Capítulo 28
1573palabras
2022-08-08 17:23
Punto de vista de Dina.
Doblé una esquina, pero por supuesto, con mi torpeza, y llevando tanta velocidad, choqué de cara contra la pared de ladrillos. Maldije, pero fue entonces cuando me tropecé con la acera. Sentí un dolor intenso subió por mi pierna y cada músculo de mi cuerpo se encogió. Mi visión se nubló por un segundo y aparecieron puntos negros frente a mis ojos. Un dolor sordo, similar al dolor de muelas se instaló en mi pie y rápidamente descubrí por qué;
Me había torcido el pie.

¿De verdad? ¿Justo ahora? Maldije mentalmente mi torpeza. ¿Por qué? ¿Por qué esta noche de todas las noches?
Quería gritar de dolor, pero la idea de que los pícaros me encontraran en esta situación me hizo morderme la lengua.
¡Mierda! ¿Ahora qué?
En respuesta a mis oraciones, noté un bar no muy lejos. "El bar de Sam", decía el cartel. No era el tipo de chica que va a bares, pero en este momento, ¡No me importaba si era el maldito bar de la Virgen María! Esto podría salvarme la vida.
Me levanté de la acera y corrí, salté y cojeé lo más rápido que pude hasta la puerta y me apresuré a entrar. Como era de esperar un sábado por la noche, el lugar estaba lleno de vida. Los humanos apretados juntos en lo que parecía una olla repugnante de sudor y alcohol.
¡Perfecto! ¡Justo lo que necesitaba para ocultar mi propio olor!

Tomé asiento en la esquina más alejada, lo que me daba una buena vista de la multitud, mientras buscaba frenéticamente mi teléfono. Mis manos temblaban; la adrenalina estaba abandonando mi cuerpo y solo me quedaba aquel dolor punzante en el pie. Con dedos temblorosos, me desplacé a través de mis contactos. ¿A quién llamo? ¿A Rita? ¿Quizás Michael?
Sin embargo, al único que quería era Alfa Stone.
No lo pensé mucho antes de marcar su número y sostener el teléfono en mi oído con las manos aún temblando.
"Atiende", le supliqué al teléfono. Mientras tanto, mis ojos exploraban nerviosamente a la multitud en busca de pícaros. "¡Por favor, atiende!"

—¿Dina?
Oír su voz, envió una oleada de alivio por todo mi cuerpo; como si alguien acabara de arrojar un salvavidas a una persona que se está ahogando. Sin embargo, no sabía cuánto estaba anhelando oírlo, hasta este momento. Un sollozo tembló sobre mis labios antes de que pudiera detenerlo y las lágrimas presionaron contra mis párpados.
—¿Dina? ¿Qué ocurre? —su voz volvió a llegar a mis oídos, llena de ira y preocupación. —¿Por qué estás llorando?
Cerré los ojos y me concentré.
—Alfa…— respiré, tratando de controlarme. Pero en el segundo que lo escuché, mi voz comenzó a temblar de nuevo. Se me cerró la garganta y no pude seguir hablando.
¡Mierda! ¿Qué tan patética puedo ser? Pensé que era más fuerte.
—Respira profundo, amor.— Levi me arrulló por teléfono, su voz más amable y gentil de lo que jamás había escuchado antes. —¿Dónde estás? ¡Voy en camino!
—Estoy...— cerré los ojos, tratando de recordar el nombre de nuevo. Tomé otra respiración profunda. — En el bar de Sam.— dije con voz temblorosa. Podía escuchar el motor rugir a través del teléfono.
—Estoy en camino. —Repitió y eso fue suficiente para que dejara escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. Mi loba gimió, tratando de consolarme; también se sentía aliviada y feliz de que nuestro rudo alfa viniera por nosotros. Sonreí y traté de secarme las lágrimas.
—Dime lo que sucedió. —Continuó con una voz tranquila, que tenía a todos engañados excepto a mí. Era un volcán a punto de estallar. Estaba furioso, pero no conmigo, lo que de alguna manera, me hizo feliz.
—Fui... fui atacada.— Le expliqué lo mejor que pude, mis ojos una vez más recorriendo la habitación llena de gente. —Eran pícaros.
—¿Pícaros?— gruñó y estoy seguro de que su lobo también lo hizo.
—Estoy bien—, expliqué rápidamente, no quería que su lobo se hiciera cargo mientras conducía. —Yo...los perdí, pero…— Tomé otra respiración profunda, pero mis labios comenzaron a temblar de nuevo. Solo quería que estuviera aquí ya; quería que me abrazara.
—Realmente no quiero estar sola en este momento.
—Quédate entre la multitud.— dijo con su voz contenida. —Estoy a solo unos minutos.
—Gracias.— Murmuré, ya sintiéndome mejor, al saber que vendría. Algo dentro de mí se agitó de repente y reconocí el enlace de la manada. Mi loba suspiró aliviado al sentir su presencia con nosotras; el aura poderosa, teñída de peligro nos envolvió. Al inhalar, se sintió como la primera bocanada de aire que había tomado en toda mi vida.
Contuve otro sollozo, justo cuando mis ojos una vez más recorrieron la habitación. La gente estaba bebiendo y había muchas figuras moviéndose juntas dentro y fuera de la pista de baile. Dejé que mi mirada vagara hacia la puerta, donde había un grupo de chicas menores de edad coqueteando con el guardia de seguridad para entrar. Justo en ese momento, vi dos hombres lobo enormes entran al bar; me sentí paralizada por el miedo. Se me heló la sangre y el vello de la nuca se erizó. No los había visto bien, pero sabía...
¡Eran ellos!
Había oído hablar del instinto de "lucha o huida". Sin embargo, nunca pensé que alguna vez sería la persona que alguna vez tendría que poner a prueba cuál usar. Pero, en ese segundo, cada fibra de mi cuerpo estaba lista para reaccionar.
—¿Dina?— La voz de Alfa Stone inmediatamente sonó en mi cabeza. —Puedo sentir tu miedo. ¡Háblame!
—Están aquí.— susurré, deslizándome hacia abajo de la silla, tratando de mantener la calma. Volví a guardar mi teléfono en el bolsillo y, sin mostrar mi cojera, traté de escabullirme por la puerta trasera.
—Ya casi llego, ¡Espera!— rechinó los dientes y pude sentir su ira a través del vínculo. Respiré profundamente para tranquilizarme, e intenté aparentar una borrachera, estabilizándome en la pared. Traté de no mirar, pero una y otra vez, mis ojos escanearon la multitud en busca de los pícaros. Sin embargo, no lograba dar con ellos; solo podía rezar para que ellos tampoco me vieran.
Llegué a la puerta trasera y salí rápidamente. Luego, miré a ambos lados del oscuro callejón. A mi derecha, tenía los contenedores de basura y las cercas, así que, no tuve opción más que ir hacia la izquierda. Era tarde y debido a que estábamos en las afueras de la ciudad, no había mucho movimiento a estas horas.
Todo lo que podía hacer era rezar y esperar que Levi llegara en cualquier momento.
—¡Te tengo!
Mi corazón cayó a la boca de mi estómago. Sus brazos me rodearon, levantándome del suelo, mientras que el otro pícaro saltó frente a mí, sujetando mis manos.
—¡Suéltame! —Gruñí, tratando de apartarlo. Fue entonces cuando lo sentí; un ardor alrededor de mis muñecas. El lloriqueo de mi loba, antes de ser empujado al fondo de mi mente, donde apenas podía sentir su presencia. Solo una cosa tiene ese efecto en los lobos:
¡Plata!
—¡¡¡NO!!!— Grité, pero como antes, mi boca estaba cubierta por una gran mano callosa, que eficazmente silenciaba mis quejas. Mi piel se erizó por su toque y mi sangre se heló.
¿Esto era todo? ¿Era el final?
Pateé y me removí tanto como pude, pero sin la fuerza de mi lobo, mis luchas eran en vano. Uno de ellos me agarró del cuello y me levantó. Jadeé, pero no quedó aire en mis pulmones; luché en su agarre, pero era imposible zafarme. Pronto, comenzaron a aparecer puntos negros en mi visión y podía sentir mi cuerpo adormeciéndose lentamente.
¿Este era el final?
De repente, la gravedad se apoderó de mí y caí de nuevo al suelo, golpeándome bastante fuerte en la cabeza. Por un segundo, no estaba segura de lo que estaba pasando. Unas voces apagadas llenaron el aire; como animales peleando. Entonces escuché un golpe detrás de mí y después, un gruñido bajo y amenazador y un grito ahogado. Finalmente entendí lo que estaba pasando; sentí su presencia allí, mucho antes de verlo. Y eso solo, me hizo suspirar de alivio.
¡Levi!
Sus fuertes brazos me rodearon, girándome cuidadosamente hacia él. Tenía sangre en las manos y la camisa, pero no era suya. Me levantó suavemente, susurrándome dulces palabras. Lo dejé hacer lo que quisiera. El mero contacto suyo enviaban sacudidas de electricidad a través de mi piel. Sus palabras se sintieron como un bálsamo contra mis miedos.
Él estaba aquí y eso es todo lo que importaba.
Con un rápido movimiento, separó las correas de plata. Su rostro contenía tantas emociones mientras sus ojos escaneaban mi piel quemada. Siseé cuando sus dedos accidentalmente trazaron el área sensible e hinchada.
—Lo siento.— Respiró rápidamente y finalmente sus ojos se encontraron con los míos. Sus hermosos ojos azules. De repente me di cuenta: si él no hubiera aparecido, tal vez nunca los volvería a ver. Quizás nunca más lo vería...
Antes de que pudiera contenerme, otro sollozo recorrió mi cuerpo y me lancé hacia él. Rápidamente sus brazos me rodearon y enterré mi rostro en su pecho. No me importaba estar llorando a mares frente a él o que estuviera cubierto de sangre.
¡Él estaba aquí!
—Está bien.— Me susurró, sosteniéndome cerca de su cuerpo firme y cálido. —Estoy aquí. Estoy aquí…
Cerré mis ojos y, en este momento, aquellas palabras fueron lo mejor que jamás había escuchado.