Capítulo 19
1816palabras
2022-08-05 15:00
—¿Paso algo? —Alex interrumpe mi pequeño estado de shock.
“Aún sigue con ella.”
“Y no solo eso. Es tan seria su relación, que la trae al otro lado del mundo, para presentársela con su familia.”
No sé qué sentir. Miro al hombre que está de pie frente a mí, con el que veinte minutos atrás, tuve el mejor sexo de mi vida.
Aunque no somos nada, me gusta, y estoy contenta con la relación que tenemos.
No debo sentirme incómoda con el mensaje de Sam, Mateo y yo somos historia, cada uno tiene su propia vida. Él con su Afrodita y yo con mi Estrella de rock.
La noticia me hubiera destruido un par de días atrás. Pero, ahora estoy bien. El refrán que dice “corazón que no ve, corazón que no siente”, se aplica a la perfección en mi caso. Mientras evite, de todas las formas posibles, ver a Mateo, voy a seguir estando bien.
—No. Todo está bien. —Le respondo a Alex mientras guardo mi celular y todas mis emociones.
—Bueno —No queda muy convencido con mi respuesta, pero como siempre, no insiste—. Yo ya terminé. Si, estás lista, podemos irnos.
—¿Y a dónde vamos?
—Si te parece bien, podemos ir a mi apartamento y pedir algo de comer… la verdad muero de hambre.
—Si. Una pizza sería excelente.
—Entonces, no hay nada más que decir.
Tardamos un poco en salir porque las llaves de la galería se me perdieron.
Dejamos todo en perfecto orden y nos aseguramos de no dejar ninguna evidencia de nuestra gran aventura.
Salimos y nos dirigimos al apartamento de Alex.
Es la primera vez que viajo en una motocicleta y a pesar de que solo son par de calles, me siento muy nerviosa.
El apartamento es más grande y ordenado de lo que me imaginaba. Todos los muebles son negros, y las paredes blancas; en vez de cortinas, hay persianas; en el lugar donde se supone que debe ir el comedor, hay una batería eléctrica, un bajo y una guitarra. La cocina es pequeña, pero muy bonita, todos sus cajones blancos, una barra que sirve como mesa. Alrededor de la sala, puedo ver tres puertas que imagino, son las habitaciones y un baño.
La verdad me intimida un poco estar en zona de hombres.
Una de las puertas se abre y Julián, el roomie de Alex, sale en ropa interior.
—¡Hey hola! —saluda muy alegre. Creo que ni siquiera se percata de que esta semi desnudo— Disculpen las fachas, pero el calor me está derritiendo.
—¿Y qué pasa con el aire acondicionado? —pregunto Alex.
—No sé, esa chatarra parece tener vida propia. Y está empeñado en jodernos.
Julián tiene razón. Al comienzo no lo sentí debido al viaje en motocicleta, Pero ahora que han pasado algunos minutos. También quisiera quitarme todo lo que llevo puesto.
Los chicos, muy amables, me ofrecen una Coca fría. Alex pide la pizza y mientras llega, me dan un tour por su hogar.
Lo primero que me muestran es la habitación de Julián. Es como entrar a un apartamento diferente. Es evidente que el orden inmaculado que vi en la sala y la cocina, no son gracias a él. Su cama es un lío; hay ropa por todas partes, pero, sobre todo, hay libros, todos en diferentes partes; en la mesa de noche, en el suelo, en el escritorio. Es como una pequeña biblioteca, con una cama en la mitad.
—Este es mi lugar feliz —dice Julián con orgullo.
—¿Te has leído todos esos libros? —pregunto asombrada.
—Sí. Bueno, en realidad no todos, pero si la mayoría. Tengo un sistema de rotación. Los libros nuevos están en el estante. Mientras los leo permanecen en el escritorio. Luego pienso si vale la pena volverlos a leer. Los que casi no me gustan, los dono o los revendo. El resto se convierten en parte del paisaje. Y a pesar de que pueda parecer un desastre, sé dónde está cada uno de ellos.
—Wow —de verdad estoy muy sorprendida. Yo me considero una persona intelectual, a la que le gusta leer, pero no creo que en mi joven vida haya leído más de30 libros.
—Julián es un esnob de la literatura. Incluso estudia dos pregrados, música y filología hispánica. —dice Alex, orgulloso de su amigo.
—¿En serio? —pregunto sorprendida—. Yo apenas y sobrevivo con una carrera.
—Cuando termine la prepa, no tenía claro que hacer. Me gustaban ambas cosas y decidí estudiar las dos, por lo menos hasta que el cuerpo y la mente me lo impidieran. Y aquí estoy, nueve semestres después, y más animado que nunca.
—Quien lo diría, tu amigo es una buena influencia. —le digo a Alex felicitándolo— Tú —ahora señalo al dueño de los libros—, te llevarías muy bien con mi amiga Sam, es igual de nerd.
—Yo no soy nerd —responde ofendido— solo me gustan los libros.
—¿Qué te parece si seguimos con el recorrido? —Alex pone una mano en mi cintura para sacarme de la habitación de Julián. Al llegar a la puerta se voltea y mira a su amigo de arriba a abajo—. Y hermano… ponte algo más decente.
—Si uno no puede andar desnudo en su propia casa qué sentido tiene la vida.
—Entonces quédate desnudo en tu habitación, hacer sentir incomoda a Iv.
—A mí no me importa. —trato de sonar graciosa.
—Vez. A ella no le importa.
—Bueno, pero a mí sí, al único que va a ver desnudo es a mí, así que vístete…
Alex toma mi mano y me lleva a su habitación. Apenas entramos cierra la puerta tras él. Observo con detalles todo lo que ahí a mi alrededor. Es tan minimalista como su forma de vestir. La cama es grande, tendida de forma impecable. En su escritorio solo esta su portátil y un par de libretas; frente a la cama hay un piano electrónico y sobre él, un televisor en la pared.
—¿Cómo haces para compartir el baño con alguien como Julián? —pregunto sorprendía. No me cabe en la cabeza que dos personas tan diferentes, puedan vivir juntas.
—Tenemos reglas. Sé que suena algo ridículo, pero cuando vives con alguien, los límites son necesarios. Además, es muy simple, los espacios comunes son zona neutral y deben estar ordenados.
—No veo como lo pudiste convencer de algo así, se nota que el orden no es fuerte.
—No lo convencí. Él no mueve un solo dedo, pero es quien paga para que Sarita, una dulce señora, venga tres veces a la semana y ordene todas las cosas. Créeme, esto no se ve siempre así.
—Igual es muy bonito, mejor de lo que me imaginaba.
—¿Y qué te imaginabas?
—Pues, he estado en apartamentos de estudiantes antes, y son bastante pequeños. Hasta llegué a pensar que ustedes dominan en un catre o colchones inflables.
—Jajajaja —la risa de Alex es hermosa—. Oye, ¿En serio me veo tan mal?
—No, pero como te dije, ya he visto otros apartamentos, incluso en este mismo edificio y la mayoría son como te los describo.
Mientras hablamos, Alex se queda en la puerta, sé cruza de brazos y se ríe de todas mis suposiciones frente a la vida de los estudiantes que vienen de otras ciudades o que están becados.
Nos quedamos en silencio un rato. Me pongo inquieta y comienzo a merodear por la habitación. Siento como los ojos de Alex me siguen. El calor se vuelve más intenso y creo que no tiene nada que ver con el defectuoso aire acondicionado. La energía entre Alex y yo no se ha disipado después de nuestro tan esperado encuentro sexual, y eso me alegra. Me pone muy feliz seguir sintiendo tal deseo, porque eso significa que no es algo momentáneo.
En su cuarto hay una ventana. Saco la cámara de mi bolso y tomo varias fotografías. La vista desde un piso 24 es fenomenal.
Mientras contemplo las luces del centro de la ciudad, unas manos grandes y sexis, comienzan a acariciar mi cintura.
—Te dije que no había terminado contigo. —el dueño de las manos me susurra al oído.
Me volteó y le doy la cara. Coloco mis brazos alrededor de su cuello y me dispongo a besarlo, pero nuestras intenciones de continuar lo sucedido en la oficina del profesor Jose, se frustran por el grito de Julián.
—¡Hey, llego la pizza!
Alex ríe en voz baja.
—Es mejor que salgamos.
—¿Es que no puede recibirla él?
—No, odia la comida chatarra, no puede ni olerla. Siempre come cosas hechas en casa. Si queremos pizza, tenemos que salir nosotros por ella.
—Está bien. —lo suelto a regañadientes y él sale primero de la habitación.
Yo me dispongo a seguirlo, pero mi teléfono suena.
Tengo miedo de que sea Sam con más detalles que no me interesa saber, sobre la llegada de Mateo. Pero, para mi buena suerte, es mi madre.
—Hola, mamá. —trato de sonar lo más relajada posible.
—Ivana, ¿Ya viste la hora? ¿Por qué no has llegado a la casa?
No voy a decirle la verdad.
Mi madre no es intensa con los novios, ni con las salidas, pero si le gusta estar informada. Ella hace muchas preguntas y al igual que con Sam, no quiero responder nada que tenga que ver con Alex.
—Estoy en casa de Sam, mamá.
—Entonces ¿Por qué no me llamas? Ya te he dicho, que no tengo problema con que salgas, siempre y cuando…
—Sepas donde estoy —termino su frase porque es algo que me ha repetido mucho.
—Exacto, y si no te gusta que te repita las cosas, entonces…
—Obedece y punto… si mamá, perdón. Estuve muy ocupada en la universidad y luego quede en venir a casa de Sam porque Mateo llego de sorpresa.
—Pensé que ustedes dos ya no eran amigos.
—Si, pero ya sabes cómo es Sam. Siempre encuentra la forma de juntarnos a todos.
—Jumm, bueno. ¿A qué horas vienes?
—No sé. Tarde o quizás, me quede aquí.
—Vez que fácil es. Una simple llamada o un mensaje y las dos somos felices. Yo no me preocupo y tú sigues tranquila con tus asuntos.
—Voy a tener más cuidado la próxima vez.
—Si, ya he escuchado eso antes.
—Bye, ma.
—Dale un abrazo a Mateo de mi parte.
—Aja —y cuelgo.
Odio mentirle a mi mamá. La verdad no recuerdo haberlo hecho antes de una forma tan descarada, pero no hay forma en que pueda explícale que estoy en la casa de mi nuevo amigo sexual.
Inmediatamente, le escribo a Sam, para que me cubra.
Yo:
Si mi mamá o cualquiera de mi familia pregunta, dices que estoy contigo.
Sam:
¿Y dónde estás?
Yo:
¿Me vas a hacer el favor o no?
Sam:
Sabes que sí. Solo estoy preocupada
Yo:
Pues no te preocupes. ¿Puedo quedarme a dormir contigo?
Sam:
¡Claro! No sé ni para que preguntas.
Yo:
Okey. Entonces, cuando todos se vayan, me avisas.