Capítulo 5
2095palabras
2022-08-01 15:10
Perspectiva de Dina
A la mañana siguiente me desperté con la extraña sensación de estar en un lugar nuevo, y para un hombre lobo, ese sentimiento no es nada agradable. Todo estaba... ¡Mal! Los olores, los sonidos, el aire… Incluso mi cuerpo parecía rebelarse a la idea de una cama blanda, pues sentía los dolores a los que los resortes de mi cama me acostumbraron.
Rápidamente, afiné la nariz en un intento por adaptarme a los olores. Era como despertarse con una resaca para la cual no recordaba haber bebido. Mi cuerpo estaba dolorido y mi mente en blanco, y un dolor punzante daba pulsaciones en algún lugar de mi espalda. Pero no me malinterpreten, ¡dormí fantásticamente! Simplemente no estaba acostumbrada...

Un instante después, me levanté y me di cuenta de que la naturaleza llamaba. Luego de una rápida mirada a la habitación de invitados me di cuenta de que no tenía un baño contiguo, así que con un suspiro, salí de puntillas al pasillo tratando de encontrarlo.
Afortunadamente, recordaba bien cuál era la habitación del alfa y tuve mucho cuidado para evitarla, pero no me preocupé tanto por la puerta de al lado. Y fue entonces cuando las cosas se pusieron divertidas...
Por alguna razón creía que la puerta se abriría si tiraba de ella, ¡pero no lo hizo! Entonces, todavía dormida, hice presión en la puerta con todo el peso de mi cuerpo, ¡hasta que la misma cedió! Di un fuerte grito y entré, pero me tropecé y, pese a que me agarré al picaporte con toda mi vida, caí al suelo. 
Tras rebotar en el piso de madera, terminé en una posición incómoda, con un brazo todavía agarrado al pomo de la puerta, las piernas abiertas y la camiseta de dormir desacomodada.
—¡Mierda! —maldije. Mi muñeca palpitaba por el ángulo incómodo en el que me encontraba. Traté de levantarme a pesar de las protestas de mis nalgas. ¡Dios! ¿Por qué no podía ser como la gente normal…?
—¿Estás bien? —escuché.

De inmediato, mi cabeza se levantó por sí sola y toda la sangre se drenó de mi rostro. Alfa Stone estaba sentado cómodamente detrás de un escritorio, mirándome con una expresión que mezclaba diversión e interés. 
Noté que sus ojos oscuros se demoraron un segundo de más en mi vientre y piernas expuestos, pero ese instante fue suficiente para que el calor se acumulara entre mis muslos y mi corazón comenzara a latir fuera de control. Y un segundo después ¡vino la vergüenza!
De todas las habitaciones con las que podría tropezarme —¡literalmente!— ¡justo entré a la oficina del alfa!
—¡Sí! —exclamé, tratando de levantarme a mí misma y a los restos de mi dignidad del suelo. Luego recordé con quién estaba hablando y rápidamente agregué—: Alfa. 

Aunque sí, sonó más como una ocurrencia tardía, pero realmente no quería enojarlo más de lo que probablemente ya estaba, podría reventarme aquí mismo.
—E... estaba buscando el baño... —continué rápidamente, como si eso pudiera distraerlo, y me levanté. Mi trasero palpitaba, pero resistí el impulso de frotarlo. Y como si eso no fuera suficiente, mi loba comenzó a imaginar al enorme alfa de mal temperamento frotando mis nalgas en mi lugar... ¡Tuve que morderme la lengua para no gemir en voz alta ante esa imagen!
—Al final del pasillo —dijo. Su voz profunda sonaba más como el ronroneo de un león que como cualquier sonido que pudiera hacer un lobo. Era sexy y mi loba no pudo evitar sentirse atraída, pero hice lo posible para intentar ignorarla.
Sin embargo, no podía ocultar la realidad: él tenía una voz muy sexy. ¡Diablos! Era el dios de la sensualidad, incluso con su camiseta holgada y su cabello alborotado de recién levantado. Estaba despeinado y descuidado, pero mantenía una apariencia perfecta. 
Al mismo tiempo noté que su cabello era inusualmente rojo, al igual que la barba de pocos días que brotaba de su mentón. Y por si fuera poco, aquella mandíbula afilada se veía... irresistible. 
De pronto, mi loba suspiró con un movimiento perezoso de su cola... Y rápidamente salí de allí, antes de que él notara todos los pensamientos ardientes que mi loba me estaba enviando. ¡Maldita sea! Ese hombre era demasiado sensual para su propio bien...
Una vez fuera de la oficina, me dirigí hacia la puerta del final del pasillo. Era la puerta que se veía diferente; me di cuenta había sido reemplazada y ahora me preguntaba qué pudo suceder. ¿Alguien se había estado escondiendo allí y el alfa tuvo que romperla para entrar? ¿O él se había encerrado accidentalmente y tuvo que derrumbarla para salir? Opté por lo último solo porque me pareció divertido imaginar a alfa Stone en una situación como esa...
Al terminar me lavé la cara y estuve más despierta, pero aún necesitaba una buena taza de café. Eso y muchísimo coraje para hablar con alfa Stone sobre mi universidad y la tontería de ser su sirvienta. Pero desafortunadamente para mí, él ya estaba parado afuera de su oficina, como si me estuviera esperando. 
¿Podría ser que estaba enojado porque me caí en su oficina? En ese momento, tragué saliva y traté de no mirar hacia arriba, con la esperanza de poder pasarlo y seguir mi camino sin tropezarme. No tuve tanta suerte…
—Tenemos que hablar —dijo en un tono que no mostraba emoción alguna y me indicó que lo siguiera al interior de la oficina. ¿Por qué yo? Pese a que no quería hacer frente a esa situación, hice lo que me dijo y me senté frente a su escritorio. 
Como todo lo demás en la casa, no había adornos allí y el lugar estaba escasamente amueblado. Nuevamente, sospeché que aquella decoración era producto de su problema para manejar la ira. ¿Por qué? ¡Porque las paredes eran básicamente una gran mancha gris! Era todo tan deprimente...
—¿Puedo hacer algo creativo con los parches? —pregunté antes de darme cuenta para detenerme. Por una fracción de segundo pareció sorprendido, luego miró alrededor. 
De inmediato, sentí una oleada de vergüenza confluir en mis mejillas. ¡Dios mío! ¡No puedo creer que acabo de preguntar eso! ¡¿En qué estaba pensando?! ¿Acaso tenía una pulsión de muerte? Porque obviamente cavé mi propia tumba al pronunciar esas palabras. Bueno, al menos tuve una buena vida...
—Adelante —murmuró, antes de volver su atención a la computadora frente a él. Por un segundo me quedé sentada allí, preguntándome si me dio permiso o una orden. Lo miré, pero permaneció tan impasible como siempre. Decidí no tentar a mi suerte, así que rápidamente murmuré una disculpa y agradecí.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó mientras se recostaba en su asiento y fijaba sus ojos en mí. En ese instante, tragué saliva y recé no verme demasiado mal, pues todavía estaba en pijama, que básicamente era una de las camisetas viejas de papá y unos pantalones de chándal de mamá. 
De pronto, su mirada me hizo sudar bajo la tela blanca clara; afortunadamente, no tenía senos muy grandes, pero de todas formas me encorvé hacia adelante para que la camiseta no tocara mi cuerpo, asegurándome de que no se exhibiera nada indebido. 
Por otro lado, anoche me había hecho una trenza, por lo que ahora mi largo cabello negro azabache de seguro parecía un nido de pájaros. Supongo que lo único a lo que no podía temer que me avergonzara, eran mis ojos verde bosque.
Gracias a Dios, heredé mi apariencia de mi madre. Ella era la loba más hermosa que jamás había pisado esta tierra. Mi papá solía decir que yo era su copia exacta; mamá, por su parte, insistía en que heredé el espíritu de mi padre. 
En cambio, Dylan y Dug se parecían a papá, con cabello castaño y ojos grises, aunque a diferencia de Dylan, mi padre era tranquilo y amable. Siempre podía ver el lado positivo de cualquier situación, pero aun así no toleraba una mierda. Nadie quería cruzarse con él porque definitivamente no terminaría bien.
—Dina —respondí, ya sin esperanzas por mi apariencia—. Ridley, alfa. —Al instante, me quejé mentalmente conmigo misma. ¡Maldición! Ni siquiera podía hablar correctamente frente a él.
—Dina Ridley —repitió, haciendo que mi nombre sonara casi sensual. Negué mentalmente con la cabeza. ¡Dios, necesitaba sacar a este hombre de mi sistema!—. Bueno, Dina —continuó, enfatizando mi nombre por alguna razón—, vas a trabajar para mí hasta que Dylan regrese en dos semanas...
—No quisiera reventar tu burbuja, alfa —lo interrumpí y miré a sus ojos oscuros. Claramente no le gustaba ser interrumpido. Pero debía saber la verdad, ¡solo entonces podríamos hablar!—, pero dudo mucho que regrese en dos semanas.
Una vez todo estuviera claro podríamos comenzar a discutir con seriedad qué sería de mí. Tenía que buscar un lugar propio si nuestro hogar ya no era seguro y, con suerte, el alfa no me echaría en el proceso. En ese caso, supongo que podría llamar a mi mejor amiga, Rita; de seguro me dejará quedarme en su apartamento durante un tempo, pero...
—¿Qué te hace decir eso? —preguntó de repente alfa Stone mientras sus ojos se entrecerraban, aún mirándome.
—Porque eso es lo que me dijo hace... —Hice unos cálculos rápidos de cuándo había visto a mi hermano por última vez antes de que apareciera de la nada anoche—. Hace seis meses. —Vi cómo los ojos del alfa se abrían de la sorpresa, pero como no dijo nada, continué—: Lo volví a ver recién anoche, cuando me trajo a la fuerza hasta aquí.
—¿Seis meses? —repitió pensativamente y vi cómo su mandíbula se movía, como si estuviera apretando los dientes. De pronto, se volvió hacia la ventana y se frotó el borde de la nariz. Un hábito suyo, supuse—. ¡Mierda, Dylan! —murmuró por lo bajo; molesto pero no sorprendido.
Aparentemente, el alfa conocía a mi hermano porque yo había dejado escapar exactamente ese mismo suspiro un millón de veces antes. Y diablos, no podía culparlo en absoluto. Es cierto, probablemente debí habérselo dicho anoche, antes de que Dylan desapareciera, pero, siendo honesta, me había acostumbrado tanto a limpiar sus desastres después de que los hiciera, que ni siquiera lo consideré...
—Bueno, eso no cambia nada —anunció alfa Stone de repente y volvió su atención hacia mí. Esta vez fue mi turno de quedarme atónita y en silencio—. Trabajarás aquí como mi sirvienta hasta que él regrese.
—¿Tu sirvienta? —repetí y no pude evitar que mi mandíbula colgara ligeramente. ¿Había alguna suposición acerca de las mujeres, que como no teníamos p*ne, todo lo que sabíamos hacer eran las tareas del hogar? Es decir... ¡claro que podría! Las he estado haciendo desde que mis padres fallecieron, ¡pero que él lo haya supuesto era... indignante!
—Limpiarás la casa, lavarás la ropa, pulirás la vajilla… Lo que sea que haya que hacer en la casa, será tu responsabilidad a partir de ahora —prosiguió, como si yo estuviera de acuerdo sin protestar—. Espero el desayuno a las 7 y la cena a las 6. La despensa debe estar vigilada en todo momento, y si tengo invitados, sus necesidades también serán atendidas, ¿entiendes?
¡En ese instante quise gruñir y recordarle que no era solo una maldita sirvienta! Pero cerré la boca de golpe porque, en lo que a él respecta, ¡eso es exactamente lo que yo era! Y me gustara o no, al menos no iba a pasar los próximos seis meses en las calles, lo que significaba que tenía que ponerme en contacto con la universidad y tratar de arreglar algo. No podía perder mi beca...
—Sí, alfa —respondí de mala gana, mientras mi cabeza repasaba mis opciones. Si trabajaba mucho, quizás no se daría cuenta si me escapaba a la universidad...
—Por cierto, esta es mi casa privada y me gustaría que siguiera siendo así —agregó en un tono helado y me alegré de no haber empezado a discutir con él—. ¿Lo comprendes?
—Sí, alfa —asentí y traté de ignorar el escalofrío que me recorrió la columna. Demonios, este tipo era...
—Te quedarás en la habitación en la que dormiste anoche —interrumpió mi pensamiento y continuó en el mismo tono autoritario, aquel que solo usan las personas que están acostumbradas a ser obedecidas—. Eso no dejará felices a los posibles inquilinos, pero será más práctico así. Si alguien pregunta, te contraté de la calle y no como un favor a nadie, ¿está claro?
—¿Quieres que la gente piense que ahora tienes corazón? —bufé y sonreí ante mi pequeña broma. De repente, se hizo un silencio mortal entre nosotros y eché un vistazo al alfa. Me estaba mirando y... ¡Mierda! Lo dije en voz alta, ¿no?