Capítulo 17
1194palabras
2022-08-04 15:00
El césped se convierte en nuestro nido.
Alex esta sobre mí y sus manos acarician cada rincón que mi ropa le permite. Pero sus intenciones son claras.
Quiere llegar a mis senos.
Sus dedos exploran bajo mi blusa, y como esta vez sí llevo bra, lo mueve hacia un lado para tener acceso a mis pezones.
Entre los besos y las caricias, el aire comienza a faltarme. Pero no me importa.
Abro las piernas para que Alex pueda acomodarse en medio, y así lo hace. Se frota en mi entrepierna y la ropa no es un obstáculo para sentir lo excitado que se encuentra.
Un gemido escapa de mis labios. El calor me sofoca y la ropa comienza a estorbarme como nunca antes.
Me animo a ser un poco más atrevida e imito las acciones del hombre sexi sobre mí. Dejo que mis manos exploren bajo su camisa y siento sus perfectos músculos. Alex se pone rígido con mi tacto y para mi sorpresa, deja de besarme y coloca distancia entre nosotros.
—¿Qué pasa? —pregunto angustiada al pensar que hice algo que no le gusto.
—Me estás volviendo loco mujer. Si no paro ahora, no sé si vaya a poder controlarme. —Su Voz es entrecortada. También le falta el aire.
—Nadie te está pidiendo que lo hagas. —digo, tratando de que mi voz suene coqueta y cortando un poco la distancia que él interpuso.
—Siempre he renegado de las personas que hacen lo que ellos están haciendo —dice señalando a una pareja que, aunque está bastante lejos de nosotros, se nota que están cogiendo. No están desnudos, pero por su posición y movimientos, no dejan nada a la imaginación—. Solo hasta ahora puedo comprenderlos un poco —Dice besándome en el oído —Te deseo tanto Ivana.
—Entonces no te detengas.
Alex repasa mi rostro como si intentara descifrar algo en él.
Yo sostengo su mirada para darle a entender que estoy hablando en serio.
Quiero continuar.
En vista de que él no hace nada, me levantó del césped y lo sorprendo subiéndome sobre él.
Con Alex acostado debajo de mí, siento que tengo el control.
Él quiere esto tanto como yo. Puedo sentirlo en mí entrepierna.
Me incorporo hasta que nuestras narices se tocan y lo provoco. Hago que nuestros labios se rocen, pero no lo beso. Vuelvo a meter las manos bajo su camisa y la subo un poco para ver sus abdominales.
Lo miro y me muerdo el labio para dejarle saber lo mucho que me gusta lo que estoy viendo. Y como si mi atrevimiento no fuera suficiente comienzo a lamerlo como si fuera una paleta.
“Por Zeus, niña, pero que te pasa.”
Nunca en mi vida me había sentido así de cómoda. Con Mateo la inexperiencia me hacía tímida y bastante cobarde. Y con Simón, simplemente me dejaba llevar. Nunca busque mi propio placer. Me disponía a dar lo que él me pedía y recibir lo que él estuviera dispuesto a entregar.
Pero ahora, siento que puedo hacer cualquier cosa.
No sé si sea por la confianza que Alex transmite. Siento que no importa lo que haga, él no va a juzgarme. O tal vez solo sea por el hecho de que no hay expectativas entre nosotros.
Recorro un camino de besos hasta llegar al broche de su pantalón y con mis manos, me ayudo para desabrocharlo.
“¿En serio lo vas a hacer?”
“Si…”
“Pero… nunca lo has hecho, ¿y si no le gusta?”
“He visto muchos videos. Y si no le gusta, pues que me lo diga.”
—Ivana para. —Alex pone sus manos sobre las mías y evita que siga tratando de abrirle el pantalón.
—No —digo en un susurro.
—Por favor… Iv, para. —En su voz a un tinte de dolor. De verdad quiere que me detenga.
Me levanto de su regazo y me siento en el césped mirando a la pareja que si está cogiendo y así evitar ver al hombre acostado a mi lado y que este note mi vergüenza.
“¿Por qué con él todo es tan difícil?”
Alex organiza su ropa, se levanta y se acerca a mi oído para darme un suave beso.
—No malinterpretes esto. Es solo que… este no es lugar —se excusa, pero yo sigo haciendo mi pequeña rabieta y lo ignoro—. Iv, por favor dime algo.
Sé que él tiene razón.
Estamos en la universidad y además estamos al aire libre. No es el lugar más cómodo y corremos el riesgo a ser vistos. Pero mi cuerpo no entiende razones, solo quiere ser saciado. Y ahora mismo eso solo sucederá cuando Alex y yo terminemos de “cerrar el trato”
—¿Tienes que entrar a la próxima clase? —pregunto, pero sigo sin mirarlo.
—Si —dice apenado—, tengo una prueba de piano a la que no puedo faltar. Literalmente el profesor dijo que la única excusa que iba a aceptar era que estuviéramos muriendo.
—Cuando las personas no le dan al cuerpo lo que pide, pueden morir. Dile eso a tu profesor.
Alex se ríe de mi sarcasmo y luego me da un par de besos en la espalda.
—Por favor, no te molestes conmigo. Te juro que esta situación me está desquiciando.
—No estoy molesta contigo —y de verdad no estoy molesta con él. Me volteo por fin. Lo miro y le doy un beso para demostrarle que hablo en serio.
Los dos nos quedamos en silencio y debo admitir. Algo incómodos.
Yo me retiro de su espacio personal, me levanto y sacudo mi ropa. Tomo aire y dejo que mis pulmones se llenen para luego soltarlo muy despacio. Hago lo mismo un par de veces esperando que todas mis emociones se regulen y mi cuerpo vulva a su temperatura normal.
Miro la hora.
Faltan quince minutos para mi próxima clase.
No sé por qué le pregunté a Alex si podía falta a la suya, cuando yo no puedo faltar a la mía.
“La falta de sexo te está destruyendo las neuronas.”
Lo bueno es que, esta descarga de adrenalina hace mejor efecto que cinco tazas de café bien cargado y ahora voy a poder estar despierta el resto de la tarde.
“Despierta sí, pero concentrada… no creo”
—¿Podemos vernos después de clase? —la voz de Alex interrumpe mis pensamientos.
—No puedo. —mi voz sale más seria de lo que en realidad pretendo.
—¿Te estás vengando de mí?
—¿Qué? —su pregunta no me sorprende, si yo estuviera en su lugar pensaría lo mismo, pero en mi defensa, no estoy hablando yo, está hablando mi frustración— Por supuesto que no, de verdad tengo cosas que hacer. Tengo una reserva para el cuarto oscuro, necesito revelar las fotografías de mi proyecto. Además, me comprometí a trabajar en la galería de arte. Les falta personal. Los becados prefieren hacer su labor social en la administración o en la biblioteca. Y yo me ofrecí como voluntaria, porque el encargado es uno de los mejores maestros que tuve en la escuela y cuando me lo pidió, no pude negarme.
—Ok… —dice algo incrédulo— pero promete que, si algo extraordinario ocurre y tus planes se cancelan, me vas a llamar.
—Aunque no creo que eso pase, te lo prometo.