Capítulo 77
1108palabras
2022-04-05 00:00
Sheryl, enfadada, se dirigió a toda prisa al aula. En un inicio quería consolar a Nancy, pero, contrario a lo que esperaba, ella parecía muy tranquila, como si no le hubiera afectado en absoluto. Incluso esbozó una sonrisa forzada cuando ella llegó. Su reacción la hizo sentir aliviada. Entonces, le devolvió una brillante sonrisa para animarla. Era como si le estuviera diciendo: «No tengas miedo. Estoy contigo y sin duda te ayudaré a descubrir la verdad»…
De repente, Nancy sintió una sensación cálida en su interior. En realidad, el aviso en el tablón de anuncios la había afectado. Rainie la había acusado y, como resultado, ahora todos los estudiantes de la escuela la estaban ridiculizando. Todos la miraban con desprecio, como si fuera la mujer más desvergonzada del mundo. Por suerte, Sheryl le creía y estaba de su lado.
Julia vio por casualidad el intercambio de sonrisas y sus ojos se tornaron oscuros al instante. «Sheryl, eres muy valiente, ¿no? Todos se alejaron enseguida de Nancy para no verse involucrados en el escándalo. En cambio, tú te acercas aún más a ella».
—¡Maldita sea! —maldijo llena de odio con los dientes apretados. «Si las dos se unen, será difícil lidiar con ellas en el futuro».
Después de volver a su asiento, Sheryl sacó el libro de texto y empezó a prepararse para su próxima clase.
Julia fingió estar tomando notas con la cabeza baja. No obstante, levantaba la cabeza de vez en vez para mirarla. Era como si quisiera decirle algo. «¿Cómo es posible que ella no se dé cuenta? La estoy mirando como si quisiera secuestrarla».
Sheryl fingió no verla porque no quería hablar con ella. De repente, su celular vibró en su bolsillo, lo sacó y vio un mensaje de texto de Julia: «Sheryl, aléjate de Nancy. Afectará tu reputación». Al verlo, ella no pudo evitar hacer una mueca. «Julia, no sé cómo no te enferma ser hipócrita». Ella borró el mensaje sin dudarlo y lo ignoró. No obstante, cuando Julia vio que ella ignoró su mensaje, ¡se enfadó más!
Eran cerca de las once de la mañana, casi la hora del recreo. Sheryl ordenó sus apuntes y se dispuso a ir a casa. De repente, un chico entró corriendo por la puerta trasera y gritó:
—¡Grandes noticias! ¡Grandes noticias! Acabo de ver a Nancy entrando al bosque con unos chicos y parecían muy unidos. ¡No sé qué van a hacer!
De repente, toda la clase se alborotó.
—¡Guao! ¿De verdad? Vamos a echar un vistazo —sugirió un alumno. Luego añadió—: ¡Esto es demasiado impactante!
—Vamos. ¿Dónde están? Vamos a echar un vistazo —gritó otro.
Todos se morían de ganas de presenciar la escena. Al oír eso, Sheryl sintió mucha tristeza. De repente recordó el pasado y al parecer Nancy iba por el mismo camino. Otro chico entró corriendo y llevó a toda la clase a ver la escena. Al llegar al lugar, varios chicos le habían quitado la ropa a Nancy y la estaban humillando en público. Como resultado, todos la miraban y la señalaban como si estuvieran viendo un espectáculo. La insultaban con todo tipo de improperios. Algunos hasta le tomaron fotos con sus celulares y las difundieron en Internet para humillarla aún más. Sin embargo, entre tantos estudiantes, ninguno estaba dispuesto a ayudarla ni a defenderla. Esa fue la razón por la que Nancy se deprimió y decidió suicidarse después.
Sheryl recordaba con claridad que Julia la había arrastrado hasta allí. Nancy estaba de pie en medio de la multitud de forma lamentable. Mantenía la cabeza baja y ni siquiera se atrevía a levantar la cabeza. Lucía abatida y apenada. A Sheryl se le rompía el corazón cada vez que recordaba aquella escena. La familia de Nancy era pobre y débil. ¿Cómo iba a soportar un golpe tan grande? «¡No! ¡No permitiré que esto se repita!», pensó y su corazón palpitó con fuerza. Se levantó de inmediato y se dirigió enseguida al bosque. Al recordar lo que le había sucedido en el pasado, se apresuró para llegar antes que los demás. El lugar donde la habían humillado la vez anterior estaba en lo más profundo del bosque, así que ella se tardó en encontrarla. No importaba cuánto corrieran los otros estudiantes, ninguno conocía la posición exacta mejor que ella.
—Ah, ¿quiénes son? Suéltenme. —Se oyó un fuerte grito.
Cuando Sheryl llegó, varios chicos tenían a Nancy en el suelo. ¡La tenían rodeada y la estaban agrediendo sexualmente! Nancy intentaba resistirse, pero era demasiado débil.
—¿Quiénes son ustedes? No los conozco. ¿Qué intentan hacer? —gritó.
Los chicos sonrieron de oreja a oreja. Tenían un aspecto muy pervertido.
—¿Importa que no nos conozcas? Lo importante es que nosotros a ti sí —respondió uno de ellos.
—Sí, hemos oído hablar de ti. Eres una p*ta, ¿no? Entonces estarás dispuesta a jugar con nosotros siempre que te paguemos —añadió otro.
El chico más delgado y de piel oscura se rio y dijo:
—No te preocupes. Somos ricos. Cuando terminemos, no dudaremos en pagarte. ¡Solo tienes que complacernos bien!
—¡Ja, ja, ja! —Todos comenzaron a reír a carcajadas y sus risas resonaron en el bosque.
Nancy se dio cuenta enseguida de lo que iba a pasar y se sonrojó.
—¡Suéltenme! No soy ese tipo de chica. ¡Suéltenme! —gritó mientras forcejeaba. Sin embargo, cuando estuvo a punto de incorporarse, los chicos la empujaron al suelo otra vez.
—¿Por qué te haces la inocente? ¿Quién no sabe que andas con un viejo rico? Vamos a ser responsables y te pagaremos el dinero cuando terminemos. ¿Qué tiene de malo que te diviertas con nosotros entonces? ¡Compórtate! —La inmovilizaron de nuevo y empezaron a desvestirla con brusquedad.
—¡Ah! ¡No, no! ¡Aléjense de mí! Déjenme en paz… —gritó ella asustada. Entonces rompió a llorar de miedo.
Cuando vieron que empezó a llorar, la abofetearon.
—¡Cállate! Te pegaré si vuelves a llorar —le advirtió uno de ellos.
A Sheryl se le partió el corazón viendo aquello. Sin embargo, grabó sus diálogos en su celular, que eran la prueba de su crimen. Ella guardó de inmediato su celular en el bolsillo, miró a su alrededor y recogió una rama, tan gruesa como su muñeca. Luego se precipitó hacia ellos.
—¡Deténganse, malditas bestias! —gritó mientras corría hacia ellos y comenzó a golpearlos con la rama—. ¡Desgraciados! Sinvergüenzas, ¡no tienen conciencia! ¿Cómo se atreven a intimidar a su compañera de clase a plena luz del día? ¿No tienen nada de humanidad? —los maldecía y luchaba contra el grupo de chicos con todas sus fuerzas. Los últimos dos días había realizado entrenamiento físico en el club de artes marciales y había llegado el momento de ponerlo en práctica.