Capítulo 33
1738palabras
2022-08-03 07:02
—Iv, por favor —me dice en un susurro— solo quiero asegurarme de que vas a estar bien. Porque cada vez que hablas con tu amiga terminas llorando.
—Esta vez no va a ser así. Además, Dilan me va a estar esperando. No vamos a estar solas. —las mentiras salen cada vez con más facilidad.
—Okey. Voy contigo y te espero en el auto.
“Pero qué terco.”
—Alex, ya nos vamos. —grita Mario.
No sé en qué momento se alejaron los demás, pero ya están cerca de sus respectivos autos.
—Vallan ustedes. Voy a acompañar a Iv.
—Okey. No vemos mañana.
Y todos comienzan a desaparecer.
“Mierda.”
—Ve con tus amigos.
— No.
—Alex.
—¿Cuál es el problema con que vaya contigo?
—Que ya te he involucrado mucho en este asunto. La última vez saliste herido. Y tú no… Alex tengo que resolverlo sola.
—Está usando a Sam como excusa ¿Verdad?
“Carajo. Me descubrió.”
—¿Escusa para qué?
—No sé. Dímelo tú. Desde esta mañana siento que me alejas.
—¿Es serio? ¿Después de todo lo que hicimos esta tarde, tu conclusión es que te alejo?
—Eso solo fue sexo.
“Auch.”
—Sí. Y el sexo es la base de nuestra relación, así que no entiendo cuál es tu problema. —no voy a permitir que se dé cuenta lo mucho que me afectan sus palabras.
—Pensé que tal vez nos estábamos convirtiendo en amigos. —la decepción se instala en su rostro y yo no sé si sentirme bien porque me aprecie como algo más que un juguete sexual, o sentirme mal por confirmar que, para él, no voy a ser más que una amiga.
—Sí. Supongo que todo lo que ha pasado y las conversaciones que hemos tenido, nos convierte en amigos.
—Entonces, ¿por qué no sabía que tu cumpleaños es en quince días?
—Por la misma razón que yo no sabía que tu concierto es en quince días. Alex entre el sexo, nuestras vidas personales y el drama con mis amigos, en realidad, no hemos tenido tiempo de conocernos más haya. Y eso no está mal. Nos conocemos hace apenas una semana. ¡Por Dios! Es tan poco tiempo y han pasado tantas cosas.
—¿Te arrepientes de algo?
—¡¿Qué?! Claro que no. Solo es algo nuevo, para mí.
—¿Por qué no quieres que te acompañe a ver a Sam?
—Ya te dije. No quiero involucrarte más.
Sigue sin creerme.
Sus ojos me leen como un escáner capacitado para descifrar mis más oscuros pensamientos.
—Ya no importa. Mi moto está en tu apartamento. Ya todos se fueron y no traigo efectivo para el taxi. Si tu amiga te necesita urgente, podemos ir primero allí y luego a tu casa. Prometo no intervenir en nada.
“Esto me pasa por seguir los consejos de Dilan y mentir con la verdad. Ahora tendré que ir a ver Sam.”
Podría ofrecerle dinero para su taxi o decirle que podemos ir primero a recoger su motocicleta, pero eso solo serviría para demostrar que le estuve mintiendo todo el tiempo.
Una vez en el auto, enciendo la radio y me concentro en el camino.
Alex voltea a verme de vez en cuando, como si pretendiera decir algo, pero luego se arrepiente y vuelve a mirar la carretera.
Verme forzada a ir a ver a Sam, me hace pensar en que carajos le voy a decir. No quiero hacer esto. No me siento preparada para tener una conversación con ella. Hay tantas cosas que pueden salir mal.
Me la imagino en su cama, llorando, con los ojos hinchados y se me rompe el corazón. No sé cómo es que puedo sentirme bien y mal con respecto al mismo tema. Bueno, tal vez no me siento bien, solo me siento tranquila y liberada, pero igual me siento mal porque Sam se siente mal y hemos compartido tanto en la vida que no puedo solo ignorar su sufrimiento, y menos, si soy yo quien lo causa.
Aparte de la muerte de su padre, solo hubo una ocasión en la que vi a Sam así de triste.
Cuando teníamos 15 años y Dilan nos presentó a su primera novia. En el momento que la chica se fue, Dilan se acercó a Sam y le dijo: “Vez, así es como se ve el cuerpo de una mujer de 15 años, he escuchado a algunas chicas hablar sobre algunos ejercicios y alimentos que hacen crecer las tetas. Deberías preguntarles, por qué a este paso, nunca tendrás novio.” Esa noche fue nuestra primera gran pelea en grupo. Mateo le dio puñetazo, mientras Juan le gritaba lo imbécil que era. Yo agarraba con fuerza la mano de Sam y le susurraba “No llores todavía, no llores todavía”, pero ella no resistió y se fue llorando a su casa.
Estuvo en cama durante semanas, solamente lloraba. Algunos días los pasaba sin comer y otros, sumida en trancones de comida. Le rogaba entre lágrimas que no hiciera eso, que no creyera lo que Dilan decía, pero solo lograba molestarla más. Lo único que la saco de ese estado fue cuando Dilan volvió al grupo, con el rabo entre las patas, porque descubrió a su “novia perfecta” besándose con otro. “Ojalá nunca te crezcan las tetas Sam, porque las chicas con senos grandes son unas zorras”. Y a así fue que empezó. Esa tarde nació Dilan el mujeriego y Sam la acomplejada, a la vez que su relación de amor y odio se comenzó a desarrollar.
Estacionó el coche fuera de la casa.
Todo está muy oscuro y hay demasiado silencio. Pero la luz de la habitación de Sam está encendida y lo único que me queda por hacer es seguir adelante.
—Voy a subir y tratar de no demorarme. Solo quiero asegurarme de que Sam está bien.
—No te preocupes. Has lo que tengas que hacer, yo te espero aquí.
—Okey.
Me bajo del coche y entro a los terrenos de la casa de mi amiga.
Primero digito en el teclado, la clave de acceso y luego busco en una matera las llaves de la casa.
Abro la puerta y todo está en una tenue oscuridad, solo se distinguen algunas siluetas por la luz de la noche.
“No puedo creer que su mamá la deje sola.”
“Y el estúpido de Dilan ¿No podía renunciar a un día de su fin de semana para cuidar a una amiga?”
“Toda esa preocupación que me manifestó al llamarme esta tarde, solo eran una excusa para librarse de la responsabilidad.”
Prendo la linterna de mi celular, porque nunca logre entender, cómo funciona el sistema eléctrico de esta casa.
Subo las escaleras y cuando voy en la mitad, escucho un quejido de dolor que proviene de la habitación de Sam. Aumento la velocidad de mis pasos, la puerta está entre abierta y cuando me dispongo a terminar de abrirla, la escena que veo, me deja clavada en el suelo.
Los quejidos de Sam se vuelven cada vez más intensos, pero no es dolor lo que siente, o bueno tal vez sí, pero no la clase de dolor que te hace sufrir.
Mi amiga lleva puesta su pijama de bata favorita, pero recogida hasta la altura de sus caderas, y sobre ella esta Dilan… desnudo… y penetrándola con vigor.
“Sal de aquí.”
Mis pies no se mueven. Ni siquiera puedo parpadear.
“¡CORRE!”
Mi intención no es quedarme a mirar, pero mi cuerpo no reacciona a las órdenes de mi cerebro.
“¡Carajo! Dilan y Sam, están cogiendo. No quiero ver, no quiero ver”
Pero aquí estoy.
Siendo testigo de cómo mi mejor amiga pierde la virginidad.
Dilan trata de ponerse en otra posición, para seguir con su acto desde otro ángulo, pero al moverse logra verme y en un susurro pronuncia mi nombre. Al hacerlo, es como si presionara un botón de play y me saca de mi estado de pausa.
—¿Qué? —dice Sam sin entender por qué el chico que la penetra, pronuncia mi nombre en vez de el de ella. Pero eso solo dura un segundo, porque sigue la dirección de la mirada de nuestro amigo y me descubre.
Salgo corriendo.
No sé cómo llego al primer piso sin tropezar con las escaleras.
Abro la puerta principal y corro hacia el auto. Alex me espera afuera y se sorprende al ver el estado en el que estoy.
—Iv. ¿Qué pasa? —me pregunta mientras toma mi rostro en sus manos— ¿Sam está bien?
—Súbete. Nos tenemos que ir.
—No, mujer espérate, estás como un papel.
—Alex, en serio, me quiero ir ya. —en mi voz ahí tanta urgencia que me hace caso y camina hacia el asiento del copiloto.
Alguna de las luces de la casa, comienzan a encenderse, y no quiero estar aquí por si a alguno de los dos se les ocurre salir. Pero la imagen de Dilan y Sam cogiendo se vuelve un mal sueño cuando mi peor pesadilla toma forma, y está a solo unos metros delante mí.
“Mateo.”
El aire no me llega a los pulmones.
“¿Cuándo volvió de su casa de campo?”
“Qué maldita suerte la mía.”
Supongo que él también se sorprende al verme, ya que se queda congelado por un rato.
—¡Ivana!
La voz de Sam y de Mateo hacen un coro al gritar mi nombre.
“¡Huye!”
Mi sentido de supervivencia le da un shot de energía a mi cuerpo y termino de subirme al auto, lo enciendo y atravieso el camino como si estuviera compitiendo en una carrera clandestina.
Alex me ruega que me detenga desde el mismo momento en que pisó el acelerador, pero solo le escucho, cuando ya estamos a kilómetros de la unidad residencial.
Estaciono el auto, me bajo y buco un lugar para vomitar.
—Iv… —Alex intenta acercarse, pero le hago una señal para que se detenga. No quiero que me vea en este estado.
Cuando termino de devolver todo lo que he comido en el día, me tomo unos segundos para recuperar el aire.
—¿Te sientes mejor? —pregunta el hombre tras de mí.
—Si, pero mejor conduces tú.
Nos subimos al auto y proseguimos nuestro camino en silencio. Cosa que agradezco. No quiero hablar.
Aunque, la paz me dura poco.
Alex se decide a hablar y hace la pregunta del millón.
—¿Quién es él? —dice en un tono que hasta ahora no había usado.
Permanezco con los ojos cerrados y no respondo su pregunta en voz alta, pero si lo hago para mis pensamientos.
“Él, es el amor de mi vida.”