Capítulo 9
2686palabras
2022-07-30 10:14
Alex corresponde a mi beso. Nuestros labios se reconocen al instante. Sus brazos rodean mi cintura mientras me acerca más a él, pero la distancia sigue siendo demasiada. Mi cuerpo reacciona de forma automática en busca de placer, y sin reflexionar mucho sobre lo que Alex pueda opinar de mi atrevimiento, dejo de besarlo, me levanto del asiento y me coloco a horcajadas sobre él.
“Así está mejor”
En nuestra nueva posición, quedo expuesta por completo. Espero que hable, que me diga algo, pero sus labios permanecen entre abiertos, mientras sus ojos recorren cada detalle mi cara y sus dedos me acarician como si intentaran reafirmar que lo que ven es real.

Primero acaricia mi cabello; hace un recorrido por mi rostro, haciendo un poco de presión con su dedo pulgar en mi labio inferior.
Ahora es él quien me besa. Su lengua acaricia la mía y saborea mis labios con paciencia durante unos segundos, pero yo quiero más.
Interrumpo su dulce beso con un pequeño mordisco y es suficiente para que Alex entienda lo que deseo.
“Tócame.”
Como si leyera mis pensamientos, sus manos comienzan a recorrer mis pernas y suben hasta encontrarse con el encaje de mis bragas.
“Bendita la hora en que se me ocurrió ponerme falda.”

El tacto de piel con piel me vuelve loca y por su forma de acariciarme, sé que él se siente igual. Impaciente.
Ahí demasiada ropa entre nosotros, pero eso no impide que comencemos a disfrutarnos.
Sus labios abandonan los míos y comienzan un recorrido por mi oreja, siguiendo por mi cuello hasta llegar a mi escote. Da unos pequeños besos sobre la piel que mi pequeña blusa muestra y con sus hábiles dedos, comienza a explorar bajo la delgada tela, descubriendo así mi pequeño secreto.
“No llevo puesto ningún bra.”

La excitación que me produce su tacto y la expectativa, de que solo un pequeño nudo evita que mis pechos queden al aire, hace que me presione más sobre él y de esa forma puedo sentir en mi entrepierna como su miembro crece.
Mi pecho sube y baja de forma irregular mientras muevo las caderas en círculos buscando más placer. Alex no pierde el tiempo y como todo un experto deshace rápido el amarre de mi blusa.
Por un pequeño instante, contempla con devoción lo que sus ojos ven. Y mi ego se infla como un globo.
“Si cariño, lo sé, son hermosas”
Sin perder más el tiempo, devora sin piedad mis pezones y los gemidos salen de mi boca, sin que pueda ejercer algún control sobre ellos.
“Ahí por Dios… ¿En serio esto está pasando?”
Aquí estoy yo.
Con una mano dislocada.
Dentro de un auto.
Frente a mi casa.
A punto de tener sexo con un hombre que acabó de conocer.
Consciente de que cualquiera podría vernos.
Y me importaba un carajo…
Esto es lo que he querido durante los últimos meses. Un chico sexi que me vuelva loca de placer.
Y como si se lo hubiera pedido al mismo Zeus, me envió a su mejor ejemplar.
No sé si es la falta de sexo, o que en realidad Alex sabe lo que hace. Pero con solo este manoseo preliminar, siento que estoy a punto de explotar.
Las ventanas se humedecen con cada uno de mis gemidos. Alex coloca sus manos en mi trasero invitándome a moverme más rápido y yo gustosa lo hago. Muevo mis caderas de adelante hacia tras, en círculos y ejerciendo presión.
La situación me comienza a superar, estoy tan aturdida, que siento a Alex en todas partes y exijo más.
“Necesito más y lo necesito ya.”
Alex se quita la camisa y aunque no puedo ver mucho por la escasez de luz, exploro con mis manos y puedo sentir los músculos fuertes y marcados de su pecho, brazos y abdomen.
Me separo un poco poniéndome sobre mis rodillas y lo ayudo a desabrocharse el pantalón.
Los dos tenemos tanta necesidad de unirnos completamente, que nos volvemos torpes y no logramos descifrar como abrir la hebilla de su cinturón.
—¡Maldita sea! —Dice frustrado.
—Déjame, yo lo hago —Con Alex fuera de la batalla, logro abrir la hebilla en un segundo—. ¿Tienes condón?
—Mmm —Alex medita un poco su respuesta—. Creo que si —Busca en los bolsillos de su pantalón y al no encontrar nada comienza a desesperarse—. Por aquí debe haber alguno estoy seguro.
La ansiedad comienza a apoderarse de mí.
“¿Cómo puede ser que no vallamos a encontrar un maldito condón? Los hombres siempre cargan uno o bueno por lo menos los que yo conozco.”
Alex abre y cierra varios compartimientos del auto sin tener éxito.
“Cuenta hasta diez Ivana. Sabes que sin mascara, no hay pelea”
—¡Aquí hay uno!
No sé de dónde lo saco, pero no me importa. La emoción de haber encontrado un condón la demostramos en un beso largo y apasionado. Alex comienza a bajarse los pantalones y yo estoy a la expectativa de lo que voy a ver, aunque me excita más, imaginarme lo que voy a sentir cuando por fin lo tenga llenándome por completo. Pero se detiene antes de que saciar mi curiosidad.
—Iv, tu teléfono. —dice entre jadeos.
—¿Qué? —No logro entender que tiene que ver mi celular en todo esto.
“¿A caso es de eso a los que le gusta grabar?”
—Tu teléfono está sonando.
Miro al asiento de al lado y en la pantalla aparece el nombre y la foto de Sam.
—Déjalo sonar. —Digo mientras acaricio su abdomen y bajo despacio para sacar la recompensa que tanto he estado esperando y que aún sigue guardada entre sus pantalones.
Pero el teléfono no para de chillar y con cada timbre, la pasión que nos rodea se desvanece.
—Lo mejor es que contestes.
Alex me entrega el móvil. Miro la pantalla con la foto de mi amiga y la maldigo en silencio por interrumpir este momento.
“Solo va a dejar de sonar cuando contestes. Ella no se rinde”
—Sam ¿Qué pasa? —Mi voz suena agitada y con urgencia.
—Estás haciendo un espectáculo patético, ¡SAL DE ESE MALDITO AUTO IVANA!
—¿Qué?
“¡¿Qué?!”
Miro hacia el frente y aunque la ventana está empañada puedo ver que ahí están.
Sam, y a su lado, Dilan.
Ella cruzada de manos y mirándome fijamente y él en el suelo llorando de risa.
“Mierda, mierda, ¡MIERDA!”
Alex también nota su presencia y repara en mi reacción. Si me veo como me siento, debo verme patética. Ser descubierta en esta situación por Sam es peor que ser descubierta por mi madre.
Deprisa pongo mi camisa y en su lugar y vuelvo al asiento del copiloto.
Alex suspira profundamente y también vuelve a vestirse.
Ambos guardamos silencio y por primera vez en la noche me siento incómoda cerca de él.
—Supongo que es hora de que me vaya. —Dice con la voz algo ronca.
No tengo que responder, obviamente es lo mejor, así yo no quiera.
Estoy tentada a decirle que huyamos. Que conduzca hasta su apartamento para que terminemos lo que ya comenzamos. Pero eso me causaría más problemas. No solo con mis amigos, sino con mis padres, que están a punto de llegar a casa.
—Al parecer hoy vas a perder más de un amigo por mi culpa. —dice preocupado observando a las dos personas que nos mira desde el otro lado de la calle.
—No voy a perder nada. —Lo tranquilizo, pero la verdad es que, las cosas no han estado bien desde hace meses y todo lo que ha pasado hoy puede que las empeore. Sobre todo, porque ya me estoy cansando de cargar con la culpa y responsabilidad por como lo demás se sienten o se dejan de sentir.
—Ella se ve muy molesta. —Alex señala a Sam que está gritándole algo a Dilan.
—Lo va a entender, y si no lo hace, es su problema.
“Y lo digo en serio.”
—Qué cambio de actitud más rápido. —La expresión de sorpresa en la cara de Alex, muestra que si le causa sorpresa mis palabras.
—Tú tienes razón en todo lo que me has dicho —reconozco—. Desde hace tiempo me siento incómoda con muchas cosas que suceden entre mis amigos y yo. Pero lo voy a solucionar.
“Y si la solución es quedarme sin amigos, pues que así sea.”
Él sonríe y lo beso de nuevo, esta vez un poco más despacio, pero con la misma fuerza, para dejarle claro que no me arrepiento de nada.
—Ahorita no tengo celular —pronuncia Alex en un susurro a solo unos centímetros de mi boca— Los viernes y sábados trabajo en un bar y perdí el mío ayer tratando de evitar una pelea de borrachos. Pero mañana tengo un descanso entre clases, de 2 a 4 de la tarde. Ve a buscarme a la facultad de artes, te voy a estar esperando en la cafetería.
“Okeeeeyyy… dos horas son suficientes para continuar con nuestra sesión de sexo.”
“Cálmate Ivana, no parezcas desesperada”
“¡Pero si lo estoy!”
—Muy bien, ahí voy a estar. También tengo un receso a esa hora.
—Perfecto.
Pienso en volverlo a besar, pero mejor salgo del coche antes de que Sam explote.
Espero a que el auto de Alex se pierda en la noche y luego camino hacia mis amigos. La actitud de Sam es la de una madre decepcionada.
Ella es maternal. Debido a que su madre es doctora y por ende una persona con muy poco tiempo disponible. Se atribuyo un papel de madre sustituta para su hermana menor, que poco a poco fue transfiriendo hacia nosotros. Y cuando murió su padre las cosas solo empeoraron.
Ella es la más compasiva y solidaria de nosotros. Nos cuida, nos escucha, e interviene cada vez que los demás generamos algún problema. Y eso está bien. Tener amigos que te apoyen es un regalo que no cualquiera posee. Pero con el pasar de los años Sam comenzó a sobre protegernos. A hablarnos como si ella fuera diez años mayor. Al principio fue muy incómodo, pero su madre nos explicó que el duelo de Sam estaba siendo muy complicado. Que su comportamiento se debía a que sentía un miedo irracional a perder a alguien cercano y que solo esa idea la podía consumir a tal punto de causarle daño físico.
Ese día, Juan, Dilan y yo, acordamos cuidar de Sam de la misma forma en que ella cuidaba de nosotros.
Pero ahora que lo pienso… cometimos muchos errores en el camino. Y puede que esa decisión sea la causante de que ahora estemos como estamos.
—¡Qué hubiera pasado si no hubiéramos sido nosotros sino uno de tus padres! O peor aún, ¡tus hermanos, los que te encuentren en una situación así! —Sam no intenta disimular su consternación ante mi espectáculo. Pero yo no pienso disculparme.
“No me arrepiento de nada”
—Ya Sam no exageres —le respondo tratando de disminuir la tensión.
—Si Sam —Dilan sigue sonriendo y mirándome de forma pícara mientras continua una discusión con mi amiga que evidentemente comenzó minutos antes—, ella solo está disfrutando la las delicias de la vida. Tú no tienes derecho a castrarnos ni juzgarnos porque ni siquiera sabes lo que te pierdes.
El comentario de Dilan me hace sentir un poco de pesar por ella, que inmediatamente se ruboriza. Su virginidad no es un tema que le guste tocar. Y Así como yo no quiero que Sam opine o interfiera en mi vida sexual, tampoco pienso meterme en la de ella y por eso llamo la atención de Dilan con un gesto, para que mejor cierre la boca.
—Yo no me voy a andar acostando con cualquier desconocido. Nunca cometería una imprudencia de tal magnitud.
“Dijiste que ya no te ibas a dejar. Bueno, pues defiéndete”
—Y de qué sirve que sea conocido o desconocido ¿a? —Dilan roba mis pensamientos y comienza a defenderme ante Sam—. Ella creyó conocer muy bien a Simón. Toda la vida estudiando juntos, siendo vecinos y con una relación de meses. Al final el tipo hizo algo que nadie se esperó y se cogió a otra en sus narices. Así que no cariño. Para el sexo solo se necesitan ganas. Si te quedas esperando a la persona indicada, vas a llegar virgen a los 40 y en medio de la desesperación, terminaras haciendo lo que debiste hacer desde un principio, coger por el mero placer de coger.
Dilan es cruel pero sincero.
Antes de contarle a Sam mi gran idea de tener una relación solo sexual, le confesé mi deseo a Dilan. Aún recuerdo con gracia su reacción. “¡Me ofrezco como tributo!” Casi reviento de risa al ver sus ojos cafes centelleantes de emoción. “No te imaginas las veces que me la he jalado imaginando tus testas” Y sí. Sé que ese tipo de comentarios deberían de hacerme sentir incómoda, pero viniendo de Dilan, solo me dan risa. “Deja de ser payaso. De seguro tienes una ETS y ni siquiera usando condón te dejaría ponerme un dedo encima.” Y así, entre broma y broma termino diciéndome lo mismo que le está diciendo a Sam en este momento. El sexo es para disfrutarse. Y eso es lo que tengo pensado hacer.
Disfrutar.
—Sam, yo sé que fui imprudente al ponerme en esta situación y en este lugar, pero no pude controlarlo, esas cosas… solo pasan. —Y no estay siendo mentirosa, ni me estoy excusando. Yo no planee tener sexo al frente de mi casa, eso es seguro.
—Pues sí, eres más que imprudente. Esto es cruel —Ahora baja un poco su tono de voz, como si intentara evitar que alguien más nos oyera—. Acaso no te das cuenta que Juan pudo haber estado con nosotros.
“Y ahí está otra vez. Lo que siente Juan es más importante que lo que sienta Ivana”
Ahí tantas cosas que quiero gritarle en la cara. “Que se joda Juan, jodete tú y déjame en paz” pero no puedo. Si lo digo estoy segura que cuando me calme voy a arrepentirme. Gracias a los dioses, Dilan vuelve y sale a mi rescate.
—Y es que tú crees que Juan en este momento está tejiendo un suéter con la vampira. No cariño, en este momento ella debe de estar dejándolo seco. Si sabes a lo que refiero.
En mi rostro se dibuja una sonrisa. Dilan y Sam son las personas más diferentes que conozco. Todavía no comprendo cómo es que su amistad supero la época de la adolecía. En varias ocasiones pensé que Sam me iba a pedir que le dejáramos de hablar, pero por más crueles que fueran sus cometarios y bromas, eso nunca paso.
—Hay ya cállate Dilan. —Es lo único que ella dice.
—No —lo defiendo esta vez yo—, que siga hablando, como puede ser que tú me estés diciendo esto Samara —la molestia que he sentido en todo el día. No. En los últimos meses, comienza a manifestarse—. No voy a culparte por completo porque yo también pensé que tenía que cuidar más mis actos para no lastimarlo, pero ¡que se joda! Ya no voy a poner mi vida en pausa por él. Además, tiene una novia, que se encargue de ella y que a mí me deje en paz. Voy a besar a quien quiera y voy a coger con quien quiera. Si eso me hace feliz lo voy a hacer. No me importa a quien le guste y a quien no.
—¡Amen hermana! —Grita Dilan levantando las cinco para que yo le choque la mano.
—Deja de ser estúpido —Responde Sam dándole un golpe para que baje el brazo— y tú, tienes razón —Ahora se dirige a mi— Puedes hacer con tu vida y con tu cuerpo lo que quieras, y si no deseas que nadie se meta, entonces no nos involucres cuando termines llorando y no tengas quien te consuele.
Lo que dijo me duele más de lo que pensé, no quiero seguir con la conversación, porque si abro la boca voy a terminar llorando de rabia.
Hago a Sam a un lado y entro a la casa sin pronunciar palabra alguna y dejándole claro con mi actitud, que se puede ir al infierno.