Capítulo 70
1052palabras
2022-03-29 00:00
—Frederick, ¿qué estás mirando? —preguntó Richard confundido, y luego siguió su mirada en dirección a Sheryl—. ¿Ella otra vez? ¿Qué está haciendo aquí?
Frederick permaneció en silencio.
—¿Acaso vino a buscarte? No creo que eso sea posible, pues, cuando salimos esta mañana, no había nadie siguiéndonos —añadió Richard.
Frederick tampoco tenía idea de lo que estaba pasando. El club de artes marciales era propiedad de la familia Lance y brindaba clases de taekwondo, membresía de gimnasio y muchas otras ofertas. En algunas ocasiones, Frederick convocaba allí a sus clientes para discutir algunos asuntos, y ese mismo día le había pedido a Richard que lo acompañara allí. Sin embargo, no esperaba encontrarse a Sheryl. «¿Qué está haciendo aquí en el club?», pensó.
—Envía a alguien a averiguar qué está haciendo aquí —le dijo a Richard, quien de inmediato llamó al gerente.
El gerente tenía unos cuarenta años y vestía un traje de cuero. Al ver a Frederick y a Richard, se sintió un poco incómodo y preocupado, pues pensó que le llamarían la atención otra vez.
—Jefe, ¿qué puedo hacer por usted?
—Baja y averigua qué está haciendo aquí —le ordenó Frederick mientras señalaba a Sheryl.
—Sí, señor.
Entonces, el gerente siguió las instrucciones de su jefe. De inmediato, bajó las escaleras y se dirigió a hablar con Sheryl.
—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó.
—Gerente, la señorita está aquí para aprender artes marciales, así que la traje para que conociera a los entrenadores —explicó la recepcionista.
Sheryl no dijo nada, y el gerente la miró sorprendido.
—Señorita, ¿está segura de que quiere aprender artes marciales? —preguntó—. ¿Cree que su cuerpo frágil y menudo pueda soportar el dolor?
—¿Qué quiere decir? ¿Quién dice que las chicas no pueden aprender artes marciales? —respondió Sheryl de inmediato.
—No, no, no. Me malinterpretó usted. El problema es que casi no tenemos estudiantes femeninas en las clases de artes marciales. Además, usted se ve muy frágil. —El director se disculpó de inmediato y luego añadió—: De cualquier forma, no la molesto más.
A continuación, el gerente subió las escaleras e informó de la situación.
—¿Qué averiguaste? ¿Qué está haciendo aquí? —preguntó Richard.
—La señorita dice que quiere aprender artes marciales —explicó el gerente.
—¿Qué dices? —se sorprendió Richard, quien luego se quedó boquiabierto al escuchar sus palabras.
—La señorita dice que quiere aprender artes marciales —repitió el gerente.
Richard no podía creer lo que había oído, por tanto, lanzó una carcajada.
—¿Artes marciales? ¿Con ese cuerpo tan menudo? ¿Acaso estará en su sano juicio?
Por otra parte, Frederick escuchó con calma al gerente y frunció el ceño mientras trataba de entender la situación. «¿Por qué habrá venido aquí a aprender artes marciales? ¿Le habrá pasado algo?», pensó.
—Frederick, ¿crees que como no pudo conseguir que le dieras el divorcio por las buenas, vino aquí a aprender artes marciales para así luchar contigo hasta que aceptes separarte de ella? —preguntó Richard.
Frederick se quedó sin palabras. Aunque no sabía por qué Sheryl quería aprender artes marciales, decidió respetar su decisión.
—Asegúrate de que matricule en las mejores clases —le ordenó Frederick al gerente.
—Sí, señor. Me voy a encargar de eso ahora mismo.
Mientras tanto, la entrenadora seguía criticando a Sheryl.
—Pareces débil, pero eres bastante atrevida. Por desgracia, las artes marciales no son adecuadas para ti, así que será mejor que renuncies a esa idea.
—¡De ninguna manera! —exclamó Sheryl.
La entrenadora estaba molesta por la actitud inflexible de Sheryl, ya que sabía que las chicas como ella siempre renunciaban después de la primera clase, pues ninguna conseguía soportar el dolor. Entonces, en ese momento, llegó el gerente.
—Ven conmigo —le dijo a la entrenadora, quien de inmediato lo siguió.
—No tienes que impartirle clases a esta alumna. El entrenador Maximus Wallen se encargará de sus clases en persona. Ahora puedes irte.
—¿Maximus Wallen? —Los ojos de la entrenadora se abrieron de par en par al escuchar ese nombre.
—Sí —asintió el gerente.
La entrenadora estaba muy sorprendida. Maximus era un famoso entrenador de artes marciales. Con solo veinticinco años ya había ganado el campeonato europeo de artes marciales y, además, era un modelo a seguir para los entrenadores del mundo entero. Los entrenadores comunes y corrientes como ella ni siquiera llegaban a conocerlo. «¿Quién es esta chica?», pensó.
—Señorita, la anterior entrenadora no era adecuada para usted, por lo tanto, le conseguiremos un profesor mejor —explicó el gerente al volver.
Sheryl estaba confundida. «¿Por qué me cambiarían de entrenador?», pensó. Sin embargo, antes de que pudiera responder, todos dirigieron su atención hacia un alboroto que provenía de la puerta. En ese momento, un hombre muy apuesto, que vestía un atuendo gris muy casual, hizo su entrada.
—Señorita, este es... —intentó explicar el gerente.
Sin embargo, Maximus levantó la mano antes de que este terminara de hablar. En ese momento, la entrenadora entendió de inmediato la seña y se marchó en silencio con la recepcionista. Por otra parte, Sheryl, que no entendía lo que estaba sucediendo, miró al hombre que tenía delante con detenimiento.
—¿Quién es usted? Pensé que estaba aquí para aprender artes marciales —dijo de repente.
—¿Cuál es tu nombre? —Maximus la miró con indiferencia.
Sheryl estaba muy desconcertada, pues no entendía por qué le había preguntado su nombre, sin embargo, no dudó en responderle.
—Sheryl Taylor.
—Mi nombre es Maximus Wallen y, a partir de ahora, seré tu entrenador de artes marciales. Si quieres aprender bien la técnica, será mejor que no andes quejándote, ¿entiendes? —La voz de Maximus era grave e increíblemente atractiva.
—¿Eres mi entrenador? —Sheryl no podía creer nada de lo que estaba pasando.
Aquel hombre seguro era solo cuatro o cinco años mayor que ella y, además, era muy apuesto. Sin embargo, de alguna manera, le recordaba a Frederick, pues, como él, tenía un rostro un poco inexpresivo. En ese momento, Sheryl se recordó a sí misma que estaba allí para aprender artes marciales, no para admirar a hombres apuestos. «Ese maldito director, ¿estará tratando de engañarme? ¿Cómo es posible que un hombre tan joven y apuesto enseñe artes marciales? ¿Será en verdad mi entrenador?», pensó.
—¿Qué tan flexible eres? —preguntó Maximus de repente.
—¿Perdón? —Sheryl estaba distraída y no escuchó su pregunta.
—¿Puedes hacer un puente? Si es así, por favor, haz una demostración. —Maximus frunció el ceño con insatisfacción.