Capítulo 18
2335palabras
2022-08-04 15:00
Caminamos juntos por un rato, pero luego cada uno toma el camino a su respectiva facultad.
A pesar de lo sucedido y de que fue incómodo para mí. El hecho de haber hablado tan abiertamente de lo que ambos queremos y esperamos de la relación, hace que todo sea menos dramático. Reflexionando un poco en ello, puedo estar segura de que, si hubiera pasado con otra persona, estaría llorando y sintiéndome estúpida por haberme comportado de una forma tan lanzada.
Cuando llegó al aula de clase, me siento junto a Sam, quien comienza a pedir detalles del encuentro con Alex, pero yo sigo firme con el plan de mantener el tema solo para mí. Y más ahora, que está más clara la posición en la que ambos nos encontramos. Si trato de explicarle a mi amiga la clase de relación que planeo tener con Alex, podría morir en el intento. Sam jamás aceptara algo así. Para ella las cosas son blancas o negras. La escala de grises solo está hecha para los mediocres.
Fracaso en intentar concentrarme.
Todo mi cuerpo reclama la presencia de Alex. Siento el eco de sus caricias y besos en la piel.
Lo necesito.
La expectativa de saber lo que puedo llegar a sentir en el momento que los dos podamos entregarnos por completo, hace que mi mente viaje a otro tiempo y espacio, recordando lo que ya fue e imaginando lo que va a ser.
Y por otro lado, una voz que decidí callar hace tiempo, comienza a levantarse otra vez.
“Mateo”
No puedo mentirme, ni hacerme la tonta. En un par de horas él va a estar muy cerca. Y aunque mi plan sigue siendo ignorarlo lo más que pueda. Esa parte de mí. La que siempre lo busca en redes sociales, esperando que, por algún milagro de la vida, me desbloquee. Se pregunta, lo que pasaría si nos reencontráramos. ¿Sería algo mágico y nos daríamos cuanta que el amor nunca nos dejó? O en vez de amor, solo queda resentimiento y dolor por parte de ambos.
“Tengo que lograr concentrarme. Hacer lo que deba hacer para evadir mis pensamientos. O voy a terminar volviéndome loca.”
Al terminar la clase, Sam se marcha rápido.
Con un gesto de incomodada, me informa que Juan la está esperando en el parqueadero de la universidad, para irse juntos.
—No tienes por qué decirlo como si me estuvieras pidiendo disculpas. —le digo tratando de tranquilizarla— Él sigue siendo tu amigo y yo jamás te voy a pedir que escojas entre los dos. Además, ya es costumbre que los martes te vayas con Juan o con Dilan, sabes que yo debo quedarme en la galería.
—Si, pero no deja de ser raro. Igual, sabes que nos vamos para… —si incomodidad me comienza a parecer algo graciosa.
—La bienvenida de Mateo —termino la frase por ella—. Sam, tranquila, puedes decirlo. Que yo quiera evitarlo no lo convierte en Lord Voldemort.
—Solo quiero evitar decir algo inapropiado y que te vuelvas a enojar conmigo.
—Al principio puede ser difícil, pero lo único que tenemos que hacer es hablar con sinceridad y respetar a la otra. Yo no tengo problema con que menciones a Mateo. Lo que si me genera incomodidad es que quieras arreglar mi relación con él o pretendas forzarme a hacer algo que no quiero.
—Ok… voy a tenerlo en cuenta.
—Ahora ve. No hagas esperar a Juan. Sabes que no le gusta.
En el cuarto oscuro, me toma aproximadamente dos horas terminar de revelar las fotografías para mi proyecto.
Y durante todo ese tiempo, mi mente navega de un lado a otro, imaginando que estaría haciendo mi ex amigo y ex amor en ese momento.
“Tal vez este bajando de avión.”
“Seguro ya se encontró con Dilan.”
“Deben de ir en el auto, peleando por la clase de música que van a colocar en el camino. Dilan insistirá en poner reguetón, y Mateo peleará para poner mejor algo de rock”
“¿Será que tengo un fetiche con los hombres rockeros?”
“Nooo, solo es una coincidencia. A Simón le gusta la electrónica y el reguetón. Si lo ponen a escuchar rock, preferiría lanzarse por una ventana."
“Siii, pero Simón no cuenta”
“Claro que si”
“Claro que no”
“¡YAA!”
“Ahora debe de estar llegando a su casa. Sus padres deben de estar muy felices y sorprendidos”
Sonrió al imaginar la escena. He evitado encontrarme con los padres de Mateo. Pero mi mamá se ha encargado de mantenerme al tanto de la vida de sus amigos. Ellos extrañan mucho a sus hijos y han pensado seriamente en volver a Australia.
Son las 6:00 pm y los alumnos del horario nocturno comienzan a transitar por los corredores.
Camino despacio, hasta llegar a la Galería de Arte. Todo se ve más callado y solitario de lo normal.
Abro la puerta y me saluda un señor que reconozco de inmediato por su particular estilo. Peinado como Albert Einstein, vestido como un abuelo a la moda y su olor particular a pipa.
—Señorita Ivana.
—Profesor José, buenas noches. —le brindo una sonrisa sincera.
Cuando el profesor José me pidió ayuda con la galería, acepte en el instante.
Lo respeto y aprecio demasiado. No podrá negarme a hacerle un favor.
La mayoría de cosas que sé sobre fotografía, las aprendí de forma empírica. Pero debo reconocer que sin la guía y ánimo del profesor José, tal vez mi talendo hubiera caído en saco roto.
—Agradezco su ayuda señorita. Para suerte de ambos, hoy, milagrosamente, varios estudiantes con beca decidieron cambiar su labor social a la galería, y ya casi todo el trabajo está terminado —dice el profesor emocionado por sus nuevos ayudantes. Pero yo comienzo a imaginar que no es coincidencia que precisamente hoy tengamos tanta ayuda—. Yo debo irme ahora a una reunión de la facultad. Su tarea va a ser actualizar la información de las fotografías en exposición. Ya le envié todo a su correo electrónico, así que imprímala y colóquela donde corresponda. Puede usar el computador de mi oficina, uno de los voluntarios está haciendo trabajo de archivo. Si necesita algo, pídale ayuda.
—Muy bien.
—No siendo más, aquí están las llaves. Ya sabe que todo debe quedar debidamente cerrado. Que tenga linda noche.
El profesor sale y yo me dirijo inmediatamente a su oficina para hacer mi trabajo.
Tengo la sospecha de que Alex hizo mi trabajo más fácil para que así podamos pasar tiempo juntos.
“Si algo extraordinario ocurre, prométeme que me vas a llamar.”
Esas fueron sus palabras. Y eso voy a hacer porque la tarea que me dejo el profesor, no va a tomarme más de media hora.
Llego al segundo piso. La puerta de la oficina está abierta. Y entro sin anunciarme.
En el asiento tras el escritorio, ahí un chico hermoso que podría reconocer a metros de distancia.
—¿Tú qué haces aquí? —pregunto a Alex con una sonrisa.
—¿No te conté que soy becado? Tengo que pagar mi labor social de alguna forma.
Su actitud despreocupada me contagia. Además, es obvio que está aquí por mí, y eso me da indicios de que por fin va a pasar lo que tanto he esperado estos últimos días.
Y es justamente lo que necesito ahora.
Alex deja su pose coqueta y me lanza una mirada de animal salvaje y yo me siento como su presa. Se pone de pie y sin darme tiempo de reaccionar, cierra la puerta de la oficina de forma que quedo atrapa entre la fría madera y el cuerpo de aquel hombre.
Sus labios reclaman los míos con apremio. Ahora no hay ninguna restricción. Estamos completamente solos.
Nuestro afán es inmediato.
Los preliminares se van a mierda. Llevamos excitados días enteros, entonces no hay necesidad de ellos.
Lo único que necesitamos uno del otro es por fin terminar con esta tortura.
La urgencia nos lleva a desnudarnos como si nuestra ropa tuviera fuego y en cuestión de segundo nuestra piel se encuentra por fin sin murallas de tela.
Todo comienza a pasar muy rápido.
Alex busca en su pantalón un sobrecito, lo rompe y se pone el condón.
Vuelve a situarse en frente de mí y me atrae a su cuerpo.
Sus manos comienzan a acariciarme con fuerza y bajan hasta encontrase con mi vagina.
—Dios Iv, estás tan húmeda.
—Llevo tres días húmeda. —respondo descaradamente.
—Voy a darte lo que quieres.
Con una de sus manos toma una de mis piernas y la sube mientras con la otra acomoda su miembro en el orificio de mi sexo y me penetra.
El placer que siento es increíble y no me avergüenza gemir.
Alex entra y sale con fuerza.
No hay ni una pisca de ternura. Solo pasión desenfrenad. Urgencia de terminar de una vez con el suplicio. Y sin mucha demora exploto de placer.
“Por fin.”
—¿Quieres que pare? —me pregunta Alex excitado.
—¿Qué? —¿De vedad cree que ya termine?— Claro que no.
Satisfecho con mi respuesta, me sube en su regazo y camina conmigo en sus brazos hasta dejarme sobre el escritorio del profesor.
—Recuéstate. —me ordena.
Le obedezco, y cuando lo hago, él junta mis piernas y luego las sube. Quedo como una “L” y Alex vuelve a entrar en mí.
En esta posición lo siento más adentro.
Nuestras pieles chocan con fuerza y yo siento que me voy a desmayar.
Alex abre mis piernas sin dejar de penetrarme y lleva sus manos a mis pechos, luego su lengua y finaliza con sus dientes. Al morderme los pezones, lo hace con la fuerza suficiente para que el dolor sea locamente placentero. Y es así es, como me corro por segunda vez.
Mi grito de placer es interrumpido por los labios de Alex.
—Shhh. Alguien puede oírnos. —susurra en mi boca mientras me besa.
—No me importa. No pares.
—Esto va a ser más divertido de lo que pensé. —sonríe feliz.
—Deja de hablar y cógeme. —ahora soy yo quien le da órdenes
Alex se incorpora y me toma de la mano. Vamos hacia la silla en donde lo encontré sentado y se acomoda en ella.
—Si quieres más, tómalo. Cogerme tú.
Y acepto gustosa su oferta.
Me siento a horcajadas sobre él. Coloco su miembro dentro y comienzo a moverme de la forma en que he visto a tantas actrices porno hacerlo.
Doy pequeños saltos; muevo mi cadera en círculos y de arriba abajo.
Mientras tanto, el rostro de Alex se vuelve rudo, se muerde los labios y el sudor le da una apariencia tan salvaje, que, con solo verlo, siento como mi vientre se expande.
Sus manos aprietan mis nalgas y me invita a moverme más rápido y lo hago hasta que él se corre y lanza un bufido.
Pero yo quiero más.
Y él lo sabe.
Se levanta de la silla y me voltea de tal forma que mi espada choca con su pecho. Frente a mí está el escritorio. Alex sube una de mis piernas a la mesa y con su mano comienza a acariciar mi clítoris. Con la otra se encarga de mis pezones —él sabe que me gusta que los toque, por eso no ha parado de hacerlo— Y para finalizar me besa. Pero este beso es diferente. Es intenso, salvaje, con legua y dientes incluido.
Lo siento en todas partes, las piernas se me convierten en gelatina.
Es mejor de lo que imagine. Sus manos son todas unas profesionales. Saben cómo y en donde tocar para que la electricidad recorra todo mi cuerpo.
Sé que comparar no es correcto, pero lo que sentí cuando estaba con Simón, no es ni el 1% de lo que he sentido hoy.
—¡Haaa! —y hay esta. Mi tercer orgasmo.
—¿Te gusta te acaricié así? —Pregunta Alex mientras besa mi espalda y yo intento recobrar la cordura.
—Me gustan… tus manos.
—Así que tienes un fetiche con las manos.
—No —le digo tomando su mano con fuerza. —tengo un fetiche con tus manos.
Me volteo para darle otra vez la cara.
Ambos estamos exhaustos. Impregnados del sudor del otro.
“Esto es todo y más de lo que quería.”
Beso al hombre salvaje frente a mí. Un beso largo y apasionado en el que de forma silenciosa le doy las gracias por haber aparecido en mi vida.
Comienzo a sentir como el miembro de Alex vuelve a crecer y dejo de besarlo para tomar un poco de aire.
—Tenemos que parar. —le indico.
—Puedo hacer esto toda la noche.
“Gracias Zeus. Gracias, Gracias, Gracias.”
—Y créeme. No hay nada que desee más —le respondo con honestidad. Si por mí fuera seguiríamos toda la noche—, pero tenemos trabajo que hacer, además hay que eliminar todas las pruebas del delito.
Miramos a nuestro alrededor y nos reímos al ver el desastre que causamos. Ropa por todos lados, hojas, lapiceros, y carpetas regadas por todo el escritorio. Incluso el empaque del condón está en todo el centro de la oficina.
“Me imagino la cara del profesor José, si entrara en la mañana y encontrara todo esto así.”
—Sí. Tienes razón. Por muy divertido que sea esto. Necesito conservar mi beca.
Alex se pone de pie y busca primero mi ropa. Me visto mientras él lo hace. Luego busco el correo del profesor he imprimo toda la información que necesito.
—Voy a la galería y vuelvo en un momento.
Alex me detiene y me besa de nuevo
—No creas que ya terminé contigo.
—Qué bueno, porque tampoco he terminado contigo.
Ambos nos sonreímos con la promesa de seguir disfrutándonos apenas terminemos con nuestras responsabilidades.
Bajo a la galería. Organizo todo tal cual el profesor me ordeno y tardo menos de lo esperado.
Pienso en volver a la oficina y ayudarle a Alex con el desorden, para así salir más rápido de este lugar.
Pero mientras subo las escaleras, mi teléfono suena indicando que tengo un nuevo mensaje.
Sam:
Ella está aquí.
Yo:
¿?
Sam:
Mateo llegó de la mano de “Afrodita”
Lo siento mucho Iv. Tenías razón. Lo mejor es que lo evites.