Capítulo 51
1711palabras
2022-08-22 00:00
Punto de vista de Levi
"¿Qué puedes decirme acerca de Dylan?", pregunté con brusquedad, al tiempo que me reclinaba en mi silla.
"Ese Dylan es un idiota redomado", gruñó Rita, mientras que yo sonreí, al percatarme de que teníamos opiniones semejantes sobre ciertas cuestiones. Luego, ella ocupó la silla frente a mí. "Él se relaciona con gente inadecuada y luego acude a Dina para que le ayude a salir del atolladero”.

"¿Qué dices?", pregunté con tono de sorpresa, pues aquello no me agradaba un ápice, y tampoco a mi lobo.
Alguien trató de ponerse en contacto conmigo mediante la conexión telepática de la manada. Se trataba de algo acerca de una acción sospechosa. Entonces gruñí para indicar que debían investigar aquello y luego volví con Rita.
"Bueno, en primer lugar, él es el tutor legal de ella", aclaró ella, al tiempo que hacía un gesto de disgusto. "Y eso significa que él goza de acceso pleno a todas sus cuentas, de modo que puede dejarla sin un céntimo".
"¡Cómo!", exclamé, incapaz de reprimir un gruñido. La inquietud me dominaba. Por una parte, me asaltaba el impulso de estrangular a Dina por ocultarme aquello y, por otro lado, me reprochaba a mí mismo por no haber llevado a cabo una investigación más profunda. En cuanto solicité la confirmación de la cuenta supe que algo no andaba bien, pero yo simplemente no... ¡Maldita sea!
¡Yo había tenido todo el tiempo la oportunidad de acceder a su cuenta bancaria todo este tiempo y ni siquiera lo sabía! Entonces abrí mi computadora portátil y sin ruborizarme quebranté algunas leyes para poder acceder a su cuenta. (¿Acaso mi actitud te escandaliza? Pues entonces has de saber que el líder de una manada de hombres lobo raras veces actúa de manera lícita. Para ese momento yo ya era un habilidoso pirata informático).
"¿Acaso ella no te lo había dicho?" Rita se encogió de hombros. "La verdad no me sorprende. Tardé una eternidad en conocer el motivo por el cual ella siempre estaba arruinada. Y él es su hermano. Una de las cosas que distinguen a un lobo es que para él la fuerza siempre prevalece sobre la razón". Ella me dirigió una mirada. "¿Sabías que él la golpeó?", me preguntó. Gruñí. Lo sabía pero tenía mayores preocupaciones.

En aquella cuenta habían sido depositadas gruesas sumas de dinero, pero también se habían efectuado cuantiosos retiros, el último desde la Ciudad del Pecado. Sin embargo, los fondos habían sido transferidos a una cuenta extraterritorial a la cual me estaba vedado el acceso. Gruñí; sin duda Dylan recibía dinero por suministrarle a alguien información sobre cómo lograr entrar y salir de la manada. Y me habría apostado la cabeza a que era el rey Lucian. Me preguntaba cuáles serían sus razones.
Un nuevo mensaje telepático. Alguien había sido encontrado inconsciente... Interrumpí la comunicación y les ordené investigar al respecto y recurrir a Mick si requerían ayuda adicional.
Me arrellané en la silla. Ahora era penosamente obvio que su objetivo era Dina, pero ¿por qué? ¿Acaso ello guardaba relación con el arma imaginaria que él estaba desarrollando? Pero ¿por qué se valdría de Dina? Gruñí al tiempo que frotaba mi nariz.
"¿Sabes de algo que nos pueda indicar si Dylan planea usar a Dina como un as bajo la manga?", pregunté, presa de la desesperación. Debía haber algo que nos lo indicara, ¿pero qué? Parecía obvio que Dina no tenía la menor idea pero, si la tenía, pensaba que era algo que carecía de la importancia suficiente como para hacérselo saber a alguien.

"¿Qué quieres decir?", preguntó Rita algo confundida, pero al cabo comprendió la situación. "Así que ellos están ... tras ella? ¿Ella es el blanco?" Traté de contener a mi lobo; le hice ver que no había forma de que ella pudiera haberlo sabido, pues no se lo habíamos dicho. "Pensaba que simplemente..."
"Es a mí a quien pretendían envenenar", gruñí, tratando de refrenar a mi lobo. "Conmigo fuera del camino ella sería un blanco fácil".
"Pero ¿por qué?". "Quisiera saberlo". Pero en cuanto abrí la boca para hacer mi comentario sarcástico, Rita aventuró: "Tal vez guarde relación con ese extraño tatuaje que ella tiene en el trasero". Le pregunté con curiosidad a qué tatuaje se refería. Mi lobo también sentía curiosidad. Yo la había visto completamente desnuda pero no había advertido una sola marca en su cuerpo.
"Tiene un tatuaje en la espalda", prosiguió Rita, sonriendo con satisfacción pues sabía algo que yo ignoraba. "Pero solo es visible a la luz de la luna; es cosa de brujería. Me llevé un susto terrible la primera vez que lo vi". Se encogió de hombros. "Dijo que había sido un regalo de su madre por su cumpleaños número doce, cuando se transformó por primera vez".
"¿Doce años? Normalmente, los lobos no se transforman antes de los catorce años, a menos que algún evento dramático precipitara la transformación, como en mi caso", dije.
"¿Acaso le sucedió algo dramático cuando tenía doce años?", dije frunciendo el entrecejo. Según consta en su expediente, ella se transformó a la edad de catorce años. ¿Se trataba de un error? ¿Alguien mentía? ¿Un tatuaje hecho por una bruja? Yo sabía que las brujas existían y que podían lanzar hechizos sobre los lobos. Pero ¿por qué sobre Dina? ¿Qué estaba tratando de ocultar su madre?
"No que yo sepa", contestó Rita, meneando la cabeza. "Simplemente ella se transformó y su madre le regaló el tatuaje. Ella dijo que le revelaría todo cuando cumpliera dieciocho años, pero ...", suspiró, sintiéndose tan impotente como yo, "... un lobo muerto no puede hablar".
"¡Maldición!", dije entre dientes. Y justo cuando pensábamos que íbamos por el camino correcto. Tal vez si yo le preguntara a Dina... "¿Recuerdas cómo era?", pregunté. No esperaba que pudiera recordarlo, pero, para mi sorpresa, dijo que sí, y luego, tomando papel y lápiz, procedió a dibujarlo. Dibujaba con mucha destreza.
"Era así", dijo, enseñándome el dibujo. "¡No puede ser!", exclamé. Luego, me puse en pie de un salto y al salir me comuniqué telepáticamente con los guardias de Dina, pero no hubo respuesta, así que la sangre se heló en mis venas. Intenté frenéticamente ponerme en contacto con Dina pero no lo logré.
"¿Alfa?", preguntó Rita con preocupación, tratando de seguirme. Bajé las escaleras precipitadamente y salí corriendo por la puerta. Por fin todas las piezas del rompecabezas encajaban, pero tal vez ya fuera demasiado tarde.
"¡Maldición!", gruñí, reprochándome por no haber prestado atención a los mensajes telepáticos que recibía. Me comuniqué con todos los guardias que se hallaban en las cercanías para llegar al hospital, pero tras la última palabra se oyeron los primeros gritos de auxilio. El hospital estaba siendo atacado.
Gruñí y me transformé en lobo antes de emprender el camino al hospital. Los vampiros y pícaros inundaban el lugar. Me abrí paso entre ellos, tratando de llegar hasta mi pareja. Tras matar al último vampiro con el que me topé, me asomé a la habitación, pero estaba vacía.
Retrocedí y contemplé la terrible escena a mi alrededor. La sangre me hervía, mis ojos estaban enrojecidos por la ira, el corazón me latía violentamente en el pecho.
¡No puede ser! ¡Ella no lo sabía! Seguramente lo ignoraba, pues de haberlo sabido sin duda me lo habría contado.
Un vampiro solitario se precipitó hacia mí pero conseguí atraparlo en el aire. La sed de sangre adquiría proporciones jamás vistas. Él chilló y rogó por su vida, pero yo sentía la necesidad de matar algo, así que le arranqué la cabeza. ¡Maldición! Ahora todo tenía sentido.
Dina había sido el blanco de ellos todo el tiempo y para Dylan ella valía una fortuna. Dylan se las había ingeniado para hacer un trato con el mismísimo diablo, Lucien, así que sus preocupaciones se acabarían. Y una vez que el Rey Vampiro la tuviese en su poder, la usaría para crear el mundo de ilusión que nos tenía reservado.
Un mundo nuevo donde los seres sobrenaturales subyugarían a los seres humanos, usándolos como si fuesen ganado. Un mundo donde todos se inclinarían servilmente ante él.
Y ahora que yo sabía realmente quién era ella yo sabía que utilizando a Dina él triunfaría. "¿Qué deseas Alfa?", me preguntó uno de mis guerreros al observar mi mirada llena de odio. "¡Debes encontrar a mi pareja!", troné. Ya no me importaba que mi secreto fuera develado.
"Alguien vio que los vampiros se la habían llevado al bosque, dijo él recobrando la compostura, señalando hacia el bosque. "Beta Danvers fue tras ellos", añadió.
Me pregunté dónde estaba Mick, pues recordaba que él había estado allí hablando con Angela. Me preocupaba la suerte que hubiera podido correr. Les ordené a algunos de mis lugartenientes que se movieran antes de que nos lanzáramos a toda velocidad a través de los bosques. Mi lobo nos impulsaba hacia adelante con una velocidad inusitada.
De pronto un grito retumbó en el aire y me quedé de piedra al oírlo. La sangre se heló en mis venas y el pulso latía en mis sienes. ¡Mi pareja!
De repente se oyó un estrépito que hizo que todos los lobos se sobresaltaran. Olfateé el aire y percibí el olor a sangre. Mi corazón pareció dejar de latir. ¡Mick!
Reanudé la carrera, pero esta vez con mucha mayor rapidez que antes y solo me detuve al llegar a un camino desierto. Me moví rápidamente, observando el camino que se extendía ante mí.
No había nada allí, salvo huellas de neumáticos y un charco de sangre de mi Beta. ¡Maldición! Mi lobo quería liberar sus impulsos y cazarlos.
"¡Alfa!", exclamó Rita, al ver la sangre. La sujeté para impedir que hiciera lo que pretendía hacer.
"¡Suéltame!", gritó ella, con su loba imponiéndose claramente.
"Sabemos donde están. ¡Los encontraremos!", prometí, suspirando profundamente. Podía ver el odio ardiendo en sus ojos pero la comprendía. Incluso mi lobo me odiaba, pero en ese momento yo debía asumir el control.
Ellos necesitaban que yo acudiera en su auxilio para salvarlos de la aniquilación porque un ejército de hombres lobo en un asentamiento humano regido por vampiros sería descubierto de inmediato.
Si permitía que mi lobo prevaleciera jamás recuperaríamos nuestras parejas. Si no actuaba con astucia corría el peligro de perder a mi pareja para siempre.