Capítulo 28
1574palabras
2022-08-09 15:00
Deseo irme con Alex y pasar la noche con él. Y esta vez no es mi cuerpo quien me lo pide.
Quiero acotarme a su lado, aferrarme a su cuerpo y dormir.
Dormir durante todo el fin de semana si es necesario.
Pero eso no es posible. Hoy es la última noche de mis padres en la ciudad, y quieren que cenemos todos juntos, además, me comprometí a llevarlos al aeropuerto en la mañana.
—Ya tengo que irme.
Alex retira las lágrimas de mi rostro y me da un besito en los labios.
—Yo también. Aún tengo mucho por hacer.
Saco las llaves del apartamento de mi bolso y se las entrego.
—Iv. De verdad muchas gracias por esto. Nos estás salvando la vida.
—No exageres. Pero si quieres pagarme de alguna forma, no dejes que Julián ponga su trasero en mi cama. Dile que use ropa interior.
Alex se ríe de mi cometario y asiente con la cabeza.
Cuando estoy en la puerta de mi casa, intento averiguar si Sam ya llego, pero es imposible. Desde este punto, solo puedo ver algunas ventanas de su casa.
“¿Y si le paso algo? No podría perdonármelo jamás”
Tal vez debería llamarla. Pero Alex tiene razón en que necesita tiempo. Seguramente a la última persona que quiere escuchar en este momento, es a mí.
Me tranquiliza pensar que, las malas noticias son las primeras en llegar, y si aún no tengo llamadas de su madre o hermana, es porque debe estar encerrada en su habitación, como hace siempre que se siente mal.
Hago a un lado mis pensamientos y me dispongo a organizarme para la cena de esta noche.
Vamos a un restaurante muy elegante, y aunque no tengo que esforzarme demasiado. Hoy quiero verme reluciente y no dar señales de mi estado de ánimo. Además, maquillarme, peinarme y escoger el mejor atuendo posible para la ocasión, me resultan relajante. Es casi como meditar.
Lo primero que hago es darme una ducha corta para retirar el sudor del día. Me esfuerzo un poco más en limpiar mi cara y dejarla preparada para el maquillaje. Como mi cabello es liso y quiero llevarlo diferente, uso la piensa para hacer risos y me hago unas hondas gruesas que me dejan un estilo muy sofisticado, pero natura. La atención en mi rostro la enfoco en los ojos. Aplico colores vivos; morado, rosado y un toque de amarillo; difumino he íntegro las sombras muy bien y para finalizar, hago una línea negra de gato. Trato de no cargar mucho mi cara con otros productos, solo uso base, un poco de rubor y cello todo con polvos translúcidos. Para finalizar, pinto mis labios con un color salmón que se asemeja demasiado a mi tono natura, y estoy lista para vestirme.
Últimamente me he vuelto muy amante a las faldas largas, y hoy elijo una de color azul casi grisáceo, la tela es de tul, y cae en pequeños retazos, dando la impresión de ser una cascada. De blusa decido ponerme un top de encaje blanco y como en el restaurante va haber ventilación, la acompaño con una chaqueta de cuero blanca. Termino de vestirme colocándome unas sandalias de tacón cuadrado no muy altas y también blancas. Y quedo lista.
“Qué bonita.”
“Es un crimen que solo mi familia vea semejante obra de arte.”
Saco mi teléfono del mini bolso blanco que escogí para acompañar mi atuendo. Miro la hora y aún faltan veinte minutos para salir, así que decido sacar algunas fotografías.
Comienzo con las selfis. Hago una solo de mis ojos, que se ven increíblemente más claros al contrastar con estos colores. Saco otras fotografías frente al espejo y cuando ya decido cuáles publicar en las redes sociales, se me ocurre que tal vez podría quitarme un rato la chaqueta, y mostrar un poco más, lo geniales que se me ven mis bubis con este top.
Me recuesto sobre la cama, y haciendo algunos movimientos, cambiando de Ángulo la cámara, subiendo un poco mi falda y bajando los tirantes de mi blusa; cambio por completo el concepto de la sesión fotográfica y como resultado tengo las imágenes más sexis que me he tomado en la vida.
Pero quiero un poco más.
Me quito el top y como con este estilo de prenda no necesito bra. Mis tetas quedan al aire.
Me vuelvo a colocar la chaqueta y me cubro el pecho solo lo suficiente para cubrir mis pezones. Pongo la cama en automático y tomo una foto.
Por último, dejo la prenda a un lado para cubrirme solo con mi cabello y poso mientras me muerdo el labio inferior.
“Perfecta.”
No lo pienso mucho. Selecciono las últimas fotografías y se las envió a Alex.
Su respuesta llega antes de que logre vestirme de nuevo.
Alex:
“¡Por favor mujer! ¿Qué necesidad hay de torturarme así?”
Su mensaje mi da risa y quiero seguir provocándolo, pero la voz de mi madre me saca del pequeño ensueño.
—Ivana, nos vamos. Termina de hacer lo que estés haciendo. Tenemos una reservación y no podemos llegar tarde.
—Ya bajo ma.
Envió un emoticón de beso y le digo que ya tengo que salir.
Alex:
“Okey, ve. Pero entérate de que tus fotografías y yo vamos a tener una pequeña fiesta, y tú no estás invitada.”
—¡Ivana que bajes ya! —vuelve a gritar mi madre.
Guardo el celular y dejo a Alex en visto. Podría quedarme toda la noche hablando con él, pero hay que hacer lo que hay que hacer. Ya mañana será otro día y durante el mes seguirte vamos a poder pasar todas las noches juntos si eso es lo que nos apetece.
“Tal vez podría hacer algo para que se quede conmigo todos estos días.”
“Si claro. Ve. Pídele que se mude contigo después de una semana de conocerse. También podrías declararle tu amor. Y el próximo fin de semana, pedirle matrimonio.”
“No tengo que pedirle que se mude. Solo tengo que hacer una estrategia para que pasemos todas las próximas noches juntos.”
Cuando llego al primer piso y veo a David, mi buen ánimo desaparece.
Al verme, se sube en la parte de atrás del auto de mis padres, con la expresión agria que tanto lo caracteriza.
No pienso compartir el mismo espacio con él y mucho menos un espacio tan reducido como el de un auto, así que me dirijo al coche de Carlos y me siento en el puesto del copiloto.
—¿Y ahora a ese que le pasa? —le pregunto a mi hermano mayor.
—Lo de siempre. El mundo entero está en su contra y todos nosotros conspiramos para hacer de su vida una miseria.
—Que imbécil.
—Solo es David, ignoralo —Carlos siempre tan inexpresivo, le resta importancia a las groserías de nuestro hermano—. Oye. Ya hablé con papá.
—¿Y?
—No ve ningún problema en que vivas sola. Y como supuse, dijo que lo podías hacer, pero sin decirle nada a mamá.
—No me gusta no decirle.
—Papá le va a decir. Cuando ya estén en París.
Puedo aceptar eso. Si hay alguien que pueda hacer entrar en razón a mi madre, cuando se pone histérica, ese es papá.
El resto del camino la pasamos escuchando música. Carlos me deja reproducir mi playlist y viajamos en calma hasta llegar al restaurante.
La cena sale mejor de que espero, pues siempre que David aparece. Las cosas tienen un final inesperado y desastroso.
Mi padre y Carlos hablan de cosas de la oficina. Mi hermano va a quedar a cargo de todo. La empresa no va a sentir la ausencia de nuestro progenitor con mi hermano mayor al frente del equipo.
Mi madre y David discuten algo por lo bajo. Él se ve igual de molesto que hace un rato y mamá se ve torturada.
Si estuviéramos en casa, intervendría para que deje de hacer lo que sea que hace. Pero en un lugar público. No. Solo empeoraría todo.
En vista de que no estoy invitada a ninguna de sus conversaciones. Saco mi teléfono y le escribo a Alex.
Yo:
“¿Disfrutas las fotos?”
Alex:
“Disfrutaría más si estuvieras aquí. ¿De verdad no puedes escaparte?”
Yo:
“Lo siento. No.”
Espero por un rato que Alex me envié otro mensaje, pero no pasa.
La cena llega y la conversación se vuelve más amena.
—Oye pa. —digo para llamar la atención de mi padre—. Si algún día decido trabajar en la empresa. ¿Podría despedir a Anderson?
—Ivana… —mi papá sonríe y me mira como si yo no tuviera remedio—. Anderson es muy buen empleado. Es brillante y su futuro es muy prometedor.
—Pero es una persona horrible. Y Carlos lo sabe, si quieres pregúntale.
Papá mira a mi hermano en busca de alguna respuesta y aunque es obvio que no quiere opinar, por respeto a nuestro padre, lo hace.
—Es eficiente.
—¿Cómo que eficiente? ¿Y qué hay del respeto? —pregunto alzando la voz— Tú oíste como me trato ayer. Es un hombre despreciable.
—Y tú no eres una dulce cereza, hermana.
Pongo un trozo de carne en mi tenedor y me lo meto a la boca. Lo fulmino con la mirada y me atraganto para mejor no hablar más.
“Deshacerme de ese gusano va a ser más difícil de lo que pensé.”
Después de un rato de silencio, en donde cada uno se concentra en sus platos, mi celular suena y abro el mensaje por debajo de la mesa.
“¡Oh! Por todos los dioses.”