Capítulo 20
1775palabras
2022-08-05 11:25
Punto de vista de Levi.
Escuché que el auto se detenía y un momentito después, Dina entró por la puerta. Maldije por lo bajo; mierda, ¡llegó a casa temprano hoy! Había esperado haber terminado con esto antes de que ella llegara...
"Hola, Alfa", me saludó como siempre lo hacía, pero apenas la vio, se quedó boquiabierta. "¿Tienes un nuevo televisor?".

"Sí", dije entre dientes mientras ella me sonreía. Sus ojos brillaban de emoción y de esperanza. "Pensé que era momento de que tuvieras uno nuevo".
Honestamente, no quería uno. Era lo que generalmente se rompía primero cada vez que perdía el control de mi lobo por lo que, eventualmente, dejé de comprar. Pero luego la escuché a Dina decir que extrañaba tener uno porque tenía que ver todos sus videos y películas en su teléfono de 4 pulgadas. Entonces, fui y compré una pantalla plana de 50”. Y si era honesto, la emoción en su rostro hizo que hasta mi lobo se encendiera como un faro.
¡Valió la pena!
"¿Están permitidas las noches de películas?", preguntó casi cayéndose.
"Por supuesto", respondí, y enseguida saltó y comenzó a hacer su baile de felicidad habitual. Tenía un trasero hermoso para eso, podría agregarle... "Pero no tengo una cuenta de Netflix".
"Está bien, igualmente siempre uso la de Rita", dijo y se apartó rápidamente.

"¿Es legal eso?", pregunté; no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Tenía un diploma en ciencias tecnológicas, pero raramente usaba mi conocimiento para otra cosa que no fuera manejar la contabilidad de la empresa. Si, ese era mi "trabajo humano" y es extremadamente aburrido. Preferiría mucho más ser alfa de tiempo completo, pero no me parecía bien simplemente vivir del dinero que me pagaba mi manada. En cambio, usaba ese dinero en inversiones y mantenimiento de la manada. Era por esto también que la manada Black Lunar era la manada más rica del continente.
"Si no lo dices, no lo haré", Dina me guiñó un ojo juguetonamente. No pude evitar devolverle la sonrisa; ella era tan...
Maldije de nuevo cuando casi tiré el televisor. Ey, ¡no me juzgues! ¡Es difícil manejar un destornillador y sostener un televisor al mismo tiempo! ¡¿Por qué volví a comprar un televisor que se cuelga en la pared?!
"¿Necesitas ayuda?", preguntó Dina con cuidado. Realmente no quería que me ayudara; después de todo, se supone que esto es una tarea "de hombre", y los alfas realmente ODIAN pedir o aceptar ayuda. Pero hasta yo me doy cuenta cuando estoy por... A regañadientes, le di el destornillador y dejé que se hiciera cargo de la tarea manual.

Sonrió y se subió a la silla. Okey, bueno, al final esto no está tan mal. Quiero decir, me encantaba como siempre sacaba la lengua cuando estaba concentrada en algo, era tierno. Y ciertamente no me molestaba la vista que tenía. Sostenía el televisor en su lugar mientras ella se reclinaba y ponía los tornillos en su lugar. Su camiseta se había enganchado en una esquina y tiraba hacia abajo, revelando así gran parte de sus pechos. Maldición, deseaba tanto acariciar su suave y cálida piel. Mi mente comenzó a imaginar cómo sería besarlos y lamerlos. Mi lengua lamiendo sus pezones y mordiéndolos suavemente. Imaginaba su gemir debajo mío y su espalda arqueada; todo su cuerpo cubierto por el mío, por completo...
Mi teléfono comenzó a sonar y me sacó de mi fantasía. Maldije por lo bajo y deseé que Dina no notara lo grande y vergonzosa que era mi erección...
Era uno de los rastreadores. Habían localizado otro campamento de Canallas y, una vez más, escuché la misma historia conocida de siempre: los vampiros se llevaron a sus seres queridos y los amenazaron de muerte si no cooperaban. Pero, como siempre, nadie sabía qué era lo que los vampiros querían.
Eso entonces explicaba los canallas; gruñí para mis adentros y guardé el teléfono. ¿Pero qué diablos querían los vampiros? ¿En qué se había metido Dylan y cómo eso ponía en peligro mi manada? Me froté la punta de la nariz. ¿Debía quizás concentrarme más en encontrarlo...?
Una mirada fija en mí me sacó de mis pensamientos. Levanté la vista solo para encontrarme con los ojos de Dina que recorrían mi torso y mis brazos. Los flexioné a propósito y la traje del ensueño que la tenía mojada.
¡Y sí que estaba mojada!
Su excitación hizo que mi lobo se volviera loco y tuve que aguantarme un gruñido. Maldición, qué mujer...
Rápidamente miró para otro lado; su rostro estaba enrojecido de vergüenza. Se lo merece, por excitarme y no hacer nada al respecto...
"¿Viste algo que te gustó?", bromeé con el deseo de que me mirara de nuevo.
"Te diré si veo algo", regresó enseguida con el ceño fruncido y fingiendo estar ocupada. ¡Maldita sea! Sigo olvidando que ella está con Mick, y por más que odiara admitirlo, él tiene un cuerpo muy en forma y marcado; además, probablemente no se ve como si Hulk se cogiera a La Roca.
Gruñí para mí mismo; ¡¿desde cuándo era inseguro con mi cuerpo?!
"¡Listo!", exclamó Dina de pronto y, con cuidado, solté el televisor. Y quedó en su lugar.
"Gracias", murmuré y lo puse contra la pared. Dina sonrió y, justo en ese momento, pisó mal y casi se cayó de la silla. Automáticamente me acerqué, la agarré y la traje hacia mí.
Un sutil grito ahogado escapó de sus labios rojos y sus perfectos ojos verdes se encontraron con los míos. En ese momento, sus mejillas tomaron un color rosado; su cuerpo encajaba perfectamente con el mío. De pronto, sentí que mi corazón se detenía por un segundo y que mi boca se secaba. Dios, deseaba tanto besarla...
"Eh..., yo soy..., si", tartamudeó mientras se alejaba. Mi lobo gimió cuando ella dejó de estar pegada a nuestro cuerpo y, honestamente: sentía frío sin ella entre mis brazos. "Lo siento", respiró.
"Sería mejor con un beso".
Sinceramente me sorprendió escuchar esas palabras salir de mi boca. Está bien, era lo que quería, no lo voy a negar. ¡¿Pero decirlo en voz alta?! ¡Mierda!
Dina me miró con los ojos bien abiertos; podía escuchar los latidos erráticos en su pecho.
¡Mierda, Levi! Me regañé a mí mismo. ¡Piensa rápido!
"Solo decía", agregué enseguida, como si hubiera sido una broma.
"¡Oh, cállate!", bromeó y, como siempre, me golpeó en el brazo juguetonamente. Sonrió y se dirigió hacia la cocina, y yo pude soltar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. ¡Mierda! ¡Estuvo cerca!
Y luego me di cuenta: ¡¿cerca de qué, exactamente?!
"¿Palomitas de maíz con o sin mantequilla?", preguntó Dina sacándome de mis pensamientos.
"¿Tienes crema de caramelo?", pregunté mientras me dejaba caer en el sofá. Mi corazón estaba acelerado y todavía podía sentir su cuerpo contra el mío. ¿Qué estaba haciendo? Era la novia de mi hermano, por el amor de Dios. ¿Por qué me sentía tan atraído por ella? ¿Este era uno de esos estúpidos rasgos alfa "no puedo pero quiero" que había desarrollado?
"Oh, me lees la mente", continuó Dina, y la escuché trabajar en la cocina. Mientras tanto, configuré la televisión y enseguida volvió Dina con dos tazones de palomitas de maíz. Antes de sentarse a mi lado, agarró el control remoto y, aparentemente, inició sesión con la cuenta de Rita.
"¿Hay algo bueno?", pregunté mientras miraba la larga lista de películas sugeridas esperando que alguna me distrajera.
"Depende de lo que te guste", respondió haciendo que sienta aún más curiosidad.
"¿Qué te gusta?".
"Depende de mi estado de ánimo", se encogió de hombros y me miró. "A veces, una de terror o de suspenso da en el clavo, pero una buena comedia puede hacerte ahorrar mucho dinero en terapia".
"¿Qué tal un thriller psicológico?", pregunté, porque las comedias no eran lo mío, a menos que fuera stand-up.
"¿Por casualidad me estás leyendo la mente?", preguntó Dina mirándome con sospecha y entrecerrando los ojos.
"Si quiero, puedo", sonreí. "Pero a pesar de lo que dicen los rumores, sí respeto la privacidad de la gente".
Sabía que se refería a la conexión mental que habilitaba al alfa a comunicarse con cualquiera en su tierra y viceversa. Pero no se podía ni se debía utilizar para conversaciones privadas porque el alfa, es decir yo, podía escuchar cada palabra.
"Okey", concluyó rápidamente y se acomodó bajo la frazada que había traído vaya saber Dios de dónde. Yo ni siquiera sabía que tenía una... "Mmm, esta tiene muy buenas críticas, pero no la he visto".
"Pon esa", balbuceé y agarré un puñado de palomitas de maíz. Era bastante lindo estar sentado ahí y simplemente disfrutar de la película. Una vez que terminó, Dina encontró una de miedo que aparentemente tenía que ver antes de poder elegir una de mis favoritas de la infancia: El Resplandor.
"Voy a dormir con las luces prendidas", dijo tragando saliva en los créditos. Quería ofrecerle que durmiera conmigo pero ella tenía demasiado miedo y decidió que no. Mick me mataría si sintiera mi aroma en su novia...
"Siempre duermes con las luces prendidas", le recordé mientras sonreía ante su miedo y sus nervios.
"Eso no me hace menos mujer", respondió enseguida, sumergiéndose más debajo de la frazada y haciendo trompita con los labios.
"Solo te hace menos adulta", murmuré con una sonrisa.
"¡OYE!".
Antes de darme cuenta de qué me había golpeado, sentí los residuos pegajosos en mi cara y en mi pelo. Sorprendido, la miré a Dina que me observaba con mirada guerrera.
"¿Acabas de tirarle palomitas de maíz a tu alfa?", pregunté sin poder creerlo.
"Sí", anunció casi con orgullo. "¡Lo tengo permitido! ¡Además, soy yo quien va a limpiar después!".
¿Me tiró palomitas de maíz?
¡Me tiró palomitas de maíz!
"Bien", sonreí y, antes de que pudiera reaccionar, vacié mi tazón sobre su cabeza.
"¡OYE!".
Gritó y luego me miró de ese modo que podría poner bajo tierra a cualquier hombre común. ¿Pero yo? Sonreí de satisfacción ante mi obra maestra.
"Yo soy quien te paga", bromeé y tomé una palomita de su rostro. "Lo tengo permitido".
Apenas pude meterla en mi boca que ella me atacó.
"¡Mujeriego!", gritó y me tiró otro puñado de palomitas. "Esclavista. Mulero...".
Cuando terminó la oración, se estaba riendo a carcajadas y yo fingía intentar defenderme desesperadamente. No recuerdo cuándo fue la última vez que me divertí tanto en una pelea y que no tuve que preocuparme por perder el control de mi lobo. Por que esto no era cuestión de ganar o de ser el mejor. Mi bestia no sentía la necesidad de atacarla o de dominarla, por el contrario, descansó y disfrutó de la compañía que teníamos.