Capítulo 7
2224palabras
2022-08-01 15:43
Perspectiva de Dina
Desempaqué mis cosas y luego me dejé caer en mi cama, con la intención de ponerme al día con alguna tarea. En ese momento me di cuenta de que tenía que ir al campus a buscar algunos materiales, de lo contrario no podría terminar mi proyecto. La universidad brindaba esos materiales para el uso de los alumnos, y como yo no tenía dinero, los necesitaba.
De modo que bajé las escaleras y, aunque se sintió extremadamente extraño, agarré una de las llaves que colgaba en la puerta de la cocina. Diablos, incluso me quedé allí un rato balanceándome de un lado a otro, debatiéndome sobre si debería o no subir las escaleras y decirle a alfa Stone que iba a usar su auto. Pero decidí no hacerlo.

De camino al garaje, pasé junto a las paredes enyesadas e hice una nota mental para llevar a casa algunos lápices de carbón. Se me ocurrió una gran idea de lo que quería hacer con los parches y sonreí. 
Siempre me gustó la simplicidad y los trazos finos. Con ellos podrías tomar algo aparentemente normal y convertirlo en algo espectacular. Y bueno, si a alfa Stone no le gustaba, entonces tal vez lo motivaría a comprar pintura...
Por suerte, pese a que esta era mi primera vez conduciendo al campus, no necesité de un GPS, pues mi sentido de la orientación era muy bueno. Supongo que eso es algo natural en todos los hombres lobo, pero a mi hermano lo hacía poner celoso. 
En realidad, muchas cosas lo ponían celoso de mi loba. Ella era más grande, más fuerte y sus sentidos eran el doble de fuertes que los de los miembros de mi familia. No pensé mucho en eso cuando me transformé por primera vez porque mi madre era igual: tenía una loba de casi 30 cm más alto que el de mi padre. 
Ella decía que mi loba era especial y, como recordatorio, me hizo un tatuaje en la espalda que solo se podía ver a la luz de la luna. Era muy bonito, aunque no tengo ni idea de cómo lo hizo. Ella siempre decía que me lo diría cuando fuera mayor, pero… lamentablemente no pudo estar…
Después de la muerte de mis padres dejé de transformarme. Al menos delante de Dylan, porque no quería que la gente supiera que el lobo de su hermana pequeña era más grande que el suyo. Eso le molestaba y siempre se aseguraba de hacérmelo saber, así que dejé de transformarme delante de cualquiera para tener algo de paz. 

Sin embargo, eso no cambiaba el hecho de que amaba a mi loba marrón arena. Dábamos largos paseos a la luz de la luna, solo nosotras dos, en el bosque. Yo la dejaba vagar libremente; ella cazaba y hacía lo que quería, luego se lanzaba por el bosque como si nuestras vidas dependieran de ello. Era realmente increíble y no podría haber deseado una mejor compañera de vida.
El día transcurrió tranquilo, como de costumbre. Terminé mi proyecto y logré regresar a la casa del alfa justo antes de las cinco de la tarde. Me sentía muy bien por haber sido tan productiva y, por primera vez en mi vida, tenía muchas ganas de preparar la cena. Tal vez si encontrara algo simple de hacer no se daría cuenta de que apestaba cocinando.
Pero aparentemente, la Diosa de la Luna me odiaba, o tenía un sentido del humor enfermizo, porque las cosas no salieron como las planeé... 
¡Busqué en todos los gabinetes de la cocina y ninguno de ellos contenía comida real! Había bocadillos, galletas, cereales y avena, pero ¡nada de eso servía para preparar la cena! El congelador también estaba vacío y en la heladera la situación no era mejor porque todo lo que había era un paquete de leche y una caja de huevos. Gracias a mi estrella de la suerte, también encontré algo de azúcar y harina.

—Al menos puedo hacer panqueques por la mañana —murmuré, aunque eso no me ayudó mucho en mi situación actual—. ¡Bien, piensa rápido! ¿Qué puedo hacer…?
En ese instante se me prendió la lamparita. Es cierto, sería hacer trampa, ¡pero era la única forma de salvar mi trasero! Rápidamente revolví algunos cajones y... ¡Bingo! ¡Tarjetas de locales de comida rápida! 
En un segundo escogí uno que se veía decente y dentro de mi rango de precios. Llamé al restaurante y pedí lo que parecía ser carne para mi jefe y una pizza hawaiana para mí. ¡Sí, soy ese tipo de chica! ¡Que me demanden!
Cuando colgué miré el reloj: 17:15. El hombre dijo que tardarían 40 minutos. Me puse a caminar nerviosamente de un lado a otro frente a la puerta principal, pero eso no haría aparecer mágicamente al repartidor, así que regresé a la cocina y caminé allí. 
Mientras tanto, mis pensamientos se volvieron locos: ¿Alfa Stone me iba a despedir por esto? ¿Me castigaría? Maldición, ¿por qué no había revisado la cocina ANTES de irme? Si me despedía, ¿podría volver a la casa de mis padres? ¡Supongo que podría! Nosotros éramos los dueños después de que nuestros padres...
De pronto jadeé porque un pensamiento repentino cruzó mi mente: ¿y si es por eso que Dylan nos echó de repente? ¡¿Él vendió la casa?! ¡No! No, e-eso no puede ser, ¿verdad? ¡No! Recuerdo que en alguna parte decía que ambos teníamos que ser mayores de edad antes de poder venderlo... 
—¡¿Qué estás haciendo?! —sonó de repente una voz profunda detrás de mí.
De inmediato grité y me di la vuelta. Todo lo que vi fue la imponente figura del alfa apoyada contra el marco de la puerta, elevándose sobre mí en más de un sentido. Su rostro estaba desprovisto de emoción alguna y su voz profunda tampoco delataba nada. Eso no podía ser algo bueno.
—¡A-Alfa! —Tragué saliva y casi me atraganté con ella. Mi boca estaba seca como un desierto y mi corazón pareció detenido por mucho tiempo—. Yo-yo...
¡Excelente! Otra vez perdí mi capacidad de hablar. Y por lo que parece, él tampoco estaba dispuesto a ayudarme; al contrario, cruzó los brazos sobre su pecho, flexionando los músculos en el proceso, y miró el reloj de la pared. Subconscientemente seguí su mirada. 18:01. Al instante, mis ojos se abrieron y sentí que se me formaba un nudo en el estómago. 
¡Mierda! ¿Estaba enojado? ¿Me iba a echar? ¿Rita me acogería sin avisarle antes? ¡Y maldición...! ¿Por qué no noté esos bíceps antes? El color del perfecto bronceado al aire libre y la forma en que estiraban el material de su camiseta me hizo agua la boca. Eran del tamaño de mis muslos... no pude evitar imaginar cómo sería ser sostenida por brazos fuertes como esos. Es decir... ¡GUAU!
En el instante en que abrí la boca para hablar, ¡la campana me salvó!
—¡Justo a tiempo! —Casi chillé de alivio y antes de darle la oportunidad de preguntar, agarré mi billetera y prácticamente corrí de cabeza hacia la puerta; casi empujé a alfa Stone en el camino. Cuando llegué a la entrada, resbalé en el tapete.
—¡Carajo! —espeté antes de abrir la puerta y encontrarme con un repartidor bastante atónito—. ¡Quédate con el vuelto! —dije con una sonrisa tensa antes de agarrar la comida y girarme hacia el alfa, quien me miraba con curiosidad.
Sin decir nada, me lancé de vuelta a la cocina, otra vez casi lo atropellé, pero a él no pareció importarle. De hecho, me observaba en silencio y prestaba atención a todo lo que hacía, podría asegurar que mis movimientos lo complacían un poco...
—¡La cena está lista! —Le sonreí, jadeando y con el sudor corriendo por mi frente. Sin embargo, todo mi entusiasmo se encontró con una expresión dura e indiferente.
—Eso no es la cena —protestó y señaló la comida—. Ese es un bistec seco con fideos recocidos y comida italiana falsa.
Bueno... ¡eso fue grosero! Pero como se rumoreaba que el hombre había matado por menos, no estaba dispuesta a correr ningún riesgo...
—Lo siento mucho, alfa —me disculpé rápidamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicarme. Sin dudas, no me agradaba la situación, pero si la alternativa era dejar la universidad para poder trabajar y así pagar mi propio lugar, este era el mal menor—. Es que no había comida en la cocina y, pues, me olvidé de revisar antes de irme, y, pues, entré en pánico, así que, pues, este es un plan B, ¡pero prometo que mañana te lo compensaré!
Cuando terminé mi intento de explicación, él parpadeó un par de veces. El único indicio de emoción que mostraba era una ceja que estaba ligeramente levantada sobre la otra.
—Pues, pues, pues... —se burló.
—Pues —murmuré e hice un puchero; una muletilla mía que salía a la luz cuando me ponía nerviosa—. Lo siento.
—Vamos —exclamó con un suspiro y se apartó de la puerta—. Comamos.
—¿Me vas a castigar? —pregunté nerviosa, pero todavía tenía tanta hambre como para sentarme frente a él.
—Supongo que podría descontarlo de tu paga. —Se encogió de hombros, claramente no le importaba un comino. Luego cortó el bistec.
—Eso no será necesario —afirmé, aliviada. Gracias a mi hermano, lo último que quería era aprovecharme del dinero de otras personas—. La cena corre por mi cuenta esta noche.
—¡¿Qué?! —gruñó de repente el alfa, y al menos ahora sabía qué emoción sentía: ¡estaba enojado! Murmuró algo entre dientes que no entendí y sacó su celular.
—¿Cuánto es? —inquirió con el ceño fruncido, mientras abría la aplicación de PayPal.
—N-no tienes que... —comencé, pero antes de que pudiera terminar deslizó su celular hacia mí y me dijo que ingresara mi información.
—Soy un hombre, prefiero ser crucificado antes de dejar que una mujer pague por mi comida —gruñó, enfadado, cortando otro pedazo de bistec—. ¡Especialmente si es en mi propia casa!
En ese instante, traté de pensar qué decir, pero nada parecía apropiado, sobre todo porque el hombre lucía como un volcán a punto de explotar. Así que, sin más preámbulos, ingresé mi información y envié el dinero. Eso fue lo más extraño que había hecho...
—Lo siento, alfa —exclamé, mientras sentía mis mejillas enrojecerse. El hombre me miró y de inmediato me sentí pequeña y avergonzada—. Debí haber revisado la despensa antes de irme.
Luego de hablar, tragué saliva y esperé su veredicto. Sin embargo, él parecía estar absorto en algo completamente diferente.
—¡¿Piñas?! —exclamó y frunció el ceño con disgusto. Al instante, seguí su mirada y descubrí que era mi pizza favorita la que tanto lo enfureció.
—Esta es la pizza que me gusta. —Me encontré defendiendo mi comida y, sintiéndome osada, le di un gran mordisco, casi desafiándolo a decir algo—. ¡Demándame si quieres!
—Debería hacerlo —murmuró, arrugando la nariz—. Eso es un insulto a la comida italiana, de seguro hay un pecado para eso.
—Correré el riesgo de irme al infierno —comenté, devolviéndole una sonrisa y mordiendo otro bocado del delicioso trozo de pizza.
—Mujeres —se quejó y puso los ojos en blanco; luego volvió su atención a su bistec y se puso a comer.
—Para ser justos, soy única. —Sonreí, ganando otra mirada del alfa—. Mi papá era un rastreador de manadas y luego se convirtió en élite, por lo que vivía todos los días como si fuera el último.
—Élite Shaw —murmuró el alfa y asintió, para mi sorpresa—. Lo recuerdo. Dylan solía presumir de su padre todo el tiempo. También lo conocí hace un par de años, era un buen hombre. Lamento tu pérdida.
No sabía qué me sorprendía más, que alfa Stone realmente conocía a mi hermano o que recordaba a mi padre. Lo único que sabía con certeza era que mi corazón se hinchaba de orgullo ante cualquier mención de mi padre. Incluso mi loba hinchó el pecho. 
Yo no era una niña de papá, pero a él lo recordaba con cariño. Pasaba cada minuto de cada día diciéndonos cuánto nos amaba. Besaba a mamá cada que podía y pasaba horas escuchando nuestros insignificantes problemas de adolescentes. De verdad lo extrañaba. Los extrañaba a todos…
—¿Cómo conociste a mi hermano? —pregunté de pronto para no empezar a llorar frente a alfa Stone. Pero él se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa.
—Me junté con la gente equivocada, eso es todo —explicó... y de repente la puerta principal se abrió y el olor de un poderoso lobo entró en el pasillo.
—¡¡¡LEVI!!! —bramó una voz profunda y suave como el terciopelo; un instante después, se escucharon pasos pesados que se dirigían a la cocina—. ¡Levi, vamos! Sabes que es domingo y mamá te va a matar si...
De pronto, un hombre alto y delgado apareció en la puerta. En realidad era delgado en comparación con alfa Stone, pero para ser un hombre lobo, tenía una contextura promedio. Su cabello era negro azabache y sus ojos eran de un color azul eléctrico, que fácilmente podría enamorar a cualquier chica... incluida yo.
El hombre se detuvo en seco mientras contemplaba la escena que tenía delante, con los ojos tan abiertos que parecían a punto de salirse de sus órbitas.
—¡Lo siento! No me di cuenta de... —tartamudeó antes de reconocerme—. ¿¡Dina!?
De inmediato, sonreí.
—Michael —le devolví el saludo y disfruté de la mirada perpleja en el rostro de mi exnovio.