Capítulo 8
2592palabras
2022-07-29 07:02
Por fin logramos salir del hospital. Aún es temprano y mi estómago me recuerda que no he comido nada en toda la tarde. Sé que lo mejor es volver a casa, comer y descansar, pero no estoy preparada para dejar a Alex.
Me lleno de valor y decido tomar la iniciativa e invitarlo a cenar.
—Podemos ir a donde tú quieras —le digo sin ocultar la emoción que me produce pasar más tiempo con él—, solo evitemos los lugares demasiado elegantes, ya te dije que soy vanidosa y me preocupa bastante ir vestida según el lugar y la ocasión —digo apenada.
—Lástima, la langosta thermidor es mi comida favorita —Alex responde decepcionado.
—¿En serio? —no quiero decepcionar a mi nuevo amigo en nuestra primera “cita”
Alex mira mi cara de preocupación y suelta una carcajada.
—Como crees Iv, ¿de verdad aparento como si ese tipo de cosas me importaran?
—No lo sé, tu aspecto no me dice mucho la verdad.
Y es que, en realidad, Alex puede ser cualquier tipo de persona. Todo en él, grita una sola cosa. Enigma.
—Mi comida favorita son las papas fritas y a un par de calles venden las mejores. Solo espero que no sea demasiado sencillo para ti.
—No, claro que no —respondo aliviada de que se tome todo con tanto humor—. Siempre y cuando el lugar este limpio, no tengo problemas en comer lo que sea y donde sea.
Y eso es verdad, cuando se trata de comida, la niña caprichosa sale por la ventana y la niña tragona entra por la puerta.
Mientras esperamos nuestra orden de papas, tenemos una conversación tranquila y divertida.
—Mi comida favorita son las pastas —digo algo exaltada al sentir la emoción de conocer desde cero a alguien nuevo—. No me importa su estilo o presentación. Si el plato tiene pastas, seguro yo lo voy a amar.
La conversación cambia su rumbo y el tema de las alergias surge.
—Yo no puedo comer maní —confiesa Alex—, si lo hago, lo más probable es que muera, así que no le digas a nadie, nunca se sabe quién puede querer mi cabeza y las alergias son un arma exente.
Me burlo de su paranoia por un rato, hasta que decido confesar algo bastante personal y ridículo.
—Me encanta el pescado, pero nadie lo sabe. Podría decirse que es mi segundo plato favorito, aunque solo lo como en casa porque su olor me provoca náuseas. Así que debo cubrir de alguna forma mis fosas nasales para no hacer un desastre.
—Eso no es nada —dice restándole importancia a mi absurdo secreto—. Cuando era niño mi abuela me dio un caldo de pollo. Luego me di cuenta que me había comido a mi mascota y no pare de llorar y vomitar por una semana. Ahora no puedo oler el pollo sin sentirme enfermo.
Ni siquiera me había dado cuenta de lo tensa que había estado en los últimos años hasta el día de hoy.
Hablar con Alex es tan fácil y refrescante. Me tiene fascinada su forma de ser.
“Y como no vas a estar fascinada si solo conoces a las mismas cinco personas desde que tienes uso de razón”
“Ellos son mi familia.”
“Aja, sigue repitiéndote lo mismo mientras ignoras la verdad.”
—Iv… decidí que me voy a cobrar el favor. —Dice Alex después de unos segundos de silencio que tuvimos mientras la mesera nos entregaba nuestras órdenes.
—¿Qué? —Pregunto sin comprender a que se refiere.
—Hoy he hecho muchas cosas por ti y quiero cobrarme el favor. —Aclara algo malicioso, cosa que me produce un poco de desconfianza.
—Tranquila, tranquila no es lo crees.
—¿Y qué es lo que creo según usted señor abogado diagonal vidente?
—No te voy a meter en más problemas, es que… Las ganas de… —se queda mirando fijamente mis labios mientras él se muerde el suyo y una pequeña ráfaga de electricidad se enciende en mi vientre—Saciar mi curiosidad, me está volviendo loco —sonrió al ver que se sonroja—. Si, me avergüenzo, pero he estado intentando entender todo lo que paso en la tarde y no lo he logrado. Si tú me iluminaras, podrías acabar con la duda que me carcome. —Termino la frase con demasiado drama y por primera vez en la noche rio a carcajadas.
—Es bueno saber que eres tan curioso —respondo intentando seguir su juego, pero Alex sigue siendo un desconocido y hablar de este tema me hace sentir incomoda—. La verdad lo que paso hoy en la tarde es algo muy personal y si te soy sincera, ni siquiera logro entenderlo por completo.
—Okey —dice resignado—. Es válido. En realidad, no nos conocemos y las cosas personales pueden esperar.
—No pienses que desconfió de ti. —digo intentando no arruinar el momento.
—Créeme, te entiendo. Pero piénsalo de esta forma. A veces es mucho más fácil hablar con alguien que no conoces y que puede ver las cosas en perspectiva, que con alguien que se tome las cosas de forma personal.
Y él tiene razón. Nadie en mi círculo social va a ver mi situación con Juan en perspectiva.
—Tienes razón —le digo—, pero tal vez luego. Primero quiero resolverlo con las personas directamente implicadas.
—Está bien, no voy a presionar —dice satisfecho—. Mejor tú, pregúntame lo que quieras.
—Okey —acepto feliz. Ahí tantas cosas que quiero saber de él— ¿Qué hacías en el festival de las bandas? Sé que eres partes del equipo de logística, pero ¿Cómo terminaste ahí?
—Soy estudiante de música y en la universidad nos convocan para este tipo de eventos. Además, tengo una banda, soy guitarrista y cantante.
—Wow, entonces ¿Qué haces aquí? ¿No vas a tener problemas por irte antes de que terminara el evento? Además ¿no se supone que debes estar con tus amigos?
—No te preocupes. Encontré un reemplazo, y mis amigos entendieron la situación. Además, nuestra banda se presentó antes de que tuvieras el placer de conocerme.
—Ja Ja, sí, claro.
“Y sí que fue un verdadero placer”
—¿Algo más señorita?
—¿Cuántos años tienes? —pregunto curiosa, ya que parece joven, pero no tanto.
—¿Cuántos me pones?
—Mmm. No sé. Veinticinco, tal vez.
—¿En serio? —pregunta algo ofendido.
—Es solo que la barba… —me excusó algo nerviosa. No quería ofenderlo
—¿Se me ve mal?
—¡No! No quise decir eso. Pero… supongo que los hombres con barba se ven más grandes de lo que realmente son.
Alex se queda serio.
“Ya la cagaste Ivana”
Una pequeña sonrisa aparece en sus labios y crece hasta convertirse en una carcajada.
—¿Te estás burlando de mí? —Le reclamo molesta.
—Por Dios, te ves tan tierna cuando te pones nerviosa.
—A mí no me hace gracia. Si supieras lo complicado que me resulta hablar así con alguien, no te burlarías de mí.
Su semblante cambia de inmediato con mi confesión.
—Tienes razón, lo siento. Tengo veintitrés años. ¿Y tú?
—Dieciocho. Vez que no es tan difícil responder —Vuelvo a mi tono juguetón, para relajarnos otra vez, y él capta mi idea.
—Ya veremos si cuando tengas treinta piensas lo mismo.
Terminamos de comer y debo admitir que son las mejores papas que he probado.
Busco mi celular para ver la hora. Ya es bastante tarde. Tengo diez llamadas perdidas de Sam y un mensaje bastante contundente.
Sam
IVANA ¿DÓNDE CARAJOS ESTÁS METIDA?
Decido no responderle hasta que llegue a casa.
“El drama puede esperar un poco más”
—¿Todo bien? —Pregunta Alex.
—Si, Pero ya es tarde y debo volver a mi casa.
—Si claro, seguro mañana tienes clase y todo eso —la actitud de Alex cambia y lo noto algo nervioso y eso me sorprende, ya que toda la noche se mostró como alguien muy seguro de sí mismo— Iv, me gustaría hacerte otra pregunta.
—¿Sí?
—Pero… quiero que me respondas.
—Okaayy —esta vez la nerviosa soy yo.
—¿Te gusto el beso que nos dimos esta tarde?
Su pregunta me toma por sorpresa y me causa algo de gracia su actitud. Pero quiero ser directa y sincera con él, no tiene sentido ser de otra forma.
—Si…
—Y… ¿Te arrepientes de que haya pasado? Puedes decirme la verdad. Lo soportaré.
Y con esa pregunta entiendo la razón por la que quiere entender todo sucedido en el camerino. Pase de estar invitándolo a que me besara y tocara, para luego llorar y decir que amo a un hombre que tiene novia.
“Ivana, te viste como una loca. Agradece que aún no haya salido corriendo. Alex se merece una explicación.”
—No. Solo lamento que Juan nos viera.
—¿Estás enamorada de él?
—Lo amo —observo el rostro de Alex que sigue imperturbable—, pero no estoy enamorada de él.
—Entiendo —se queda en silencio unos segundos para luego concluir—, pero él si está enamorado de ti.
—Si.
—Y como es tu amigo, no lo quieres hacer sufrir.
—Esacto. Es lo último que quiero.
—Iv —medita un rato antes de continuar—, sé que no tengo derecho a opinar, y menos teniendo tan poca información sobre el tema, pero, creo que necesitas entender algo —con una de sus manos toma la mía y con la otra acaricia mi rostro invitándome a que lo mire a los ojos—. Tú no eres responsable de los sentimientos de los demás. No puedes dejar tu vida a un lado por otra persona. Yo entiendo que lo quieres, y que da miedo perderlo, pero la perdida es parte de la vida. Nada dura para siempre.
“Nada dura para siempre”
Palabras simples, pero llenas de sabiduría.
En el fondo siempre lo he sabido. No tengo la culpa de que Juan se sienta así por mí. Nunca lo trate de alguna forma especial. Al único de mis amigos que le di entrada para otro tiempo de relación fue a Mateo. A Juan y a Dilan los quise siempre igual.
—No creas que no lo sé —Le confieso a Alex—, pero una cosa es lo que mi cabeza sabe y otra lo que mi corazón siente. Pensé que ahora que tenía novia las cosas iban a ser menos raras, pero me equivoqué.
—Y al parecer no te llevas bien con su novia.
—Sé lo que parece, que estoy celosa de ella.
—Más bien, ella está celosa de ti.
—No. Ella sabe que Juan y yo solo somos amigos. La rivalidad entre nosotras viene de muchos años atrás, desde la escuela y es por varias razones, entre esas su obsesión por Juan.
—Y estando enamorado de ti, decidió iniciar una relación, con una chica que no te quiere.
—Siii —Su forma de plantear la situación me ayuda a entender mejor que durante este tiempo he evitado hacerme las preguntas correctas. He estado tan concentrada en cuidar los sentimientos de Juan y de Sam que me olvide de analizar los míos. Y esa pequeña voz que surge muy de vez en cuando, vuelve a aparecer.
“Él te traiciono, tú no tienes la culpa”
—A qué edad escogiste a tus amigos ¿A los cinco?
—A los tres, para ser más exacta.
—Wow —Su cara de asombro me causa algo de gracia.
Mi celular comienza a sonar de nuevo y solo respondo porque es Dilan.
—Hola, Di.
—¡Entonces tu celular si funciona! —Al escuchar la voz de Sam, toda la ansiedad que había desaparecido durante las últimas horas, vuelve multiplicada por diez.
—Sam…
—¿En dónde estás? Dilan y yo llevamos buscaste horas. La presentación de la banda fue un desastre. Juan no quiso hablar con nosotros, y Lorena lo único que nos dijo, fue que ustedes tuvieron una discusión y tú te habías ido. ¿Que hiciste Iv?
“Ahí está otra vez… todo lo que pasa siempre es culpa de Ivana”
El bombardeo de preguntas y acusaciones de Sam me provocan migraña.
—Sabes que Sam… voy a colgar.
“Ya me cansé de dar explicaciones”.
—¿Qué? Ivana, no puedes… —No le doy oportunidad de seguir acusándome.
—Vuelve a casa con Dilan, Adiós. —Y finalmente cuelgo.
—¿Todo bien? —pregunta Alex.
—La verdad es que no —le respondo tranquila. Con él no siento la necesidad de fingir que mi vida es color de rosa—. ¿Puedes llevarme a mi casa?
—Claro.
Y caminamos despacio y en silencio hasta el lugar donde dejamos su auto.
*****
—Bueno. Es aquí. —Le señalo a Alex mi casa y él se estaciona justo en frente. Todas las luces están apagadas y la ausencia de personas o autos, protagoniza el paisaje.
—Lindo… —dice Alex admirando la mención frente a nosotros.
—Sí. Mi padre compró el terreno y la construyo de a poco a medida que su empresa prosperaba. Claro que cuando yo nací ya la habían terminado años atrás. Es el único hogar que he tenido —le cuento dejando ver lo orgullosa que me siento de mi padre—. ¿Y tú donde vives? —Sigo poniendo tema de conversación. Quisiera poder hablar con Alex toda la noche.
—Pues no es tan lindo como aquí. La verdad soy de los suburbios. Me mudé hace más de cuatro años y vivo con un amigo, cerca de la universidad.
—Genial ¿Y a cuál vas?
—A la INNEM —responde algo nervioso.
—Wow. Yo también. Nunca te había visto —Digo sorprendida de no haber notado la existencia de Alex antes. Es un hombre difícil de ignorar— Claro que la universidad es bastante grande y la facultad de artes y de comunicación están retiradas.
—Pues… yo si te había visto.
“¿What?”
—¿Cómo? ¿En dónde? —Mi cara debe de ser un poema dedicado a la confusión. No me esperaba esto.
—Una vez acompañe a un amigo a una exposición de fotografía en la facultad de comunicación. Y ahí estabas. Mi amigo dijo que eras la fotógrafa; que apenas ibas en primer semestre y que toda la facultad te conocía por tu excelente trabajo con la cámara. Yo no podía dejar de mirarte. Quise acercarme, pero siempre estabas rodeada de gente.
—Okey, entonces esta tarde sabías que era yo.
—Si… —admite avergonzado.
—No sé qué decirte.
“Ni como sentirme”
—Oye, no te preocupes. Debí decírtelo, pero no quería que pensaras que soy un acosador o algo por estilo. Aunque si es lo que crees y no te sientes cómoda, yo me voy a alejar y prometo no molestarte.
“¿Podre alejarme de Alex?”
“Claro que puedes. Pero… ¿Quieres?”
—¿Así que me sigues hace meses? —Pregunto tratando de restarle importancia.
—Yo no diría seguir. Más bien te admiraba de lejos. Eres una mujer bastante hermosa y te aseguro que no soy el único que lo hace.
Eso ya lo sabía, pero después de lo que paso con Simón y decidí permanecer soltera, Dilan me ha ayudado a espantar a todos lo que han intentado acercase.
Alex comienza a golpear el volante con sus dedos y mira hacia todos lados excepto a mi cara. El silencio lo está torturando, estoy segura. Pero no sé qué decir.
Si soy honesta, la situación no me incomoda. Es algo muy normal ver alguien que te guste físicamente y admirarlo a la distancia. Yo misma lo he hecho.
Pero la voz de Sam en mi mente no me deja tranquila.
“No lo conoces y quien sabe cuáles son sus intenciones”
“No es como que vaya a confesarte que es un acosador”
“Es mejor no confiar en desconocidos. Si la gente que crees conocer te hace daño, un extraño puede…”
“¡YA BASTA! Deja de vivir atreves de los miedos de Sam. El chico te gusta ¿No? Pues entonces que se jodan todos y que pase lo que tenga que pasar.”
Antes de que mis pensamientos me vuelvan loca, tomo el rostro de Alex entre mis manos y sin darle tiempo de reaccionar. Lo beso.