Capítulo 27
1169palabras
2022-08-08 16:47
Los eventos relatados por Dina.
En algunas ocasiones odiaba mi vida, como en aquel momento, por lo que fruncí el ceño caminando en la fría noche, mientras me maldecía a mí misma por haberme olvidado mi chaqueta en el auto de Alfa Stone.
En verdad, había llegado tarde a mi grupo de estudio, así que cuando finalmente estuve allí, todos estaban enojados conmigo. Entonces, pedí disculpas y empezamos a trabajar en el proyecto. Terminamos unas dos horas más tarde, y resolvimos que yo debería hacer el resto (¡COMO SIEMPRE!). Y fue entonces cuando los demás comenzaron a beber. Tomé un sorbo, pero tan pronto como me di cuenta de que había acónito, decidí no continuar.

Normalmente, los hombres lobo no se emborrachan fácilmente, pero el acónito, producía ese efecto de mie** en muy poco tiempo. Y una vez que la razón abandonó sus cerebros, acordaron salir de copas. Y aparentemente, dado que yo era la única que no estaba borracha en ese momento, tenía que ir para poder llevarlos de regreso a casa.
Fue entonces, cuando puse mis pies sobre la tierra y aunque sabía que estaban enojados conmigo por haber llegado tarde, no iba a pasar la noche cuidando a un grupo de adultos borrachos.
—¿Desde cuándo te volviste tan altanera y poderosa? —Tanja me había fruncido el ceño.
—Desde que se convirtió en "la sirvienta'del alfa" —sugirió Jones, con un claro significado sexual en su tono, y en ese momento me enojé demasiado.
—¿Quieres ver lo que hace "la sirvienta"? —Escupí con veneno goteando de cada una de mis palabras. Antes de que pudiera responder, lo pateé en lo más preciado de su familia, e inmediatamente gritó de dolor, y luego se desmoronó en el suelo como un saco de papas.
—¡Perra! —gimió, pero antes de que pudiera recuperarse, ya había agarrado mis cosas y me había ido.

Finalmente, suspiré. Estaba cansada, apestosa y sucia por trabajar todo el día con Michael y el alfa, y lo único que deseaba en ese momento, era irme a casa y pretender que no había sucedido nada.
Bueno... ok, tal vez, no todo había resultado tan mal. El día que había pasado con el alfa no había sido un completo desperdicio. ¡En verdad, había sido increíble! Ni siquiera recuerdo la última vez que me divertí tanto. Y cuando pude ver el torso desnudo de Alfa Stone... hmm, mm..., casi sin esfuerzo, mi estómago estalló con mariposas y un charco de excitación apareció en mi interior. ¡Gracias a los dioses, él no se había dado cuenta!
Ahora, lo único que deseaba era acurrucarme en el sofá y ver una buena comedia pasada de moda para aligerar mi estado de ánimo. No podía esperar llegar a casa...
¿A casa?

Hmm, me preguntaba si alfa estaría allí esa noche. En realidad, deseaba que él estuviera ahí, ya que la casa no era la misma sin él. Y si realmente había terminado con sus aventuras pasadas, nada le impedía regresar a casa, ¿verdad? Eso era lo que seguramente esperaba. A menos que estuviera atrapado en la oficina cumpliendo con sus deberes alfa, lo que provocaría que el interrogatorio que le había hecho en el auto fuera bastante vergonzoso.
De pronto, un leve ruido como de un golpe me hizo voltearme. Para cualquier oído humano, aquel sonido era imperceptible, pero lo había escuchado antes, cuando entrenaba con mi padre. Alguien corriendo por detrás, silenciosamente y a la velocidad de un lobo.
Alguien, que seguramente iba a atacar.
En cuestión de segundos, sentí un puño volando hacia mi sien y mi lobo rápidamente se hizo cargo. Inmediatamente, esquivé al atacante, agarrándolo del brazo y sacando provecho de su propio impulso, lo arrojé a la calle, estrellándolo contra una valla que se torció por el impacto.
—Perra —gruñó el lobo, poniéndose de pie. Entonces, sonreí, por algo era la hija de mi madre, y teniendo en cuenta que mi padre había sido un Elite, ambos se aseguraron de que yo supiera cómo defenderme.
En ese momento, retomé la posición de pelea, evaluándolo rápidamente. Era grande, pero no muy musculoso, parecía un saqueador y estaba desnutrido, como si alguien lo hubiera estado maltratando. Además, olía fatal, como las aguas residuales y la podredumbre. Lo único que había oído que tenía un olor tan asqueroso era...
¡Y ahí fue cuando me di cuenta!
¡Un pícaro!
¿Qué estaba haciendo un pícaro en nuestro territorio?
No tuve tiempo de responder a mi pregunta, ya que se lanzó de nuevo sobre mí, por lo que di un paso atrás y directamente caí sobre los brazos de otro lobo.
—¡Te tengo! —percibió mi oído. Jadeé, mientras su cálido y repugnante aliento pinchaba mi piel, y aquel olor era suficiente para querer hacerme vomitar. Enseguida, sus brazos se apretaron entre los míos, y mis costillas, haciéndome difícil incluso hasta respirar.
¡Carajo!
En tanto, mis gritos pronto fueron ahogados por una mano grande y vulgar que me presionaba la cara con rudeza y aunque me desarmé en sus brazos, de todos modos, lograron arrastrarme a un callejón oscuro.
—Quédate quieta, perra, y esto terminará rápido —murmuró el otro corriendo delante de nosotros, mientras mi captor me arrastraba hacia una camioneta estacionada al final de la calle, de color negro, con ventanas pintadas que parecía directamente sacada de una película de terror. Mi corazón se desplomó y cada fibra de mi cuerpo se despertó de repente. ¡Si llegábamos a aquel auto, seguramente moriría!
En ese instante, mi mente entró en hipervelocidad. ¡De ninguna manera iba a morir aquella noche! Como si esa fuera la determinación que necesitaba, finalmente logré contraatacar. Justo cuando pasamos junto a un contenedor de basura, levanté las piernas y, con todo mi fuerza, empujé lo más que pude, lanzándome sobre mi captor. A continuación, él maldijo en voz alta, y su agarre se aflojó lo suficiente como para que yo pudiera liberar un brazo.
En efecto, no perdí el tiempo y con mis garras alargadas, clavé mis dedos profundamente en su muslo, provocando que gritara del dolor y finalmente me soltara. Luego, me tropecé hacia adelante, pero rápidamente recuperé el equilibrio. De repente, una sombra apareció frente a mí, pero en ese momento estaba furiosa, y antes de que me diera cuenta que era lo que lo había golpeado, me lancé contra el pícaro, provocando que los dos cayéramos al piso, y me golpeara la cabeza contra el pavimento.
De hecho, me dolían las manos, los brazos, la cara y casi todo lo demás. Mi corazón latía terriblemente acelerado, pero mi cerebro hiperimpulsivo todavía estaba activado, advirtiéndome que ignorara el dolor. Había quedado libre y esa era mi oportunidad.
Sin pensarlo dos veces, salté y con la velocidad de mi lobo, huí de la escena. Lo único que tenía en mente en aquel momento, era regresar con Alfa Stone. Deseaba, volver a la casa de Michael y arrojarme al abrazo de Levi, como si supiera que él era el único que podría consolarme.
El único, que podría hacerme sentir segura de nuevo.