Capítulo 53
2358palabras
2022-08-24 00:00
Los eventos relatados por Dina.
Sin duda, conocer a Levi había sido lo mejor que me había pasado en la vida, lo amaba demasiado, y el hecho de saber que le había causado dolor, me mataba por dentro. Lo único que deseaba en ese momento, era poder ser una mejor persona, alguien inteligente y útil, y lo que menos quería era convertirme en una carga para él.
—Levi tenía razón —Michael sonrió de repente, entonces, levanté la vista y me encontré con sus dulces ojos azules—. Realmente no puedes mentir para salvar tu vida —Inevitablemente, me sentí absolutamente confundida ¿Qué habría hecho él?, pero antes de que pudiera hacerle cualquier pregunta, continuó —Seré honesto contigo, Dina, me sorprendió que ustedes dos terminaran juntos. Siempre pensé que eras demasiado frágil para él. Pero ahora… —Me sonrió—. Creo que eres la única persona que podría amarlo de verdad, tal cual es —En ese preciso instante, mi corazón dio un vuelco y mi respiración se entrecortó—. Eres fuerte y valiente, incluso cuando lloras, no es por autocompasión, sino porque lo amas tanto que darías tu vida por él —Luego, hizo una pausa para respirar profundamente—. Y él te ama con todo su ser —En verdad, no pude sostenerle la mirada, ya que me había sonrojado por completo. ¡No podía creer que el hermano de Levi me estuviera hablando de esa manera! El intrépido y jovial Beta, que nunca parecía tomarse nada en serio, me estaba diciendo que Levi y yo estábamos hechos el uno para el otro y que yo era su Luna.
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—Él no quería involucrarte en nada, porque no deseaba ponerte en una situación en la que tuvieras que elegir entre él y tu hermano —continuó Michael con una sonrisa maliciosa—. Él es así, un poco posesivo y nunca te dejará ir.
Inmediatamente, incliné la mirada, y por un momento traté de entender lo que estaba pasando, mientras enfocaba mi mirada en el piso de concreto, pensando en lo que Michael acababa de decir. Ahora, todo tenía sentido. Levi realmente había llevado su posesividad al siguiente nivel y, aunque eso podía parecer sensato y tranquilo, definitivamente no lo era. Si Dylan me hubiera puesto en una situación comprometida, Levi lo habría matado...
—¡Oh, gracias a los dioses! Exclamó Michael, de repente, y se sentó. —¡Pensé que esto jamás se iría! —Se levantó y estiró los músculos, con cuidado de no mover demasiado el abdomen. Rápidamente, seguí su ejemplo, feliz de sentir que mi cuerpo me pertenecía nuevamente, pero mi loba todavía no estaba por ningún lado o quizás sí lo estaba, pero con las cuatro patas erguidas en el aire, profundamente dormida.
—¿Cómo está tu lobo? —le pregunté, esperando que se le hubiera pasado el efecto de la droga.
—Apenas puedo sentirlo —dijo, y para comprobarlo, se rascó la cabeza. —Parece como si me hubieran dormido la mitad de mi cerebro.
Enseguida, me acerqué a él para tratar de revisar su herida, cuando, accidentalmente, toqué las barras.
—¡Carajo! —me quejé del dolor, cuando sentí un chisporroteó sobre mi piel y rápidamente retraje la mano.
—¿Qué?
—¡Debe ser plata! —exclamé en estado de shock, aunque en realidad mi loba estaba dormida, por lo que se suponía que la plata no debería… ¡Algo no estaba bien!
De pronto, Michael frunció el ceño y como si las quemaduras en mis dedos no hubieran sido suficientes, el imbécil acarició suavemente la barra, obteniendo el mismo resultado.
—Bueno, maldición —susurró el idiota, llevándose los dedos quemados a la boca. No pude evitar revolearle los ojos, mientras miraba mi propia mano. En efecto, se había curado sorprendentemente rápido, pero mi loba todavía no reaccionaba, o quizás aún permanecía bajo el efecto de la droga que nos habían inyectado, y no podía despertarla.
—¿Con qué nos drogaron? —Pregunté confundida.
—¿Qué? —respondió Michael, mientras continuaba con sus dedos en la boca.
—¿Qué tipo de droga solo afectaría nuestro enlace mental, pero no nuestra curación o vulnerabilidad a la plata? —Le expliqué nuevamente ¿Todavía no se había dado cuenta de que eso era extraño?—. Parecería como si la hubieran diseñado para dejar a cualquier lobo vulnerable, pero sin matarlo.
—¿Diseñado? —repitió con el ceño fruncido y enseguida me di cuenta de que estaba pensando en algo— ¡Carajo! ¡Sé dónde estamos!
—¿Dónde? —pregunté, con la esperanza de que hubiera tenido algún tipo de indicio que nos ayudaría a escapar.
—Drogas de diseño, lingotes de plata y un desenfrenado rencor contra los lobos. Solo hay un lugar en la tierra que se ajusta perfectamente a esa descripción —suspiró—. Estamos en la Ciudad del Pecado.
En ese momento, mi corazón dio un vuelco y mi sangre se heló por completo.
—¡Por favor, dime que estás hablando de Las Vegas, y no de la verdadera Ciudad del Pecado —lo interrogué mientras un horrible escalofrío me atravesaba la espalda. ¿Qué querría el Rey Vampiro de nosotros?
Aquella pregunta apenas se me escapó de los labios, cuando la puerta del otro lado de la habitación se abrió de repente.
—Supongo que estamos a punto de averiguarlo ahora —murmuró Michael, poniéndose a la defensiva. Inmediatamente, una intensa luz inundó la habitación, cegándonos por un momento, por lo que levanté mi mano para proteger mis ojos hasta que pudieran acostumbrarse de nuevo.
—Bueno, bueno, bueno —dijo una voz suave, pero profunda, que acompañaba a una alta y oscura silueta—. Buenos días, mis soles.
—Eres un vampiro —fruncí el ceño, incapaz de contener mi lengua, además no veía un carajo—. Dudo mucho que tengamos el mismo concepto de "buenos" y "días'".
—¿Por qué, Dylan? —continuó la voz, mientras una risita aterciopelada se añadió a aquella extraña mezcla. En ese preciso instante, sentí que se me desplomaba el corazón y se me helaba la sangre.
—¿Dylan...? —repetí, segura de que estaba oyendo cosas raras. ¿Por qué Dylan...? Mi corazón se estremeció cuando de repente volví a recordar aquellas palabras. A continuación, mis ojos se dirigieron de prisa a la figura que se encontraba en la entrada y no pude detener aquel grito sofocado que se estaba escapando de mis labios. Apenas pude reconocerlo. ¡Era mi hermano! Sus ojos estaban hundidos y su cuerpo delgado y escuálido. ¡Nunca lo había visto así! Por lo cierto, sabía que tenía un problema, pero jamás me imaginé que era un adicto, y peor aún, solo había un tipo de adicción que afectaba de esa manera a los hombres lobo, ¡La sangre de vampiro!
—Deberías haberme dicho que tu hermana es una fiera —continuó la voz. De inmediato, giré la cabeza y observé al sujeto detrás del cual se escondía mi hermano. Era un hombre alto, de complexión mediana, con un rostro muy atractivo y su mandíbula estaba bien definida y perfectamente enmarcada por su barba oscura. Sin dudas, era un vampiro, ya que el color de sus ojos era de un rojo sobrenatural, aunque lo que realmente lo volvía peligroso era aquella sonrisa confiada que se asomaba en su rostro. ¡Era diabólicamente atractivo! Seguramente, las mujeres lo seguirían con facilidad, aunque solo les ofreciera sangre y muerte. (¡Sí!, Me resultaba difícil no tener prejuicios! ¡No se olviden que soy un LOBO!).
En tanto, sus ojos recorrieron mi cuerpo de una manera bastante incómoda, provocando que comenzara a temblar ante la molestia que me generaba. De hecho, me observaba, como si no fuera una persona, sino como un objeto, un medio para un fin, lo cual me helaba la sangre.
Así que ese era el Rey Lucian. ¡El Rey Vampiro!
De prisa, tragué saliva, advirtiendo que ya no sentía el mismo valor que antes para mirarlo a los ojos.
—Aquí la tienes —dijo Dylan con voz débil, sus ojos estaban perdidos en cualquier parte, menos en mí—. Entonces, ¿ya está todo arreglado?
"¿Todo arreglado?" Resonó en mi mente. ¿Qué habría querido decir?
—Tsk, tsk, Dylan —dijo el Rey, sin quitarme los ojos de encima—. Terminaremos con todo esto cuando me entreguen un Lobo Huargo.
—¿Un lobo Huargo? —Michael volvió a repetir y me miró sorprendido, mientras me encontraba con sus ojos, aunque rápidamente se encogió de hombros, como si ninguno de los dos tuviera la menor idea de lo que estaba hablando.
Los lobos Huargos, al igual que los lobos Sedientos de Sangre, eran temidos, no solo por su tamaño y fuerza, sino que eran mucho más inteligentes, tenían más control sobre el humano y potencialmente podían dominarlos por completo. Aquellas bestias vivían solo de las necesidades carnales y del instinto primario. Antes de la era civil, habían sido criados para la guerra, pero las manadas pronto descubrieron que no podían controlarlos y muchos de ellos perecieron tratando de cazar y matar a estas fieras.
Eran verdaderos monstruos de leyendas...
—Lo prometiste —insistió Dylan, y de alguna manera su quejosa e hipócrita voz, me sacó del trance en el que había estado atrapada.
—¿Qué?
—Una vez que te la entregara tú...
—¡DYLAN! —Gruñí, mientras la ira comenzaba a correr por mis venas, y como ácido, derretía lo poco que me quedaba de amor por mi hermano— ¡Hijo de PERRA! —Me puse de pie antes de darme cuenta y me acerqué a él. Solo me detuve, cuando las barras se interpusieron en mi camino, pero la furia me consumió y con rabia, me golpeé contra los barrotes. Definitivamente, hubiera deseado que esa fuera su cara. ¡Quería matarlo!
Seguidamente, me quejé del dolor cuando la plata quemó mi piel, e inmediatamente las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis ojos, mientras una profunda sensación de traición me desgarraba el corazón. ¡Mi propio hermano! ¡Estaba aquí porque mi propia sangre y carne me habían vendido!
¡Y el bastardo se atrevió a sonreír!
En tanto, un rugido amenazante lo hizo tambalearse hacia atrás y el miedo brilló en sus ojos, mientras miraba al feroz Beta que estaba a mi lado. En efecto, no pude evitar dejar escapar una sonrisa. ¡Se lo merecía! De hecho, en ese momento, Michael se había burlado, al no sentir la más mínima intimidación por parte de aquel debilucho, y luego se acercó a mí, para protegerme en caso de que fuera necesario.
—Si no recuerdo mal —continuó el vampiro, sin siquiera sentirse afectado por aquel intercambio entre los hermanos—. Fueron mis hombres quienes la trajeron aquí.
—Jamás podrías haber pasado la frontera sin mi ayuda —suplicó Dylan, con su habitual voz quejosa, como si fuera un niño pequeño, al que simplemente le habían negado sus dulces.
—Una frontera que ustedes han impuesto —se burló Lucian girándose hacia mi hermano, con sus ojos rojos que brillaban en la penumbra—. Si no fuera por el hecho de que todavía te necesito… —Hizo una pausa, y por un segundo, hubo una clara confusión en su expresión— ¿De qué estoy hablando? ¡Yo no debería!
Antes de que pudiéramos darnos cuenta de lo que estaba ocurriendo, Lucian envolvió su brazo alrededor del cuello de Dylan, y luego lo empujó con fuerza hacia atrás. Inevitablemente, suspiré cuando él, sin remordimiento ni vacilación, rompió su cuello. En un abrir y cerrar de ojos, mi hermano se había ido para siempre.
Rápidamente, su cuerpo golpeó el suelo con un ruido sordo, con sus ojos, ya sin vida, completamente perdidos. Por un segundo, me quedé contemplándolo confundida, incapaz de creer lo que acababa de suceder. Sin embargo, no sentí absolutamente nada. Mi corazón se había desplomado.
Él estaba muerto…
—Tú, querida —sonó de repente justo frente mío, por lo que respiré y traté de apartarme del vampiro, aunque fue demasiado rápido. De pronto, sus heladas manos tomaron mi rostro, y comenzaron a empujarlo, mientras me mantenía cuidadosamente a una distancia segura de las barras plateadas. No pude evitar suspirar, cuando me vi obligada a mirar a aquellos ojos rojos sin alma, y el hecho de observar mi propio reflejo en ellos, se sintió como si estuviera presenciando la propia escena de mi muerte.
—¡Tengo grandes planes para ti!
De repente, me soltó, por lo que retrocedí de prisa, perdiendo el equilibrio y caí hacia atrás. En tanto, el leve sonido de una risa me hizo mirar hacia arriba, y al observar una sonrisa en su rostro se me pusieron los pelos de punta. En ese preciso instante, mi cuerpo comenzó a temblar del miedo y mi corazón empezó a sentirse terriblemente oprimido dentro de mi pecho. Finalmente, satisfecho con su trabajo, sonrió y se fue, mientras sus secuaces se llevaban el cuerpo de Dylan.
—¿Soy solo yo? —dijo Michael, atrayendo mi atención hacia él. —¿O también tienes la sensación de que no está hablando de reservaciones para cenar?
Lo miré.
—¿Qué? Los...
—¡Oh vamos! —se encogió de hombros con picardía—. Obviamente, quise aliviarte con un poco de humor.
Entonces, me reí, o al menos dejar escapar una bocanada de aire que no me había dado cuenta de que había estado conteniendo hasta ese momento. Fue una mezcla entre un sollozo y una sonrisa, acompañada por una especie de paz, ya que al menos por ahora podía respirar.
Por última vez, había podido ver a mi hermano mientras lo llevaban a... Dios sabe dónde. Aun así, no sentí nada, o quizás sí, un poco de pena, no por la pérdida en sí, sino porque había desperdiciado su vida. Podría haber llegado a ser tanto, pero... ¿Así fue como él había elegido pasar su vida?, lo cual me provocaba una profunda tristeza.
—No te harán daño —dijo Michael, acurrucándose a mi lado—. Te lo prometo. ¡Carajo! ¿Te das cuenta la patada en el trasero que me pegaría Levi si no llegara a proteger a su compañera?
En ese momento, una pequeña sonrisa encontró su camino en mis labios y sacudí mi cabeza. ¡Deja que Michael te haga sonreír!
—Gracias, Michael —suspiré, cediendo a cualquier emoción que sentía, con lo cual inevitablemente tendría que lidiar más tarde. Lo miré— ¡Por tu alivio gracioso, obviamente! Tus charlas de ánimo apestan —Repentinamente, una amplia sonrisa cruzó su rostro antes de ponerse serio.
—Vamos a superar esto —prometió y yo asentí.
—Sé que lo haremos —traté de responder con mi voz más segura. Estaba asustada, pero no iba a dejar que me controlara, lo único que debía hacer era encontrar una manera de escaparnos de aquel lugar.