Capítulo 75
960palabras
2022-04-03 00:00
Sheryl se sintió incómoda cuando los vio. Además, se sintió culpable por interrumpir.
—Siento interrumpir.
La mujer ni siquiera la miró. Estaba furiosa porque le había estropeado el plan, pues no tenía idea de lo mucho que se esforzaba por estar a solas con aquel hombre.
Maximus sacudió la cabeza y respondió:
—Está bien. ¿Cómo te fue con el entrenamiento de taekwondo? —añadió.
Ella reflexionó por un momento y respondió:
—Estuvo bien.
—¿Todavía tienes energía para entrenar? —Él la miró.
Ella sonrió y respondió:
—¡No se preocupe! Todavía tengo energía. Haré todo lo posible para entrenar con usted.
Sus palabras lo hicieron sonreír de manera inconsciente. Aunque su sonrisa desapareció en una fracción de segundo, la mujer la percibió y maldijo a Sheryl para sus adentros: «¡Esta z*rra!». Entonces, descruzó los brazos, fue directo al lado de Maximus y le sonrió levemente a Sheryl.
—¿Ella es? —Su tono disgustó a Sheryl.
Maximus frunció el ceño.
Sheryl podía sentir la hostilidad de la mujer. Después de todo, ella también era mujer. Entonces le mostró una gran sonrisa y se presentó.
—Hola, me llamo Sheryl Taylor. Soy la nueva estudiante de Maximus. ¿Me dices tu nombre?
—Sheryl Taylor —susurró la mujer. Se molestó porque no esperaba que su nombre sonara tan bien. Trató de reprimir su emoción y se presentó—: Hola, soy Florence York y, al igual que Maximus, también soy entrenadora aquí.
—Oh, ya veo. Encantada de conocerla, entrenadora. —Ella la saludó de manera cortés, pero lo hizo solo por respeto. No cabía duda de que Florence era preciosa, pero también era muy orgullosa. Era como si estuviera dispuesta a atacarla todo el tiempo, lo que la hizo sentir incómoda.
Maximus no quería perder más tiempo, se volteó y dijo:
—Comencemos.
—Claro —accedió Sheryl de inmediato. Le pareció que, en comparación con el taekwondo, era más fácil hacerse daño a la hora de practicar artes marciales femeninas. El colchón aquí era mucho más grueso que el de Taekwondo. A ella le pareció extraño cuando lo pisó.
—Es fácil lastimarse cuando se entrena. No pasa nada si se trata de una lesión superficial, pero si no te concentras, te puedes torcer el tobillo o romper un ligamento con facilidad. Algunas personas incluso sufren lesiones internas, así que será mejor que estés preparada mentalmente —dijo él con frialdad.
Su explicación hizo que su corazón diera un vuelco, pero estaba decidida a entrenar duro.
—Estoy preparada —replicó con firmeza.
—¡Qué bueno! Saliste del Taekwondo, así que tu cuerpo debe estar caliente. Empecemos ahora con lo básico. —Él comenzó su entrenamiento de inmediato.
Concentrada, ella seguía sus instrucciones y él la corregía si sus movimientos eran imprecisos. En esas ocasiones, sin intención tenían cierto contacto físico, el cual era inevitable. Por ejemplo, cuando ella golpeaba en la dirección equivocada, él agarraba su puño y le mostraba la forma correcta.
—Recuerda que no debes usar la fuerza de la cadera. De lo contrario, tu golpe será débil. —Él le agarraba el puño y la guiaba una y otra vez—. ¡Aquí! A cinco centímetros de tu cadera, debes tener un arco para que puedas ponerle más fuerza. Inténtalo si no me crees. —Él retrocedió un paso.
Ella lo intentó de nuevo y descubrió que era en realidad mucho mejor.
—Entrenador, usted es brillante —lo elogió.
Él se mostró indiferente con su cumplido, pero verla sonreír con tanta alegría lo hizo sentir mucho mejor.
Mientras tanto, Florence, que estaba a su lado, presenció eso y de manera inconsciente los miró con ira, pues ella se había enamorado de él a primera vista. Había entrenado mucho para poder trabajar en el mismo club que él. Sin embargo, él seguía siendo frío con todos. Ella ni siquiera tenía muchas oportunidades de encontrarse con él a pesar de estar en el mismo club. «Siempre se muestra frío cuando habla conmigo, pero ¿por qué es tan amistoso con esta chica? No es propio de él. Él nunca ha tratado tan bien a una alumna. Por lo general, corrige a las estudiantes sin tocarlas. Sin embargo, ¡ahora le agarró la mano! ¿Quién es ella? ¿Por qué él le da un trato especial en su primer entrenamiento?». La antipatía que sentía por ella aumentó al instante.
De hecho, Sheryl sintió un par de ojos fijos en ella, que la quemaban como láseres. No obstante, no importaba a dónde mirara, nunca la atrapaba. Tanto Florence como Maximus estaban en lo suyo; por tanto, ella pensó que estaba imaginando cosas.
La clase terminó al anochecer. Florence la miró por última vez y se fue. Sheryl se cambió de ropa, recogió sus cosas y también se marchó. Nada más llegar a la residencia, empezaron a dolerle todos los músculos y las articulaciones de forma descontrolada. Se dejó caer en el sofá de la sala de estar y no pudo levantarse más. Estaba exhausta después de todo un día de entrenamiento. Sentía que se le habían dislocado todos los huesos.
—Señorita, ¿va todo bien? —preguntó enseguida la señora Cindy.
—Me inscribí a unas clases de artes marciales. Llevo todo el día entrenando y estoy agotada —respondió con honestidad.
—Ya veo —asintió—. Entonces debería darse un baño caliente y acostarse a descansar.
Sheryl no la dejó terminar, agitó la mano y afirmó:
—No, no. Si me muevo ahora, se me romperán los huesos.
—Entonces, por favor, descanse bien primero y báñese después —le aconsejó.
Ella asintió despacio y se desplomó de nuevo en el sofá.
Al cabo de un rato, Frederick regresó. Cuando la vio en el sofá, frunció el ceño. «¿Cómo puede comportarse así una señorita?».
Ella estaba demasiado cansada para preocuparse por su imagen. Lo buscó por instinto y le susurró:
—Frederick, estoy agotada. ¿Puedes llevarme a la bañera? —Ella no podía creer lo que había dicho.