Capítulo 30
1679palabras
2022-08-09 09:55
Punto de vista de Levi.
Sabía que mi lobo no dejaría que ninguno de ellos se fuera con vida. Eran una amenaza para la mujer que amábamos, teníamos que ocuparnos de ellos y solo conocía una forma de hacerlo.
Me transformé en el aire y desgarré la carne fría del primer vampiro.

Había una razón por la que se temía a los lobos sedientos de sangre: ¡Eran asesinos! Simple y llanamente. Pero para mí, era más que simple lujuria; era rabia, dolor y sangre, y por sobre todo, no tenía ningún control sobre eso. Tenía una conexión con todo lo que estaba haciendo mi lobo, puedo sentir lo que él estaba sintiendo, ver lo que estaba viendo. Era una fuente de inmenso poder; no era un sentimiento de euforia o felicidad, era puro poder…
Me despertaron, como dicen, cuando tenía 8 años. Ese día, maté a mi padre y perdí a mi madre y a mi hermano no nato. Ese día, cambié por primera vez. ¡Y surgió mi lobo sediento de sangre!
Y lo odié.
Para mí él era algo contra lo que siempre tuve que luchar; empujarlo hacia adentro, controlarlo. La rabia y la ira se habían apoderado de mi vida y era lo único que sentía. Entonces, las drogas se convirtieron en mi escape; huía de mi lobo, de mi ira y de mi jodida vida.
Además, había sido una de las cosas más difíciles a las que tuve que renunciar para aceptar mi destino y la sed de sangre de mi lobo.
Con el pasar de los años, aprendí a controlarlo y saciar mi sed de sangre con mis enemigos o con mis presas. Aprendí a reprimir la ira que intentaba tomar el control de mis actos, aunque, nunca logré que se fuera por completo. Siempre estaba allí, acechando justo debajo de la superficie y me obligaba a luchar constantemente mi bestia interior...

Cuando destrozó al último vampiro, logré recuperar el control de mi lobo. Observé mi entorno; definitivamente había dejado que mi ira ganara. No los había matado rápidamente como me entrenaron para hacer; los hice sufrir. Arranqué una extremidad tras otra y la sangre, la carne y los intestinos cubrían la tierra húmeda. El olor a podredumbre y muerte impregnaba el aire fresco de la noche.
No fue hasta que percibí el insignificante y dulce aroma de hierba y bayas, que me di la vuelta y la vi.
¡Dina!
Ella se quedó allí parada, con una expresión de asombro en el rostro. Miró a su alrededor, analizando lo que había hecho; entonces, sentí mi corazón dar un vuelco y mi sangre helarse cuando sus ojos se encontraron con los míos.

¡Ella lo sabía!
Sentí un terrible dolor recorrer mi cuerpo y mi corazón se encogió; ahora sabía lo que era, ¡Nos iba a rechazar! Mi lobo gimió con pena. Sí, mi gran bestia mala e incontrolable se entristecía al ver su expresión; como si quisiera rogarle que no se alejara de nosotros. No queríamos que nos temiera, puesto que nunca la lastimaríamos...
Sin embargo, permanecí inmóvil; temía que cualquier movimiento mío la obligara a salir corriendo hacía el bosque y nunca la volviera a ver...
—¿Alfa?— su voz atravesó la fría noche. —¿Estas bien?
Mi corazón se exaltó. ¿Acaso aún le importaba?
Permanecí quieto; ni siquiera podía pensar con claridad. Apenas noté los pequeños y cautelosos pasos que dio hacia nosotros y, antes de que me diera cuenta, estaba de pie justo frente a mí. Sentí mis ojos cambiar del rojo intenso al simple marrón de mi lobo y una pequeña sonrisa apareció en sus labios, cuando lo reconoció. Mantuvo sus ojos en los míos, mientras extendía su mano hacia mí con lentitud deliberada. En el instante que su mano tocó mi pelaje, sentí un escalofrío de placer y electricidad recorrer todo mi cuerpo. Suspiré ante su toque, inclinándome hacia su mano; aquella sensación nos encantaba.
La queríamos...
Cambié de nuevo y me puse de pie; no pude evitar sonreír cuando noté su sonrojo. Trató de mirar a otra parte, pero le costaba mantener su curiosidad a raya. Entonces, ¿Todavía se sentía atraída por mí? Supongo que eso es un consuelo. Pero ahora quería más; no solo deseaba su contacto. Sin embargo, ¿Podría dármelo? ¿Me aceptaría?
Suspiré y mi lobo gimió melancólico. No me iba a vender falsas esperanzas; los lobos sedientos de sangre no reciben amor ni romance. No hay niños y una valla blanca esperando por mí. Solo les dan un color y son arrojados al pozo más oscuro que los Reales pueden encontrar.
Caminé hacia el auto a buscar la muda de ropa extra que traía. Afortunadamente, siendo un hombre lobo, siempre tenía una de más. Tomé un par de jeans del baúl y usé la camiseta para secar las salpicaduras de sangre. 
Todavía sentía su presencia; ella estaba allí. Podía sentir su ritmo cardíaco extrañamente tranquilo y su respiración uniforme y profunda. Estaba enfrascada en sus pensamientos. ¿Quizás planeando huir de mí? ¿Preguntándose qué iba a hacerle para mantenerla callada?
Suspiré. Ahora realmente no había ninguna esperanza para nosotros...
—Lo siento.— susurré, escondiéndome detrás del auto. — No era mi intención que vieras esto.—  estaba avergonzado. Nunca quise que conociera este lado mio. De hecho, nunca quise que nadie me viera así.
¡Un monstruo!
—Sí.— sonaba algo insegura desde el otro lado del auto; una mezcla entre desdén y burla. — Ver un Alfa sediento de sangre en acción no es para los débiles de corazón.
Una chispa de esperanza se encendió en mi pecho. ¿Ella realmente…? Caminé alrededor del auto, mirándola. Había estado apoyada en el capó, pero se irguió cuando me acerqué. Sus ojos inmediatamente encontraron los míos; No mostraba una pizca de miedo. Mi mandíbula cayó unos milímetros.
—¿No tienes miedo? — Tenía dificultades para creer lo que veía.
—Supongo que estoy un poco conmocionada, pero por lo demás estoy bien.—  se encogió de hombros. Rápidamente miró a su alrededor y tartamudeó, antes de volver a mí. Su expresión estaba desconcertada. — Nunca antes había visto un cadáver en mi vida y en lo que va del día, están por todas partes...
—¿Pero no tienes miedo?—  La interrumpí, sin prestar mucha atención a la sangre que nos rodeaba.
Abrió y cerró su boca un par de veces, como pez fuera del agua.
—N-no sé, ¿A qué te refieres?— su expresión honestamente perpleja.
—¿No me temes?
Mi corazón comenzó a acelerarse mientras esperaba su respuesta y, nuevamente, no me decepcionó. El atisbo de una sonrisa apareció en la comisura de sus labios.
—No le temo a un alfa que hace su trabajo.— afirmó como un hecho. Mi respiración quedó atrapada en mi garganta y un jadeo superficial escapó de mis labios. Incluso mi lobo estaba emocionado. ¿Podría ser?
—Pero mi lobo…— respiré hondo, pero las palabras se atascaron en mi garganta. Mi corazón estaba acelerado y sentía un cosquilleo en mi estómago. Me sentí como un niño de 14 años, hablando con su primer amor.
—¡Estás herido!
Sus palabras me sacaron del ensueño en el que me había metido. tenía el ceño fruncido con enojo mientras me señalaba. Inconscientemente, seguí el punto en donde me señalaba y, para mi asombro, descubrí una gran herida en mi brazo y pecho; ni siquiera las había notado.
—No es...— Me encogí de hombros, desestimándolas, puesto que ya había comenzado a sanar, pero antes de que pudiera hacer nada, Dina estaba a mi lado. Tomó la camiseta de mis manos y la presionó contra la herida.
—Vamos.— me llevó hasta sentarme en el lado del pasajero. —¿Has hecho contacto mentalmente con alguien para que limpie este desastre?—  Preguntó señalando la masacre de fondo.
Me quedé boquiabierto un par de veces, tratando de mantener mi título como alfa. Luego, conecté con algunos de los guerreros y limpiadores de la ciudad para que se encargaran de los pícaros antes de que algún humano tropezara con los dos cuerpos mutilados detrás del bar.
—Ahora sí…— murmuré y me encontré siendo empujado dentro del auto.
—Bien.— se sentó a mi lado. —¡Andando!—  encendió el motor, giró el auto y se dirigió a casa. Mientras conducía, me quedé mirándola. De vez en cuando obtenía un enlace mental sobre los vampiros y ladraba algunas órdenes para averiguar qué había pasado. Pero finalmente, todo quedó en silencio y pude sentarme allí, mirando a la mujer de la que me había enamorado.
No tenía idea de cómo o cuándo sucedió. Supongo que mi lobo fue quien la aceptó mucho antes que yo lo hiciera. Al principio, solo la quería en mi cama; no estaba buscando un vínculo en ese momento. Pero incluso si eso hubiera sucedido, estoy seguro de que me habría enamorado de ella de todos modos, puesto que no es como nadie que hubiera conocido antes. No podría tener una aventura y luego dejarla ir.
Demasiado pronto nos detuvimos frente a mi casa y ella me llevó adentro.
—Siéntate.— ordenó cuando llegamos a la cocina. —¿Te mordieron?—  preguntó, rebuscando en un cajón algo de alcohol y vendas.
—No.— murmuré, observando cada uno de sus movimientos. Realmente nunca había prestado atención a que había convertido este caparazón vacío de una casa en un hogar. Había comprado esta casa desvencijada porque me cansé de enyesar y pintar las paredes de la casa de la manada; sin mencionar todos los muebles que constantemente tenía que reemplazar. Solo necesitaba un lugar propio para poder destrozar cada vez que tenía un ataque. Pero ahora…
Los parches en las paredes se habían convertido en pequeñas obras de arte; la cocina olía a especias y calor. Los ecos de risas aún persistían en el aire; y se habían dicho palabras sin sentido, pero dignas de oro, llenando los espacios huecos con significado y propósito.
Sonreí. Estaba oficialmente entregado...
—¿Está seguro? ¡Date vuelta!— me ordenó, haciéndome un gesto para que me pusiera de pie y yo obedecí. Mi lobo ronroneó ante la sensación de sus caricias en lugar de enfurecerse por las órdenes que nos estaba dando. Una sonrisa se deslizó por mis labios.
¡Mi compañera!