Capítulo 44
877palabras
2022-08-19 00:00
El punto de vista de Levi.
Escuché una caída en el piso de abajo. Al principio, no le presté mucha atención más que pensar que había sido Dina cayéndose o tirando algo de nuevo; iba a unirme a ella en un minuto. Con suerte hoy podremos llegar a comer algo también...
En ese momento estaba en mi oficina juntando algo de información que tenía sobre la madre de Dina; tenía la esperanza de que su pasado pudiera revelar un poco más sobre por qué los vampiros iban detrás de sus hijos. En parte, espera no encontrar nada y que no estén detrás de mi compañera. Odiaba la idea de que su vida pudiera estar en peligro; la idea hacía que mi lobo estuviera bien despierto. Mataríamos a cualquiera que se atreviera a lastimar a nuestra compañera...

¡Silencio!
Dejé de hacer ruido y escuché. Cada vez que Dina se caía, se chocaba con algo o golpeaba cualquier cosa, siempre maldecía. Se había vuelto una de mis cosas favoritas: escuchar sus pequeñas maldiciones y resoplidos que se aguantaba. Especialmente cuando su loba empezaba a gruñirle a los objetos, como si fuera culpa de ellos...
Pero como no la escuché maldecir, me preocupé. ¿Se habría lastimado?
"¿Dina?".
Ninguna respuesta.
"¡Dina!".

Esta vez grité un poco más fuerte. Pero no tuve respuesta y mi lobo se puso nervioso. Dejé los papeles, salí de la oficina y bajé las escaleras corriendo.
“¡DINA!”.
La sala estaba vacía y el silencio que había era ensordecedor. Mi corazón estaba listo para salirse de mi pecho. ¡Algo andaba mal!
Corrí hacia la cocina...

Se me congelaron las entrañas. Sentí que se me paraba el corazón y, por un segundo, me sentí muerto.
Mi compañera yacía inmóvil en el suelo. Estaba pálida y sus labios estaban azulados, casi transparentes. Sus ojos estaban rojos e inflamados, y el mismo patrón se veía alrededor de su nariz.
Mis instintos me hicieron accionar. Me lancé hacia ella y le chequeé el pulso. Tenía pulso, pero apenas se sentía. Y su respiración... era muy superficial, casi inexistente. 
¡Mi lobo se movía de un lado a otro, gruñía y no ayudaba! Estaba enojado por lo que le había sucedido a su compañera y quería sangre...
"Este NO es el momento de pelear conmigo", grité; en ese momento odiaba a mi lobo. Pero luego... miré en la dirección en que estaba gruñendo.
Había una caja. Y una rosa junto a ella...
¡¿Qué carajo...?!
Agarré la rosa, pero la dejé automáticamente porque sentí que me quemaba la piel. Mi corazón dio un vuelco cuando me di cuenta...
¡Plata!
Ella había respirado plata…
No pensé. La tomé en brazos y salí corriendo. Nunca había corrido tan rápido en mi vida. Lo único que tenía en la cabeza era salvar a mi compañera..
"¡ALGUIEN!", grité al entrar al hospital; la corrida me había dejado sin aire. El personal respondió ante mi orden pero nadie se atrevió a apurarse. "¡Ayúdala!", le ordené a la primera enfermera que vino hacia nosotros.
"¿Qué sucedió?", preguntó mientras revisaba la figura pálida y fría en mis brazos.
"Inhaló plata", dije justo cuando traían una cama. La apoyé con cuidado mientras la enfermera seguía tomándole los signos vitales. Al ver la expresión que tenía la enfermera, me preocupé aún más. Sentía el pecho cerrado y mi lobo aullaba.
"Háganse a un lado", ordenó la médica de pronto. Me corrí; me sentía fuera de mí mismo. Ni siquiera me había dado cuenta de que había más personas; las escuché hablar... pero no entendí ni la mitad de las cosas que decían. Lo que sí entendí fueron sus expresiones y eran de preocupación...
Intentaron dándole una inyección de algo, pero, aparentemente, no funcionó.
"Ya pasó demasiado tiempo", dijo en un suspiro una de las doctoras mientras sacudía su cabeza.
Levanté la vista.
¿Qué dijo?
"Tiene un compañero", dijo otro todavía con esperanza, y señaló la marca en sus hombros. "¡Podría salvarla!".
¡Era todo lo que necesitaba saber!
"¡Muévete!".
Aparté a un lado a la médica inútil y me arremangué. Esto sí sabía cómo hacerlo. Por haber compartido, por una estúpida suerte o por un maldito milagro, sabía que la unión entre dos compañeros también se podía hacer por sangre y no solo por mordida. Una mordida une en cuerpo y alma, compartir la sangre es una forma de unir las almas.
Fue eterno...
Unir su fuerza vital a la mía, y la mía a la suya...
"¿Alfa?".
Me mordí la muñeca, saqué sangre y la llevé a su boca.
"¡Alfa!".
La doctora se acercó rápido y me apartó. La miré y me sentí tentado de dejar que mi lobo hiciera lo que quería: ¡arrancarle la lengua y callarla para siempre!
"Si ella te rechaza", exclamó casi en un ataque de nervios, "¡morirás!".
¡Yo lo sabía!
Y me importaba un carajo.
Me acerqué y me puse peligrosamente cerca de ella. Mis ojos negro azabache reflejaban el miedo que ella sentía.
"¡Muévete!".
Ella dio un salto hacia atrás y yo continué lo que había empezado. Supongo que podría perdonarla más tarde; simplemente no entendía. No podía ver...
Sin Dina, mi vida no tenía sentido. Mi título, mi nombre, mi trabajo...
¡Ella había hecho que todo valiera la pena!
Y así dejé que consumiera toda mi sangre.