Capítulo 74
936palabras
2022-04-02 00:00
William se molestó con sus preguntas.
—No es asunto tuyo. Tengo mi propio plan.
—¿Tienes un plan? Creo que ella está muy lejos de tu alcance —se burló.
—¡No me le eches mal de ojo! —Él volteó la cabeza y la fulminó con la mirada—. Yo le gusto mucho y haré que se enamore de mí.
—¿De verdad? Dime, ¿cuál es tu plan? —respondió con tono sarcástico.
Como los dos estaban en el mismo barco, él se lo contó sin dudarlo.
—Su cumpleaños es en unos días. Ese día la haré mía. —Volvió a mirarla y añadió—: Quizás me puedas ayudar.
Ella lo miró, confundida. Después de reflexionar durante un rato, se dio cuenta de que, en efecto, ¡su cumpleaños era en unos días! Se le había olvidado y fue él quien inesperadamente se lo recordó. Lo miró y le preguntó:
—¿No la odiabas antes? ¿Cómo es que recuerdas su cumpleaños?
Él se echó a reír.
—Es cierto que no me gustaba porque su estilo era tan anticuado. ¿Quién se iba a enamorar de ella? —resopló y continuó—: Además, era demasiado pegajosa. Odio a las mujeres que no tienen opinión propia. —Entonces suspiró al pensar en lo cambiada que ella estaba y en lo mucho que lo asombraba cada vez que aparecía delante de él ahora. Además, se comportaba como una mujer poderosa frente a él; por tanto, se negaba a renunciar a ella y disfrutaba mucho esos juegos de persecución. Luego, añadió—: Sheryl cambió. Ahora es una belleza. ¿Por qué voy a quedarme quieto si puedo jugar con ella?
Julia se quedó callada mientras los celos invadían su corazón. «¿Qué tiene de excepcional esa z*rra? No es inteligente ni tiene ningún talento. De hecho, ¡no sabe nada! Es una completa idiota. Su coeficiente intelectual no se compara con el mío, pero ¿por qué todos los hombres la persiguen? ¿Por qué demonios pasa?».
Sheryl, quien estaba sentada en la cafetería, perdió el apetito cuando los vio. En verdad no soportaba verlos por más tiempo. Bebió su último sorbo de café y tomó un taxi directo al club de artes marciales. En cuanto llegó, vio al entrenador Chandon y se acordó de él, pues era uno de los muchos entrenadores que hacían la clase más divertida.
Él también se puso muy contento al verla.
—Vaya, es tu primera clase y eres muy puntual —comentó con una sonrisa tan amplia que mostraba todos sus dientes y empequeñecía sus ojos.
El estado de ánimo de Sheryl mejoró al instante y respondió con voz suave:
—Por supuesto. Después de todo, usted es mi entrenador. No debería llegar tarde. —Rio con alegría.
En ese momento, él sacó un conjunto de chándal blanco que tenía preparado y se lo entregó.
—Esto es tuyo. Ve a cambiarte y te veré en un rato.
Ella asintió y lo agarró. Al instante sintió la ropa suave y lisa. Se dirigió al vestuario donde algunas alumnas que no conocía también se estaban cambiando de ropa. Sonrieron al verla y pudo percibir su hostilidad. Esperó a que se fueran. Luego, se recogió el cabello y empezó a cambiarse.
El entrenador Chandon sonó el silbato y anunció en cuanto ella terminó:
—¡Reúnanse! —En un instante, todos los alumnos se levantaron de todos los rincones y se reunieron frente a él en filas. Sheryl encontró un lugar y se coló entre la multitud. Era evidente que era nueva y no podía ocultar su energía y su belleza. Aunque todo el mundo llevaba el mismo chándal, por alguna razón desconocida, a ella le lucía mucho mejor. Se veía arreglada y brillante con el cabello recogido.
La clase comenzó.
—Lo más importante en el taekwondo es tener una buena base. Hoy les enseñaré algunos movimientos básicos. El taekwondo no es complicado. Combina fuerza y técnica. Pueden protegerse una vez que lo dominen. —Empezó con algunos movimientos básicos como puñetazos, patadas y equilibrios. Les dio a todos el tiempo suficiente para practicarlos.
Sheryl encontró un lugar vacío y practicó con seriedad. Solo entonces se dio cuenta de que el taekwondo no era tan sencillo como parecía. Tenía que emplear toda su fuerza para realizar cada movimiento.
El entrenador Chandon miraba a su alrededor para comprobar si algún alumno estaba flojeando. De manera inconsciente asintió con la cabeza cuando vio a Sheryl. Le dio el visto bueno y se alejó.
Ella estaba empapada de sudor después de dos horas. Era como si acabara de darse un baño. Tenía el rostro enrojecido. Se sentó en el suelo para descansar un rato y rehidratarse. El entrenador Chandon se acercó y le preguntó preocupado:
—¿Cómo te sientes?
—Estoy muy agotada, pero me siento bien —respondió con una sonrisa.
—Así es. Aunque el comienzo pueda parecer aburrido y agotador, ¡espero que puedas resistir y dar lo mejor de ti! —Él apretó los puños y la miró de manera alentadora.
—¡Hagámoslo! —gritó ella. Se sintió mucho mejor después de un rato. Se levantó despacio y decidió buscar a Maximus. Cuando lo encontró, él estaba hablando con otra chica y aunque estaba bastante lejos, no era difícil darse cuenta de lo atractiva que era. Él, por su parte, parecía despreocupado. Su apuesto rostro era tan frío como un témpano de hielo, capaz de congelar a cualquiera. Después de reflexionar un rato, Sheryl se acercó y susurró:
—Entrenador, estoy aquí.
Él se volvió y, en cuanto la vio, su rostro cambió de inmediato.
—Por fin llegaste.
La chica con quien hablaba cambió enseguida su postura para acentuar su figura. Sheryl pudo percibir la hostilidad en sus ojos. De hecho, era la mujer que estaba cuchicheando sobre ella la ocasión anterior.