Capítulo 10
2414palabras
2022-07-30 10:15
Voy directamente a mi cuarto aprovechando que la casa está sola. Mis padres aun no vuelven y David de seguro está en alguna parte de la ciudad haciendo miserable la vida de alguna pobre mujer.
Me preparo un baño de burbujas y mis lagrimas caen silenciosamente.
“Pues si tanto le fastidia que la busque cuando la necesito, ¿Por qué se toma tantas molestias en ser mi amiga?”
Entro a la bañera y al repasar con detalle todo lo sucedido lloro.
Lloro porque sé, que mi relación con Juan no tiene arreglo.
Lloro por los cambios que eso va a traer a mi vida y no me voy a hacerme la tonta. Aunque estoy dispuesta a asumirlo, eso me asusta.
Lloro porque aún me duele la mano.
Lloro porque me es inevitable pensar que he tomado muy malas decisiones y una de ellas fue creer que tener un círculo cerrado de amigos era una buena idea.
Ahora me permito ver las cosas desde otro punto de vista. Mis amigos tienen demasiado poder sobre mis decisiones, acciones y emociones. Mi necesidad de hacerlos felices lleva meses haciéndome infeliz. En el transcurso de mi vida he renunciado a mucho por ellos. Incluso en mis relaciones anteriores, si mis novios no tenían el visto bueno de todos, entonces encontraba alguna razón medianamente valida y los dejaba.
Pero ese error no lo pienso volver a cometer. Conocer a Alex me hiso entender que fuera de mi burbuja puedo encontrar a personas muy interesantes y quizás si me diera la oportunidad, podría tener más amigos, conocer otras formas de ser y de pensar. Si, tal vez salga lastimada, pero también tengo mucho que ganar.
Recordar a Alex me devuelve un poco la calma. Deseo con urgencia que este día termine y que la mañana siguiente transcurra rápido, para volverlo a ver.
“Dijo que vivía cerca de la universidad. Tal vez me lleve a su apartamento y retomemos lo que nos vimos forzados a frenar esta noche”
La sola idea de volverlo a besar, y de que sus manos me acaricien en mis más íntimos y sensibles rincones, hace que me humedezca.
Cierro mis ojos y me olvido de todo lo demás, solo pienso en él e imagino todo lo que vamos a hacer la tarde siguiente.
Mis manos bajan hasta mi vagina mientras visualizo que son las de Alex. Nunca he hecho algo así. Las otras veces que me he masturbado ha sido con juguetes o una almohada, pero nuca había sentido el placer que me podían dar mis propios dedos.
Masajeo mi clítoris hasta que se hincha e introduzco con cuidado un dedo por el orificio. La sensación es diferente, pero me gusta. Con mi otra mano acaricio uno de mis pezones mientras recuerdo como solo unos minutos atrás era la lengua de Alex quien los acariciaba. Y así en medio de los recuerdos alcanzo el placer que me fue negado antes.
“Por hoy es suficiente.”
“Pero mañana voy por más… quiero más”
Y con el feliz pensamiento de que, en pocas horas, voy a tener una gran tarde, me voy a dormir.
*****
La mañana, se me hizo eterna. No logre concentrarme en ninguna clase. Deseo que sean las dos de la tarde y entre más lo pienso más lento transcurre el tiempo.
Son las doce del mediodía y tengo clase de fotografía, es una de las clases que comparto con Sam, y prefiero no asistir. No quiero verla. Además, siento que esa clase no tiene nada nuevo que enseñarme. Las fotos son parte de mi vida desde que me adueñe de una cámara análoga que tenía mi papá. Eso sucedió a mis doce años y desde entonces logro capturar imágenes fantásticas. O eso dicen las personas que saben del tema y yo me siento orgullosa de mi trabajo.
Esta habilidad me ha servido para darme mis gustos. Mi primera cámara profesional la compré a los catorce. Mi padre me presto el dinero y yo la pagué trabajando en fiestas de cumpleaños, primeras comuniones, y matrimonios de los miembros de mi familia y amigos cercanos.
La experiencia definitivamente enseña más que la teoría. Así que lo que necesito saber sobre reglas, composición de la imagen, conceptos, edición, etc. Son cosas que me han acompañado hace años y solo asisto a la clase para tener un buen promedio.
El profesor sabe que tengo talento, incluso me permitió estar en una exposición para estudiantes de los últimos semestres. Me insinuó que, si deseaba podía homologar la materia, pero Sam me pidió que por favor me quedara con ella y yo como siempre, accedí.
Antes de ser vista por el profesor o alguno de mis compañeros, me dirijo a la cafetería de la facultad de artes. Busco una mesa y saco mi computadora para ir adelantando trabajos que tengo pendientes en otras materias, y así esperar la tan anhelada hora de volver a ver a Alex.
Podría hacer lo mismo en la cafetería de la facultad de comunicación. Pero ahora mismo prefiero quedar como una buscona desesperada que verle la cara a mi mejor amiga.
“Si, pero se te olvida que en esta facultad también estudia Juan”
“¡Por Dios! Lo olvidé. Si me quedo, el drama puede ser peor; incluso podría pensar que estoy aquí buscándolo a él.”
Vuelvo a meter mi laptop en la mochila dispuesta a irme, y buscar un lugar seguro.
“La biblioteca es una buena idea”
“Sam ama la biblioteca”
“Pero Sam jamás abandonaría una clase. No hay peligro”
—Pensé que tenías clase hasta las dos.
La voz de Alex me frena. Está a solo unos pasos detrás de mí, junto con otro chico, y solo con verlo mi piel se pone de gallina.
—Hola —lo saludo emocionada—. Si, pero la clase de las doce se suspendió —miento descaradamente.
—Aja —responde Alex incrédulo, subiendo una de sus cejas y sonriendo disimuladamente. —bueno, pues entonces adelantemos nuestra cita.
—No es necesario —Trato de disimular mi emoción, pero soy mala actriz y mi actuación solo le causa gracia.
—Si entro a clase, sabiendo que estás aquí esperándome, no voy a poder concentrarme —sus ojos se fijan en mis labios y en el pequeño escote de mi blusa—. Adamas Julián puede ponerme al día más tarde.
Los dos miramos a Julián, el chico que acompaña a Alex. Se quedó atrás para darnos espacio y hasta el momento nosotros lo emos ignorado por completo. Alex le hice una señal para que se acercara y él acude a paso rápido en nuestra dirección.
—Él es Julián, mi amigo, compañero de banda y piso —dice mirándome a mí— Y ella es Ivana. Espero que termine la presentación de alguna forma, pero ¿Qué va a decir? “La chica que conocí ayer y con la que ahora tengo una relación complicada” o, peor aún. “La chica que casi me cojo ayer y que ahora está aquí para que termine lo que empezamos”. Lo bueno es que Julián llega al rescate y rompe el silencio incómodo que se forma.
—Mucho gusto. —me tiende su mano y yo se la estrecho como es debido.
—Si, mucho gusto, y puedes decirme Iv, La verdad casi nadie me llama Ivana.
—Pues bueno… Iv, supongo que te veré pronto. Ya que este vago no va a asistir a clase, yo si debo irme. Uno de los dos debe pensar con la cabeza correcta— Lo último lo dijo mientras me hacía un guiño y no pude evitar sonrojarme.
Julián y Alex hacen un choque de manos mientras se dirigen una mirada cómplice, que me pone incómoda por un momento, pero todos esos sentimientos desaparecen cuando se acerca y me besa. No es para nada como los besos cargados de deseo de ayer, es más como un saludo común entre una pareja. Como si lleváramos años juntos y fuera lo más normal del mundo.
Pero no es normal.
Incluso, puedo notar por un breve momento que Alex está incómodo.
—¿De verdad tu clase se canceló? —Pregunta mientras juega con una de mis manos.
—No — Recuerdo que Alex tiene un amigo en mi clase de fotografía y por eso me conoce desde hace meses. Mantener la mentira solo me haría hacer el ridículo.
—Entonces… decidiste no asistir ¿por qué…?
Él quiere que admita algo. Su mirada es segura. No necesita que le diga lo mucho que he pensado en él. Lo sabe, y yo podría confesarlo aquí y ahora. Decirle que cada parte de mi cuerpo lo reclama, pero no le voy a dar ese gusto. Alex no necesita que le infle más su ego. Además, no creo estar segura de exponerme emocionalmente.
No es que esté enamorada o algo así, la verdad es, que las hormonas no me han dejado analizar muy bien la situación en la que me encuentro y en lo único que puedo pensar, es en lo mucho que lo deseo. Prefiero decirle mi otra verdad y así recuperar un poquito mi dignidad.
—No asistí porque las cosas con Sam se pusieron mal después de que te fuiste y no me siento preparada para verla. Si iba a clases o me quedaba en la facultad, terminaría encontrándome con ella y pues ya vez… como buen cobarde, preferí huir.
—Oh… —Dice algo decepcionado— bueno, entonces ahora que somos prófugos de la sociedad académica dime ¿Qué quieres hacer?
Mis pensamientos son demasiado específicos. Sé lo que quiero hacer y aunque me he propuesto comenzar a ser más libre, ser demasiado directa en este momento no se siente correcto.
—Podemos hacer lo que tú quieras —Respondo con la esperanza de que él sea menos tímido y me invite a su apartamento.
—Ya te había dicho que no he tenido tiempo de comprar un celular, y mi mamá está volviéndome loco por qué no me puede contactar. Si quieres, puedes acompañarme y te invito a almorzar.
“¿Está hablando en serio? ¿Quiere que pasemos la tarde en una tienda de celulares?”
“Tal vez está nervioso, pero si pasan toda la tarde juntos esos sentimientos irán desapareciendo”
—Si, no hay problema. Puedo acompañarte, pero no me tienes que invitar a almorzar.
—Quiero hacerlo. Es más, te voy a invitar a comer lo que tú quieras.
—Alex no me siento cómoda con que pagues mi comida.
—Ayer me invitaste tú.
—Fue por agradecimiento. —Le recordé.
—Pues yo te quiero invitar, para celebrar.
—¿Y qué se supone que estamos celebrando?
—Que mi banda quedo en primer lugar y vamos a competir en la batalla de las bandas a nivel nacional.
—Wow, primer lugar… eso es genial
“¿En qué lugar abra quedado la banda de Juan?”
—El grupo de tu amigo quedo en décimo lugar —responde como si pudiera lee mis pensamientos— solo los primeros tres lugares compiten en la capital por el contrato con la disquera.
Me siento muy mal por Juan. Sé que todo lo que paso el día anterior fue horrible para él, y si a eso le sumamos que a su banda le fuera tan mal, no puedo imaginarme como se debe estar sintiendo.
Alex suelta mi mano y me observa de la misma forma que lo hizo ayer en el hospital.
“Sabe que te sientes culpable.”
Y es cierto. En mi mente sé que no es mi culpa, pero los sentimientos, son otra cosa.
No quiero arruinar mi tarde con Alex, aunque no se ve muy prometedora, tengo la esperanza de que todo de un giro en pro a mis deseos.
—Y ¿Ya sabes que celular quieres comprar?
—Pues no... Siempre que pueda recibir llamadas, cualquiera me sirve.
—Muy bien, entonces será una compra rápida —respondo emocionada porque eso nos puede dejar tiempo para hacer cosas más interesantes— ¿Dónde está tu auto?
—No tengo. El auto de ayer es de Julián. Lo usé, porque tú estabas lesionada, pero en realidad tengo motocicleta.
—Okaayy…
Eso si es una sorpresa, aunque en sí lo pienso mejor, Alex tiene apariencia de motociclista.
—Iremos en taxi.
—Podemos ir en tu moto. No tengo problema.
—Pero yo sí. Tú sigues lesionada. Además, tengo clase a las 4 y esa no la puedo evadir. Volveré a recoger la moto en la tarde
La forma en la que habla no me está gustando.
“¿Volver a clases? ¿Es en serio?”
Puede ser que no estemos en la misma sintonía y que el deseo solo me esté consumiendo a mí. Porque todo esto del almuerzo y del celular me suena a excusa para estar juntos, pero no solos.
Decido no refutar nada. Hacemos todo lo que él dice. Compramos su teléfono; luego vamos a almorzar a un restaurante italiano y en su plato hay ingredientes con muchos condimentos, incluido el ajo.
“Quiere evitar los besos.”
Mi mente cuestiona todo lo que hace y lo poco que dice. No comprendo la actitud de Alex. Aunque no lo exprese en voz alta, puedo sentir su incomodidad.
“¿Estará arrepentido de todo lo que paso ayer?”
La mayor parte del tiempo hemos estado en silencio y evitando que nuestra mirada se cruce.
“¿Será que ya no le gusto?”
Una mujer sabe cuándo es deseada y cuando no lo es. Y en este momento, yo no lo soy.
“¿Qué pudo haber pasado?”
“Es obvio que quiere estar en cualquier lugar y con cualquier otra persona, menos conmigo.”
Quiero llorar. No de tristeza, sino de frustración.
Con el pasar del tiempo pierdo la esperanza de que mi pequeño sueño de ayer en la bañera se haga realidad.
Al volver a la universidad todo queda muy claro. No va a pasar nada entre nosotros.
Alex se baja del taxi y espera a que yo haga lo mismo.
—Ya no tengo más clases —le digo seria y sin ninguna intención de disimular mis emociones—. Voy a volver a casa en este mismo auto.
—Ayer me diste a entender que tenías más clases —en su voz noto un poco de pena, pero prefiero ya no suponer nada.
—No. Te dije que tenía un descanso —le recuerdo—. A las cuatro tengo entrenamiento de Bádminton, pero no me siento bien y con la mano así no puedo hacer mucho.
—¿La comida te hizo daño?
—Si, estaba muy condimentada.
El entiende mi tono sarcástico, lo puedo ver en sus ojos, pero no dice nada.
—Okey entonces, que te mejores.
—Gracias.
Apenas Alex cierra la puerta, siento como las lágrimas mojan mi rostro.
Es lo que hago.
Cuando estoy triste, lloro.
Cuando veo un perro morir en una película, lloro.
Cuando estoy muy enojada, lloro.
Y cuando las cosas no salen como quiero, lloro.