estoy segura de que esperaba otra respuesta, pero yo solamente puedo lidiar con un drama a la vez—. Oye… ¿Estamos bien?
—Sí. Estamos bien —responde con una sonrisa que no le llega a los ojos.