Capítulo 23
2049palabras
2022-08-06 15:00
Al primero que le cuento mi plan de irme a vivir sola, es a Alex.
Estoy tan emocionada por la expectativa que genera una nueva experiencia, que el primer nombre que se viene a la mente es el suyo.
—¿En serio te llevas tan mal con tus hermanos, que prefieres huir? —me pregunta mientras hacemos un pícnic en la zona verde.

Desde ayer en la noche, hicimos planes para vernos en el receso que tengo a las diez de la mañana. Yo estoy en clase desde la ocho y Alex tiene su primera clase a los doce. Así que decidió venir dos horas ates para poder vernos.
—Con Carlos no, pero es una persona ocupada. Él en realidad no vive en nuestra casa, ya tiene 32 años, y su residencia está a las afueras de la ciudad. Es un hombre serio, independiente y siempre ha sido de pocos amigos, incluso más que yo. Pero como trabaja en la empresa de mi padre, prefiere quedarse con nosotros entre semana y así ahorra tiempo a la hora de transportarse a la oficina —estoy acostada en una manta mirando los pequeños rayos de luz que se filtran entre las hojas de los árboles, mientras le cuento mi vida personal a Alex. No sé si este tipo de cosas estén permitidas es las relaciones libres, pero quiero creer que, aparte de ser amantes, también somos amigos y que, si algún día esto termina, por lo menos podríamos conservar la amistad—. Por otro lado, tenemos a David. Tiene 25 años y es un dolor de cabeza. Es completamente diferente a Carlos. Es sociable, fiestero, rebelde, indisciplinado no escucha a nadie; por alguna razón, no me soporta y siempre se tienen que hacer las cosas como él dice. Y así podría seguir toda la tarde narrándote el desastre que es mi segundo hermano. No entiendo por qué se comporta de esa manera. Nuestros padres nos han educado a los tres de la misma forma.
—Los padres se encargan de enseñar y de hacer su mejor trabajo, pero independientemente de eso, son nuestras decisiones las que nos convierten en las personas que somos. Cuando decidimos que clase de música escuchar, como vestirnos, en quien confiamos, que leemos, en que invertimos nuestro tiempo libre. Todo eso nos construye o nos destruye.
Alex tiene la capacidad de dejarme embrujada cuando habla. Su tono de voz es tan fuerte como un rayo. Y sus explicaciones del como él entiende la vida, hacen que se disipe una neblina en la que no sabía que estaba sumergida.
—Sí. Supongo que eso tiene mucho sentido. Y esa es otra razón por la que quiero irme a vivir sola. Por lo menos durante un mes. Quiero probar, que puedo hacerlo. ¿Sabes? Uno de mis mayores sueños es estudiar en el extranjero y viajar por el mundo, tomar fotografías y algún día, ser una exitosa directora de cine.
—Y ¿Por qué no lo haces?

—¿Quieres que me vaya a vivir a otro país? —intento evadir su pregunta, porque no quiero confesarle el motivo que me hace permanecer aquí.
—Si eso te hace feliz. ¿Quién soy yo para impedirlo? Yo también tengo sueños grandes. Y como ya te dije. No dejo que nada ni nadie interfiera con ellos. Así que puedo entenderte muy bien. Salir de mi hogar y venir a esta ciudad, fue un gran reto. Incluso sigue siéndolo, no es fácil estar lejos de la familia. Pero la satisfacción que produce hacer las cosas por uno mismo y ver los resultados, es indescriptible.
—Lo sé. No creas que mis padres me malcriaron. Sí, es cierto que ellos han pagado todos mis estudios, ropa, salud, alimentación y ponen un techo en mi cabeza. Pero siempre han tenido la filosofía de que, si queremos algo, tenemos que conseguirlo nosotros mismos. Por ejemplo, todas mis cámaras y equipo fotográfico lo he pagado yo. Al igual que mi teléfono. Esa es la razón por la que aún no tengo auto. Si mis padres quisieran, me lo hubieran comprado a los dieciséis como hicieron las familias de mis amigos. Pero dijeron que no. Que si quería un auto yo debía comprarlo o usar los de la familia.
—Wow. Supongo que tus padres no nacieron ricos.

—Nop. —su conclusión me sorprende— ¿Cómo lo dedujiste?
—Recuerdo que me dijiste que ellos construyeron tu casa y la empresa desde cero.
—Sí, creo que te lo dije.
—Es bueno lo que hicieron con ustedes. La mayoría de los chicos de la universidad son unos niños mimados que no pueden hacer nada útil por sí solos. La gente así me deprime.
—¿Por qué?
—Porque nada es para siempre Iv. Ya te lo había dicho. De la misma forma en que dinero llega, se puede ir. Una persona que siempre lo ha tenido todo no sabe vivir sin nada. Pero una persona que nunca ha tenido nada y lo consigue todo. Sabe cómo caer y volver a levantarse.
—Bueno, entonces supongo que mis padres si han hecho lo correcto. Pero si te soy sincera me he enojado muchas veces cuando me dicen que no pueden darme algo que en verdad deseo.
—Es normal. Yo también me enojaba con los míos cuando me decían que no. Pero la vida se encarga de enseñar todo lo bueno que hay tras esos “no”
Los dos nos quedamos callados.
He tenido mucha suerte al tener los padres que tengo. Y por eso no quiero mentirles. Pensaba en solo irme de casa cuando ellos tomaran el avión, pero no es justo. Si me descubren, mi mamá se pondrá como loca y mi papá se decepcionara bastante. Además, se trata de madurar. Y alquilar un apartamento a escondidas no es muy maduro de mi parte.
—¿Qué pasa? —me pregunta Alex al notar que me fui a otro mundo.
—Que tenía un plan, pero ahora no creo que sea tan bueno.
—¿Ya no te vas a ir a vivir sola?
—Sí. Eso quiero. Pero iba a hacerlo sin decirle a mi familia.
—¿Y cómo piensas pagar todo lo que conlleva vivir sola?
—Ya te dije que sé conseguir mis cosas. Tengo mi propio dinero. Soy fotógrafa de eventos, me pagan muy bien y como casi no tengo gastos, mis ahorros son bastante considerables.
—Entonces ¿Cuál es el problema?
—Que no creo que mi madre lo permita. Nada más ayer tuvo un ataque de pánico porque Martha, la señora que no ayuda en la casa y que nos ha criado a los tres, también se va a ir de viaje. ¿Puedes creerlo? Todavía piensa que necesitamos una niñera. Mi mamá es especial. Ella nos da libertad, no enseño a ser independientes, pero le cuesta soltarnos. No puedes siquiera imaginarte como se puso cuando Carlos compro una casa a las afueras de la ciudad. Lloro por días. Luego se enojó con él. Cuando mi padre trato de defenderlo también se enojó con él. Es más, sospecho que esa es la razón principal por la que mi hermano no termina de mudarse.
—¿Y es la razón por la que tú no has ido a estudiar a otro país? —vuelve a preguntar Alex.
—La verdad es que no —si evado la pregunta otra vez, se vería muy raro—. Pero eso es otra historia.
Nuestra conversación profunda termina así. En vista de que yo no estoy dispuesta a seguir tocando el tema de mi vida personal, Alex no continúa haciendo preguntas.
Caminamos juntos hasta la entrada de la zona verde como la última vez.
En las dos horas que pasamos juntos, solo hablamos, y la mayoría del tiempo, sobre mí. No hubo besos, ni caricias. Pero lo que en realidad me está comenzando a molestar, es que no me importa. Hablar y conocernos de esta manera es algo incluso más íntimo que el sexo. Y estar con él de cualquier forma se siente tan… bien.
No puedo negar que me gusta, pero…me asusta.
No lo quiero echar a perder.
—¿A qué horas vas a ir a ver el apartamento? —me pregunta cuando ya estábamos a punto de llegar a lugar donde debíamos separarnos.
—Mi última clase termina a las dos de la tarde. Pensaba ir en el momento que saliera de la universidad, pero primero quiero hablar con mis padres.
—Qué te parece sí, depende de lo que te digan tus padres, yo te acompaño a ver el lugar.
“¿Quiere que veamos apartamentos juntos?”
—La verdad, estoy muy segura de que van a decir que no.
—No pierdes nada con preguntar. Y si dicen que no. Cuando tu hermano te saque de quicio, puedes quedarte conmigo.
“Ahí por dios…”
—¿De verdad? —pregunto más sorprendida que emocionada.
“No puedo creer que me lo esté proponiendo en serio. ¿Qué clase de señales son estas? ¿No se supone que solo somos amigos con derecho, o algo así? “
—No pongas esa cara —dice algo incómodo por mi expresión—. Sé que compartir el mismo espacio con Julián puede ser algo difícil. Pero créeme, te acostumbras.
“¿De verdad cree que Julián es el problema?”
“¿Y qué ahí con lo de, solo sexo y nada de dramas?”
“¿A caso no se da cuenta de que vivir juntos, así sea por unos días, es un camino directo al drama?”
—No es necesario. —respondo tratando de sonar casual, aunque me gustaría quedarme con él, no quiero que piense que estoy perdiendo el norte de nuestra relación—. No me gustaría incomodarlos, a ninguno de dos. Si mis padres dicen que no, y algo pasa con mis hermanos, siempre puedo ir a quedarme con Sam.
La cara de decepción de Alex con mi respuesta me deja mucho en que pensar.
“¿Y si quiere algo más que sexo y no sabe cómo decirlo?”
“No te subas a esa nube Iv. Él fue claro con sus intenciones desde un principio.”
“Pero ¿Y las señales?”
“Solo son fantasmas. Estás viendo lo que quieres ver.”
—Okey. Solo quiero que tengas más de una opción.
—Gracias. Igual, si mis padres dicen que sí, me gustaría que me acompañaras. Tener una segunda opinión sería genial.
—No. No importa. yo me autoinvite. Seguro prefieres ir con Sam. –Alex se pone serio y evita mis ojos.
“¿Son celos lo que acabó de presenciar?”
—Sam no sabe que me quiero ir a vivir sola —lo tranquilizo y no puedo ocultar la gracia que me causa su actitud—. Solo te lo he contado a ti y hasta que no hable con mis papás, prefiero mantenerlo así.
Alex hace un sonido con su garganta y sigue evitando mi mirada, como si intentara esconder algo.
—Muy bien. Entonces espero tu llamada.
Su actitud me resulta muy tierna. Está avergonzado. Y mi rechazo seguro lo incómodo aún más.
“Tal vez…”
No quiero que se sienta así. Quiero que este igual de cómodo conmigo que como yo lo estoy con él.
Doy un par de pasos para quitar la distancia que hemos mantenido todo este tiempo y lo rodeo con los brazos.
Mi beso lo toma por sorpresa, pero me corresponde sin titubear.
Nuestros labios se mueven lento, como si en vez de besarnos nos acariciáramos. Alex pasa sus dedos por mi cabello y toda mi piel se eriza.
Me presiono más a su cuerpo y él abandona mi cabello para rodear mi cintura.
El beso es apasionado… pero, es mucho más. No lo siento solo en mis labios y entre pierna. Las sensaciones se dispersan y hacen un vacío en mi estómago que provoca que mi corazón se acelere.
“Mierda…”
Me separo de Alex. Veo su rostro tan perfecto y hermoso igual de confundido que el mío.
—Es mejor que me vaya a clase. —Alex se acomoda su cabello, y lleva sus hombros hacia atrás como si intentara recuperar la compostura.
—Sí. Yo voy a hacer lo mismo.
Y así, cada uno coge por rombos diferentes. Mientras camino, muerdo mis labios y saboreo la sensación que me dejo Alex.
El corazón se me arruga porque presiento que voy a terminar estropeándolo todo.
“Lo bueno es que, si te enamoras de Alex significa que superaste a Mateo.”
“Pero no estoy enamorada de Alex. Es solo que…”
Separar el sexo de las emociones no es tan fácil. Pero yo lo voy a lograr.
No voy a volver a cometer el mismo error de siempre y entregar más de lo que recibo.