Capítulo 29
2060palabras
2022-08-08 18:29
Punto de vista de Dina.
Me quedé en los brazos del alfa incluso después de que mi cuerpo dejó de temblar. Inspirar su aroma pareció calmar a mi loba tanto como a mí; después de todo aquello, eso parecía un sueño, un mal sueño. Esos pícaros, mi huída, la pelea… Todo pertenecía a una película. ¡No a mi vida!
¿Que esta pasando? ¿Por qué me perseguían? ¿Cómo llegaron aquí? ¿Qué querían?

—¿Puedes pararte?— preguntó suavemente el alfa, sacándome de mis pensamientos. Asentí y dejé que me ayudara a levantarme, solo para sisear de dolor, una vez que recordé mi pie torcido. —¿Qué sucedió?
—Realmente quiero culpar a los pícaros,— dije, de alguna manera pensando que este sería el momento perfecto para hacer una broma. —Pero eso es solo mi propia torpeza.— Sonreí, mientras que el alfa simplemente sacudía la cabeza con resignación.
—Vamos.— Colocó mi brazo sobre sus hombros y rodeó mi cintura suavemente, atrayéndome hacia él. Así, apoyada en él, logré caminar. —Gracias. Murmuré y una vez más me permití disfrutar de estar envuelta en su calor.
Noté los cuerpos mutilados en el suelo y recordé que había oído que el alfa no luchaba "limpio" (¡lo que sea que eso significara!). Aunque, al ver a los lobos muertos se me revolvió el estómago; no era por asco, sino ¡Tristeza! Unas vidas desperdiciadas. ¿Y si tenían familias, parejas, niños? Ahora estarían solos y... era simplemente triste. Casi demasiado como para pensar en ello.
De repente, el alfa se detuvo. Su cuerpo se tensó y sus ojos parpadearon, analizando todo lo que se movía. Mi corazón quedó paralizado.
—¿Qué ocurre?— susurré nerviosamente. ¿Había más de ellos? ¿Habían estado cazando a otros? ¿Y si era una trampa? Se sabía que los pícaros entraban en la tierra de la manada para robar hembras con las que aparearse.

—Tenemos que irnos.— Respondió, sacándome de mis pensamientos y levantándome en brazos rápidamente. Jadeé cuando me cogió al estilo nupcial y arrojé mis brazos sobre su cuello. Un momento después, me estaban depositando suavemente en su coche. No me dejó hacer nada. Me abrochó el cinturón y menos de un segundo después, se sentó en el asiento del conductor, empujando el motor al límite.
—¿Qué fue eso?— Pregunté tanto sorprendida por toda su dulzura, como también nerviosa por su comportamiento asesino.
—Nos están siguiendo.— dijo simplemente, rompiendo casi todas las leyes de tránsito mientras nos sacaba de la ciudad.
—¿Quién?— Miré nerviosa en todas direcciones. Sin embargo, allí no había nada más que farolas y sombras oscuras, lo cual era aún más siniestro. No respondió, pero noté que apretaba la mandíbula. Y rápidamente sumé dos más dos.

—Es...— tartamudeé, sintiendo que mi corazón se encogía y mi lobo gemía. —¿Esto es por mi hermano?
—¿Es capaz de hacer algo así?— Respondió el alfa con frialdad, sin mirarme. Pero su cuerpo rígido y su mandíbula apretada eran toda la evidencia que necesitaba. ¡Estaba enojado! ¡Y de alguna manera mi hermano estaba en el centro de todo!
Me moví nerviosamente en mi asiento. No pude responderle; en parte, por miedo de la respuesta y en parte porque temía lo que haría el alfa si lo supiera.
—¡Dina! ¿Él haría algo así?— Insistió.
—¡No sé!— Grité, mi corazón latiendo a un millón de millas por hora. —Él…— Me detuve y tragué con amargura. —subastó las cosas de nuestros padres y de nuestro hermanito antes de que se enfriaran en sus tumbas.— Admitirlo se sintió como una flecha en mi corazón, pero, en el fondo, lo sabía. Supongo que siempre lo supe, sin importar cuánto deseara negarlo: a mi hermano no le importaba nada ni nadie, excepto él mismo. —Creo que solo puedo alegrarme de que aún no haya vendido la casa.— Añadí intentando imprimirle algo de humor a la realidad.
—La vendió.— Confesó el alfa; su tono frío. Mi corazón se detuvo.
—¿Qué?
Sentí como mi burbuja de cristal se rompía. Me volví hacia el alfa, esperando que me dijera que estaba bromeando, que mi hogar, mi último recuerdo de mis padres y mi hermanito, no se había ido. Deseaba que dijera que mi hermano no…
Pero una vez que su mirada encontró la mía, lo supe. Se ha ido. ¡Todo se había ido!
—Tu casa se vendió una semana después de que llegaras a mi casa.— continuó, mirándome; sus ojos revelando arrepentimiento. —Lo siento.
—Oh, Dios mío.— Respiré hondo, mi voz apenas por encima de un susurro. Mi corazón estaba acelerado y mi mente vagaba por todas partes. ¿Cómo podría? ¿Mi propio hermano? ¿Después de todo lo que...? ¡Nuestra casa! Vendió nuestra casa... ¿Y qué hay de todo lo que había dejado atrás? Fotos, el peluche favorito de mi hermano, que estaba escondido debajo de mi cama, el libro favorito de mi madre, la caja de herramientas de papá…
—Lo siento.— dijo el alfa de nuevo, su voz teñida con arrepentimiento y tristeza.
—Si vas a apenarte, hazlo por él.— dije, sintiendo lágrimas de ira presionando mis párpados. — La próxima vez que lo vea, voy a matarlo...— Gruñí y mi loba se unió en mi ira.
Después de todo lo que nos hizo; cada vez que lo protegimos y mentimos cuando nos golpeaba hasta hacernos polvo. ¡Cómo dejamos que nos convenciera de que le permitiéramos ganar dinero con nosotras! Cómo habíamos mentido por él...
¡¿Y VENDIÓ NUESTRA CASA?!
—Respira hondo, Dina.— dijo el alfa de repente, su mano tocando suavemente mi rodilla. La conexión envió corrientes suaves y relajantes de electricidad por mi pierna hasta mi estómago. —El seguro no cubrirá una transformación en el auto.— Sonreí y me calmé. Ni siquiera me había dado cuenta de lo cerca que había estado de cambiar hasta que tuve que sacar mis garras de la puerta. —Lo siento.— Murmuré y miré en dirección al alfa. Pero él solo me sonrió antes de que sus ojos regresaran a la carretera. Sumido en un humor siniestro y profundo.
—¿Tienes valor?— Preguntó de repente. Lo miré, pero sus ojos estaban fijos en el camino. Su mano había regresado al volante y lo estaba apretando hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
—¿Qué quieres decir?— Estaba confundida. ¿Yo? ¿Valor? ¿Como en la trata de personas? Quedé anonadada cuando un pensamiento aterrador se me vino a la mente ¿Era eso en lo que se había metido Dylan? ¿Estaba traficando sobrenaturales?
—Quiero decir, ¿Crees que tu hermano puede subastarte?— continuó el alfa, confirmando mi sospecha. Mi corazón dio un vuelco, una vez que me encontré con sus ojos. Hablaba en serio. —¿Qué tipo de valor tienes?
Sabía lo que quería decir; algunas leyendas sobre los hombres lobo hablaban de lobos con poderes inimaginables. Lobos blancos, que eran inmunes a la plata y tenían la capacidad de curar a otros. Otros terribles, enormes, parecidos a bestias que podrían partir a un hombre por la mitad con su fuerza. Incluso algunos sedientos de sangre, que hacía que el lobo se volviera loco si no se satisfacía su deseo. Todos ellos fueron a menudo perseguidos, capturados o, peor aún, asesinados. Por eso, no era inusual que tales lobos mantuvieran en secreto su verdadera naturaleza. Pero…
¡Yo no era de esos lobos!
—Ninguno.— dije, esperando que mi voz fuera segura y fuerte, pero apenas salió como un susurro inseguro. —Quiero decir... yo... soy común y corriente.
—No eres demasiado común si Dylan cree que puede ganar dinero contigo.— dijo, sus nudillos palideciendo mientras apretaba el volante. ¿Acaso no me creía?
—¡Soy una don nadie!— Grité, sintiéndome enojada y traicionada por su desconfianza.
—No digas eso.— gruñó y su cuerpo se volvió tenso y rígido. Jadeé, cuando mis ojos se encontraron con los suyos; eran completamente negros. —¡Tú eres alguien!— Su voz era profunda y animal; me di cuenta de que era su lobo hablando. Rápidamente miró hacia otro lado, tomando respiraciones profundas antes de volver a mirarme. Ahora, sus ojos azules estaban llenos de preocupación —Tú Eres alguien, Dina.— repitió, con una mezcla de emociones. —Lo eres para mí.
Mi corazón dio un vuelco y contuve la respiración; sus palabras eran reconfortantes. De hecho, eran todo lo que mi corazón quería escuchar y más. Mi lobo suspiró de satisfacción y una pequeña sonrisa se deslizó por mis labios.
Abrí la boca, pero no salió nada. Quería darle las gracias, pero las palabras se me quedaron atascadas en la boca. Quería decirle lo mucho que apreciaba que dijera eso, pero lo único que pude hacer era sentir las lágrimas agolpándose  bajo mis párpados.
Como si sintiera mi batalla interior, el alfa miró en mi dirección. De repente, una pequeña sonrisa apareció en la comisura de sus labios. Tomó mi mano en la suya y, antes de que supiera lo que estaba pasando, presionó sus labios contra el dorso, enviando chispas por todo mi brazo.
—Te apoyo, Dina.— dijo en voz baja y imprimiéndole toda la verdad a cada palabra y todo lo que pude hacer fue asentir.
Su mano permaneció entrelazada con la mía. Sentir su presencia era suficiente para aliviar cualquier miedo y duda que tenía; me transmitía paz. Mi loba también lo sentía y me preguntaba si esto es lo que sentía mamá cuando estaba con papá. Puesto que ella siempre decía que él le daba tranquilidad y luego ella sonreía. Creo que estoy empezando a entender por qué sonreía...
Pensar en ella hizo que mi mente divagara al tatuaje en mi espalda. Siempre decía que me diría qué significaba cuando fuera mayor. De todas formas, no debía significar nada importante. ¿Verdad?
—Yo…— comencé, a punto de contarle sobre el tatuaje, pero me interrumpió.
—¡Aférrate!
Pisó los frenos bruscamente, giró el volante y tiró del freno de emergencia. Grité, sintiendo que el auto se deslizaba por la carretera vacía, antes de detenerse repentinamente. Un fuerte estruendo y una sombra oscura rodaron por el capó del coche. Cuando levanté la vista, me di cuenta de que un ser humano había impactado contra el auto. Pero a toda velocidad, se puso de pie y se volvió hacia nosotros. Mi loba gruñó y mis ojos se abrieron de par en par por el miedo cuando unos ojos rojos como la sangre se encontraron con los míos.
¡Vampiro!
—Nos atrapamos un autoestopista.— el alfa sonrió maliciosamente. Sus ojos oscilaban entre su habitual verde y negro azabache.
—Esos son…— murmuré aturdida por el miedo, incapaz de creer lo que veía. Nunca antes había visto un vampiro. Aunque, había leído sobre ellos y, por supuesto, sabía algo al respecto, pero... nunca había visto uno antes.
—Vampiros.— dijo Alfa Stone, en su habitual comportamiento frío. Se desabrochó el cinturón de seguridad. —¡Quédate en el auto!— Abrió la puerta, usándola como escudo para derribar al primer vampiro. En cuestión de segundos, agarró su cabeza y la estrelló contra el costado del auto antes de que los perdiera de vista.
Traté de decir algo o simplemente pensar, pero al igual que mi loba, no estábamos entrenados para esto. No sabía ni siquiera cómo reaccionar. Tampoco recordaba si le dije algo a alfa Stone.
Grité cuando un vampiro apareció en mi ventana. Me mostró sus colmillos, pero en cuestión de segundos, Levi estaba allí y lo apartó del auto. Jadeé cuando lo vi arrancarle la cabeza; había sangre por todas partes y sentí mi corazón bajar a la boca del estómago. Pero lo raro es que... no era por disgusto o miedo.
Ahora eso es algo que no ves todos los días, mi lobo comentó tan sorprendida como yo. Solo pude estar de acuerdo, mientras observábamos a nuestro alfa con asombro. ¡Maldita sea! Cuando dijeron que era una bestia asesina ¡No estaban bromeando! Mató sin esfuerzo y con tanta naturalidad sádica que parecía su segunda naturaleza para el enorme lobo frente a nosotros.
Un fuerte rugido atravesó la noche. Los vampiros se reunieron alrededor de la figura grande y oscura que era nuestro alfa.
—Están en mi territorio, sanguijuelas.— lo escuché decir a lo lejos. Cuando finalmente regresó a nuestra línea de visión. —Les pediría que se fueran, pero honestamente ¡Espero que se queden! Mi lobo está sediento de sangre.
¡Y entonces lo vi: sus ojos!
Estaban rojos como la sangre.
¡Esos eran los ojos de uno de aquellos lobos especiales!
¡Lobos sedientos de sangre!
Jadeé cuando me di cuenta: ¡El alfa Stone era un lobo sediento de sangre!
Atacaron y fue entonces cuando se desató el infierno.