Capítulo 10
1125palabras
2022-08-05 09:55
Perspectiva de Dina
—¿Tienes un trabajo...? —preguntó Rita y con cada palabra que pronunciaba mis mejillas ardían cada vez más—. ¿...Como la sirvienta del alfa? —Su sonrisa era tan amplia que me recordó al Gran Cañón.
—Sí —murmuré, esperando que la tierra se abriera y me tragara. El matiz sexual en el tono de voz de Rita y el brillo de intriga en sus ojos fue demasiado para mis mejillas ya encendidas—. Además vivo allí —confesé, y la sonrisa de Rita se hizo aún más amplia. No pude evitar suspirar—. Es por razones prácticas... ¡Rita! ¿Por qué debes convertir todo en algo sexual?
Ella se rió, echando la cabeza hacia atrás. Rita es una de esas morenas hermosas y bajitas a las que les encanta la moda y se pasan todo el día mirando tutoriales de maquillaje. Le encantaba andar con camisetas de talles más grandes que el suyo y completaba su atuendo con un simple overol. Sin mencionar el lápiz que siempre llevaba en la mano. Y sí, es de esa clase de perra que se ve absolutamente espléndida en ese conjunto.
No me caben dudas, la diosa tiene favoritos y Rita definitivamente está en lo más alto de su lista. Además, ella es asombrosa tanto por dentro como por fuera; es amable, pero tampoco aguanta la mierda de otros. Es generosa, sin llegar a ser manipulable; y es una perra, pero no es malvada. ¡Ah, sí, y es mi mejor amiga!
Nos conocimos en la escuela secundaria; ella se había transferido de otra manada y básicamente fuimos uña y carne desde entonces. Descubrimos que el arte era una pasión común, yo quería ser arquitecta y ella optó por estudiar arte.
De modo que cuando terminamos la secundaria, ambas solicitamos el ingreso a la universidad más cercana, porque no queríamos pasar por todo el papeleo que se requería para estudiar en otra manada. Por eso y porque el territorio no reclamado (también conocido como las ciudades humanas) era demasiado peligroso para nuestra especie.
—Como si fuera difícil en este caso —se burló Rita y rió. Sus labios rojos de forma perfecta me sonrieron y pude ver la picardía formándose detrás de sus hermosos ojos azul oscuro. En ese instante, por supuesto, comenzó con su teatralidad. Se arrojó sobre mí y exclamó dramáticamente—: Una sirvienta joven, inocente y sexy; un alfa guapo, peligroso y taciturno... ¡Por favor! ¡La historia prácticamente se escribe sola!
—Eres tan… —solté un quejido, pero Rita no había terminado...
—Todo lo que hace falta es uno de tus típicos deslices para aterrizar en sus brazos —continuó, agarrando mi camisa de forma melodramática, como era habitual en ella—. Él te abrazará fuerte y te mirará profundamente a los ojos… —De repente se detuvo y saltó—. No, es muy del siglo dieciocho… ¡OH! Ya lo tengo —sonrió y se volvió hacia mí. No me gustó la mirada en sus ojos...—. ¡Te equivocas en algo y él tendrá que castigarte por eso!
—¡RITA! —exclamé sorprendida. Sin embargo, por supuesto, a mi loba lujuriosa le gustó la broma e inmediatamente me metió en la cabeza algunas imágenes muy inapropiadas. Gruñí al instante. ¿Primero mi amiga y ahora también mi loba? ¿Cuánto más de esto tenía que soportar? Y para colmo, disfruté un poco de la imagen del pecho desnudo de alfa Stone...
—Se aprovechará de su estatura, haciendo que sea imposible para ti negarte, y te atrapará en sus brazos musculosos —prosiguió Rita con su relato mientras yo escondía mi cara roja como un tomate—. ¡Antes de que te haga tener que tomarte el descanso de tu vida!
—Oh, por Dios —exclamé y miré a mi mejor amiga asombrada. Sin embargo, su amplia sonrisa me hizo reír. ¡Está bien, me rindo! ¡Me lo imaginé todo!—. ¿El descanso de mi vida? ¿De verdad? —me reí, antes de notar una presencia familiar detrás de mí.
—¿Quién tendrá el descanso de su vida? —La voz de Michael sonó y me volteé para mirar al apuesto beta. Estaba vestido de manera informal y su sonrisa amplia reflejaba una gran picardía—. ¿Y por qué no estoy invitado?
—¡Michael! —exclamé sorprendida y le hice lugar para que se uniera a nosotras.
Era la hora del almuerzo y como demandaba la tradición, Rita y yo nos reunimos para comer. Era un día muy lindo, así que nos sentamos en el césped. Michael dejó caer sin mucha gracia su enorme cuerpo entre nosotras y estiró sus largas piernas como solía hacerlo cuando salíamos.
En ese instante, una sonrisa apareció en mi rostro... ¿No lo veía hace años y ahora me lo encuentro dos veces en una semana? ¿Cuáles eran las probabilidades? Bueno, de seguro aumentaron ahora que vivo con el alfa...
—Es... —continué, pero Rita, por supuesto, me interrumpió.
—Dina quiere seducir al alfa con su nuevo trabajo de sirvienta —afirmó para mi horror con una sonrisa.
—¡Rita! —grité, antes de girarme hacia Michael, quien ya tenía una mirada cómplice en sus ojos. ¡Oh Dios! ¿Se puede morir de vergüenza?—. ¡No es ci-cierto! ¡L-lo juro!
No tardé en convertirme en una avergonzada tartamuda y, para empeorar las cosas, el beta simplemente se echó a reír.
—No te preocupes —dijo guiñándome un ojo—. ¡Tu secreto está a salvo conmigo!
—Michael —solté un quejido y escondí mi rostro mientras rezaba para que la tierra me tragara por completo—. ¿Et tu, Brute?
En ese momento, Michael se rio más fuerte. Fue una sensación un poco extraña sentirme reconectada con él tan rápido; no románticamente, pero de alguna manera parecía el mismo chico del que me enamoré en la escuela secundaria. Amable y despreocupado... Un amigo…
—Lamento reventar tu burbuja —prosiguió él y me rodeó con un brazo en un apretón amistoso—, le gustan las chicas con un poco más de carne detrás, si me entiendes.
De inmediato, le fruncí el ceño, tratando de enojarme. Pero sus palabras se sintieron como un puñal en mi pecho. ¿Por qué?
—Eso se puede arreglar... —Rita guiñó un ojo sugestivamente.
—Rita, te lo juro —la miré con expresión seria—, ¡una palabra tuya más y te mataré!
Sin embargo, esa amenaza estaba tan vacía como un globo inflado y Rita lo sabía, pero solo se rió.
—Creo que no nos conocemos —dijo Michael de repente, y mientras quitaba su brazo de mí, le tendió la mano a Rita—. Soy Michael Danvers.
Ella tomó su mano, pero un instante después dejó de reírse, pues finalmente se dio cuenta. Yo le dediqué una sonrisa... ¡Se lo merecía!
—Como… —tragó saliva y un rubor rojo se hizo visible debajo de su maquillaje—. ¿Beta Danvers?
—El mismo —respondió Michael, y me di cuenta de que disfrutó de la expresión en el rostro de Rita. Suspiré... ¡Típico de lobos! Siempre les encantó sorprender a lo demás.